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Cultura
Adopción de prácticas internacionales en la incorporación de extranjerismos al chino
Por HUANG YOUYI*

Huang Youyi en la presentación del libro He Zhenliang and China’s Olympic Dream (He Zhenliang y el sueño olímpico de China).

Recientemente, en los medios de comunicación chinos se han publicado numerosas opiniones, y en ocasiones totalmente contrarias, respecto a la forma en que el idioma chino está adoptando en su vocabulario las palabras procedentes de otras lenguas mientras intenta mantener su pureza y características propias. Se trata de un asunto que, ni es nuevo, ni atañe únicamente al chino.

Una lengua, tanto en su forma oral como escrita, es esencialmente una herramienta de comunicación entre los humanos, por lo que no nos debe extrañar que, en los procesos de intercambio, aprendamos unos de otros y tomemos “prestadas” palabras de otro idioma para incluirlas en el nuestro; una tendencia que, en el mundo interconectado digitalmente en el que vivimos, se ha acentuado hoy en día. En general, los idiomas “poderosos” exportan más que incorporan palabras y los “débiles” incorporan más que exportan.

Pero, ¿qué hace que una lengua sea considerada “poderosa” y otra “débil”? La característica que, en principio, parece más natural es su ámbito de uso. En este sentido, el chino es el idioma que cuenta con un mayor número de hablantes en el mundo; además, a diferencia de los idiomas introducidos por potencias coloniales en otras regiones, o los que han sido inventados intencionadamente para ciertos grupos humanos, los mismos chinos crearon su lengua, que evolucionó ininterrumpidamente durante miles de años. Por lógica, parece que sea el idioma más “poderoso” y, sin embargo, las organizaciones internacionales de traducción, no lo incluyen entre los idiomas de uso común. La explicación es muy sencilla: el chino sólo se usa en China y en los lugares donde viven los chinos. Su reconocimiento y ámbito de uso es, en consecuencia, muy limitado a nivel internacional.

Por otro lado, durante mucho tiempo no han sido muchos los extranjeros interesados en aprender chino, ya que sólo podían utilizar esta lengua para comunicarse en nuestro país, mientras que con el inglés pueden viajar prácticamente por todo el mundo sin dificultad; de manera similar, el francés se usa de forma habitual en numerosos países de Europa, Oriente Medio y África, el español en los países latinoamericanos y España, e incluso el árabe está ampliamente extendido, hablándose en casi 20 países. No ha sido sino hasta estos últimos años, gracias a su creciente desarrollo económico, que China ha aumentado su presencia a nivel internacional, donde cada vez se escucha más su voz, y que, por tanto, se ha despertado un inusitado interés en todo el mundo por el aprendizaje del chino: seguro que más y más términos chinos se irán incorporando a otros idiomas en el futuro.

Durante el siglo pasado, conforme China avanzaba en su modernización, se fueron integrando muchos vocablos extranjeros en la lengua local, tanto en forma de transliteraciones (como “jeep” o “tank”), como mediante el uso de paráfrasis (los casos, por ejemplo, de las palabras que utilizamos para referirnos a “tren”, “avión” o “computadora”, entre otras). Sin duda, muchos otros los seguirán: conocidos son nuestro espíritu abierto y nuestra afición al estudio.

La transliteración y la paráfrasis son, en todo el mundo, los mecanismos habituales por los que una lengua incorpora a su vocabulario palabras procedentes de otra: el inglés también ha hecho suyos vocablos provenientes del chino, como por ejemplo, “tea”, “coolie”, “kungfu”, “guanxi” o “taikongnaut”, pero lo que nunca he visto han sido caracteres chinos en un texto en inglés de publicaciones oficiales de países como EE.UU. y Gran Bretaña, sino que se han reproducido mediante el abecedario latino utilizando su trascripción fonética. No los vi antes, y tampoco creo que los vaya a ver en el futuro.

Sin embargo, en China se está generalizando la práctica de incluir en escritos y publicaciones palabras de otros idiomas directamente, sin transcribirlas a caracteres chinos, lo que me parece realmente preocupante. Si dejamos que esta tendencia se desarrolle sin control, sin duda llegará a amenazar la posición que ocupan los caracteres chinos en nuestra cultura.

Es comprensible que se introdujese dicha práctica durante los primeros años de aplicación de la política de reforma y apertura en nuestro país, a fin de mostrar una actitud abierta al mundo. En aquellos momentos, podía considerarse un progreso; también se puede considerar aceptable que se copie directamente el término extranjero cuando no existe aún una traducción al chino y la publicación del texto es urgente. No podemos olvidar tampoco que nuestros métodos están ligados a la época en la que los creamos y, así, sucede a menudo que lo que está de moda en un momento dado, más adelante está fuera de lugar. Por ejemplo, en tiempos de Harry S. Truman y John F. Kennedy, estaban bien vistas las imágenes del presidente de EE.UU. con una pipa en la boca o un cigarrillo entre los dedos, pero hoy en día, nadie esperaría ver a Obama fumando en público, un hábito que ha pasado a estar mal considerado entre los estadounidenses. De manera similar, en China conducir un coche con placas de matrícula negras era un signo de riqueza, pero a medida que los coches privados se han popularizado, las placas negras han perdido su significado simbólico. Y, de forma análoga, antes, copiar lo que venía de fuera era casi obligado para modernizarnos, pero ahora, en China se ha puesto de moda el diseño local, circunstancia que provoca que utilizar mecánicamente palabras extranjeras en su forma latina en pleno texto en chino deje de ser un símbolo de progreso.

Fomentar el uso de traducciones en vez de la utilización de la palabra original foránea no supone chauvinismo ni retroceso, sino la simple adopción de las prácticas comunes en el ámbito internacional, lo que no sólo servirá para que el idioma chino se enriquezca, sino también para que mantenga su vitalidad y preserve su singularidad, fruto de su larga historia.

Siendo traductor profesional, no creo que exista una palabra que no se pueda traducir, siempre tendremos posibilidades: transliteración o paráfrasis; traducción libre o literal. Nosotros, como profesionales de la traducción, conocemos bien y somos particularmente receptivos a otras culturas, por lo que estamos bien preparados para seguir las prácticas internacionales y traducir cualquier término a nuestra lengua. ¿De qué serviría, si no, ser traductor si nos limitamos a copiar letra por letra palabras de otro idioma? Cierto, los traductores también tenemos que mejorar nuestro trabajo, aspirando a la máxima calidad: la traducción de una palabra, por ejemplo, debe resultar fácil de comprender, recordar y escribir para el hablante local, como de “compact disc” a 光盘.

En los debates generados por la incorporación de extranjerismos al chino, me llama poderosamente la atención lo sensible que se muestran los medios anglosajones: en más de un artículo, he observado cuánto les preocupa que fomentemos una reducción de las palabras inglesas en los textos en chino, lo que me lleva a pensar que, en realidad, su prioridad es defender la influencia de su lengua en el mundo y continuar expandiendo su uso.

 
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