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Turismo
En los confines del Tíbet
Por WANG YING

Vestigios del antiguo reino de Guge.

Yadong, Burang, Zanda y Rutog son cuatro comarcas fronterizas del suroeste del Tíbet, limítrofes con Bhutan, India y Nepal. Su particular ubicación geográfica, en medio de unos paisajes únicos, es el germen de sus muy singulares culturas locales.

El pequeño Jiangnan

Yadong, en la parte central de la zona sur del Himalaya, disfruta de un clima templado y de abundantes recursos hídricos, que le han valido el sobrenombre de “El pequeño Jiangnan”(zona del sur del Yangtsé). Tomando la aldea de Pagri como punto divisorio, los territorios al norte de ésta se sitúan a unos 4.300 m sobre el nivel del mar, mientras que al sur de la villa, el promedio de altitud es de 2.800 m, una diferencia que, lógicamente, propicia dos regiones climáticas distintas y gran diversidad de paisajes.

Yadong tiene una extensión de 4.306 km2 en la que viven unas 12.000 personas, es decir, una décima parte de la población de Lhasa habitando en un área siete veces mayor, con lo que la posibilidad de cruzarse con un animal es en realidad mayor que la de encontrarse con un ser humano.

Viajando por Xigaze, el distrito al que pertenece Yadong, bajo el cielo de julio, nos envuelve el color amarillo de las flores en los caminos, que se vuelve aún más intenso en las cercanías de las aldeas, en contraste con los muros rojos y las cúpulas doradas de los templos, dándole un nuevo significado a la palabra belleza.

Sin llevar comida ni agua, esperamos encontrar por el camino alguna de las célebres fuentes de aguas termales que abundan en la zona, y quizás un restaurante en sus alrededores; a falta de ello, es el verdor de la vegetación cada vez más espesa que nos rodea, los rosales silvestres y el rumor de las corrientes de agua lo que nos sacia. Vamos admirando al mismo tiempo las típicas casas tibetanas que encontramos, con troncos apilados a las puertas y plantaciones de cereales a su alrededor, sinónimo de una vida sencilla y, al mismo tiempo, exenta de penurias.

El distrito de Yadong es, como se ha dicho, conocido por sus fuentes de aguas termales. Las de Kambu se ubican algo más arriba del estrecho valle entre montañas donde se halla la aldea que le da nombre. Para acercarse hasta ellas, hay que seguir hacia el Norte por la carretera Kambu – Yadong; cuando nos encontremos con unas extrañas formaciones rocosas, habremos llegado a las fuentes. Ocupan un área de 50.000 m2, y de cada surtidor se dice que mana el agua a diferente temperatura y con sus propias cualidades, que tienen efectos beneficiosos para el tratamiento de muchas y muy diversas enfermedades.

El puerto de montaña de Natoi La está en la frontera entre China y la India. En 2006, se estableció allí un mercado fronterizo en el lado chino. A decir verdad, se trata básicamente de tres grandes y simples naves; al parecer, los sábados es cuando más se anima y es entonces cuando se puede ver pasear por aquí a muchos nobles indios luciendo sus lujosas vestiduras, algo que no es habitual a este lado de la frontera.

El monasterio Dungkar, construido a principios del siglo XVI y situado a 13 km de Yadong, es el templo más grande e importante de la escuela budista Gelugpa de la región. Goza de cierta fama, ya que, entre 1950 y 1951, el Dalai Lama residió aquí, y el enviado del Gobierno Central en ese momento, Zhang Jingwu, acudió al monasterio para hacerle entrega de una carta personal del presidente Mao y una copia de los “17 acuerdos para la liberación pacífica del Tibet”. Todavía se yergue ante el templo un monumento en memoria de dicho instante.

Espiritualidad y lazos internacionales

El distrito de Burang está ubicado en el sur de la prefectura de Ngari, en un valle del sur del Himalaya; con una altura de 3.700 m sobre el nivel del mar, es el área de menor altitud de dicha prefectura. La corriente cálida y húmeda del golfo de Bengala beneficia a la región con una climatología excelente para la agricultura, por lo que también es conocida como el “granero” de Ngari, ya que produce anualmente la tercera parte de todos los cereales que se cosechan en la prefectura.

La fama de Burang se debe a que allí se encuentran el monte divino Gang Rinpoche y el lago sagrado Mawang Yutso, ambos de gran significación religiosa para hinduistas y budistas. Separado del último por una carretera, están las aguas del Lannga Co (también conocido como Rakshastal), el “lago del demonio”, que, a pesar del nombre, bien merecen ser contempladas.

Desde la aldea de Parga, siguiendo hacia el sur, el camino es recto a través de interminables praderas en las que no se ve ninguna señal de vida, como si fuéramos los primeros exploradores de un hermoso territorio virgen.

El paisaje con que nos encontramos se caracteriza por montículos de cantos rodados, visibles en todos los caminos de las aldeas. Sobre ellos, se yerguen pequeñas banderas de colores vivos, que se balancean, solitarias, al son de la brisa, esperando que alguien acuda a orar. Sobre dos cilindros de rezo erguidos en la misma hilera, se alza un sencillo molinillo hecho con cuatro tazones de plástico que giran al soplar el viento, haciendo moverse a su vez a los cilindros. Casi parece mentira que algo tan sencillo pueda provocarnos tantas emociones espirituales, pueda transmitirnos tanta serenidad…

Burang limita al suroeste con India y Nepal, por lo que visitar la zona fronteriza es casi obligado. Desde la aldea de Korqag hasta la frontera, el camino avanza entre flores silvestres y un verdor que parece cubrirlo todo. Es difícil notar que hemos llegado a la frontera, ya que apenas hay rastros humanos alrededor: la única señal es una roca a la orilla del río en que está inscrita la palabra “aparcamiento”; más arriba, hacia la izquierda, se ve una pequeña caseta blanca, que, tal vez, sólo tal vez, sea el puesto fronterizo. La orilla opuesta del río es ya territorio de Nepal.

Al noroeste de Burang se encuentra el conocido “Edificio de los nepaleses”. El llamado “Edificio” consiste en realidad en un promontorio de varias decenas de metros en el que ondean multitud de banderas de oración y en el que se han excavado centenares de cuevas en las que residen comerciantes y fieles budistas, nepaleses en su mayoría (de ahí el nombre). Las cuevas tienen una larga historia y en algunas de ellas se veneran figuras del Buda moldeadas con arcilla, o de madera.

Al lado del “Edificio” se levanta el antiguo templo de Lhakhang. Construido en la ladera de una montaña, que le sirve de apoyo, sus diferentes niveles están excavados como cuevas en el interior del monte y conectados por escaleras de madera, mientras pasillos y salas se extienden hacia el exterior, quedando, en apariencia, suspendidas en el aire, por lo que recibe el sobrenombre del “templo colgante”.

Burang ha mantenido desde hace siglos vínculos comerciales con India y Nepal, más de 500 años según los registros históricos. A finales de los años 50 del último siglo, el Gobierno chino aprobó la creación del Mercado Internacional de Burang, permitiendo a los comerciantes nepaleses establecerse y levantar sus propias construcciones en él, cobrándoles como impuesto un yuan por habitación y año. A ellos pertenecen la mayor parte de las tiendas, donde comercializan artículos de su país como telas, sábanas, azúcar moreno, perfumes, adornos, cosméticos, objetos de jade, frutas y frutos secos.

Paisaje natural característico de Yadong.

Soñando con el antiguo reino de Guge

Cuando el viajero se dirige hacia el distrito de Zanda, lo hace, naturalmente, pensado en contemplar los restos arqueológicos del reino de Guge, a priori el principal encanto de la región. Sin embargo, tras ponerse en camino y admirar kilómetros y kilómetros del llamado bosque de arcilla, uno se da cuenta del extraordinario tesoro que aquí guarda la naturaleza.

Los fenómenos orogénicos que afectaron al gran lago que cubría la región en tiempos remotos, los procesos de sedimentación al desaparecer éste, el viento y la erosión, han dado origen a unas formaciones geológicas únicas en el mundo. Los “árboles” de este bosque consisten en declives, barrancos, grietas y montículos de arcilla de diferentes formas que se elevan y descienden por decenas de metros sin solución de continuidad. Atravesando en coche el territorio, se diría que nos movemos sobre la palma de la mano o la planta del pie de un gigante.

Guge, con mil años de historia, fue establecido precisamente sobre estos mágicos bosques de arcilla por descendientes de los monarcas del reino tibetano de Tubo y su dominio se extendía por toda la región de Ngari durante su apogeo. Tras el colapso del reino de Tubo, en Guge no sólo pudo continuar su linaje, sino que también encontró refugio el budismo tibetano, que había entrado en decadencia junto a la monarquía, y, gradualmente, fue de nuevo levantándose hasta alcanzar más adelante su máximo esplendor.

El yacimiento arqueológico del reino de Guge, que, desde su base, asciende por la ladera de un monte hasta los 300 m, está constituido por más de 600 residencias, pagodas budistas y cuevas. Sentados en el balcón del antiguo Palacio Real y admirando los alrededores, uno no puede dejar de preguntarse por qué sus habitantes decidirían levantar una ciudad en un lugar tan aislado, qué comerían y cómo harían frente al frío y a las enfermedades, si las imágenes de mujeres ataviadas con vestidos de seda y el estilo de vida tan elegante que se observa en los murales representa la realidad de su época y, de ser así, cómo consiguieron alcanzarlo… Un profesor de arqueología que ha dedicado toda su vida al estudio del reino de Guge, nos explica que, durante su máximo esplendor, a Guge acudían sin cesar comerciantes de Nepal, India y del interior del continente, proporcionando al reino cereales, tejidos y los artículos de lujo que podemos ver representados. Desgraciadamente, la guerra se lo llevaría todo en un suspiro años después.

A los vestigios de Guge parecen acudir más los pájaros, que ya están acostumbrados a la gente, que los escasos visitantes. Entre estos últimos, llama la atención un joven que ha llegado hasta aquí pedaleando desde Xinjiang. Según los trabajadores de las ruinas, no se trata de algo extraordinario; a menudo, llegan viajeros que están recorriendo en solitario grandes distancias en bicicleta, sin un propósito definido, simplemente guiados por su espíritu de aventura y por la sensación de libertad que proporciona esta forma de descubrir el mundo.

De vuelta a la naturaleza

Uno de los escenarios naturales más atractivos del distrito de Rutog es el lago Pangong Tso, también llamado Tsomo Nganglha Ringpo, que significa “cisne de cuello largo”. Situado entre las montañas del Karakorum y del Gangdise, el Pangong Tso limita al Este con Rutog, y se adentra hacia el Oeste en el Kashmir indio, ocurriendo ahí un fenómeno poco menos que maravilloso: mientras que las aguas del lago en su parte china son dulces, sirviendo de hábitat a numerosas especies de peces y camarones, se vuelven saladas conforme se adentran en territorio indio, encontrándose únicamente algunas pequeñas gambas.

A pesar de estar enclavado entre dos cadenas montañosas, el paisaje de los alrededores del lago no llama la atención por su belleza: no se ven más que extensiones de tierra arcillosa sin mucho encanto. Arena y más arena. Las ocasionales montañas nevadas por las que transita el complicado camino de acceso al lago, no bastan para justificar las dificultades pasadas y uno no puede sino recordar con añoranza el hermoso entorno rebosante de vida salvaje del monte Gang Rinpoche.

En la zona del lago, no se encuentran las típicas ovejas y asnos salvajes endémicos del Tíbet, tan solo gaviotas, patos silvestres y otras aves acuáticas. Se alimentan en el lago y no se espantan al ver a un ser humano. En su parte de agua dulce, se encuentra una especie de carpa única, protegida a nivel nacional.

Además del lago Pangong Tso, el distrito de Rutog es conocido por sus pinturas rupestres. Según los expertos, se encuentran en gran cantidad y tienen un gran valor artístico; de líneas sencillas, formas vívidas y tonos brillantes, representan escenas de la vida cotidiana de la antigüedad en el altiplano, como cacerías, rituales religiosos, danzas, etc. Se hallan en un área de entre 200 y 300 km2 al sur y al este del lago.

En Rutog, la vida parece tan apacible como en muchos otros pueblos: mesas de billar, casas de suelos de azulejo y cabezas de buey colgando por encima de las puertas, nos hablan del equilibrio entre modernidad y tradición.

*Wang Ying: viajera, fotógrafa y escritora free lance.

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