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Especial
CMNUCC - Trabajando por la equidad
Por LUO JIBIN*

WWF instaló 1.000 figuras de hielo sobre las escaleras del Gendarmenmarkt de Berlín, el 2 de septiembre de 2009, en un intento por despertar el interés mundial sobre el calentamiento global.

En junio de 1992, con la aprobación en la Conferencia de las Naciones Unidad sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, en Río de Janeiro, de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), veía la luz el acuerdo más importante de la comunidad internacional en el terreno de la protección medioambiental. Sin duda alguna, se trata de un convenio que ejercerá una gran influencia sobre toda la humanidad en las próximas décadas.

Los trabajos de preparación, deliberación, elaboración, aprobación y publicación final llevaron varios años, un proceso del que yo mismo fui testigo y en el que el Gobierno chino siempre participó con una actitud seria y activa, desempeñando un papel importante a los ojos del resto del mundo y convirtiéndose, por tanto, frecuentemente en el objetivo de los focos de la prensa mundial.

El nacimiento del IPCC

La Convención es fruto de las labores del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, siglas en inglés), por lo que, para conocer su gestación, es obligado hablar primero sobre este panel de expertos.

Fue en la década de los 80 del último siglo cuando se empezó a extender la idea, en el seno de la comunidad científica, de que el aumento de la concentración en la atmósfera de gases de efecto invernadero, como el CO2, que la actividad humana genera, estaba dando lugar a un calentamiento del planeta. Por este motivo, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) decidieron, en 1988 y con la aprobación de sus respectivos comités ejecutivos, establecer el IPCC.

En noviembre de ese mismo año se celebró en Ginebra (Suiza) una conferencia de la que surgiría el IPCC, evento en el que tomé parte en calidad de representante del Gobierno chino. El establecimiento del panel significaba que el asunto del calentamiento global no se circunscribía ya a los círculos científicos, sino que, por su importancia, saltaba al terreno de las negociaciones intergubernamentales sobre medidas y actuaciones comunes para frenarlo: eran precisas sugerencias y decisiones de calado.

Poco después, el primer informe científico de evaluación sobre la situación que emitía el IPCC señalaba que, de no imponerse limitaciones, a la velocidad de aumento de las emisiones de ese momento, alrededor del año 2030 la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera se habría doblado respecto a los niveles previos a la Revolución Industrial, lo que provocaría un aumento de la temperatura media del planeta de entre 1,5 y 4,5 ºC.

En 1990, la II Conferencia Mundial sobre el Clima de las Naciones Unidas, celebrada en Ginebra, ratificó y aprobó los resultados de los trabajos del IPCC en los dos años anteriores, dando publicidad así en todo el mundo a un problema que amenaza el hábitat futuro del ser humano y cuya solución requiere de la colaboración de todos los países, mediante actuaciones decididas y efectivas. Este evento, cubierto por medios de todo el mundo, sirvió también para que la ciudadanía de todo el planeta empezase a tomar conciencia de la gravedad del asunto.

La Conferencia instó también a la 45ª Asamblea General de las Naciones Unidas a decidir sobre la forma y métodos de negociación a emprender por la comunidad internacional para adoptar una Convención Marco sobre el Cambio Climático, y a comenzar las conversaciones lo antes posible, para que dicha convención pudiese ver la luz en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, a celebrar en junio de 1992 en Río de Janeiro.

Así, el 21 de diciembre de 1990, la 45ª Asamblea General de la ONU publicó la resolución sobre la Protección del Clima Mundial para las Generaciones Presentes y Futuras, la primera que emitía la organización internacional en cuanto al cambio climático. En ella, se decidía también crear el Comité de Negociación Intergubernamental, que debería llevar a cabo la preparación de una convención marco efectiva, así como fijar su título y metas.

El proceso de negociación

El objetivo de las negociaciones era elaborar un anteproyecto de convención internacional para la protección del clima, es decir, para frenar la aceleración del calentamiento global o, concretamente, reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Esta reducción requiere, sin embargo, de un largo proceso de muchos años de duración cuyas tareas específicas a largo plazo no se pueden definir de una vez. Por eso, ante todo se necesitaba de una convención marco que determinase los objetivos, principios y procedimiento para llevar a cabo la reducción de las emisiones; posteriormente, a la convención se le irían sumando protocolos que determinarían las labores concretas de las diferentes etapas del proceso. Así, la convención cubriría un largo periodo, mientras los protocolos podrían ser firmados o renovados cada pocos años, pudiendo coexistir varios simultáneamente, algo que quedó muy claro al comenzar las reuniones.

Participé en cinco de las seis rondas de negociación, cada una de diez días laborables de duración. Comenzamos con la participación de 60 países, pero, cuando las negociaciones llegaron a su fin, el 9 de mayo de 1992, el número de Estados había aumentado hasta los 130, con más de 800 representantes.

El proceso de negociación fue muy complejo y lleno de discusiones, y el número de personas que tomaban parte en las conversaciones hizo que resultase aún más farragoso: en ocasiones, por un párrafo o unas palabras, el debate podía llegar a durar horas y, a veces, terminábamos al amanecer.

Los países europeos mostraron una actitud más activa en favor de la reducción de emisiones, ya que su consumo energético está estabilizado; por ejemplo, la energía nuclear satisface el 60% del consumo energético de Francia, mientras que la energía hidráulica garantiza el 90% del de Suiza. Así, la reducción de emisiones, en su caso no sólo beneficia al medio ambiente, sino que no afecta prácticamente a su desarrollo económico. Por eso, exigían que las emisiones globales entre 2000 y 2005 estuviesen al nivel de las del año 1990. Así mismo, los países insulares, especialmente las pequeñas islas del Pacífico, debido a su poca cantidad de emisiones y a su miedo a las consecuencias de la elevación del nivel del mar, también tomaron una postura similar en pro de las reducciones. Sin embargo, los consumidores voraces de energía, como EE.UU., Japón y Australia, se opusieron fuertemente a las restricciones debido a sus altas emisiones per cápita, a la poca utilización que hacen de la energía nuclear y a las consecuencias negativas que tendrían para sus economías. Los países productores de petróleo del Medio Oriente, como Arabia Saudí, Kuwait o Irak, también se mostraron contrarios por el descenso que supondrían en las exportaciones de crudo. China e India se consideraban potencias emisoras, con niveles que ascienden rápidamente, pero, al mismo tiempo, se trata de países en vías de desarrollo y presentan una baja cifra de emisiones per cápita, debido a su cuantiosa población. Las reducciones, en nuestros casos, representarían un freno al proceso de desarrollo, problema que experimentan casi todos los países no industrializados.

Multitud de propuestas

Durante las negociaciones, más de 20 delegaciones, incluyendo la de China, presentaron propuestas para la Convención Marco. Nuestra nación, junto con otros países en vías de desarrollo, como India y, especialmente, el Grupo de los 77, presentaron un gran número de sugerencias y revisiones, logrando ganar tiempo para que estos Estados pudiesen adaptar sus estructuras y mejorar su eficiencia energética. En este sentido, la delegación china jugó un papel muy importante y fue vista como uno de los participantes cuya opinión debía ser tenida en cuenta.

Otro de los resultados que se obtuvieron gracias al esfuerzo de China, India y otros países menos industrializados, fue incluir el concepto de emisiones per cápita en el texto final. En términos absolutos, China era en esos momentos el tercer o cuarto mayor consumidor mundial de energía, por lo que, cuando algunas delegaciones propusieron que los grandes consumidores debían ser los primeros en reducir las emisiones, incluyeron a China en este grupo. Sin embargo, semejante propuesta no sólo frenaría la utilización y el aprovechamiento de la energía en China, sino que pondría en riesgo el desarrollo económico de muchos otros países, como la India y Brasil. La introducción del concepto de la emisión per cápita, supuso un respiro para la mayor parte del mundo no industrializado, proporcionando el espacio necesario a China para que siga adelante con su proceso de desarrollo, ya que las emisiones per cápita de China equivalían a entre una décima y una sexta parte de las de los países industrializados, situándose por debajo de la media mundial.

El texto final señalaba, además, que a los países en vías de desarrollo se les permitiría durante un considerable periodo de tiempo no sólo no reducir sus emisiones, sino incluso aumentarlas, algo que es de justicia para todos, si se tiene en cuenta que los países desarrollados llevan una delantera de 200 años de emisiones, desde el comienzo de su industrialización. China ha comenzado no hace mucho sus políticas de reforma y apertura y todavía depende del carbón principalmente para generar energía, con un elevado consumo de la misma en la producción industrial, pero con una baja eficiencia energética. Nuestro país precisa de un periodo de tiempo considerable para modificar su estructura energética y aprender a explotar fuentes de energía renovable y limpia y a mejorar su eficiencia energética. Aun así, nuestra delegación declaró repetidamente que, incluso ahora, China va a esforzarse por contener y reducir el ritmo de aumento de las emisiones y se compromete a hacer descender las emisiones totales en el futuro.

Las negociaciones no se cerraron hasta la noche del 9 de mayo de 1992, cuando finalmente se entregó un anteproyecto a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo para su aprobación y publicación formal.

La ratificación

Un total de 153 países, más la Unión Europea, suscribieron la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Entre los firmantes se cuentan 71 jefes de Estado y de Gobierno, lo que da una idea de la importancia del acuerdo a nivel mundial. En 1994, la ONU anunció que la convención entraría en vigor a partir del 21 de marzo de ese mismo año.

Durante la II Conferencia Mundial sobre el Clima, y a lo largo del proceso de negociación de la Convención Marco, hubo quienes, incluso entre los científicos, cuestionaron el calentamiento global en base a las incertidumbres que plantean los procesos de cambio climático. Según ellos, el aumento de la concentración de gases del efecto invernadero en la atmósfera es sólo uno de los factores que pueden incidir en el calentamiento global, pero pueden existir otros que todavía no han sido confirmados, por lo que no está claro que la tendencia de calentamiento actual se vaya a mantener. De hecho, algunos climatólogos chinos también se adhieren a esta corriente. Por eso, el informe de evaluación del IPCC y la declaración de la II Conferencia Mundial sobre el Clima incluyen este punto de vista, admitiendo que hay algunas incertidumbres respecto al cambio climático.

Pero si estas previsiones se confirmasen y finalmente se frenase o, incluso, se revirtiese la tendencia al calentamiento global, ¿significaría esto que la Convención Marco sobre el Cambio Climático dejaría de tener sentido? La mayoría de los delegados, incluido yo mismo, suscribimos otra visión: la Convención nació con la meta de limitar y reducir la emisión de los gases de efecto invernadero, objetivo que tiene que ver con una reestructuración del consumo energético, reduciendo la utilización de combustibles de origen fósil y fomentando el uso de energías limpias y renovables, así como mejorando la eficiencia energética. Se trata de medidas que beneficiarán el desarrollo económico y la protección del medioambiente de todos los países, incluso de no producirse el calentamiento global. Por lo tanto, no caben los remordimientos ni las dudas respecto a la Convención: será, sin duda, un hito en la historia de la protección de nuestro hábitat.

 

*Luo Jibin ha sido miembro de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), segundo vicepresidente del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y subdirector de la Administración China de Meteorología. Participó en la negociación y firma de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

 
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