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China y el Mundo Iberoamericano
Canto a la amistad
Por FENG ZHIYING*

Paco en Beijing, en los años 80.

Los viejos somos propensos a recordar el pasado, sobre todo los lindos días que ya se fueron. Últimamente, me han venido a la memoria los años en que trabajábamos con expertos latinoamericanos en Beijing Informa. Dos peruanos nos causaron una honda impresión: uno se llamaba Lucho y estuvo en China en la década del 70, y el otro, Paco (Francisco Tumi), quien llegó en la década del 80 y trabajó aquí muchos más años que su paisano. Ambos tenían varios puntos en común: en primer lugar, eran jóvenes veinteañeros; por otro lado, demostraban un alto nivel en la corrección de las traducciones que realizaban los especialistas chinos. Hay que tener en cuenta que, en aquel tiempo, la traducción de español era una especialidad recién creada y, por tanto, la mayoría de los chinos no teníamos aún un nivel muy elevado. La traducción, al igual que un producto semiacabado, debe ser depurada y, en nuestro caso, la calidad de los artículos finales dependía del alto grado de refinamiento que le daban los expertos. Lucho y Paco eran dignos de ser grandes maestros: una vez corregida por ellos, una de nuestras traducciones se convertía en una obra excelente. Aprendí muchísimo de sus correcciones; finalmente, los dos eran simpáticos y accesibles y se hicieron muy amigos de sus colegas chinos.

“Barbudo” (tercero a la izq.), contento con sus colegas.

Vamos a referirnos primero a Lucho. Lo llamábamos cariñosamente “Barbudo” por sus tupidas barbas. Tras su regreso al Perú, durante largo tiempo no supimos de su paradero, lo que nos hizo preocuparnos mucho. Se llegó a rumorar que había muerto, por lo que lamentábamos haber “perdido” a un amable y talentoso amigo. Quién se iba a imaginar que, hace dos años, gracias a Internet, Lucho se puso en contacto con mi hija (Paco es amigo de mi hija y se la presentó) remitiéndole una foto tomada con los colegas chinos en una excursión por las afueras de Beijing (aquella vez yo no había podido ir). En seguida circuló de boca en boca la grata noticia de la “resurrección” del “Barbudo”. ¡Qué gracioso! La foto también dio pie a otra chistosa anécdota: como la imagen es de hace 40 años, la cándida de mi hija ni siquiera pudo reconocer a su madre; señalando en la foto a una colega difunta (fallecida hace tres años), dio por supuesto que se trataba de su madre. Aquí viene que ni pintado el dicho chino “el sombrero de Zhang puesto sobre la cabeza de Li”. Afortunadamente no soy supersticiosa, si no, me moriría de pena.

Antes de trasladarme al asilo de ancianos, arreglé mis cositas para botarlas o conservarlas; entre ellas, encontré un papelito escrito por Paco, en diciembre de 1992, el mismo mes en que perdí a mi marido. En ese papel, me expresaba sus más sentidas condolencias y deseaba que pudiera recuperarme cuanto antes de tan profundo dolor y pudiese atender a mi propia salud. Aunque han transcurrido ya 17 años desde el fallecimiento de mi media naranja, al leer hoy estas líneas llenas de sentimientos fraternales, aún me siento conmovida. ¿Cómo definir el auténtico sentimiento de la amistad? Un amigo sabe estar a tu lado en los buenos y en los malos momentos. Paco es mi verdadero amigo.

En vez de hacer trizas el viejo papelito, me lo llevé al asilo y lo guardo como un eterno recuerdo de la solidaridad mostrada por un amigo extranjero.

Cuando vino a trabajar a Beijing Informa, Paco llegó acompañado de su esposa. El hospitalario matrimonio invitó varias veces a sus colegas chinos a su casa en el Hotel de la Amistad, agasajándonos con platos occidentales y peruanos. Desconocemos los motivos por los que estos dos amorosos cónyuges se divorciaron más tarde, quedando Paco solo en Beijing. No obstante, los colegas chinos lo tratábamos cariñosamente, como a nuestro propio hermano. En los días festivos, lo invitábamos a nuestra casa para que se sintiera acompañado. También realizábamos juntos excursiones por los alrededores de Beijing y las instantáneas que tomamos nos dejaron lindos recuerdos.

Paco formó parte en muchas ocasiones del grupo de expertos encargado de traducir importantes documentos aprobados en las sesiones anuales de la Asamblea Popular Nacional y del Congreso del Partido Comunista. Se trata de un selecto grupo de traductores, reconocidos por su alto nivel. Paco, sin duda, merece ese reconocimiento.

Cuando trabajábamos juntos, me beneficié mucho de las correcciones de mis traducciones hechas por Paco. Cuando me asaltaban dudas, le preguntaba y él siempre las resolvía con sus pacientes y detalladas explicaciones. Conseguimos elevar nuestro nivel de español gracias a nuestros propios esfuerzos y a la ayuda de los expertos; en mi caso, especialmente, gracias a la que me proporcionaba Paco.

Varios especialistas chinos compendiamos hace unos años un diccionario de modismos chino-español. En el proceso de compilación, contamos con la colaboración de cinco expertos hispanohablantes y fue especialmente destacable la ayuda de Paco, quien corrigió las muestras de todo el diccionario (que consta de más de seis mil modismos en chino). Él fue venturoso: antes de regresar a su país, pudo ver salir a la luz al diccionario, en 1995.

En 2004 Paco vino de visita a Beijing para presenciar con sus propios ojos el inmenso cambio de la metrópoli y para reencontrarse con sus antiguos colegas chinos. Once de sus compañeros chinos lo convidamos a almorzar en un famoso restaurante. Fue realmente una jubilosa reunión de amistad. La sala del reservado estaba saturada de charlas y risas. Paco nos dijo que era redactor jefe de una revista en su país y preguntó por los compañero chinos ausentes, recordando su nombre e incluso su apodo: el gran fumador “Buda” no vino porque estaba indispuesto, la Sra. Zhou regresó la noche anterior cansada de su viaje por Rusia, y la Sra. Pan estaba de visita en casa de su madre noventona en otra provincia. Paco nos contó que, un año, con motivo de la Fiesta de la Primavera, fue invitado a casa de la Sra. Pan, donde pasó, junto con los familiares de la anfitriona, un día inolvidable, en el que tuvo ocasión de degustar, además, abundantes y deliciosos platos. Agradecido, lamentó no poder ver esta vez a la Sra. Pan. Antes del almuerzo, en el recinto de la Redacción de Beijing Informa, nos tomamos una foto colectiva: recuerdo imperecedero de los compañeros de trabajo reunidos.

En vísperas de su salida de Beijing, madre e hija le ofrecimos un almuerzo en un restaurante cercano a mi casa. Mientras paladeábamos el pato laqueado, charlábamos con entusiasmo. Yo ya tengo una edad y sé que para mí, esa habrá sido seguramente la última ocasión de reunirme con mi hermano peruano. Al recordar la ayuda que me ha brindado, me siento siempre profundamente agradecida. Después de jubilarme, por un tiempo traduje algunos artículos y, al pedirle ayuda, aunque a veces estaba muy atareado, nunca me rechazó, sino que, en su tiempo libre, se ocupó de corregirlos para mí.

¡Muchas gracias a nuestro amigo tan talentoso y tan bien educado!

 

*Feng Zhiying, revisora de traducción de español de Beijing Informa y miembro de la Asociación de Traductores de China, se jubiló hace veinte años.

 

 

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