Al entrar en su tercer milenio de vida independiente, México se encuentra a la expectativa de iniciar una nueva etapa en el largo y venturoso camino de la relación con la República Popular China.

No es de ahora: la amistad y el intercambio se iniciaron hace muchos siglos, cuando la llamada Nao de China efectuaba el tornaviaje cubriendo la ruta del Lejano Oriente.

Las circunstancias han cambiado y, para establecer lazos amistosos, la lejanía, que en otro tiempo fue un obstáculo, hoy ya no existe. Bien me decía un embajador que conocí en Beijing que la distancia entre China y México, se mide ahora en el trecho de una mala cena, un buen sueño y dos películas.

Hoy resulta imposible no leer un periódico, ver la televisión o escuchar la radio sin encontrar una referencia de China y su impacto sobre otras sociedades.

No es una sorpresa, ya que, en poco más de tres décadas, el país ha incrementado su incidencia en la toma de decisiones políticas a nivel mundial, en el sistema multilateral de comercio, en los mercados financieros internacionales, en el desarrollo tecnológico, y ha aumentado su nivel de competitividad y demanda de recursos energéticos y materias primas, lo que ha marcado un cambio en la forma en que es percibida por la comunidad internacional en su conjunto.

China representa el 88% de la población del Asia Oriental (China, Corea y Japón), con 1.300 millones de habitantes. Es el país más poblado del mundo, con más del 20% de la población del planeta.

Durante el 2008 obtuvo el superávit por cuenta corriente más grande a nivel mundial, con un monto aproximado de 180.000 millones de dólares, y tiene una importantísima clase media con un alto poder adquisitivo. Se espera que en el 2020 la clase media en China llegue a representar el 40% de la población.

China superó el año pasado a EE.UU. como primer mercado automovilístico mundial. Es el mayor comprador de mineral de hierro y cobre, y el segundo importador de petróleo. Su economía es hoy 90 veces mayor que cuando el líder Deng Xiaoping inició el proceso de Reforma y Apertura. El banco de inversiones Goldman Sachs calcula que China podrá convertirse en la mayor economía del mundo en 2027. Su ascenso, tanto en la escena económica como en la política, transforma la manera en que se está redibujando el mapa geopolítico actual.

Por su parte, México es la segunda economía más grande de Latinoamérica, siendo uno de los mayores exportadores de petróleo a nivel mundial y uno de los principales socios comerciales de Estados Unidos.

Con una población de más de 106 millones de personas y un Producto Interno Bruto de 1 billón de dólares, se ubica como un vigoroso polo de atracción para las inversiones trasnacionales, además de un sitio ideal para quien sólo quiere hacer turismo. México es, sin duda, un país de oportunidades: su posición estratégica, en el cruce de los caminos que van del Norte anglosajón al Sur de la América Latina, con largos litorales que bañan dos grandes océanos y sus fronteras marítimas con Asía y Europa, colocan al país en una posición de privilegio.

Actualmente, figuramos entre los 15 exportadores más importantes del mundo, con una oferta que atiende por igual tanto a los bienes manufacturados como a las materias primas y a los productos agropecuarios. El enorme desarrollo del sector de servicios nos coloca en el grupo de países que, además de su tradicional carácter hospitalario, cuenta con una muy importante red de transportes.

La nación ha recorrido un largo camino y enfrentado muchas dificultades, pero hoy nos estamos consolidando como uno de los mayores productores de bienes de alto valor agregado. Uno de cada 7 automóviles vendidos en Estados Unidos se fabrica en México, figuramos entre los mayores exportadores de televisores y refrigeradores y el país se ubica entre los principales recepcionistas de inversiones de la región.

Son, pues, muchas las razones, muchos los retos y desafíos que compartimos, de ahí la importancia de nuestras relaciones. Somos dos naciones emergentes que entendemos la conveniencia de unir voluntades y esfuerzos para conseguir metas comunes de bienestar y progreso para nuestros respectivos pueblos.

Respecto al intercambio entre los parlamentos de ambos países y sus aportes al estrechamiento de lazos bilaterales, es necesario mencionar y reconocer que el establecimiento del Foro Permanente de Diálogo entre el Congreso de México y la Asamblea Popular Nacional de China, en septiembre del presente año, es resultado del trabajo arduo y constante que los órganos del Senado de la República y la Comisión de Relaciones Exteriores, Asia-Pacífico, han puesto para llevar a mejores niveles la relación con China.

Este Foro permanente de diálogo nace con el propósito de generar nuevas y mejores formas de acercamiento y cooperación más allá de los encuentros protocolarios. Es un mecanismo de consulta entre nuestros poderes legislativos, que permite dar seguimiento a los compromisos asumidos entre los ejecutivos, en el marco de los trabajos de la Comisión Binacional México-China.

Aquí también podemos discutir nuestras diferencias y defender nuestras posiciones e intereses, siempre con la intención de encontrar coincidencias de beneficio mutuo. Este espacio innovador permite privilegiar los canales de comunicación entre los parlamentos constituyendo así un complemento a la diplomacia tradicional. La relación entre México y China, representa un universo de enormes oportunidades, siempre y cuando nos aproximemos a ellas con una estrategia clara y diferenciada.

El jade, según un proverbio chino, necesita ser tallado para convertirse en una gema. Así, la relación fraterna entre China y México debe ser esculpida y pulida para que alcance su verdadero potencial. Y eso no tomará mucho tiempo. Estamos en el dintel de otra dimensión y una nueva época.

*Carlos Jiménez Macías es Senador de México y actualmente Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores, Asia Pacífico del Senado de México.