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Cultura
Emblemas faustos en las pinturas de ave y flor (II y final)
Por WU BING

Flores blancas de loto, de Li Kuizheng.

La rosa es símbolo del amor en Occidente y, hoy en día, es habitual verla también en las calles de China, especialmente en el Día de San Valentín. Pero hay otras flores que tienen una larga tradición simbólica en el país, como por ejemplo la flor de loto, símbolo de la virtud, la nobleza y la pureza, o, cuando se trata de flores de loto gemelas, del matrimonio feliz, y la flor de la peonía, que simboliza opulencia y distinción, entre otras muchas. Estas flores han constituido durante miles de años uno de los temas principales de la pintura tradicional china.

La flor divina

A la flor de loto se le ha atribuido tradicionalmente un carácter elegante y divino. Zhou Dunyi (1017-1073), filósofo neoconfuciano de la dinastía Song, explicaba así el porqué de su amor por dicha flor: “A pesar de crecer en el lodo, nunca pierde su pureza; a pesar de vivir bañada en agua, no luce provocativa”. Zhou elogia así la virtud de la flor, que se conforma con una vida sencilla y pura, alejada de lo mundano.

Yu Zhizhen (1915-1995) fue la pintora de este tema más reconocida durante las décadas de los 50 y 60 del último siglo, siendo su especialidad la flor de loto en su plenitud. En 1937, con objeto de perfeccionar su técnica, ingresó en el Museo del Palacio Imperial, donde se conservan muchas obras maestras de diferentes épocas, a fin de estudiarlas; a continuación, en 1946, la pintora pasó a ser discípula del gran maestro de la pintura tradicional china Zhang Daqian (1899-1983). Sus esfuerzos dieron como fruto magníficas obras, como una enorme pintura de aves y flores que adorna la Residencia de Huéspedes de Estado de Diaoyutai y en la que Yu empleó 13 años, desde 1971 hasta 1984; otra gran obra suya, Placeres sencillos en el estanque de las flores de loto, cuelga en el mismísimo Pabellón Ziguang, en Zhongnanhai, sede del Gobierno Central de China. Hoy en día, las obras de Yu Zhizhen sirven de modelos de estudio a los jóvenes estudiantes de Bellas Artes.

Li Kuizheng (1942- ) es uno de los alumnos más destacados de Yu Zizhen. Décadas de aprendizaje y práctica le han llevado a desarrollar un estilo único que lo ha hecho famoso. En sus clases, sostiene que, para ser capaz de transmitir en la pintura la pureza de la flor, es imprescindible trabajar imbuido de la misma y nunca tomarse ese trabajo a la ligera. Él mismo, considerándose una persona con los defectos y egoísmos de cualquiera, cree que pintando la flor de loto tiene la ocasión de purificar su espíritu: antes de dedicarse a la creación artística, se baña y limpia la sala de trabajo. Con incienso encendido y música tradicional china de fondo, practica la meditación y no comienza a trabajar hasta que su mente haya quedado lo suficientemente despejada. Una de sus obras más representativas es Blancas flores de loto en el estanque de jade, creada para el Hotel Jingxi, en la que se representa una escena de flores de loto esbeltas meciéndose al paso de una suave brisa que recorre la superficie del estanque. Para lograr el efecto deseado, el artista empleó muchas técnicas que no pertenecen a la pintura tradicional china, como trazar las figuras al estilo del neoimpresionismo francés e incluso soplar sobre puntos recién pintados.

El carácter divino de la flor de loto proviene de su condición de asiento del Buda; a su vez, las hojas marchitas de la planta son también motivo frecuente de las pinturas y poesías chinas tradicionales como símbolo del nirvana. La artista Jia Mian (1952- ) es una representante típica de esta corriente.

Desde la antigüedad, se ha admirado en China la belleza de los lotos secos y marchitos y se han utilizado en la pintura para expresar diferentes sentimientos. Muchos son los artistas que lo han representado en sus obras, como por ejemplo Zhu Da (1626-1705), un príncipe de la dinastía Ming que vivió en los tiempos en que ésta fue derrotada y sucedida por la dinastía Qing ; forzado a huir y oculto con nombre falso en las montañas tras la caída de Ming, este cambio radical le provocaba sentimientos de rebeldía ante el mismo y de impotencia por su inevitabilidad: la imagen del loto marchito le sirvió para expresar sus complejos estados de ánimo. Sus obras causan una profunda impresión y se caracterizan por una composición sencilla a la vez que ingeniosa. Una de sus creaciones más celebradas es Flores de loto y pájaro, en la que se representan varios lotos marchitos, con hojas secas e incompletas; a su lado, sobre una roca, un pequeño pájaro mira al cielo fría y desdeñosamente, mostrándonos el blanco de sus ojos.

Qi Baishi (1864-1957), artista que en su vejez vivió la fundación de la República Popular China, expresaba sentimientos muy distintos utilizando también el motivo de la flor marchita. En su obra Loto marchito, la planta ya ha perdido sus flores y hojas, pero se empiezan a ver los frutos en las puntas de las ramas, simbolizando la alegría por la época de la cosecha.

Peonía dorada, de Li Kuizheng.

La peonía, símbolo de la opulencia y la distinción

La peonía es otra flor que goza de gran importancia en la cultura y el arte tradicionales chinos, admirada por su elegancia y considerada como una flor de belleza exquisita. Ouyang Xiu (1007-1072), uno de los grandes genios literarios de la dinastía Song y enamorado de la peonía, compuso tres textos en los que realizaba una tipología de la flor y explicaba cómo plantarla. Zhou Dunyi la calificaba como “la más rica y noble de entre las flores”. Es muy frecuente encontrar imágenes de la peonía en los palacios imperiales y en las residencias de los funcionarios de alto rango; asimismo, a las nobles manchúes de la dinastía Qing les encantaba adornar su cabeza con un capullo de peonía.

Las flores de la peonía son de gran tamaño, colores atractivos y una apariencia muy llamativa, por lo que son ideales para las prácticas de los alumnos de Bellas Artes; esto no quiere decir, sin embargo, que sean fáciles de dibujar. Yu Fei’an (1887-1959) observó que el mejor tiempo para pintar la peonía al natural es la primavera, a pesar de que en este momento las hojas no brotan mucho. En verano, por otra parte, las hojas están en su esplendor, pero han crecido tanto que ocultan las ramas y el tallo, que no vuelven a verse hasta el otoño, y, además, la flor ya está marchita. A partir de estas observaciones, Yu inventó una nueva técnica para pintar la peonía, combinando la flor de la primavera, las hojas del verano y el tallo y las ramas del otoño, lo que le valió un amplio reconocimiento.

A Wang Daozhong (1931- ), discípulo de Yu Fei’an, se le conoce como el “Rey de la peonía” por su gran éxito con sus obras de este tema. Nacido y crecido en Beijing, Wang acostumbra a visitar cada año el Palacio de la Cultura del Pueblo Trabajador (el antiguo Templo Imperial de los Antepasados de la Ciudad Prohibida), donde pinta sus peonías cuando están en flor.

En su juventud, cuando se preparaba para estudiar con los grandes maestros del momento, se le consideró un “derechista” y fue enviado a la Fábrica de Teñidos y Estampados de la ciudad de Mudanjiang, en la provincia de Heilongjiang, para su reeducación, a donde llegó cargado de diseños y pinturas de peonías. El joven, cuya determinación era la de convertirse en un gran artista, no fue capaz en los primeros tiempos de adaptarse a las tareas de diseñar fundas de almohada y mantas y de trabajar junto a obreros poco cualificados; sin embargo, tras diez años de duro trabajo, llegó a conocer y apreciar profundamente los corazones de sus compañeros y se dio cuenta de que el amor por la belleza de las peonías no es patrimonio de los intelectuales o de las élites sociales, sino que lo sienten tanto o más los simples aldeanos y la gente corriente. Tras realizar algunos cambios en su estilo, consiguió adaptarlo al gusto del gran público con un enorme éxito, utilizando sus técnicas artísticas en los diseños para las telas: en los años 70 y 80 del último siglo, casi todas las familias chinas llegaron a tener fundas de manta rojas con emblemas de la peonía en rosa. Si bien no se puede decir que Wang Daozhong sobrepasase a su maestro en cuanto a logros artísticos, su enorme mérito fue el de ser el introductor de las técnicas de la pintura tradicional china en el moderno estampado industrial y contribuir de manera incomparable a su difusión a gran escala.

Otros muchos artistas han desarrollado técnicas innovadoras para captar la exquisita belleza de la peonía en sus obras. Zhang Daqian, por ejemplo, sentía que utilizar colores llamativos y centrar la obra en la representación de la enorme flor no bastaba para reflejar la opulencia que se le atribuye, por lo que comenzó a utilizar colorantes hechos con oro, consiguiendo así el efecto deseado.

A su vez, en su obra Peonía dorada, Li Kuizheng (1942- ) empleó la acuarela occidental así como técnicas de composición modernas, utilizando creativamente colores dorados en lugar de los que tradicionalmente se usaban para representar la flor. En la composición tradicional, se dividía el espacio en cuadrículas y las flores, hojas y ramas ocupaban cada una su sitio, distrayendo la visión del punto central de la pintura; inspirado por un antiguo cuadro de la dinastía Song sobre la flor de loto y utilizando una composición radial, Li desechó por completo las ramas y casi todas las hojas, dejando sólo unas pocas que servían para dar realce a la flor, sobre la que se centraban sus esfuerzos y la composición.

Flores y mariposas, de Ma Quan.

 

 

 

La azucena amarilla, una planta para olvidar penas y dolores

La azucena amarilla, de un color muy vivo, es una planta que, además de utilizarse en la cocina, tradicionalmente se ha considerado como mágica y de gran poder, atribuyéndosele las propiedades de conceder hijos varones y devolver la alegría. Su cultivo comenzó en China hace más de dos mil años y, en la pintura clásica, se la representa frecuentemente junto a rocas o pinos.

En el Clásico de la poesía, se cuenta como una mujer empezó a cultivar azucenas en su patio al partir su marido a la guerra; gracias a la contemplación de la flor y a su sabor en los platos que preparaba, consiguió dejar atrás la pena y la soledad. Zhang Hua (232-300), que vivió durante la dinastía Jin del Oeste, dejó también registrado en su obra el dicho popular de que los platos preparados con azucena conseguían alejar la tristeza de quien los ingería, además de que si una mujer embarazada llevaba puestas azucenas en sus vestidos, daría a luz un hijo varón.

La verdad es que, más allá de lo pueda haber o no de cierto en estas creencias populares, los chinos sienten una gran pasión por esta planta. La representación pictórica de la azucena junto con la roca o el pino simboliza la longevidad y una descendencia próspera. Ma Quan, artista de la dinastía Qing, en su obra Flores y mariposas, muestra una escena en la que, junto a una roca, las flores de la azucena y la amapola compiten en hermosura; una mariposa revolotea entre las flores y otra se posa suavemente sobre la azucena, creando un conjunto lleno de paz y armonía.

Los temas más habituales de la pintura china de ave y flor incluyen, además, algunos como los “tres amigos del invierno”, que simboliza la dignidad de los intelectuales y hace referencia al pino y al bambú, que permanecen verdes durante todo el año, y al ciruelo, que florece en las épocas más gélidas; la orquídea, de aroma profundo y duradero, que florece en los valles más profundos; o el crisantemo, que aguanta las escarchas otoñales, entre muchos otros.

 

 

 

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