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Reportaje Exclusivo
Salvando el Patrimonio Histórico
Por GONG HAN

Suzhou está presente en el Área de Mejores Prácticas Urbanas.

En la Expo de Shanghai 2010, Suzhou está presente en el Área de Mejores Prácticas Urbanas gracias a sus esfuerzos en la protección y renovación de su casco antiguo. Es en el conjunto histórico de Pingjian, a decir de los expertos, más antiguo que la misma ciudad, donde mejor se aprecian sus logros.

En 2005, este conjunto fue merecedor del Premio de la Unesco Asia-Pacífico para la Conservación del Patrimonio Cultural, en reconocimiento a la labor realizada: “La revitalización del conjunto histórico de Pingjiang marca un ejemplo a seguir en cuanto a rehabilitación urbana integral, ya que ha sabido recuperar el tejido físico, social y comercial de una de las más reconocidas villas históricas de canales de China […] Este proyecto ha demostrado la viabilidad de la rehabilitación de construcciones tradicionales manteniendo su uso original por parte de sus habitantes, preservando así el auténtico espíritu histórico de la zona…”

Como en el s. XIII

Un pequeño pasaje que se cruza con la calle Guanqian, la más concurrida de Suzhou, conduce directamente a la calle Pingjiang. Esta arteria, de 1.606 metros de longitud, se extiende a lo largo del río Ping-jiang, del que recibe su nombre, y se la tiene por la más antigua de la ciudad: “Primero Pingjiang y luego la ciudad”, dicen los suzhouneses. Pero Pingjiang, más que una calle, es un vecindario: en una superficie de 116,5 km2 se concentran los canales, calles y puentes más densos de la ciudad.

Gracias al mapa de la zona que dibujó en 1229 Li Shoupeng, entonces prefecto de la dinastía Song del Sur, podemos comprobar que la zona conserva su trazado original, en forma reticular, con las calles y canales cruzándose como si de un tablero de ajedrez se tratase, prácticamente igual que 800 años atrás, y con gran parte de sus estructuras arquitectónicas de la época, como puentes, arcos, murallas y residencias, aún en pie, respetadas por el paso del tiempo.

En 1986, el Consejo de Estado decidió otorgar la máxima protección a la zona de Pingjiang, y el gobierno municipal pidió a académicos de prestigiosas universidades, tanto de China como del extranjero, así como a otros organismos relevantes, su colaboración en la elaboración de un plan para restaurar la zona, tomando todo el tiempo que fuese necesario para dejarla en las mejores condiciones posibles.

En 2002 se puso finalmente en marcha el proyecto de restauración de Pingjiang, antes de la celebración de la 27.a Convención del Patrimonio Mundial de la Unesco. Ruan Yisan, catedrático de la facultad de arquitectura de la Universidad Tongji, presidió el plan de rehabilitación.

El desarrollo se proyectó prestando mucha atención a cada detalle, ya que el objetivo que se perseguía no sólo era renovar las infraestructuras y construcciones de la zona, preservando su sentido original, sino incluso mejorarla, ya que sus residentes actuales tienen necesidades y expectativas más complejas que las de los originales.

Fidelidad a la historia

Tras la fundación de la República Popular China, en 1949, las residencias privadas de la calle Pingjiang, como en el resto del país, pasaron a ser públicas y se redistribuyeron. Con el aumento exponencial de la densidad de población de los años siguientes, que obligó a que, para acomodar a las familias, las viviendas tuviesen que dividirse, el aspecto y uso original de los edificios fue deteriorándose progresivamente. Además, los pilares de las viviendas de madera, debido al clima extremadamente húmedo del sur de China, comenzaban a pudrirse, amenazando con llevar los immuebles a la ruina.

Cuando se dan los primeros pasos del proyecto de rehabilitación en 2002, se comienza con una zona de casas junto a la calle Pingjiang que ocupa unos 30.000 m2. Los trabajos se realizaron casa por casa, preservando los rasgos de época que distinguen a cada una de las demás, sin escatimar esfuerzos ni económicos ni de duración. Con este enfoque, distanciándose conscientemente de los proyectos de rehabilitación masivos, acelerados y de bajo coste de otras ciudades, se obtuvieron unos resultados realmente inmejorables.

Sin embargo, rehabilitar es más difícil que reconstruir y, así, por ejemplo, los marcos de ventanas o las puertas de madera dañadas por el tiempo e imposibles de reparar, se intentaban sustituir por otras del mismo estilo y época, utilizando copias únicamente en el caso de que fuese imposible encontrar originales; asimismo, parece que nadie se haya hecho cargo del muro junto al Albergue Juvenil de Pingjiang, abandonado y medio derruido y, no obstante, ha sido recubierto con ciertas sustancias químicas para impedir que sufra la erosión del viento y la lluvia, y preservar la irremplazable historia que contiene; Zhuyuan, un complejo centenario que amenazaba con venirse abajo justo cuando se lanzó el proyecto, pudo ser también salvado gracias a los esmeros de los arquitectos, quienes reafirmaron sus bellos techos con hierro y acero y sustituyeron los pilares podridos, limitando al mínimo indispensable la cantidad de cambios.

Retener a los “pingjianeses” de toda la vida

El espíritu de un casco antiguo, más allá de su arquitectura y trazado, reside en quienes allí han habitado durante generaciones, manteniendo vivas su cultura y costumbres. En el caso de Pingjiang, son más de 50.000 personas quienes se apilan en sus callejas, calles y canales, con una media de varias docenas de familias por calle.

Pero esta zona ha carecido durante mucho tiempo de la mayoría de las infraestructuras modernas: ni alcantarillado, ni lavabos o cocinas en la mayoría de las casas y con las líneas eléctricas tendidas en plena calle. Así, hartos de la falta de comodidades, no es extraño que las nuevas generaciones fuesen abandonando poco a poco sus hogares, dejando paso a los inmigrantes rurales.

El catedrático Ruan decidió que había que hacer “todos los esfuerzos posibles para retener a los residentes de toda la vida. La preservación del conjunto de Pingjiang no debe reducirse a los aspectos superficiales, sino que debe ser más profunda”. Y así ha sido. Tras finalizar las obras en 2007, se pasó a dotar a los hogares de aparatos de agua, gas, electricidad y televisión por cable, se extendió el alcantarillado a todos los rincones del vecindario, pavimentado sus calles, y se han dragado y limpiado los canales e instalado mesas y estanques en las plazas públicas. Tras semejantes cambios, muchos de los antiguos residentes, comenzaron a regresar al barrio.

Conflictos de intereses

Cualquier proyecto de rehabilitación de un barrio histórico se topa con la cuestión del realojamiento de sus habitantes. A pesar de que Suzhou hizo todo lo posible por mantener el porcentaje de realojamientos bajo, 27 negocios y 448 familias fueron trasladadas en la primera fase de la renovación, provocando varias apelaciones y quejas a la autoridad provincial e incluso al Gobierno Central, un asunto sobre el que muchos expertos cuestionaron al Grupo de Conservación del Patrimonio Urbano de China cuando éste viajaba por Europa. Se organizaron animados debates sobre cómo fomentar la interacción con los residentes durante la rehabilitación de Pingjiang y sobre cómo interpretar el estilo de preservación del patrimonio histórico de China.

Liang Zhenhua, adjunto al jefe del distrito de Pingjiang, se alegra de la atención que recibe esta zona a nivel internacional y reconoce que la ciudad tiene un camino muy largo que recorrer en muchos aspectos, incluyendo la elaboración de leyes, regulación de usos del capital privado y protección de los derechos de los ciudadanos. Las dificultades y trabas con que se ha encontrado este proyecto, ilustran la complejidad de los proyectos de rehabilitación de cascos antiguos, especialmente donde la alta densidad de población complica aún más las cosas. Todo indica que se deben realizar más estudios sociológicos sobre esta cuestión.

 

 

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