China se enfrenta a importantes desafíos cuando colabora con la comunidad internacional en sus esfuerzos por combatir el cambio climático, siendo uno de los más importantes su condición de país en vías de desarrollo, algo que ha sido puesto en cuestión por algunos Estados, según indica Pan Jiahua, director del Instituto de Desarrollo Urbano y Medioambiental y del Centro de Investigación para el Desarrollo Sostenible, de la Academia de Ciencias Sociales de China.
Según el principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”, los países en vías de desarrollo pueden dar prioridad al crecimiento económico, explorando vías de desarrollo de bajo carbono con la ayuda tecnológica y financiera de los países ricos. En este sentido, China también necesitaría ayuda financiera y transferencia de tecnología por parte de los países desarrollados para desplegar una estrategia de crecimiento sostenible. Sin embargo, actualmente, varios países sostienen que China ha dejado de ser un país en vías de desarrollo basándose en los siguientes argumentos:
1. China es ya la segunda economía mundial, superando a Japón en términos de PIB absoluto.
2. China cuenta con la mayor reserva mundial de divisas, que llega a los dos billones de dólares.
3. Los ingresos fiscales de China han mantenido un ritmo de crecimiento anual superior al 20% y este año se prevé que lleguen a los ocho billones de yuanes.
4. China ha experimentado un rápido desarrollo en las últimas décadas y la población de algunas regiones disfruta de un nivel de vida elevado, ofreciendo una imagen de país rico.
Pero quienes esto sostienen, sólo ven una parte de China: el país, como un todo, aún está en vías de desarrollo. Su PIB per capita no está ni entre los cien primeros en el mundo y ocupa el puesto 92 en el índice de desarrollo humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (UNDP, siglas en inglés); en términos de desarrollo institucional y mecanismos de cohesión social, según Pan, China también está muy por detrás del mundo desarrollado y, por tanto, sostiene, debería centrarse en su propio desarrollo.
Pero China también le concede una gran importancia a su respuesta al cambio climático como un medio para conseguir un desarrollo sostenible para las futuras generaciones y, en consecuencia, ha fijado para 2020 unos objetivos de mejora respecto a 2005 en cuatro índices clave muy ambiciosos: reducir las emisiones de CO2 entre un 40% y un 45% por unidad de PIB, aumentar el uso de fuentes de energía alternativas a los combustibles fósiles como recurso energético principal en un 15% y ampliar la superficie de bosque en 40 millones de hectáreas y su volumen en 1.300 millones de m3.
Para conseguir estos objetivos, China ha adoptado varias medidas, pero precisa también de la cooperación internacional, ya que su capacidad propia tiene límites. El país está en pleno proceso de industrialización y urbanización, todavía con mucho por hacer pese a lo rápido de los avances, por lo que en los próximos años, es de prever que aumente en gran medida el consumo energético. Y, ahora mismo, la proporción de los combustibles fósiles en la estructura energética es todavía del 91%. “Aunque se han destinado muchos recursos económicos y humanos al desarrollo de las energías renovables (especialmente la eólica, la solar y la que se obtiene de la biomasa), la proporción del consumo energético total del país que estas puedan satisfacer habrá aumentado muy poco en 2020, debido esencialmente al proceso de crecimiento del mismo. Estas proyecciones reflejan la situación real de China y sus diferencias con los países desarrollados de Europa”, señala Lin Erda, director del Centro de Investigación de Agricultura y Cambio Climático de la Academia de Ciencias Agrícolas.
Pan Jiahua subraya que China ha aprobado la meta de limitar el aumento de temperaturas del planeta a dos grados celsius, según los acuerdos de Copenhague, pero se opone a fijar un objetivo de reducción de emisiones para 2050 del 50% respecto a los niveles de 1990: como un país en vías de desarrollo, su consumo de energía y sus emisiones de gases de efecto invernadero van a aumentar, sin que esto suponga un obstáculo para que China haya fijado sus propios objetivos de desarrollo sostenible y adopte una serie de políticas y medidas en este sentido.
China está decidida a construir una economía de bajo carbono y reducir las emisiones de CO2, tanto para hacer frente al cambio climático, como para garantizar la seguridad energética y promover el crecimiento sostenible. Para ello, China precisa de la comprensión y apoyo de la comunidad internacional en su esfuerzo por hallar el equilibrio entre el desarrollo y la reducción de emisiones, dice Pan, ya que esta es una cuestión que no atañe sólo a China, sino al mundo entero. La lucha contra el cambio climático, requiere, pues, del esfuerzo concertado de todos.
* Luo Qi, reportero de www.china.org.cn