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Reportaje Exclusivo
Menos es más
Por ZHU HONG

El Parque Ecológico de Tianziling, en Hangzhou, primero de su tipo en el país construido sobre un relleno sanitario, abrió sus puertas al público el pasado 12 de marzo.

Beijing, sitiada por las basuras en aumento que generan sus residentes, se ha dado cuenta de que no puede solucionar el problema de los residuos simplemente mejorando y ampliando su capacidad de tratamiento de desechos: ha llegado la hora de lidiar con el problema desde su origen. Así, desde el pasado 11 de abril, cada jueves es el “Día de la reducción de basuras”, instituido por las autoridades para que todos los beijineses recuerden que pueden contribuir a la protección del medio ambiente produciendo menos desperdicios.

La reducción es la solución

Beijing construyó su primer relleno sanitario en 1994 y, a partir de esa fecha, este método, por el cual las basuras son soterradas, pasó a ser el principal medio de tratamiento de residuos de la capital. Pero, teniendo en cuenta que a finales de 2008 la ciudad produjo 18.400 toneladas diarias de desperdicios y que el ritmo de crecimiento es del 8% anual, dentro de cuatro años la ciudad se quedará sin espacios para construir nuevas instalaciones de este tipo.

Es obvio que los rellenos sanitarios no pueden dar abasto con tal cantidad de residuos, por lo que, como indica Wang Weiping, ingeniero de la Comisión Municipal de Servicios e Imagen de Beijing, “reducir la generación de residuos es la opción más eficaz”.

Dicha reducción se puede conseguir de muchas formas, como muestran los ejemplos de algunos países en que se han restringido los embalajes, prosperan los negocios de artículos de segunda mano y reciclados o se limpian las verduras previamente a su venta. Sólo con estas medidas se consigue una importante disminución de los desperdicios, señala Wang Weiping: “Con la prohibición de los embalajes excesivos y el reciclaje del resto, podríamos reducir entre un 7% y un 8% la cantidad total de basuras del país, ahorrando al mismo tiempo entre 9,5 y 11 millones de dólares en el tratamiento de desechos. En cuanto a los productos agrícolas, a más de uno le sorprenderá saber la gran cantidad de desperdicios que generan: cada 100 toneladas de verduras para consumo alimenticio, producen 20 toneladas de basura; de hecho, el 60% de los desperdicios domésticos de Beijing lo constituyen restos de alimentos que, en su mayor parte, consisten en verduras. Si las verduras se vendiesen ya limpias y listas para cocinar y servir y se retirasen los embalajes excesivos, se produciría una rebaja muy significativa en el volumen total de desperdicios de la ciudad”, afirma.

La clave está en la ciudadanía

Wang Wenli, jubilado, explica con entusiasmo qué es lo que hace para tirar menos cosas a la basura: “Si se entierran bien las hojas de verdura y las pieles de fruta en las macetas, cuando se descomponen se convierten en un abono magnífico. Esto tiene dos ventajas: por una parte, reducimos los desperdicios, y por otra, tenemos abono orgánico para nuestras plantas -dice-. También intento utilizar productos reciclables, evitando los de un solo uso. Por ejemplo, cuando voy de compras me llevo una bolsa de tela en vez de utilizar las de plástico que dan en los mercados; también me llevo mi propio termo de agua para beber, en vez de comprarla embotellada. Si podemos aprovechar al máximo cualquier cosa antes de tirarla, ya estamos contribuyendo a reducir los desechos y, además, llevar una vida frugal es parte de nuestra tradición cultural”, concluye.

“La ciudadanía, todos y cada uno de nosotros, somos quienes más podemos hacer por la reducción de los desperdicios; por eso, es necesario concienciar a la población de la importancia de reducir la cantidad de basura que generamos”, piensa Chen Ling, subjefa de la Comisión Municipal de Servicios e Imagen de Beijing. Actualmente, es habitual ver en las principales avenidas de la capital carteles y anuncios que fomentan la separación y reducción de basuras. En algunos vecindarios, se distribuyen a todos los hogares folletos informativos sobre el tema y hasta algunos restaurantes recomiendan a sus clientes que no ordenen más de lo que puedan comer.

“Es imprescindible que cale el mensaje y que reduzcamos nuestros desperdicios -subraya Chen Ling-, pero, claro, los hábitos no se cambian de la noche a la mañana, así que hemos previsto realizar una fuerte campaña de concienciación durante un tiempo, para que la gente entienda mejor los beneficios que una disminución de las basuras suponen para el medio ambiente, para la ciudad y para cada uno de nosotros”, explica.

Con este fin, Beijing ha organizado diversas actividades, tales como pedir ideas a los ciudadanos para la reducción de los desperdicios que se generan en el hogar o realizar visitas a las plantas de tratamiento de desechos, esfuerzos que pronto se han visto recompensados: en 2009, por primera vez se produjo un descenso en el volumen total de residuos sólidos generados en la capital, una tendencia que se espera continúe en el futuro.


A la espera de leyes apropiadas

Beijing empezó a frenar el ritmo de crecimiento en la generación de residuos desde 1996, pero de una forma muy lenta. La basura es producto de un largo proceso, en el que intervienen muchos actores. Si se quiere reducir el volumen final, se debe comenzar por el principio y actuar en cada eslabón, desde la creación y desarrollo de los productos, pasando por su distribución y consumo, hasta los desechos finales.

Podemos tomar las verduras como ejemplo. A principios de los 90, algunos reglamentos locales regulaban su producción y comercialización, pero fueron cayendo en el olvido por la falta de rigidez en su aplicación y por su falta de validez más allá de los límites regionales. Hoy en día, son los mismos productores o los comercios quienes etiquetan las verduras como “lavadas y preparadas” y los criterios que utilizan para definirlas como tales, difieren notablemente; además, en muchos casos, el proceso de limpieza se realiza en las mismas localidades donde van a ser vendidas, con lo que no se contribuye a reducir los desperdicios urbanos. Por si fuera poco, resultan menos atractivas para el consumidor final, ya que son más caras y, además, no le parecen tan frescas como las que no se han limpiado, que dan la impresión de haberse traído del campo directamente al comercio.

En cuanto a la restricción de los embalajes, la situación es igual de embarazosa: la ausencia de regulación está provocando que los embalajes excesivos crezcan sin control. “Las reclamaciones no sirven de nada porque no hay leyes que castiguen a los infractores -dice Yang Weimin, vicepresidente de la Federación del Embalaje de China-. Además, no hay una definición clara de las responsabilidades de cada parte involucrada en el proceso de empaquetado. Se necesita una reglamentación para que tanto las autoridades competentes, como los fabricantes, intermediarios, vendedores y consumidores sepan a qué atenerse”, concluye.

Sin embargo, también hay signos esperanzadores: a partir de la segunda mitad de 2009, Beijing se ha marcado como objetivos prioritarios estimular la separación de basuras para su recogida selectiva y modernizar las instalaciones de tratamiento de desechos, para lo que ha destinado recursos considerables. A raíz de estos esfuerzos, desde mayo se trabaja en un proyecto de ley sobre separación de residuos, legislación que, una vez se promulgue, será, sin duda, un arma poderosa en esta guerra contra las basuras.

 

 

 

 

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