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Sociedad
Pasión por la artesanía tibetana
Por LI YUAN

Monasterio Toling.

 
Un viaje al Tíbet le produjo a Chen Dan, una joven de Beijing, un intenso choque emocional, quedando enamorada de esta tierra y de su belleza. Desde ese momento, se dedicó a salvar y preservar obras de artesanía tradicional tibetana, un arte languideciente, e inspirada por un libro, está probando un nuevo método para darla a conocer.

La seducción del Tíbet

Chen Dan llegó al Tíbet por primera vez, por motivos de trabajo, en 2002. Como redactora de la revista Chinese National Geography, la joven participó en un reportaje a lo largo de la Antigua Ruta del Té y los Caballos junto a otros 20 medios de comunicación del país. Quedó fuertemente impresionada al ver los símbolos religiosos locales y su colorido y fuerte carácter étnico; sintió que debía profundizar en el mundo espiritual de los tibetanos y, desde ese momento, no tuvo otro anhelo que conocer todo lo relacionado con esta tierra.

En los dos años que siguieron a este viaje, estuvo siempre pendiente del Tíbet, y buscó nuevas oportunidades para regresar. Por fin, en octubre de 2004, Chen Dan se salió con la suya y llegó por segunda vez a esta región. Esta vez, entró al Tíbet con un equipo de rodaje, conduciendo por la carretera Yunnan-Tíbet, y recorrió su territorio durante 70 días de reportaje y filmación, hasta salir por la carretera Sichuan-Tíbet, pasando por Qamdo, Shannan, Nyingchi, Xigaze, Lhasa, Nagqu, y otros parajes tibetanos.

En julio de 2005, Chen Dan visitó el Tíbet por tercera vez. Fue sola, ya que su intención era escribir algo íntimo sobre esta tierra que tanto la atraía. Sin embargo, se vio obligada a interrumpir el viaje por un accidente de tráfico, regresando a Beijing para recuperarse de las heridas. Mientras guardaba reposo, se dio cuenta de cuán profundo era el amor que había llegado a sentir por el Tíbet, por su cultura, su religión, su pueblo, sus paisajes, sus colores… Se sintió mucho más fuerte y segura, más vital, optimista y con confianza en sí misma: decidió entonces que se iría a vivir al Tíbet.

Revitalizando a la artesanía tradicional tibetana

Un año y un mes después de haberse ido a vivir a Lhasa, Chen Dan ya había leído todos los libros que había encontrado sobre la artesanía local. Además de adquirir un mayor conocimiento sobre este tema, descubrió que muchas de sus tradiciones artesanales estaban a punto de desaparecer.

Los habitantes de la aldea de Tagba, del distrito de Maizhokunggar, habían vivido de la alfarería por generaciones, gracias a la abundante arcilla de la región, vendiendo sus productos en Lhasa, Shannan, Nyingchi, Nagqu, y otros lugares, donde eran muy apreciados. Sin embargo, la segunda vez que Chen Dan fue a la aldea a visitar a los viejos artesanos, éstos ya habían dejado de producir debido a la baja rentabilidad de sus productos y a su poca cuota de mercado. ¿Acaso morirían así unas tradiciones milenarias, que son parte esencial del espíritu, la cultura y la historia de la etnia tibetana? Chen Dan no podía permitirlo: se puso a escribir extensos reportajes al respecto para llamar la atención del público sobre estos productos y tratar de revitalizar la tradición; compró libros para ayudar a los aldeanos a mejorar su técnica; y aprovechó sus contactos para reunir fondos para organizar una exposición, con la esperanza de que los lugareños se adaptasen a las reglas del mercado y ayudar así a las culturas tradicionales a sobrevivir ante la dura competencia moderna.

Chen Dan tenía una gran experiencia como voluntaria; desde que llegó al Tíbet, tuvo la intención de poner en marcha una fábrica sin fines de lucro para la elaboración de objetos artísticos, a través de la cual no sólo podría desarrollar la artesanía local, sino contribuir a solucionar los problemas de algunos grupos sociales vulnerables. Por ello, solicitó una beca en el Ford Foundation Internacional Fellowships Program, ya que deseaba aprovechar la oportunidad de estudiar en el extranjero para buscar socios para este proyecto.

Pero la vida está llena de sorpresas: al mismo tiempo que le concedían la beca, Chen Dan encontraba un socio chino que estaba dispuesto a ayudarla a llevar adelante su plan. “Mi objetivo final es este proyecto. Si me llega la oportunidad ahora, ¿por qué no aprovecharla dos años antes de lo previsto?” pensó la joven. De esta forma, Chen Dan renunció a una beca a la que los chinos le otorgan una enorme importancia. Y, aunque a la fábrica no le ha ido viento en popa hasta ahora, Chen Dan sigue esforzándose.

Nuevos intentos

El libro ilustrado Xue Yu Tian Gong (Artesanía celestial de la tierra de las nieves) es una tentativa totalmente nueva para difundir la artesanía tibetana, inspirada en un libro comprado a precio de saldo en el extranjero.

Dicho libro narra la historia de la emigración irlandesa a EE.UU. Reúne copias de documentos y cartas oficiales, tarjetas postales, cartas familiares, recortes de periódicos, fotografías y mapas relacionados con la emigración. Es como si la historia estuviese condensada en este libro, y Chen Dan ha querido realizar algo parecido para dar a conocer la artesanía tibetana.

Con este objetivo, empezó a recortar artículos de diarios y revistas sobre objetos de artesanía representativos del Tíbet. Con la ayuda de sus amigos y de comerciantes de antigüedades, escudriñaron de arriba abajo los mercados en tres ocasiones buscando moldes exquisitos para elaborar figuras CaCa (que en tibetano significa “Buda de arcilla”). Al final, encontró uno magnífico en manos de un artesano tradicional, que había sido transmitido de generación en generación en su familia. Tras negociar un precio, llegaron a un acuerdo para la elaboración de figuras CaCa. Para que éstas adquiriesen una mayor solidez y soportasen mejor el viaje hasta Beijing, Chen Dan hizo caso del consejo de sus amigos y mezcló un tipo de pegamento de construcción con la arcilla, envolvió en tela cuidadosamente cada figura y las colocó ordenadamente en cajas, un trabajo que, bajo el helado clima invernal de Lhasa, le provocaba que se le congelasen los dedos y no pudiese tomar entre sus manos a las pequeñas figuras.

Gracias a la ayuda de muchos amigos tibetanos, Chen compró también telas Pulu (una especie de tejido de lana) y Longda (caballos grabados en papel que se echan a volar al viento como símbolo de buenos augurios), imprimió sutras budistas, y dibujó diversos mapas. Invirtió casi todos sus ahorros en ello. En cuanto a la composición y encuadernación del libro, Chen Dan estudió decenas de propuestas junto a técnicos y diseñadores de varias imprentas y no dio con el método que le pareció más adecuado hasta prácticamente la fecha tope para la publicación. Ahora, este libro ha sido considerado por la imprenta como el ejemplar técnicamente más completo y difícil de realizar.

Precisamente por eso, y por tratarse de un proyecto comercialmente arriesgado, llevó mucho tiempo y muchas negociaciones, dar con una editorial cultural que se atreviese a invertir en él. Pero a principios de 2010, el “bebé” de Chen Dan vio finalmente la luz.

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