
A mediados del siglo XVIII, el clima global empezó a experimentar un notable cambio, caracterizado por la continua subida de las temperaturas, tendencia que continuó hasta nuestros días y que se ha agravado con la llegada del siglo XXI. El efecto negativo del calentamiento global se hace notar cada día más: elevación del nivel del mar, deterioro del medioambiente, tifones cada vez más violentos y frecuentes, olas de calor, sequías, inundaciones y otros fenómenos meteorológicos extremos. El cambio climático está afectando directamente tanto a las vidas de los individuos como a los intereses nacionales, especialmente a los de países en vías de desarrollo, llegando incluso a amenazar la paz y la estabilidad mundiales. La preocupación de la comunidad internacional sobre este tema ha llegado, así, a su punto álgido.
Por otro lado, el cambio climático no conoce fronteras: sobrepasa los límites geográficos en cuanto a su impacto, que no se reduce a los cambios atmosféricos y medioambientales. Ningún país ni región puede librarse de su influencia ni resolverlo por sí solo, por lo que nuestra única esperanza para combatirlo es la cooperación de todos los Estados.
Esfuerzos internacionales
Los científicos llevan mucho tiempo investigando las causas del actual calentamiento global; si bien la Tierra ha experimentado en toda su existencia diversos episodios de calentamiento y enfriamiento por causas naturales, todas las evidencias apuntan a que éstas nada tienen que ver con la etapa actual, que parece ser el resultado de las actividades humanas. Más concretamente, los países desarrollados, desde la Revolución Industrial, han consumido y siguen consumiendo una cantidad masiva de combustibles fósiles y mantienen un estilo de vida devorador de recursos energéticos, lo que ha aumentado la concentración en la atmósfera de gases contaminantes con la consecuencia de reforzar el efecto invernadero y provocar una subida imparable de las temperaturas. Se puede afirmar, pues, que los países industrializados son los principales culpables del calentamiento global, mientras que la mayoría de los países en vías de desarrollo son sus víctimas. Así, en la lucha contra el cambio climático, a nivel internacional, sobre el mundo desarrollado recae la obligación histórica, ética y legal de tomar la delantera en la reducción de emisiones y de proporcionar el apoyo financiero y tecnológico que permita a los países en desarrollo hacer lo mismo.
En la década de los 70, la comunidad internacional empieza ya a interesarse por el cambio climático: es en 1979 cuando se celebra la primera Conferencia Mundial sobre el Clima y se elabora un plan general sobre el cambio climático, dando comienzo así la investigación global al respecto. En 1988, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) crean el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, siglas en inglés); son precisamente los informes de evaluación del IPCC de 1990, 1995, 2001 y 2007, los que proporcionan las evidencias científicas y sugieren las acciones a discutir en las conversaciones internacionales. En 1990, la Asamblea de las Naciones Unidas decide iniciar negociaciones intergubernamentales sobre el cambio climático y, dos años después, en Río de Janeiro, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD, o “Cumbre para la Tierra”) aprueba la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (o Convención sobre el Cambio Climático), que define los objetivos y principios para la lucha contra el cambio climático y explica los derechos y obligaciones de los países miembros. En 1997 se alcanza un nuevo acuerdo, el Protocolo de Kioto. Tanto la Convención como el Protocolo destacan como importantes logros de la comunidad de Estados y naciones, representando el consenso mundial y proporcionando la guía y las bases legales para la lucha internacional contra el cambio climático.
Las conversaciones internacionales sobre el cambio climático han seguido después de que la Convención y el Protocolo entraran en vigor. Todos los debates se han centrado principalmente en promover la aplicación total y efectiva de los dos documentos y, en particular, se instaba a los países industrializados a cumplir sus compromisos y obligaciones. Sin embargo, al mismo tiempo que la Administración estadounidense de Bush se negaba a firmar el Protocolo de Kioto, otros países desarrollados que sí habían estampado sus firmas, se mostraban poco dispuestos a hacer realidad sus promesas. En consecuencia, la aplicación de la Convención y el Protocolo sigue estando muy lejos de ser satisfactoria y las negociaciones internacionales continúan empantanadas.
El calentamiento global es, sin duda, un hecho científicamente comprobado al que es imprescindible responder. Todos los países, especialmente los más desarrollados, deben tomar medidas inmediatas por el interés común de la humanidad y por el bienestar de las futuras generaciones.
Principios básicos de la cooperación internacional
La Convención sobre el Cambio Climático y el Protocolo de Kioto han establecido los objetivos finales y los preceptos básicos de la cooperación internacional en esta materia. De acuerdo con la definición de la Convención, por “cambio climático” se entiende “un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo comparables”. El objetivo último de la Convención, asimismo, es “la estabilización de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida interferencias antropogénicas peligrosas en el sistema climático”. El acuerdo estableció por tanto los siguientes principios básicos:
En primer lugar, se consagra el principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”; los países signatarios convienen en que el cambio climático global y sus efectos adversos afectan a toda la humanidad y que la universalidad del fenómeno exige a todos los Estados cooperar de la forma más amplia posible y actuar eficaz y adecuadamente según sus responsabilidades y condiciones socioeconómicas. Así, este principio, en el primer punto del artículo 3 establece que: “Las Partes deberían proteger el sistema climático en beneficio de las generaciones presentes y futuras, sobre la base de la equidad y de conformidad con sus responsabilidades comunes pero diferenciadas y sus respectivas capacidades. En consecuencia, las Partes que son países desarrollados deberían tomar la iniciativa en lo que respecta a combatir el cambio climático y sus efectos adversos”. En otras palabras, los países desarrollados se hacen responsables de la acumulación histórica de emisiones y de sus altas emanaciones per cápita, comprometiéndose a cambiar su estilo de vida no sostenible, reducir significativamente las emisiones y, además, proveer de fondos y tecnología a los países en desarrollo para mejorar su capacidad de lucha contra el calentamiento global.
El segundo principio abunda en el terreno de las necesidades económicas y sociales de los países en desarrollo: “Deberían tenerse plenamente en cuenta las necesidades específicas y las circunstancias especiales de las Partes que son países en desarrollo, especialmente aquellas que son particularmente vulnerables a los efectos adversos del cambio climático, y las de aquellas Partes, especialmente las Partes que son países en desarrollo, que tendrían que soportar una carga anormal o desproporcionada en virtud de la Convención”. Se reconoce que el desarrollo económico y la reducción de la pobreza constituyen los objetivos prioritarios de los países en vías de desarrollo, si bien, a la par que estimulan el crecimiento económico, éstos también deben adaptarse activamente y tomar las medidas apropiadas para mitigar el impacto del cambio climático. Para ello, dependen en gran medida del nivel de apoyo financiero y tecnológico que reciban de los países desarrollados.
Más adelante, se inscribe el principio del crecimiento sostenible, que afirma que el cambio climático es tanto un problema medioambiental como uno de desarrollo, pero teniendo en cuenta que este último aspecto es fundamental. Por tanto, es imperativo conciliar las acciones que se lleven a cabo para paliar los efectos del cambio climático con los objetivos sociales y económicos de un país: “Las políticas y medidas para proteger el sistema climático contra el cambio inducido por el ser humano deberían ser apropiadas para las condiciones específicas de cada una de las Partes y estar integradas en los programas nacionales de desarrollo”. En resumen, todos los países deben considerar de forma integral el crecimiento económico, la eliminación de la pobreza, la protección medioambiental y la lucha contra el cambio climático, en el marco del desarrollo sostenible, especialmente en el caso de los países en vías de desarrollo, debido a su necesidad prioritaria y racional de progreso económico. Además, “las políticas y medidas para hacer frente al cambio climático deberían ser eficaces en función de los costos a fin de asegurar beneficios mundiales al menor costo posible”, recuerda el tercer principio.
El Convenio insta también a los países firmantes a establecer mecanismos para prever y reducir al mínimo los factores que provocan el cambio climático, así como para mitigar sus efectos adversos, y avisa de que tales medidas no se deben demorar so pretexto de “falta de total certidumbre científica”. Las estrategias para la mitigación de los efectos adversos y la adaptación al cambio climático son también muy importantes y merecen idéntica atención. La tarea de mitigar el impacto puede ser ardua y duradera, mientras que la de adaptación es inmediata y urgente. En ambos casos, el capital y la tecnología son indispensables para garantizar que se toman las medidas adecuadas, por eso el cumplimiento de los países desarrollados de sus promesas de proporcionar fondos, tecnología y otros apoyos es una de las armas más eficaces en la lucha de la humanidad contra el cambio climático.
Estos principios básicos son la piedra angular de la cooperación internacional para la prevención y reversión de los efectos del calentamiento global, definiendo claramente las responsabilidades diferenciadas y las obligaciones de todas las partes y proporcionando una guía clara y precisa que seguir en el largo plazo.
La participación de China
China es uno de los países más afectados en el mundo por el cambio climático. Los sufrimientos que los desastres naturales han causado a su población, hacen que ésta entienda mejor que nadie lo apremiante de la lucha contra el calentamiento global. El Gobierno de China ha tomado parte, pues, dinámicamente en las negociaciones internacionales, teniendo en cuenta los intereses a largo plazo del pueblo chino y de toda la humanidad; muestra clara de ello es su activa participación en las negociaciones de la Convención y del Protocolo, firmándolos el 11 de junio de 1992 y el 29 de mayo 1998 respectivamente, siendo parte del primer grupo de países signatarios. Los dos documentos también se aplican a Hong Kong y Macao, las Regiones Administrativas Especiales de China.
Los científicos chinos están, asimismo, plenamente implicados en los grandes proyectos internacionales de investigación sobre el cambio climático, incluidos el Programa Mundial de Investigación sobre el Clima (WCRP, siglas en inglés), el Programa Internacional Geosfera-Biosfera (IGBP, siglas en inglés), el Programa Internacional de Dimensiones Humanas sobre el Cambio Global Ambiental (DIVERSITAS), la Asociación Científica del Sistema Terrestre (ESSP, siglas en inglés), el Sistema Mundial de Observación del Clima (SMOC, siglas en inglés), y el Grupo de Observación de la Tierra (GEO, siglas en inglés), entre otros.
En este nuevo siglo, el Gobierno chino ha establecido múltiples canales de comunicación y plataformas de intercambio con los principales países industrializados, desarrollando con ellos una fructífera cooperación, firmando acuerdos y comunicados conjuntos y creando diferentes mecanismos de colaboración en esta materia con Canadá, la UE, Australia, Japón y Estados Unidos. El cambio climático sigue siendo un tema prioritario en los últimos años en las cumbres de líderes y reuniones de alto nivel entre China y otros países.
La cooperación internacional de China en el campo del cambio climático no se limita a los países desarrollados. Como miembro del grupo de países en vías de desarrollo, el Gobierno chino presta especial atención al diálogo y la cooperación con el Grupo de los 77 y con otros países en vías de desarrollo, colaborando con África y manteniendo reuniones regulares a nivel ministerial con la India, Brasil y Sudáfrica. Hay que destacar que, en el marco de la cooperación Sur-Sur, China ha hecho todo lo posible para apoyar a otros países en desarrollo, en particular en África, donde, tras la creación del Foro de Cooperación China-África, en 2000, China condonó a muchos países africanos, generalmente los menos adelantados, que tienen relaciones diplomáticas con ella, todas las deudas sin intereses que vencían antes de 2005. Además, entre 2007 y 2009 China proporcionó a diversas naciones africanas préstamos preferenciales para el desarrollo económico por un total superior a los 3.000 millones de dólares.
El apoyo al continente africano no se detiene ahí: en la 4ª Reunión Ministerial del Foro de Cooperación China-África, en noviembre de 2009, el primer ministro chino, Wen Jiabao, propuso el establecimiento de una asociación entre China y África sobre el cambio climático y sugirió organizar reuniones no periódicas de alto nivel e intensificar la cooperación en materia de indicadores climáticos, desarrollo de nuevas energías, lucha contra la desertificación y protección de los entornos urbanos. China también ha expresado su apoyo a las peticiones de los países africanos a los más desarrollados de aumento de ayuda financiera y transferencia tecnológica, se ha comprometido a ofrecer capacitación de recursos humanos, a establecer en tres años, a partir de 2010, más de 100 proyectos de ayuda dedicados a la creación de pequeñas estaciones de energía limpia de metano, de energía solar e hidráulica y de perforación de pozos y ha expresado su voluntad de seguir compartiendo con los países africanos los datos del satélite China-Brasil para su aplicación en la utilización de los recursos de la tierra, en la observación del clima, y en las actividades de protección del medio ambiente, entre otras muchas acciones de ayuda.
Impulso a la cooperación internacional
La batalla contra el cambio climático va a ser larga y requiere de una colaboración internacional más amplia e intensa. Para la próxima ronda de negociaciones y cooperación, la comunidad internacional debe continuar con el proceso de negociación de doble vía establecido en el Mapa de Ruta de Bali. En primer lugar, es preciso que se alcance un acuerdo en cuanto a los objetivos de reducción de emisiones por parte de los países desarrollados signatarios del Protocolo de Kioto en el segundo período de compromiso. En cuanto a los países industrializados no firmantes, también deben comprometerse a un objetivo de reducción de emisiones en el marco de la Convención sobre el Cambio Climático. En segundo lugar, es necesario establecer mecanismos eficaces que garanticen el cumplimiento por parte de los países desarrollados de sus compromisos en cuanto a facilitar apoyo tecnológico y financiero a los países en desarrollo. Los primeros deben hacer realidad cuanto antes su promesa de concesión rápida de fondos de 30.000 millones de dólares y ofrecer planes transparentes y concretos para asumir los objetivos de financiación a largo plazo. Por su parte, los países en vías de desarrollo deben tomar las medidas medioambientales apropiadas de conformidad con sus condiciones nacionales y en el marco del desarrollo sostenible. Siempre, en todos estos casos, respetando el principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”.
Los frecuentes desastres climáticos nos recuerdan a cada momento que es imperativo actuar. Sólo la toma inmediata de acciones, el cumplimiento de nuestros compromisos y una cooperación intensa de la que todos puedan salir beneficiados permitirá a la humanidad triunfar en esta lucha. En la Conferencia de Copenhague de 2009, Wen Jiabao hizo una promesa incondicional a todo el mundo: China va a reducir en 2020 sus emisiones de CO2 por unidad de PIB en un 40-45% en relación con los niveles de 2005. El Gobierno chino se esforzará sin descanso por alcanzar e incluso superar este objetivo, en beneficio no sólo del pueblo chino, sino de toda la humanidad.
En la era post-Copenhague, el restablecimiento de la confianza mutua es fundamental. China trabajará intensamente con el resto del mundo para impulsar la cooperación internacional sobre el cambio climático y hará todo lo que esté en su mano para garantizar que las negociaciones y la cooperación internacional rindan sus mejores frutos.