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Reportaje Exclusivo
El mercado de los desechos
Por LI WUZHOU

Un trabajador inmigrante acomoda las cajas de cartón en un centro de reciclaje de desechos en las afueras de Nanjing.

Aproximadamente a un kilómetro del célebre Palacio de Verano de Beijing, cerca de las amplias zonas verdes aledañas al canal entre la capital y Miyun, se halla un sendero que conduce a un lugar apartado, aislado del bullicio de la urbe.

Se trata de un patio de decenas de metros de largo donde se acumulan montones de desechos de todo tipo: muebles, ropa, aparatos eléctricos, papel, metales, botellas de plástico… Mientras algunos hombres se afanan clasificando artículos, varios niños juegan en las zonas limítrofes y algunas mujeres cocinan o lavan la ropa cerca de la fuente pública, todo ello en un ambiente muy sosegado. Pertenecen al ejército de cientos de miles de “buscadores de tesoros” de Beijing : personas que viven de la recuperación y reciclaje de toda clase de artículos usados y materiales de desecho, su clasificación y posterior venta.

“Los desechos son recursos que han ido a parar al lugar equivocado. Si es posible reutilizarlos, podemos obtener beneficios tanto económicos como ecológicos”, sostiene Wang Canfa, catedrático de la Universidad de Ciencias Políticas y Leyes.

Recogiendo… beneficios

A un lado del patio se observan unos viejos habitáculos de ladrillo alineados, que en otros tiempos servían de bodegas para almacenar las verduras con las que los beijineses pasaban el invierno. Al entrar en el primero de ellos, un cuarto de algo más de 20 m2, vemos que se divide en tres partes: a la izquierda, una pequeña cocina; en el centro, una sala de estar con capacidad para apenas seis o siete personas, y, a la derecha, a modo de dormitorio, una cama grande, un armario y un televisor. Se trata del hogar de Chen Liguo, y, a la vista del mismo, nadie diría que nos hallamos ante un millonario.

Chen Liguo nació en la ciudad de Luohe, en Henan. Hace diez años, su tía vino a Beijing y se dedicó a adquirir trastos y materiales en apariencia inservibles y a revenderlos; pero, ante la buena marcha del negocio y dándose cuenta de su potencial, le pidió a Chen que viniera a trabajar con ella. Chen no tardó en independizarse, solicitando su propia licencia; alquiló el patio y subarrendó los cuartos a varias familias que se convertirían en su fuerza laboral. La división y especialización del trabajo en el centro de reciclaje que estableció en el patio es muy precisa: metales, plásticos, cauchos de las suelas de zapatos, vidrio, embalajes, maderas de muebles, etc., cada línea de trabajo tiene su propio responsable de sección y cada empleado se dedica a su especialidad, sin interferir en las tareas del resto.

Chen Liguo se ocupa de las puertas, ventanas, planchas de metal y mobiliario usado. Por ejemplo, una silla nueva que vale unos 100 yuanes, la puede conseguir por diez o 20, así que, cuando se entera de que ha cerrado una oficina o un restaurante y puede recuperar todo su mobiliario, las ganancias que obtiene pueden llegar a los 8.000 ó 10.000 yuanes. Si, además, puede reciclar las maderas vendiéndolas a una fábrica de muebles, los beneficios se multiplican; eso sí, no todos los tipos de madera tienen una alta rentabilidad económica, lo que también hay que tener en cuenta.

Según un conocedor del sector, los empresarios más influyentes del rubro, como Chen, obtienen sus ingresos principalmente de los grandes clientes y de los alquileres del patio. “Hace dos años, logró hacerse con el contrato para recuperar los restos de la demolición de un edificio. Con la venta del acero, tubos, cables de cobre, puertas y ventanas destruidas, ganó más de 100.000 yuanes”, asegura la misma fuente.

Pero Chen sostiene que su centro de reciclado de desechos en el distrito de Haidian no es de los más grandes: estos cuentan con decenas o incluso centenares de familias trabajando para ellos. Opina también que el mercado del reciclaje de residuos y artículos usados en Beijing aún no ha sido totalmente explotado, pudiendo generar aún varios miles de millones de yuanes. No es extraño, pues, que tanta gente se haya enriquecido en este sector: 1.000 o 2.000 personas por lo menos han hecho fortunas de hasta 10.000.000 de yuanes, y son muchísimos más quienes han ganado de 3.000.000 a 5.000.000, entre ellos, por ejemplo, el responsable del reciclaje de cobre y plomo de su centro, a pesar del pequeño tamaño de éste. “Claro que, sin contar con fondos millonarios, no se puede operar en este negocio”, aclara Chen.

Chen Yang, su hijo de 20 años, cursa la carrera de Administración de Hoteles en una universidad de Beijing. La matrícula cuesta más de 10.000 yuanes al año, a lo que hay que añadir unos 2.000 yuanes mensuales para cubrir sus necesidades diarias, como cualquier otro estudiante de Beiijng. Todo ello lo paga el negocio de recogida de desechos de Chen.

Pero, a pesar de sus sustanciosas ganancias, Chen no quiere que su hijo lo herede: “no es una ocupación que esté muy reconocida socialmente; además de ser agotadora, la gente nos mira mal: no importa el éxito que tengas, sigues siendo alguien que vive de los deshechos”, así que desea que su hijo pueda acceder en Beijing a un empleo estable y con mejor reputación.

La calle es suya

Las familias que viven en el patio de Chen están en el eslabón medio de la cadena industrial del reciclaje de los materiales de desecho. La mayor parte de los materiales que obtienen, tras clasificarlo debidamente, pasa al siguiente eslabón, el mercado al por mayor de artículos usados, o, directamente, a la fábrica que corresponda. Pero, antes de que los residuos lleguen a estas familias, hay otros dos eslabones: los individuos que los recogen basurero a basurero y los que los recuperan y transportan en sus triciclos por todas las calles de la ciudad.

Zhang Damin y su mujer, que proceden del distrito de Gushi, en Henan, trabajan en el segundo eslabón, vendiendo lo que recogen al centro de reciclado de Chen Liguo.

“En Beijing hay cerca de 200.000 personas que nos dedicamos a esto, y, si no somos parientes o paisanos, nos conocemos de todas formas. La mayor parte de los que tratan con este centro de reciclaje son de Gushi. Mira, hasta este restaurante ‘El ganso de Gushi’ ha abierto para nosotros, con platos genuinos de nuestro pueblo y a buen precio. También es habitual que cerca de los centros de reciclaje se establezcan escuelas para nuestros hijos”, cuenta Zhang Damin. “Mi familia tiene tres miembros y disponemos de menos de media hectárea de tierra -continúa-. Cultivando trigo y maíz, descontando los gastos en fertilizantes y pesticidas, los pagos a los cosechadores, y el alquiler de la maquinaria, lo que obtenemos nos da simplemente para comer, y no podemos permitirnos ahorrar para cuando alguien cae enfermo, para hacer reformas en el hogar o para la futura boda de nuestro hijo”. En vista de semejante panorama, Zhang Damin y su mujer decidieron trasladarse a Beijing, donde esperaban encontrar mejores oportunidades.

Gushi, con 1,6 millones de habitantes, es el distrito más poblado de Henan, pero debido a la escasez de tierra cultivable, 500.000 personas han emigrado en busca de empleo. Aparte de algunos que se dirigen a las provincias del sur, la mayoría de ellos va a Beijing y a Shanghai, donde se dedican a la recogida de desechos. De acuerdo con los medios locales, las remesas que estos emigrantes giran a casa constituyen más de la mitad del PIB de Gushi.

Según Zhang, para tener éxito en este rubro, hay que entrenar bien la vista. En 2005, recién llegado a Beijing y novato en el sector, perdió mucho dinero por no ser capaz de diferenciar entre el acero plástico reciclado y el original. “Aunque no se trata sólo de la vista, sino de tener buen juicio”, aclara. Una vez, por ejemplo, recogió una pila de libros viejos por los que ganó 75 yuanes.

Por lo general, Zhang recorre calles y callejuelas en busca de material, pero en ocasiones también espera a la puerta de complejos residenciales y escuelas. Gana de 1.000 a 2.000 yuanes cada mes, gracias a los cuales se está haciendo una nueva casa en su pueblo y puede pagar la escuela de su hijo, pero envidia a quienes tienen un trato con algún hotel, supermercado o restaurante: “Si pudiese llegar a un acuerdo así con cierto complejo residencial que conozco, ganaría cada mes por lo menos 3.000 ó 4.000 yuanes, y eso descontando los varios miles de yuanes que tendría que pagar a la comunidad anualmente por la exclusiva”.

Zhang Damin emigró a Beijing junto a su mujer. Cada día, salen los dos juntos por la mañana para trabajar en la recuperación, y, por la tarde, ella vuelve un poco más temprano para cocinar, lo que no sólo les asegura una buena cena, sino que así también ahorran. “No sé en otros sitios, pero en nuestra tierra solemos emigrar en pareja para cuidarnos mutuamente”, dice la esposa de Zhang. Quizás sea esta una de las razones por las que los emigrantes de Gushi acaban quedándose más tiempo en la capital.

De basurero a basurero

A pesar de la dureza de su trabajo, Zhang Damin se muestra satisfecho con su vida y se considera afortunado por no pertenecer al eslabón más bajo de esta industria: quienes, basurero a basurero, van revisando y recogiendo aquello que puedan vender. Entre los que se dedican a esta industria en Beijing, circula un dicho: “Los de Sichuan nunca adquieren los materiales de desecho, sólo los recogen; los de Henan, nunca los recogen, sólo los adquieren; y los de Hebei, ni entran a Beijing, lo coordinan todo desde fuera”.

Y es que los naturales de Hebei se han especializado en adquirir y transportar al por mayor, comprando y transportando residuos por contenedores completos. Más de 10.000 hebeineses acuden a diario a alguno de los seis grandes mercados de materiales de desecho de Beijing para negociar. El ramo del caucho de las suelas de zapatos ilustra perfectamente el funcionamiento de esta industria: los de Henan la adquieren pagando un yuan por kilo, y la revenden a 1,2 yuanes el kilo a los de Hebei que, una vez clasificada, la vuelven a vender a grandes fábricas, obteniendo considerables beneficios.

Los sichuaneses, sin embargo, suelen ser los que van basurero a basurero por toda la ciudad, para recuperar materiales, trastos y objetos abandonados. Su trabajo, el más duro y sucio, es, sin embargo, el que menos ingresos proporciona, ya que obtienen alrededor de 1.000 yuanes al mes.

En 1989, Du Maoxian y Xu Jicai, dos campesinos de Bazhong, en Sichuan, llegaron a Beijing. Acudieron a la entonces Administración de Higiene Medioambiental del Municipio de Beijing (hoy Comisión Municipal de Servicios e Imagen de Beijing), a la que pidieron permiso para entrar a las grandes plantas de tratamiento de basura de la capital para recoger materiales.

Al ingeniero superior, Wang Weiping, le pareció una buena idea: “¿Qué hay de malo en ello? -se preguntó-. Si alguien puede recoger y reciclar las basuras completamente, adelante”. Hay que tener en cuenta también el coste del tratamiento de desechos, que aproximadamente es de 150 yuanes por tonelada en concepto de transporte y procesado.

Así que no pasó mucho tiempo antes de que Du y Xu recibieran una respuesta positiva y, acto seguido, encabezando a más de 500 paisanos, se dirigieran a las plantas de tratamiento de residuos. Desde ese día y hasta hoy, han llevado, directa o indirectamente, a más de 4.000 personas naturales de los distritos de Bazhong y Yilong, en Sichuan, a trabajar en la recogida de materiales de desecho.

Además de la gente de Sichuan, también algunos beijineses, en su mayoría obreros jubilados, se dedican a la recogida de estos materiales y artículos. Uno de ellos es un anciano que, a las puertas del Palacio de Verano, carga con una bolsa llena de botellas de plástico vacías. Dice que, como no tenía nada que hacer tras jubilarse, se le ocurrió dedicarse a esto viendo como lo hacían los recién llegados de otras provincias. Todos los días toma un autobús desde su casa hasta el Palacio de Verano, a unos diez kilómetros; una vez llena su bolsa con las botellas, las vende a la gente de los triciclos a 10 céntimos por unidad, ganando unos 20 ó 30 yuanes diarios. “Con la tarjeta de pensionista, no tengo que pagar ni por el autobús ni por la entrada a los parques. ¡Ventajas de la edad!”, dice sonriendo.

¿Cuántas personas se dedican a esta industria en la capital? Según una investigación de la Academia de Ciencias Sociales de Beijing, llevada a cabo en 2006, en ese momento 300.000 personas trabajaban en este sector en la ciudad, las cuales habían reciclado materiales de desecho por valor de 3.000 millones de yuanes. Según las estadísticas, los materiales potencialmente reciclables abandonados en Beijing en 2009 alcanzaron un volumen de cuatro millones de toneladas, es decir, el equivalente a dos veces el tamaño del monte Jingshan, la colina que se ubica en la parte trasera del Palacio Imperial.

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