Un largo camino hacia el premio
A inicios de la década de 1990, China inició la transformación de su modo de crecimiento económico. Al entrar en el siglo XXI, China añadió a la dimensión económica sus objetivos para alcanzar una armonía social y un desarrollo económico sostenible. El XI Plan Quinquenal (2006-2010) estableció un nuevo objetivo: para fines del año 2010, el consumo de energía por unidad de PIB se habría reducido en un 20% con respecto a los niveles de 2005. En 2009, China hizo una promesa solemne al mundo. Esta promesa consistía en que para el año 2020, esta medida se reduciría entre el 40% y el 45% respecto al nivel alcanzado en 2005, haciendo de esta una norma vinculante para sus planes de desarrollo a mediano y largo plazo. China también prevé que para el año 2020, los combustibles no fósiles constituirán al menos el 15% de su consumo total de energía primaria, y la captura de carbono podría ser poderosamente realzada.
El año 2010 marca un hito. Si la disminución del 20% se realiza según lo previsto, esto significaría que por lo menos 1.500 millones de toneladas de dióxido de carbono nunca habrían llegado a la atmósfera entre 2006 y 2010. En su XII Plan Quinquenal (2011-2015), China continuará estableciendo metas claras para la conservación de la energía y la reducción de las emisiones, con el fin de articular este plan de cinco años con la estrategia de desarrollo a mediano y largo plazo.
Las serias acciones de China concernientes al cambio climático se reflejan en sus medidas legales y administrativas. En 2007 se constituyó el Comité Directivo Nacional sobre el Cambio Climático, presidido por el primer ministro. Poco después, el grupo elaboró el Programa Nacional de China sobre el Cambio Climático, y pisándole los talones, se estableció el libro blanco de las Políticas y Acciones de China para Hacer Frente al Cambio Climático y, en 2008, el XI Plan Quinquenal para el Desarrollo de las Energías Renovables. Desde el año 2006, se ha promulgado una serie de leyes, entre ellas la Ley de Ahorro Energético, la Ley de Energías Renovables, la Ley de Fomento de Producción más Limpia y la Ley de Fomento de la Economía Circular.
El desarrollo de una economía sostenible en China no es algo fácil de conseguir. China es un país con una enorme población y una escasez relativa de recursos naturales. Su estructura de consumo de energía es incompatible con las exigencias de una economía de bajas emisiones de carbono. Desde la perspectiva del desarrollo, China tiene mucho camino por recorrer para lograr que los ingresos de sus ciudadanos estén a la par con los estándares internacionales. A pesar de que sus grandes centros urbanos están entrando en la fase final de la industrialización, la mayoría de las zonas sólo han cubierto aproximadamente la mitad del camino a la industrialización.
Las herramientas no están a mano
China enfrenta la presión de cuatro áreas de debilidad. El primer obstáculo para el logro de una economía de bajos niveles de emisiones de carbono proviene de su estructura energética desequilibrada. Al menos el 70% del consumo de energía primaria de China está dominado por el carbón, cuya proporción de recuperación de la extracción y la eficiencia de la utilización son sólo la mitad de los estándares que mantienen los países desarrollados, y sus emisiones de carbono son de gran volumen. Esto significa que China tiene mucho potencial para ahorrar energía y reducir las emisiones, y también revela cómo el país está atrasado en lo que se refiere a la aplicación de tecnologías de carbón limpio. China necesita fortalecer la investigación y el desarrollo tecnológico, y en relación con eso, su cooperación internacional en el campo del uso limpio de combustibles fósiles.
El premio es atractivo: la mitad de la reducción de emisiones de carbono prevista por China podría llevarse a cabo en base al logro de la eficiencia del mundo desarrollado en el uso del carbón. Pero para esto, China necesita la asistencia técnica de los países desarrollados, la cual debería ampliarse de acuerdo a los principios de la Convención Marco sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas y el Protocolo de Kioto.
Falta de concentración industrial
La segunda presión proviene de la concentración industrial baja. Las medianas y pequeñas empresas constituyen una gran proporción del sector manufacturero de China. En general, su eficiencia energética es baja, al igual que sus capacidades para conservar energía y reducir las emisiones. La facilidad de acceso de mercado que disfrutan la mayoría de los sectores de la industria manufacturera va en contra de la eliminación de la capacidad de producción atrasada, fundamentalmente de las empresas mal equipadas y de las operaciones intensivas de carbono.
China ahora ejerce su propia presión en las empresas, para aumentar las inversiones en eficiencia energética y en los métodos progresivos de producción. Sin embargo, las medidas no se aplicaron plenamente debido a la falta de información y a conflictos de intereses entre los niveles central y local del gobierno y las propias empresas. Además, la construcción superflua de la capacidad de producción retrasada se presenta de vez en cuando.
Sin embargo, las medianas y pequeñas empresas desempeñan un papel importante en la prestación de puestos de trabajo, por lo que el Estado está motivado para darles más ayuda financiera y tecnológica para la limpieza y la reducción de su consumo. Las alternativas son simplemente el cierre, la suspensión de las operaciones, la fusión con otras empresas que están teniendo éxito, o el cambio de su producto. Ninguna de estas alternativas es atractiva en un momento en que China está luchando, a pesar de la crisis financiera mundial, para mantener la tasa de empleo y los estándares de vida de la gente. De hecho, uno de nuestros principales retos en el desarrollo de la economía sostenible es el de garantizar el crecimiento de estas medianas y pequeñas empresas, alentándolas al mismo tiempo para que ahorren energía y reduzcan sus emisiones.
Las emisiones de prestidigitación
La tercera presión viene de la estructura de comercio exterior de China. China tiene una gran cantidad de productos industriales para exportar y la emisión de carbono oculta en estos productos constituye de 1/4 a 1/3 de las emisiones totales de carbono de China.
A nivel mundial, China asume el primer lugar en las exportaciones y el segundo en las importaciones, como resultado de la apertura a la globalización y de la adaptación a la división internacional del trabajo, dos fuerzas que impulsan la distribución racional de los recursos y la productividad en todo el mundo.
El comercio mundial actual y los enredos de la cadena de valor crean una situación donde las emisiones de carbono de China de la producción y el comercio no son compensadas en su participación en el valor añadido de los productos que generan. Por ejemplo, una muñeca Barbie deja en China 3/4 partes de las emisiones de carbono generadas en todo el proceso desde su fabricación hasta su compra; el valor que deja tras de sí es simplemente 1/10 parte del valor que genera una vez que es enviada. Los volúmenes de emisiones son trece veces el volumen de beneficios, una dura desventaja para los países que se encuentran al otro extremo de la cadena de valor, como China.
La sociedad internacional deberían estar agradecida por el “Made in China”, y ayudar al sector de exportación de China en la conservación de la energía y la reducción de las emisiones, en lugar de culparlo por la contaminación del mundo. Después de saborear los manjares en la cena, el cocinero y el camarero deben ser reconocidos por sus servicios; establecer un arancel de carbono en los productos chinos es como si los clientes reprendieran al chef por hacer un desastre en la cocina.
Con la globalización, China eligió mejorar su estructura de comercio y participar más en la división internacional del trabajo, en lugar de cerrar las puertas al resto del mundo. China va a estar ocupada con la difícil tarea de mejorar su estructura de comercio exterior durante un largo período, debido a que un buen número de las empresas multinacionales han trasladado sus operaciones a China o han contratado la producción de las fábricas chinas. Esta migración de las operaciones de uso intensivo de energía sólo aumenta el desafío de cumplir con las obligaciones de China de reducción de emisiones. Se añade un obstáculo más cuando las tecnologías ecológicas son vendidas a altos precios sólo para tomar ventaja de la difícil situación en la que se encuentra China.
La presión de la estructura demográfica
El cuarto problema es la magnitud de la población china y su estructura. China tiene una población de más de 1.300 millones e inevitablemente tendrá un aumento anual de entre ocho y diez millones durante los próximos 15 años. En comparación con los países desarrollados, China aún tiene un nivel per cápita más bajo de emisiones de carbono. Pero mientras China cabalga la ola de su expansión, el ingreso de las personas y el nivel de vida van en aumento y en consecuencia la huella de carbono del país se expande.
Por otro lado, la urbanización también figura como una causa de estrés. En la actualidad, alrededor del 57% de la población vive en zonas rurales. En los próximos 15 años, alrededor del 30% de chinos se trasladarán del campo a las ciudades, ejerciendo demasiada presión sobre el mercado de trabajo y forzando al Gobierno chino para que logre los objetivos económicos. Junto con estos cambios se producen otros, en el estilo de vida doméstico y la estructura familiar. Estos factores están directamente o indirectamente relacionados con el desarrollo de una economía sostenible.
La próxima Cumbre de Cancún encuentra a una China llena de expectativas. Como un país en vías de desarrollo que lucha por cumplir sus compromisos, China desea que los países desarrollados enfrenten su realidad y mantengan sus propias promesas: reducir sustancialmente las emisiones y establecer claramente las reservas de energía y los objetivos de reducción de emisiones de conformidad con el principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”, inscrito en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. También tenemos que conversar con los países en vías de desarrollo sobre el progreso y la transferencia de tecnologías asociadas al apoyo financiero y los planes de acción. Eso es lo que haría que las conversaciones de Cancún sean prácticas, significativas y, en definitiva, una bendición para la humanidad.