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Reportaje Exclusivo
Milagroso rescate de mineros
Por HOU RUILI

Hu Qianhai, uno de los supervivientes, reunido con su esposa tras el rescate.

 
 
 
 
 
 
 
El 28 de Marzo de este año, la mina de Wangjialing, en la provincia de Shanxi, se inundó, dejando atrapados a 153 mineros en su interior. 179 horas después de la catástrofe, nueve mineros fueron rescatados, y a las 192 horas, salían otros 106. Se había conseguido salvar la vida de 115 hombres que habían pasado ocho días en las galerías inundadas. Cada vez que salían los equipos de rescate llevando a un minero en camilla, la ovación era ensordecedora. La revista Time consideró que se trataba de una de las diez operaciones de salvamento más milagrosas de la historia, y la primera en cuanto al valor, la audacia y el sacrificio mostrados en aras de salvar la vida de otros seres humanos.

Cuando se desencadenó el desastre, la avalancha de agua, según contaron más tarde, llegó con una enorme velocidad. Los nueve mineros que fueron rescatados en primer lugar se habían atado con sus cinturones y ropas a las vigas de la mina para que no los arrastrase la corriente ni ahogarse al quedarse dormidos. Así aguantaron mojados en agua durante tres días y sus noches, respirando con dificultad. Tiempo después, por fortuna, llegaron flotando dos vagonetas a las que subieron apretadamente y donde se animaban mutuamente, confiando en el eventual rescate.

Wang Kai, jefe del grupo de salvamento que llegó hasta ellos en primer lugar, cuenta que “encontramos dos vagonetas flotando en el agua, donde apenas cabían nueve mineros en cuclillas. Como el agua estaba a tan sólo 30 o 40 centímetros del techo, sólo se veían cascos de seguridad y pares de ojos”.

El segundo grupo de 106 supervivientes no encontró su “Arca de Noé”: tuvieron que crear un refugio para sí mismos. Según Meng Quanfu, segundo responsable de otro de los grupos de rescate, estos 106 mineros habían huido en diferentes direcciones al producirse la catástrofe; cuando consiguieron reunirse, y bajo la dirección de uno de los trabajadores más experimentados, abrieron un camino con picos hacia una galería abandonada localizada a un nivel superior, escapando así del agua que corría por debajo.

El cuarto día, posterior al accidente, los equipos de rescate llevaron a cabo con éxito una segunda perforación. “Aunque aún estábamos lejos del refugio de los 106 mineros, ellos pudieron descubrir el tubo de perforación”, explica Meng Quanfu, quien cuenta que los mineros hacían sonar este tubo para que se supiese que estaban aún con vida, lo que hizo saltar de alegría a los equipos de rescate. Inmediatamente, les hicieron llegar suero alimenticio y equipos de comunicación. Sin embargo, al día siguiente, el tubo de perforación no emitió ningún sonido. Según explicó después uno de los supervivientes, se dieron cuenta de la presencia de gases en la galería y temían que las chispas que se producían al golpear el tubo metálico causasen una explosión fatal; además, les empezaba a faltar el oxígeno y era preferible conservar las fuerzas para mantenerse con vida.

La mayoría del suero que les habían enviado cayó al agua, por lo que no les sirvió de mucho. ¿Cómo consiguieron sobrevivir? “Comiendo cortezas y madera de las vigas, el envoltorio de los explosivos, cartones, e incluso el algodón de la ropa. En cuanto al agua, bebían la que corría por tierra, pero como estaba muy sucia, sólo se remojaban la garganta y la escupían, o tragaban lo mínimo cuando era cuestión de vida o muerte. Cuando sentían frío, se abrazaban para calentarse”, explica Meng.

Xue, uno de los mineros, relata que, como tiene una enfermedad del estómago, llevaba siempre agua y uno o dos panecillos cuando bajaba al pozo. Al ocurrir el accidente, se abstuvo de comer sus panes hasta el segundo día y, después, descubrió con unos compañeros unas vigas que ya no se utilizaban y cortaron sus cortezas, que pusieron en el agua hasta que se ablandaron y las pudieron tragar. Eran difíciles de digerir y causaban dolores de estómago, pero no les quedaba otro remedio.

Aconsejados por los mineros más experimentados, para economizar las lámparas se mantenían agrupados y las encendían alternativamente, a fin de asegurar la iluminación continua. Una luz que no alumbraba únicamente su refugio, sino también sus esperanzas. Algunas, aún funcionaban cuando por fin fueron rescatados.

Mientras duró su confinación, los mineros abrazaban mutuamente y se consolaban pensando en sus familias. Tras dos o tres días bajo tierra, algunos de los mineros más jóvenes se desesperaron, rompiendo a llorar, pero los mayores se inventaron la historia de unos mineros que habían sido rescatados en Guizhou tras 25 días atrapados para animarles.

Meng añade que “al entrar a la galería, descubrimos una balsa sencilla que los mineros habían hecho con barras de madera y con la que pensaban salir cuando bajasen las aguas”. Finalmente, la heroica intervención de Meng y los demás miembros de los equipos de rescate, hizo que esto no fuese necesario.

China. Org. cn Agencia Noticiera Xinhua Diario del Pueblo Radio Internacional de China CCTV
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