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Así Nos Ven

El Tíbet en vista de un colombiano

Por JOHN FREDY CASTRILLÓN*

El 2009 fue un año inolvidable para mí, y no es para menos. A mis 25 años he viajado por segunda vez a la hermosa y lejana China, una nación maravillosa, con un pueblo amigable y una cultura extraordinaria, por la cual siento un profundo amor desde la distancia y, más aún, luego de haber sido testigo de su realidad y de haber pisado su tierra en dos ocasiones. La emoción y orgullo son mayores al pensar en la importancia y el significado que tiene para un latinoamericano visitar una tierra tan atractiva y llena de encanto como la hermosa China, especialmente desde un país como el mío, donde una hazaña como esta representa un sueño casi inalcanzable, debido a las condiciones sociales y económicas de mi gente.

Esta vez, invitado nuevamente por Radio Internacional de China (CRI), tras haber ganado el concurso “La belleza del Tíbet”, y en representación del programa radial Ventana a China, emitido en Colombia y del cual estoy a cargo, tuve la posibilidad de pisar tierra china por segunda ocasión con el claro objetivo de dar a conocer a los oyentes la realidad de un lugar extraordinario en los confines de China llamado… Tíbet.

Una tierra desconocida

La visita al Tíbet fue una realidad a finales de junio y comienzos de julio del inolvidable 2009, coincidiendo con el 50 aniversario de la reforma democrática de esta región. Mucho antes de viajar, tenía una imagen muy diferente de lo que esperaba encontrar en la meseta tibetana. Y es que el Tíbet ante el exterior, y más aún en América Latina, es una región casi desconocida. Es triste como tantas personas conocen poco sobre la geografía de nuestro planeta. En Colombia, muchos ni imaginarían siquiera que el Tíbet es parte de China, y el pensamiento de la mayoría al respecto solo les induce a creer que se trata de otro país o una región muy lejana de Asia. Todo esto forma parte del misterio y los enigmas que encierran la lejana región tibetana, su poca información y el escaso conocimiento que existe sobre su historia, su cultura, su gente y otros muchos aspectos en el exterior, lo cual, paradójicamente, se contrapone a la abundancia y diversidad de información sobre la supuesta opresión y falta de libertad en la región y sobre como algunos alborotadores exigen su independencia. Hasta cierto punto, tenía mucha confusión sobre dicho asunto, que poco a poco, gracias a los programas especiales de CRI, incluso reportajes y publicaciones leídas en China Hoy, dos importantes medios de este país, fui comprendiendo mejor.

Visitar el Tíbet me ha abierto los ojos y ya no entiendo esas manifestaciones y exigencias de los líderes en el exilio. El llegar hasta allí y observar a los tibetanos sonrientes y felices, disfrutando de libertad, de su religión, sus costumbres y con una vida mucho más acomodada que en años pasados, ha sido una de las grandes impresiones que he logrado en esta visita. He quedado enamorado y fascinado por el Tíbet, por todo lo que encontré y que nunca imaginé ver allí, el modernismo mezclado con la magia de la religión que envuelve toda esta hermosa región, rodeada siempre de preciosas montañas, cuya altura es sólo alcanzada por las figuras y siluetas que dejan a su paso las nubes que recorren estos valles extensos, poblados por ovejas, yak y los tibetanos con sus tradiciones y costumbres particulares.

Cada templo, monasterio, calle y edificio son un atractivo a la vista. La arquitectura y la belleza de estos lugares en medio de montañas y sobre una altura increíble de 3.600 metros sobre el nivel del mar, son una bellísima pintura que queda grabada en la memoria e inmortalizada en fotografías que se convierten en un preciado recuerdo de cada paso dado en este recorrido.

Un lugar encantado por la religión

Aún después de visitar tantos lugares marcados por una religión dominante en el Tíbet, como es el budismo, no puedo comprender por completo la dimensión de esta corriente religiosa. Es muy complejo para un extranjero entender los términos o recordar los nombres de tantas figuras importantes en esta antigua secta. Pero me satisface haber visitado esos lugares y haber sido testigo del fervor, la fe y el peregrinaje de tantos tibetanos, que cumplen fielmente los preceptos de su creencia.

Mi gran sueño, antes de partir, era subir al Potala y divisar desde allí la ciudad sagrada de Lhasa y, efectivamente, no contuve mi emoción al lograrlo. Me parecía mentira, como si estuviese en un cuento, presenciar ese lugar, que desde mi país se veía tan distante e inalcanzable. Ni qué decir del Templo Jokhang con su estilo arquitectónico combinado de India, Nepal y la China de la dinastía Tang y su decoración religiosa, sus tejados de azulejos dorados, el centro espiritual del budismo en el Tíbet. Destacado por la gran cantidad de monjes y peregrinos que diariamente lo visitan, siendo un lugar lleno de gran significado e importancia para el budismo. Un templo a 3.600 metros sobre el nivel del mar en el que el único calor que se ha de sentir es el de la gente llena de fervor que eleva sus plegarias y las llamas de las velas y los inciensos que arden, evocando la presencia de esa divinidad que mueve toda una religión en Oriente, el gran Buda Sakyamuni, o quizas Avalokitesvara.

El Bazar Bakhor, que rodea al Jokhang, es otro punto para destacar; al caminar por sus calles aglomeradas de tiendas, almacenes y comerciantes que venden lo más típico y exótico de su cultura, poco a poco se pierde la noción del tiempo, y pareciera que cada paso que avanzamos lo retrocedemos transportándonos a una época anterior, posiblemente a la Ruta de la Seda u otro momento histórico. Es una experiencia fantástica contemplar las antiguas construcciones y edificios apilados a cada lado de esta famosa calle comercial.

Belleza natural y diversidad

Me satisface muchísimo haberme encontrado esa diversidad. Preciosos escenarios naturales como el lago Namtso, el de mayor altura en el mundo, la prefectura de Shannan, con su historia antigua, su prosperidad y su Yumbu Lakhang, que, pese al atractivo de ser el primer palacio del Tíbet, sobre una montaña de 200 metros de altura, fue una difícil prueba que me costó superar, debido a la altitud de la meseta, pero otra valiosa experiencia.

Otra parte importante de este viaje y que resalto, fue la visita a una escuela primaria en Lhasa, ya que me permitió ver de cerca el sistema educativo en el Tíbet, guiado por las normas pedagógicas de China, que permite a los niños el aprendizaje de dos lenguas simultáneamente a través de formas tan didácticas como los cantos en las clases, algo que me impresionó sobremanera. Otro aspecto más, del cual también fui beneficiado, fue la medicina tibetana, famosa en China por sus medicamentos e ingredientes naturales, que me permitieron en pocos días superar los efectos de la altitud, que siempre causan un malestar al visitante.

Divulgando la realidad del Tíbet

Todos estos conocimientos y mi experiencia fueron traídos a mi país y transmitidos gracias a mi espacio radial con el programa Ventana a China, en Colombia. Mi propósito era que los oyentes vivieran cada momento que viví en el Tíbet y conocieran mejor y de cerca cada aspecto de esta encantadora región. Los reportajes con audios, entrevistas, explicaciones y, sobre todo, la música tibetana, fueron los principales testimonios y materiales utilizados en estos programas. Una vez más, mi gran deseo es que muchos otros amigos en el mundo puedan vivir esta experiencia y visitar alguna vez este precioso territorio, otro mágico y extraordinario lugar por descubrir en la enorme y próspera China. 

*John Fredy Castrillón, estudiante colombiano de Comunicación Social, director del programa radial Ventana a China que se emite en Colombia (ventanaachina@yahoo.com)

 

 

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