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Sociedad
Una nueva generación de voluntarios
Por CHENG WENJUN

Wang Shuai, en el aula con sus alumnos.

“Si antes de los 25 me hubiesen preguntado qué entendía por caridad, hubiese dicho que se trataba de donar dinero y recursos materiales, ir a cuidar ancianos a las residencias de la tercera edad y cosas así. A los 25, con mi propio sueldo, visité Mianzhu, una zona afectada por el terremoto de 2008 en Sichuan, y allí empecé a pensar en qué otras cosas podíamos hacer los jóvenes para ayudar a los más necesitados”.

—Chu Xiaolu, fotógrafo y joven voluntario de Beijing.

Desarrollar una plataforma informática

La aldea de Shituan, distrito de Tumen, en la ciudad de Mianzhu, fue gravemente afectada por el terremoto que el 12 de mayo de 2008 azotó Wenchuan, provincia de Sichuan, destruyendo la mayor parte de sus viviendas. En enero de 2009, Chu Xiaolu vino a esta aldea junto a sus amigos para visitar a los ancianos damnificados.

Uno de los primeros sitios que visitaron fueron las instalaciones que el gobierno local había construido para las personas de la tercera edad y con discapacidad. Poco después de entrar, una anciana de 89 años tomó la mano de Chu y comenzó a hablar con él en el dialecto local. La mujer sufría de sordera y apenas podía oír lo que Chu le decía: “Me acercaba a su oído y le hablaba muy fuerte, pero no era capaz de entenderme y seguía relatando su propia historia, como si no hubiese tenido la oportunidad de contársela a nadie”, recuerda Chu.

“Pienso que, actualmente, en China la caridad consiste principalmente en donar dinero o recursos materiales, pero se descuidan las necesidades psicológicas de la gente con problemas”, opina. El joven beijinés observó cómo en las residencias para la tercera edad, a pesar de contar con todas las instalaciones para cubrir las necesidades básicas de los ancianos, no disponían de televisores o aparatos de radio, ni se realizaban actividades de entretenimiento o deportivas. Aunque el Estado y algunas organizaciones benéficas donan fondos para el cuidado de los mayores, el dinero se usa principalmente para contratar a gente que cocine y cuide de ellos.

“Esto se debe a la falta de una plataforma efectiva de comunicación -piensa Chu-. En China, las organizaciones benéficas, tanto las grandes como las pequeñas, prestan una atención especializada, es decir, algunas se centran en la donación de fondos, otras en los recursos materiales, existen las que se preocupan por la tercera edad, otras por la infancia… Por eso, vale la pena explorar mecanismos de cooperación entre diversas organizaciones, para poder realizar acciones de ayuda integrales”.

Al regresar a Beijing, Chu Xiaolu hizo un llamamiento a través de su blog y de los foros de Internet de la Universidad Tsinghua (bbs.tsinghua.edu.cn), para que alguna organización donara televisores a los ancianos de Shituan y pidió que más jóvenes fuesen a visitarlos, a la vez que observaban los progresos de los trabajos de reconstrucción tras el sismo.

A través de las redes sociales virtuales chinas, como la de Baidu (http://tieba.baidu.com) o Tianya (www.tianya.cn), los internautas chinos se están interesando y toman parte, como voluntarios, en proyectos benéficos no gubernamentales.

El 8 de julio de 2010, se creó el China Foundation Center (Centro de la Fundación de China), un sitio Web dedicado a las actividades benéficas. Su tarea no sólo es vigilar la transparencia y la eficiencia en el uso de los fondos públicos, sino que también ha creado un “mapa de las obras de caridad”, mediante el cual, utilizando la tecnología de mapas virtuales de Baidu, se puede visualizar la localización de las 2036 fundaciones chinas y la distribución geográfica actualizada de los proyectos benéficos que llevan a cabo.

Adhesión a BMDW

En julio de 2009, la organización Sunshine Marrow Donor Registry (SMDR) se unió con Bone Marrow Donor Worldwide (BMDW), con sede en los Países Bajos. SMDR es el primer banco de datos civil de registros de médula, y la única organización china que se ha unido a BMDW, añadiendo sus datos a los 15.327.033 registros globales de médula ósea (cifra hasta el 19 de enero de 2011. Fuente: sitio Web de BMDW). Su fundador es Liu Zhengchen, precisamente uno de los compañeros de Chu Xiaolu en su visita a la aldea de Shituan, y graduado de la Universidad de Beijing.

En 2001, cuando el joven Liu, con sólo 23 años, descubrió que sufría de leucemia mieloide crónica, el médico le dijo que sólo le quedaban cinco años de vida. Un mes más tarde, Liu fundó SMDR y la Peking University Sunshine Volunteer Organization, con la intención de concienciar y movilizar a toda la sociedad para encontrar donantes de médula ósea y hacer coincidir las médulas con los receptores adecuados cuyo cuerpo no rechazase el transplante.

“Cada año aumenta en cerca de 40.000 el número de personas con leucemia, pero sólo 500 de ellos puede recibir un transplante con éxito, debido principalmente a que no pueden encontrar a un donante con las células madre hematopoyéticas adecuadas”, afirma Lu Daopei, director del Instituto de Hematología de la Universidad de Beijing.

“El objetivo de SMDR es incitar a estudiantes y jóvenes a que incluyan sus datos en el registro de médula ósea para salvar más vidas”, explica Liu Zhengchen. Hasta diciembre de 2010, SMDR había recibido 2.409 registros de médula ósea de jóvenes donantes, de entre los cuales más de 50 pacientes encontraron la médula ósea adecuada, y 4 de ellos pudieron ser transplantados con éxito.

En abril de 2009, se fundó la New Sunshine Charity Foundation, lo que supuso el paso de organización estudiantil a ONG para el grupo dirigido por Liu. Siendo el miembro de mayor edad, Liu Zhengchen siente una gran responsabilidad, porque además de su principal objetivo, prestar asistencia a los enfermos de leucemia, la fundación también ha creado otros fondos destinados a grupos que requieren atención especial en China.

“Aunque la enfermedad todavía me amenaza y cometo errores de vez en cuando por la falta de experiencia en la gestión de fondos, creo que estoy haciendo algo muy bueno, lo que me hace muy feliz y me proporciona muchas alegrías, en una vida en la que éstas son limitadas para mí”, confiesa Liu. Ahora, a Liu le preocupa un joven tibetano, Tenzin Pema, un enfermo de leucemia de 18 años de edad. Tenzin estudiaba traducción chino-tibetano en la Universidad del Tíbet, pero ahora vive en el Hospital de Chaoyang, de Beijing, en espera de una médula ósea que su cuerpo pueda aceptar.

Más atención para los niños inmigrantes

“Los empresarios chinos son los que pueden donar grandes sumas, pero son, sin duda, los jóvenes nacidos en los 80 quienes trabajan sobre el terreno en las tareas de voluntariado, en escuelas, residencias de la tercera edad, orfanatos…”, piensa Wang Shuai, una de las amigas de Chu Xiaolu, quien tiene otra forma de ver la caridad. Para ella, la juventud quizás no tenga poder económico, pero tiene el poder de actuar y de que sus acciones tengan un gran impacto.

Por ejemplo, al noroeste del quinto anillo de Beijing, se halla la Escuela Primaria de la Esperanza Jingyu. “Los alumnos de esta escuela son hijos de los trabajadores inmigrantes de Beijing que han venido desde zonas rurales”, cuenta Wang. Las instalaciones son muy pequeñas, del tamaño de una de las viviendas con patio interior tradicionales de la capital, los siheyuan, y cada clase tiene unos veinte estudiantes.

Wang es profesora de música en esta escuela, donde, salvo las asignaturas de chino y matemáticas, el resto son impartidas por estudiantes universitarios que realizan esta tarea como voluntarios, e incluso imprimen ellos mismos los libros con los que imparten sus clases.

La joven maestra dice que “a diferencia de los niños de familias pobres, las condiciones de vida de los que vienen aquí no son malas, lo que es fácil de comprobar por su aspecto saludable y sus ropas limpias”. El problema, en este caso, no es económico, sino el que causa la movilidad constante: estos niños se ven obligados a variar asiduamente de entorno y de colegio, ya que siguen a sus padres allá donde encuentren trabajo, y suelen cambiar cada año de lugar de residencia. “Los niños de las familias pobres no tienen buenas condiciones materiales de vida, pero crecen en un entorno familiar sólido y con amigos con quienes compartir juegos, mientras que los niños de los trabajadores migrantes, puede que no tengan problemas en el ámbito material, pero son más vulnerables psicológicamente y necesitan una mayor atención social”, explica Wang.

Viendo su aula y a los niños divirtiéndose cantando una nueva canción que les ha enseñado, es fácil darse cuenta de la importancia de la labor de Wang Shuai y del impacto positivo de su tarea. Una cálida estampa en medio del frío invierno de Beijing.

 

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