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Sociedad
Vínculo amistoso con China
Por GUO HONGYUAN

Juan Antonio Samaranch declaró a Beijing sede de la 28.a edición de los Juegos Olímpicos, tras la votación efectuada en Moscú, el 13 de julio de 2001.

A través de Internet, más de 56 millones de personas eligieron en 2009 a los 10 extranjeros amigos de China más importantes de los últimos 100 años. Tras revelarse los resultados del sufragio, se supo que el español Juan Antonio Samaranch fue el tercero más votado, lo que explica en buena medida por qué los chinos llaman al recientemente fallecido presidente honorario del Comité Olímpico Internacional (COI), “El venerable Sa”, reconocimiento que sólo había recibido con anterioridad el escritor inglés William Shakespeare.

El 21 de abril pasado, los principales medios de comunicación de China se hicieron eco de la noticia del deceso del presidente honorario del Comité Olímpico Internacional (COI), Juan Antonio Samaranch, y en días posteriores dedicaron espacios especiales a recordar su vida consagrada al movimiento olímpico y el apoyo y atención que prestó al deporte y los deportistas de China. Rara vez la muerte de un extranjero conmovió tanto al país. En su mensaje de condolencias, el presidente chino, Hu Jintao, lo calificó como “viejo y buen amigo del pueblo chino”.

Amor a China

En septiembre de 2008, el diario español La Vanguardia, publicó el artículo de Samaranch “Por qué quiero y respeto a China”, en el que el autor afirma que “Los chinos son gente que tienen una gran memoria y saben mostrar su profundo sentido de la lealtad hacia las personas que en los momentos difíciles han sabido estar a su lado. Por ello, en estos Juegos (en referencia a la cita de Beijing 2008), los últimos designados bajo mi presidencia, he podido disfrutar de reiteradas muestras de amistad y cariño que son muy difíciles de agradecer con palabras. En mis últimos 30 años, he tenido la ocasión de viajar a China en 29 ocasiones… En el transcurso de estos años, he recibido de China muestras de afecto y amistad y he aprendido a querer y respetar al pueblo chino”.

En 1978, cuando China comenzaba a aplicar la política de reforma y apertura al exterior, Samaranch, entonces vicepresidente del COI, visitó por primera vez el país. En aquel momento él no entendía por qué una nación de 1.000 millones de habitantes no tenía un puesto en el máximo organismo deportivo internacional. Y gracias al esfuerzo del presidente del COI, Michael Morris Killanin, y al suyo propio, un año después China regresó a la gran familia olímpica.

En los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, el español fue el encargado de premiar al tirador chino Xu Haifeng, ganador de la primera medalla de oro olímpica de China en la historia de esa competición estival, que también fue la primera presea áurea que colgó a un atleta tras ocupar el puesto de presidente del COI, en 1980.

Samaranch llevó a China al COI y, al mismo tiempo, trajo los Juegos Olímpicos a China, haciendo realidad el sueño centenario de esta nación de celebrar unas Olimpiadas.

El 13 de julio de 2001, en Moscú, tuvo lugar aquel momento histórico, excitante e inolvidable para todos los chinos, en que se anunció que su capital acogería la cita de 2008. Aquella fue la última vez que Samaranch declaró la sede de unos Juegos Olímpicos en calidad de presidente del COI. Para lograr ese triunfo los chinos consagraron un colosal esfuerzo y Samaranch nunca cambió su apoyo al país, especialmente en 1993, cuando por apenas dos votos de diferencia, la candidatura de Beijing fracasó en su intento por ganar la sede de los Juegos del año 2000.

Según el catalán, las dos cosas que más satisfacción le produjeron fueron la celebración exitosa de los Juegos Olímpicos de 1992 en Barcelona, su ciudad natal, y que China, nación de 1.300 millones de habitantes, cumpliese el deseo que había abrigado durante largo tiempo. En 2008, pese a tener ya 87 años, Samaranch insistió en asistir a la inauguración de los Juegos de Beijing y presenciar muchas competiciones.

Amigo de todos los chinos

Samaranch cuenta con muchos amigos chinos y es especialmente conocida la amistad que mantuvo con Deng Yaping, “reina del tenis de mesa” de China, a quien calificó como representante del auténtico espíritu deportivo, que nunca se rindió ante los fracasos. En 1991, el catalán entregó personalmente a Deng la medalla de oro del certamen individual femenino de la Copa Mundial de Tenis de Mesa y la invitó a visitar la sede del COI en Lausana, Suiza. “Deng, eres la primera deportista que invito al COI en calidad de huésped”, expresó el titular de ese organismo. En 1996, cuando la china se proclamó campeona olímpica en Atlanta, otra vez Samaranch le entregó la medalla y le dio una palmadita cariñosa en su mejilla, como si se tratase de su propia nieta, gesto que impresionó fuertemente a muchos chinos.

En 1998, durante los Juegos de Buena Voluntad disputados en Nueva York, la gimnasta china Sang Lan sufrió un accidente que le dañó una vértebra y la dejó parapléjica del pecho hacia abajo. La sonrisa que mostró entonces la muchacha de 17 años la hizo merecedora del respeto de todo el mundo. Sin embargo, pocos saben que en los momentos más angustiosos de aquellos días, una carta escrita por el español sirvió de estímulo a la joven y le señaló el rumbo de su vida. “El esfuerzo que Samaranch hizo durante tantos años a favor del desarrollo olímpico, me estimuló mucho. En lo personal, pienso que la mejor manera de recordarlo es llevar adelante el espíritu olímpico”, expresó Sang Lan al conocer la noticia de su deceso.

Poco después de que se viese obligado a retirarse de la prueba de los 110 metros con vallas de los Juegos Olímpicos de Beijing, el corredor chino Liu Xiang, una de las grandes esperanzas de medalla del país, recibió una carta de Samaranch, en la que lamentaba mucho que, debido a una lesión, hubiese tenido que abandonar la competición en su patria y le manifestó su confianza en que se repondría de sus heridas y conquistaría nuevos éxitos. Para Liu y su entrenador aquella misiva tiene un significado muy especial y nunca la olvidarán.

“Abuelo Sa” fue la forma cariñosa en que llamaban al catalán todos los miembros del equipo que lo atendieron en Beijing. He Shihua, un taxista de la capital, fue seleccionado por primera vez en 1990 para desempeñarse como chofer de Samaranch durante una visita de éste a China. “Cada vez que me veía, el Abuelo Sa me estrechaba la mano, me saludaba y luego subía al coche”, recordó He. Al asistir a los Juegos Olímpicos, Samaranch pidió que He fuera otra vez su chofer y, cuando terminaron los Juegos, organizó una pequeña fiesta para agradecer sus servicios a todos los chinos que lo habían atendido a él y a sus familiares, incluidos los camareros del hotel. En aquella ocasión, el Abuelo Sa prometió a todos que las fotos que se habían tomado serían impresas en Lausana y autografiadas por él, antes de enviar una copia a cada uno de los asistentes. También pidió a un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de China comunicar su agradecimiento oficial a todo el equipo de servicio. “En la última Fiesta de la Primavera, recibí la postal que me envió el Abuelo Sa. Cada vez que visitaba un nuevo lugar, me mandaba una postal”, recordó He.

Casi todos los chinos que tuvieron contacto, breve o largo, con Samaranch fueron conquistados por su noble personalidad; de ahí que haya tenido amigos de todos los sectores, diplomáticos, líderes de Estado y ciudadanos comunes. Sin embargo, tiene muchos más amigos en China que ni siquiera llegó a conocer. “El pueblo chino agradece a Samaranch los Juegos Olímpicos que trajo a China y lo toma como un auténtico amigo. Muchos chinos le escribieron a lo largo de los últimos años y, en una oportunidad, él me mostró una carta que le envió un niño chino que lo llamó Abuelito Sa, lo que le produjo una alegría especial, porque sabía que se había convertido en el amigo del pueblo”, recordó Deng Yaping.

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