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Economía
Condiciones para la internacionalización del renminbi
Por XIANG SONGZUO*

Se habla mucho de la necesidad de internacionalizar el renminbi (RMB) o yuan y, sin embargo, todavía no se ha señalado un camino claro y factible que vaya a llevarnos hasta ello. En mi opinión, China debe considerar la internacionalización de su moneda como parte de una estrategia financiera general que le permita conseguir sus objetivos económicos y monetarios a largo plazo.

En la estrategia de internacionalización, una baza importante a jugar es fomentar el uso del RMB en las emisiones de títulos financieros en los mercados internacionales, incluida la deuda pública de otros países. Proporciona más seguridad que el aumento de las reservas en dólares estadounidenses por parte del Banco Central de China (Banco Popular de China), favorece el superávit por cuenta corriente y reduce riesgos innecesarios para los tenedores chinos de títulos. Por otro lado, contribuiría al aumento de la rentabilidad del sector bancario chino y a reforzar la posición de Shanghai como centro financiero internacional.

Sería bueno que observásemos con atención el ejemplo de lo sucedido en la década de los 70 del último siglo, cuando Gobiernos y empresas privadas empezaron a adquirir en grandes cantidades deuda pública alemana en marcos. Con especial énfasis tras la crisis del petróleo de 1973, el Gobierno de la República Federal de Alemania aplicó en esos años una política de liberalización del mercado, permitiendo que su superávit por cuenta corriente fluyera hacia el exterior, lo que produjo un notable aumento de las emisiones de deuda en marcos por parte de otros países, culminando con la emblemática emisión de los “bonos Carter” en marcos por parte de la Reserva Federal estadounidense (FED), bajo la administración del presidente Jimmy Carter, en 1979. Estos bonos fueron, de hecho, una de las principales fuentes de ingresos para el sistema bancario alemán.

Con estos precedentes, recomendaría al gobierno de Estados Unidos lanzar al mercado una emisión de deuda en yuanes desde Shanghai, convirtiendo posteriormente a dólares los ingresos; estos bonos de alta calidad serían sin duda atractivos tanto para los inversores privados como para las entidades oficiales dentro y fuera de China. La emisión de deuda en RMB en lugar de en dólares por parte de los Estados Unidos reduciría los riesgos potenciales que para el Gobierno chino supone su colosal reserva de divisas en esta última moneda. Naturalmente, la acumulación de deuda en RMB implica para los Estados Unidos exponerse a nuevas vulnerabilidades, pero, al final, no importa de qué mercado internacional hablemos, siempre serán los deudores, no los acreedores, quienes soporten los riesgos del tipo de cambio de las divisas, especialmente si la brecha en el caso de los activos continúa creciendo.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, China debe tomar conciencia de que, para que una moneda pueda ser considerada como moneda reserva a nivel internacional, los requisitos son formidables: el PIB de la región de circulación de la moneda tiene que estar a la altura de los de Estados Unidos o la Eurozona; los mercados financieros deben ser transparentes y funcionar con fluidez; la supervisión y regulación han de ser fuertes y eficientes; el sistema bancario y el resto de la industria financiera tienen que funcionar según el sistema de mercado y estar abiertos al sector privado y a los inversores, tanto locales como internacionales; se deben aplicar políticas monetarias y fiscales sanas, estables y seguras; la moneda debe ser plenamente convertible; tiene que haber libertad de movimientos transnacionales de capitales, tanto para los inversores nacionales como para los internacionales; el mercado de divisas debe estar lo suficientemente maduro como para evitar el riesgo en los tipos de cambio para los inversores y se debe tener la capacidad de evitar los movimientos especulativos incontrolables, manteniendo estables los tipos de cambio.

Por ello, es obvio que a China le queda un largo camino por recorrer para que el RMB se convierta en una moneda reserva a nivel internacional. A finales de 2009, el PIB de China sólo representaba el 8% del PIB mundial, mucho más bajo que el 25% que representa el de EE.UU. y el 22% que representa el de la Eurozona. El yuan es sólo parcialmente convertible, fiel reflejo de las restricciones impuestas a los flujos de capital. El mercado financiero está poco desarrollado, con un sector financiero que, además, está casi por completo en manos de las empresas estatales, protegidas por barreras de entrada de los bancos extranjeros y las empresas privadas locales.

La clave para conseguir una verdadera internacionalización del RMB reside en modificar sustancialmente el modelo de crecimiento económico y la estrategia de desarrollo de China, país que depende hoy del fuerte control estatal sobre el sector financiero y de sus políticas fiscales para mantener una tasa elevada de inversión que asegure un firme crecimiento del PIB. Este modelo es insostenible a largo plazo e incompatible con el objetivo de internacionalizar el yuan. En consecuencia, los líderes chinos han decidido acelerar las reformas estratégicas, que deben conducir a una sustitución de las exportaciones por el consumo interno, y a la disminución de la dependencia de la industria china de la mano de obra de bajo coste y el consumo de recursos energéticos, impulsando la innovación tecnológica y la capacitación del capital humano y pasando a un modelo cuyo motor sean las industrias del sector terciario en lugar de las del secundario y primario.

Para conseguir tan ambiciosos objetivos, es imprescindible la desregulación del sector financiero, lo cual promoverá la competencia e impulsará la innovación; además, no será posible estimular la demanda interna a largo plazo sin perfeccionar un sistema financiero para los consumidores. También es cierto que, únicamente a través del capital de riesgo, los fondos de inversión privados y otros instrumentos financieros será posible crear el caldo de cultivo del que nazcan en abundancia los emprendedores e innovadores independientes. Además, es necesario construir un mercado de valores, especialmente de deuda pública, que fluya adecuadamente, para que los gobiernos locales no dependan solamente de los ingresos fiscales y la venta de tierras para cubrir sus inversiones en infraestructura y otros gastos.

La desregulación financiera debe empezar por la apertura del sector financiero a la inversión privada nacional. Es necesario permitir a las empresas privadas nacionales acceder a sectores como la banca, seguros, fideicomisos, emisión de valores y otros servicios financieros. Tanto las empresas privadas nacionales como los gobiernos locales deben tener libertad para emitir deuda, con la que tanto los inversores nacionales como los extranjeros puedan operar sin restricciones. Además, los tipos de interés deben fluctuar sin restricciones para que los bancos puedan operar en igualdad de condiciones. Finalmente, se debe establecer un marco legal adecuado y fomentar el uso de capital riesgo, emisiones de acciones y otros instrumentos financieros innovadores.

La demanda de apertura del mercado financiero de China al exterior ha generado cierta preocupación, ya que se teme que, si se permite la emisión de bonos en RMB a entidades extranjeras se produzca un traslado de las inversiones al extranjero, amenazando el desarrollo de China; se trata de una percepción errónea, ya que los chinos ahorran en grandes cantidades y buscan la alternativa inversora que les reporte un mayor beneficio. Aún más importante, atendiendo a su propio interés, China debería dispersar sus enormes reservas de divisas entre el mayor número y diversidad posible de instituciones privadas de ahorro, lo que implica que las sociedades financieras deben buscar de manera audaz nuevos mercados en el exterior: tanto a los inversores privados como a los institucionales, no sólo se les debe permitir, sino incentivar a invertir en activos extranjeros.

El Gobierno chino debe comenzar por elaborar un mapa con las condiciones, acciones y cambios necesarios para conseguir que el RMB sea una verdadera moneda internacional y, una vez reunidos estos elementos, confeccionar una hoja de ruta para ponerlos en práctica. Por supuesto, se trata de una hoja de ruta cuyos objetivos llevará tiempo conseguir, pero sin el diseño y la publicación de una estrategia integral, todos los comentarios sobre cuán cerca estamos de la internacionalización del yuan no son más que palabras vacías.

*Xiang Songzuo es un conocido experto en macroeconomía, subdirector del Instituto de Monedas Internacionales de la Universidad del Pueblo de China y miembro del Comité del Consejo del OMFIF (Official Monetary and Financial Institutions Forum). Estudió en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, y en la Universidad de Columbia, de Estados Unidos, y ha sido discípulo de Alexander Mundell, ganador del premio Nobel, padre del euro y fundador de la macroeconomía internacional.
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