Hoy, ¿has contribuido a reducir el carbono?” Este es el saludo con el que la página del grupo “Vida de bajo carbono”, de la red social Douban, da la bienvenida a sus visitantes. Compuesto por 1.367 internautas, en la página de este grupo se pueden leer comentarios como “Las 50 reglas para una vida de bajo carbono”, “Seis buenos hábitos en nuestras comidas para reducir el carbono” o “Mejor una factura electrónica que una en papel”. En esta misma red social hay más de 20 grupos similares que reflejan la creciente conciencia medioambiental entre los chinos. Pero, en realidad, muchos años atrás, ya era mucha la gente cuyo modo de vida incluía prácticas de ahorro de energía beneficiosas para el medioambiente.
Poniendo nuestro granito de arena
Wei Ning, una empleada de 28 años de un banco de capital extranjero en Nanjing, provincia de Jiangsu, es una de las que, tanto en su trabajo como en su vida cotidiana, se preocupa por que sus hábitos causen el menor impacto posible al medioambiente: “A decir verdad, hago simplemente lo que puedo, pequeños esfuerzos dentro de mi capacidad. Por ejemplo, hago lo posible por ahorrar papel en la oficina; siempre voy al trabajo en bicicleta o autobús; apago siempre los electrodomésticos que no uso, así como la luz, y cuando hago la compra, procuro llevar bolsas reciclables en vez de pedirlas de plástico en los comercios”, dice.
Incluso en un verano tan caluroso como éste, Wei Ning casi nunca programa el aire acondicionado por debajo de los 26ºC. También es una de las usuarias de la página “Vida de bajo carbono” de Douban, donde ha descubierto la “Calculadora de emisiones” y la “Calculadora de ahorro energético”, que han hecho que se aficione a la jardinería y llene su terraza de plantas. Y es que, según las estimaciones de estas aplicaciones, por cada 140 k/Wh de electricidad que consumimos, deberíamos plantar un árbol para neutralizar las emisiones de dióxido de carbono producidas.
Como la mayoría de chinos, los padres de Wei tienen profundamente enraizadas en su mente las ideas de ahorro y laboriosidad. Ella piensa que, si bien antiguamente este modo de vida tenía que ver con la pobreza y las necesidades económicas, ahora se trata de proteger el medio ambiente, por lo que, aunque por motivos distintos, le parece bien continuar con esta tradición. Wei piensa que, si todos aportamos nuestro granito de arena, las consecuencias positivas para nuestro futuro serán, sin duda, incalculables.
Long Yuanfang, una estudiante de la Universidad de Asuntos Extranjeros de China, es otra ardiente defensora de estas prácticas y miembro de la mayoría de organizaciones universitarias pro-defensa del medio ambiente: “Por una parte, el Gobierno está adoptando políticas en esta dirección, y por la otra, la gente está empezando a poner de su parte, aunque sea con pequeñas cosas, como plantando árboles o reciclando”, comenta optimista.
Hay mucha más gente como Wei Ning y Long Yuanfang, incluso quienes prefieren actuar de forma más llamativa, como una pareja de Jinzhou, en la provincia de Liaoning, que decidió realizar en bicicleta el cortejo de su boda, en un intento (con cierto éxito, dada la atención que generó por donde pasaban) de concienciar a la gente en la reducción del uso de los automóviles para evitar el despilfarro energético.
Facilidades para reducir el carbono en la vida diaria
Según las estadísticas, el dióxido de carbono producido por el tráfico es responsable de más de un 30% del total de emisiones de gases de efecto invernadero, por lo que, para paliar este problema, una de las medidas a tomar sería fomentar el uso del transporte público. Lin Rui, de 32 años, por ejemplo, lo hace, y no sólo por los beneficios medioambientales: “Hace tres años, estuve considerando comprarme un coche, pero al final no lo hice porque, en metro, llego antes al trabajo, me evito los atascos y además me sale más barato: gasto sólo 100 yuanes al mes, mientras que un automóvil me supondría por lo menos 1.000 yuanes mensuales en gasolina”, explica. En Beijing, tomar el metro cuesta sólo dos yuanes y, si se utiliza la tarjeta de transporte, un viaje en autobús no sale por más de 40 céntimos. Ofreciendo estas tarifas tan competitivas, el gobierno municipal confía en estimular el uso del transporte público en detrimento del coche.
No es la única iniciativa en este sentido: tanto desde la esfera pública como desde la privada se multiplican los esfuerzos de concienciación y las acciones encaminadas a reducir las emisiones de CO2 y a mitigar sus efectos.
Por ejemplo, Ctrip, la popular web de viajes china, puso en marcha un proyecto especial en septiembre de 2008 llamado “Neutralicemos el carbono”, por el que, al reservar un pasaje de avión, el usuario recibía automáticamente un mensaje con la estimación del dióxido de carbono que produciría su viaje y una opción para contrarrestar sus efectos, como encargar a una ONG la plantación de árboles en las zonas áridas de Mongolia Interior. Durante los tres meses de duración de este proyecto, participaron más de 2.300 usuarios.
Así mismo, Air China inauguró el “vuelo verde” entre Beijing y Guangzhou a finales de junio de este año: cada vez que se realiza este vuelo, se calculan las emisiones de CO2 que se producen y la compañía luego compra en los mercados nacionales de reducciones voluntarias de carbono el equivalente; durante el vuelo, además, proyectan videos informativos sobre el bajo carbono para que los pasajeros conozcan los esfuerzos de ahorro energético del sector de la aviación civil.
También en las aldeas
La concienciación sobre la reducción de emisiones y la “vida de bajo carbono” no es un fenómeno exclusivo de las ciudades, sino que ya está llegando también al mundo rural. Por ejemplo, a la aldea de Tongji del municipio de Pengzhou, en Sichuan, en plena zona afectada por el terremoto de 2008, donde ahora se está llevando a cabo el primer ensayo de aldea ecológica y de bajo carbono de China.
Tongji, a 1.600 m sobre el nivel del mar, fue arrasada y casi borrada del mapa por el seísmo. Al emprender las tareas de reconstrucción, tanto organizaciones privadas para la protección del medio ambiente, como grupos de interés público y gobierno local decidieron conjuntamente que ésta se llevaría a cabo siguiendo los principios del desarrollo sostenible, la economía verde y la protección del medio ambiente rural, con el objetivo de hacer de Tongji la primera aldea ecológica del país.
La construcción de casas ecológicas es uno de los núcleos centrales de este proyecto. En sus muros, por ejemplo, se hace un uso extensivo de bambú, así como de cinco capas de polietileno, consiguiéndose el efecto de aislante térmico de los materiales tradicionales y ahorrándose tanto madera como ladrillos. Liu Jiaping, profesor de la Universidad de Arquitectura y Tecnología de Xi’an y conocido diseñador de viviendas ecológicas, dice al respecto que “para construir estas casas se han utilizado únicamente materiales de bajo consumo energético y se ha aprovechado la experiencia y los materiales tradicionales locales para adaptarse al clima de la región, lográndose tanto eficiencia energética como comodidad y una bella estética”.
Las tareas de reconstrucción ya se han terminado y, durante el proceso, no sólo han cambiado la faz del pueblo, sino también su economía y su estructura industrial, que se han adaptado a los nuevos principios de la aldea. De común acuerdo, expertos y campesinos han decidido centrarse en el desarrollo del turismo ecológico, la agricultura orgánica, las industrias de protección medioambiental y la artesanía. Tras estos años de esfuerzo y determinación, las verduras orgánicas y los pañuelos artesanales elaborados en Tongji, están por fin llegando a las ciudades.