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Cuentos de Ellas
La joven y el emperador
Por TANG SHUBIAO

 

 
 

El emperador Wen de la dinastía Han del Oeste.

— Cómo dio comienzo el sistema de peticiones públicas al Gobierno en China

Se llamaba Ti Ying y su lucha por la salvación de su padre forma ya parte de la historia. Es, muy posiblemente, la primera persona del pueblo que pidió una audiencia a la corte imperial; a pesar de ser una joven plebeya, su coraje y su perspicacia se ganaron las simpatías del emperador y no dudó en hacer frente a la tradicional mentalidad patriarcal china. Además, gracias a su afán, una antigua forma de tortura fue finalmente prohibida, salvando de ella no sólo a su padre, si no a muchos, muchos otros.

l sistema de peticiones públicas, o de ruegos y demandas, al Gobierno Central es una práctica muy particular y arraigada en la tradición política china. Mediante este procedimiento, cualquier ciudadano, persona jurídica u organización, puede, ya sea personalmente o por carta, teléfono, correo electrónico u otras formas de comunicación, denunciar ante el Gobierno Central las injusticias cometidas contra él y solicitar su ayuda, realizar quejas y reclamaciones, súplicas, opinar, proponer medidas o apelar decisiones de la Administración. Para solucionar estos asuntos, el Gobierno dispone de un departamento especial y de una Oficina Estatal de Cartas y Peticiones.

En un proceso de transformación social y económica tan intenso como el que vive China, es lógico que surjan disputas relacionadas con expropiaciones de tierras, demolición de casas y traslado de sus ocupantes, educación, asistencia médica o empleo, lo que ha tenido como consecuencia que muchos ciudadanos acudan a Beijing a pedir audiencia para hacer llegar sus solicitudes y reclamaciones al Gobierno. Para hacer frente al alto número de peticiones recibidas, el año pasado se promulgó un reglamento que exhortaba a los departamentos gubernamentales a cargo de estos asuntos a enviar representantes a las provincias donde se daba un mayor número de peticiones a Beijing, con el objetivo de conocer más de cerca y solucionar más rápidamente los problemas denunciados. Tras la publicidad dada en los medios de comunicación a este nuevo reglamento, los ciudadanos chinos de a pie comenzaron a prestarle mayor atención.

Según las crónicas aparecidas en diferentes medios, sólo entre septiembre y noviembre del pasado año, los departamentos gubernamentales enviaron representantes a cinco provincias y regiones autónomas: Hebei, Shanxi, Mongolia Interior, Liaoning y Henan, donde recibieron en audiencia a más de 5.000 personas, escuchando sus solicitudes y quejas, aceptando más de mil y solucionando la mayor parte de los asuntos que cada año motivaban peticiones de audiencia a Beijing.

Por otro lado, en todas las regiones se ha constituido un Fondo de Ayuda para las Reclamaciones, que, coordinado con los departamentos correspondientes de asistencia social del Gobierno Central, está destinado a resolver las dificultades prácticas de los solicitantes de audiencia.

La costumbre de pedir audiencia al Gobierno Central se remonta a tiempos muy antiguos. Según la tradición, la primera persona que lo hizo se llamaba Ti Ying, una joven que vivió durante el reinado del emperador Wen (179-156 a.n.e.), de la dinastía Han del oeste. El emperador Wen es uno de los gobernantes al que se le atribuyen más logros y, junto con el emperador Jing (156-140 a.n.e.), quien le sucedió en el trono, proporcionó a China un largo periodo de paz y prosperidad.

Ti Ying era la hija de Chun Yuyi, un conocido médico de la provincia de Shandong. Chun Yuyi, cuyas artes médicas le habían granjeado una gran fama, había llegado a ser jefe de distrito, pero dimitió del cargo para dedicarse por entero a ejercer la medicina. En cierta ocasión, sin embargo, no fue capaz de curar a la mujer de un acaudalado comerciante y fue acusado, injustamente, de asesinato, siendo arrestado por el gobierno local de aquel entonces. Se decía, no obstante, que el motivo real de su captura fue su negativa a tratar a un corrupto caudillo local. En cualquier caso, Chun fue condenado a la pena de los “cortes en la carne”, una antigua forma de castigo que consistía en trazar caracteres chinos mediante cortes en la cara del reo y la amputación de su nariz y uno de los dos pies.

En su condición de antiguo jefe de distrito, Chun debía ser escoltado a la capital, que en aquellos tiempos era la ciudad de Chang’an, la actual Xi’an, donde sería torturado. El condenado era padre de cinco hijas, la menor de las cuales era Ti Ying. En el momento de la partida, las chicas lloraban con amargura el cruel destino de su padre, quien, entristecido al verlas, exclamó suspirando: “¡Tantas hijas como tengo y que ninguna pueda ayudarme en un momento así!”.

La mentalidad tradicional china consideraba que la mujer estaba a un nivel inferior al del varón y no era apta para emprender tareas fuera del hogar, por lo que debían vivir como seres constantemente dependientes de sus padres y maridos; se trata de una idea que ha estado siempre muy arraigada en la cultura tradicional; tan profundamente, de hecho, que, aún hoy, persiste en algunas remotas zonas rurales, donde se espera con anhelo que la descendencia sea masculina.

Pero ya 2.000 años atrás, Ti Ying tuvo la osadía de desafiar esta forma de pensar y, al escuchar las palabras de su padre, pensó: “¿Por qué no van a poder las hijas defender a sus padres en apuros igual que lo harían los hijos?”, y, sin dudarlo, se puso en marcha hacia Chang’an junto a su padre, para solicitar clemencia, sin importarle ponerse a sí misma en peligro. Y es que, en aquella época, en China estaba absolutamente prohibido que las mujeres apareciesen en público, siendo potestad de los hombres el hacerse cargo y decidir sobre cualquier asunto que afectase a su familia.

Finalmente, la joven Ti Ying llegó a la capital con la voluntad de pedir audiencia al emperador Wen, pero la guardia del palacio no permitió su entrada al mismo; esto no hizo que Ti Ying cejase en su empeño y, ya que no podía verle en persona, decidió escribir una carta al emperador, en la que decía: “Siendo mi padre jefe de distrito en Shandong, era conocido por su honestidad y su sentido de la justicia; pero ahora, se le considera un asesino y se le condena a la pena de los ‘cortes en la carne’. No estoy triste únicamente por mi padre, sino por todos los que sufren este castigo, ya que, si uno pierde sus pies o su nariz, convirtiéndose en un tullido, ¿qué oportunidades tiene de empezar una nueva vida y enmendar sus errores? Prefiero convertirme en una sierva para expiar la culpa de mi padre y darle así a él una segunda oportunidad para corregirse. Ruego a Su Majestad que tenga clemencia”.

La lógica de Ti Ying convenció al emperador, quien decidió que, ciertamente, dicha pena no era racional. Así que reunió a sus ministros y les comentó lo que pensaba: “Si alguien comete un delito, lo que debemos hacer es darle una lección y proporcionarle la oportunidad de corregirse. Pero lo que estamos haciendo es tatuar a sangre caracteres en su cara y destruyendo su cuerpo. ¿Qué sentido tiene esto? ¿Acaso vamos a convencer así a alguien de que hay que hacer el bien?”. Finalmente, y tras discutirlo con sus ministros, el emperador Wen decidió abolir dicha pena, que llevaba 2.000 años aplicándose, lo que se considera una de las grandes reformas legales de China.

Y, según concluye la leyenda, tras ser eximido de su pena, Chun Yuyi continuó ejerciendo la medicina entre sus paisanos, adquiriendo tanta popularidad e influencia por su buen hacer que llegó a crear una escuela y fue, finalmente, llamado a la corte por el emperador para prestar allí sus servicios.

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