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Reportaje Exclusivo
Los huérfanos y la madre uigur
Por HOU RUILI

En casa de Ani Pa, en la aldea de Qinghe, de la región autónoma Uigur de Xinjiang, se conserva todavía una gran olla de hierro de 1,2 m de diámetro. A lo largo de los últimos 43 años, Ani Pa y su difunto esposo, Abi Bao, preparaban en ella deliciosos platos con los que alimentaban a sus 19 hijos, de entre los cuales 10 eran huérfanos que habían ido adoptando a partir de los años 60.

Si se le pregunta a Ani Pa, que ahora tiene 70 años, de qué etnia son los niños, responde orgullosa: “Éste es uigur; aquél, kazajo; ése, han; y éste, hui”. Pero, si se le pregunta cuáles son hijos suyos de nacimiento…“¡Todos son mis hijos!”, dirá enfadada.

Los padres de Ani Pa murieron cuando todavía era niña, por lo que tuvo que sufrir los sinsabores de una vida solitaria y sin hogar. En 1963, sus vecinos, un matrimonio de kazajos, falleció a causa de una enfermedad, dejando huérfanos a tres niños, el mayor de los cuales tenía 16 años y el menor, 6. Ani Pa, a pesar de haber dado a luz sólo 20 días antes, tras hablarlo con su marido, decidió adoptarlos.

En 1974, la hermana de Ani Pa encontró en un hospital a una chica de etnia hui, Wang Shuzhen, y la llevó a casa de su hermana. Wang Shuzhen, de 11 años, era huérfana. “Entonces yo tenía todo el cuerpo lleno de piojos. Ani Pa me metió en seguida en un gran barreño de agua caliente. ¡Era la primera vez en mi vida que me bañaba con agua caliente!”, rememora Wang.

Wang Shuzhen tiene una triste historia: tras fallecer su padre, su madre volvió a casarse con un hombre de etnia han, Jin Xuejun, quien ya tenía cuatro hijos, y con el que fue a vivir llevándose a Wang y a sus dos hermanos. Al poco tiempo, la madre de Wang también falleció y, ante la falta de medios de su nueva familia, la pequeña se vio obligada a vagabundear por la aldea de Ani Pa.

Ani Pa, tras haber cuidado de Wang durante un tiempo, tenía la intención de devolverla a su familia de origen. Sin embargo, cuando llegó a casa de Jin Xuejun, encontró a éste gravemente enfermo y sin capacidad para trabajar y cuidar de los suyos, así que decidió llevarse consigo también a los dos hermanos de Wang; al poco tiempo, Jin Xuejun moría, y sus cuatro hijos eran también acogidos por Ani Pa, quien cuidó de todos ellos con el subsidio por orfandad que otorgó el Gobierno a los niños.

Eran tiempos duros y de escasez; para mantener a los 19 chiquillos, Abi Bao trabajaba durante el día en su puesto en una institución estatal, y continuaba trabajando por la noche para ganar más dinero: “Les he adoptado y soy responsable de ellos -solía decir el buen hombre-, no me siento cansado”. Como su marido, Ani Pa también tenía varios trabajos. Para poder alimentar a toda la familia, Abi Bao compraba y les preparaba a menudo entrañas de cordero; además, el matrimonio criaba una vaca lechera, pero no podían beber su leche, que tenían que vender para ganar algo de dinero para sus necesidades cotidianas. Cuando recuerda esos momentos, Wang Shuzhen no puede evitar decir con nostalgia: “¿Sabes lo grande que era la olla de nuestra casa? Se podía preparar en ella comida para 30 o 40 personas, y aún así, a veces no alcanzaba para darnos de comer a todos. Había días en que nuestra madre tenía que dejarnos su ración y ayunar porque no había suficiente comida”.

Cuando se fueron haciendo mayores, los chicos empezaron a ayudar a su padre en las tareas que requerían de fuerza física y las chicas ayudaban a Ani Pa a lavar la ropa y preparar la comida. Cada miembro de la familia contribuía como podía y disfrutaba del calor del hogar. Los hijos desarrollaron una relación muy estrecha entre ellos: cuando la hija menor del matrimonio se casó, los hermanos adoptivos reunieron dinero para comprarle joyas y otros regalos.

Durante los siguientes 40 años, todos los hijos llegaron a casarse y a tener sus propias familias. Algunos han llegado a formar parte de los cuadros del PCCh, otros son obreros o comerciantes y los demás son campesinos en su pueblo natal. Todos quieren a su madre y siguen manteniendo una relación fraternal: su pequeña casa es ahora espaciosa y luminosa y, en ocasiones, se reúnen bajo la parra y recuerdan anécdotas del pasado mientras beben té.

Cuando Ani Pa cumplió 70 años, los ahora 182 miembros de la familia, contando hijos, esposos, esposas y nietos, la rodearon y se hicieron una foto de familia para festejarlo. Lamentablemente, Abi Bao había muerto en 2008 y no pudo disfrutar de la felicidad familiar.

Hoy en día, la familia consta de miembros de seis etnias distintas. En las celebraciones y fiestas, hijos y nietos vuelven a casa a dar su cariño a su querida madre. “¡Soy tan feliz!”, dice Ani Pa, sonriendo.CT.psd

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Estado en el que quedó el tren K165 sobre el puente del río Shiting afectado por las lluvias torrenciales.

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Ani Pa en la ceremonia de homenaje a las “Diez personas que emocionaron a China en 2009”.

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