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Especial
Alojamientos familiares de la Expo de Shanghai
Por ZHANG MAN y GONG HAN

Mientras dure la Expo de Shanghai, los visitantes de otros países no sólo van a gozar de los distintos pabellones, sus actividades y los objetos que allí se exponen, sino que también van a tener la oportunidad de conocer más de cerca la particular forma de vida y cultura de los shanghaineses hospedándose en alguno de los muchos alojamientos familiares habilitados para la ocasión.

Estos alojamientos con familias, a diferencia de los hoteles familiares, que son negocios ya establecidos, son una solución temporal para la posible escasez de habitaciones disponibles en Shanghai durante la Expo, dado el alto número de visitantes previsto. Se trata de las residencias habituales de familias de Shanghai seleccionas para la ocasión por una comisión gubernamental y que se definen por tres rasgos esenciales: su carácter temporal, su objetivo no lucrativo y su función de ayuda a la organización. De hecho, se les considera en cierta forma pabellones de la Expo fuera de su recinto, ya que, como en el escenario de la Expo propiamente dicho, muestran ejemplos de la vida en la ciudad de Shanghai.

En el proceso de selección se tuvo muy cuenta para la calificación final el “color” local de la familia y su rasgos distintivos; finalmente, 500 alojamientos familiares fueron aprobados, distribuidos en diversas zonas de Shanghai, como la de Zhabei, Jing’an, Luwan o la de Huangpu.

Las comodidades y reformas introducidas por Wu Guoxiang crean una buena atmósfera para los huéspedes extranjeros.

 

¿El idioma? No es ningún problema

Wu Guoxiang, de 59 años, es una nativa de Shaoxing, una ciudad cercana a Hangzhou, en la provincia de Zhejiang, y una gran amante de la ópera homónima de su ciudad natal: empezó a aprenderla de pequeña, y tras jubilarse, entró a formar parte de un grupo profesional, lo que le permite seguir profundizando en su estudio. En su casa, no es raro ver en las paredes fotografías de ella enfundada en diferentes trajes operísticos o acompañada de artistas de la ópera de Shaoxing, como las que conserva bajo la lámina de vidrio de la mesita del té.

En los días previos a la llegada de los primeros huéspedes extranjeros, Wu Guoxiang se afana para reunir todos los trajes operísticos y los videos de las óperas que representó junto a sus amigas, deseando que sus visitantes tengan ocasión de conocer la ópera local y de vestirse y actuar junto a ella.

La familia de la señora Wu fue una de las primeras en inscribirse en el programa de alojamientos familiares de la Expo. Antes de presentarse al examen, Wu reunió, como siempre, a las cuatro familias que viven en su mismo edificio, el n.°16 del barrio residencial Familia Aijian, en el n.° 555 de la calle Wenxi, y discutió con ellos los pormenores del examen. Tras la reunión, todas acabaron por unirse a la fila de solicitantes.

La iniciativa de estas cuatro familias terminó por influir en toda la comunidad urbana de Linfen, donde residen, provocando que finalmente hayan solicitado su inscripción en el programa un total de 17 familias, constituyendo conjuntamente la que se ha dado en llamar la “aldea de la Expo”. Según los requisitos exigidos, cada vivienda debe contar con un dormitorio principal con cuarto de baño independiente para los huéspedes, lo cual no supone ningún problema para Wu, ya que su hijo y su nuera, que contaban con una habitación con estas características, viven y trabajan en el extranjero y han dejado la misma libre. Su principal preocupación es cómo conseguir que los huéspedes extranjeros se sientan como en su propia casa.

Tras debatirlo con su marido, la pareja decidió reformar toda la vivienda; luego de las incomodidades de semejante obra, por fin, un mes antes de que diese comienzo la Expo, pudieron relajarse satisfechos al ver las paredes y techos de un blanco impoluto y los nuevos y relucientes electrodomésticos. Por si fuera poco, decidieron despejar el dormitorio de su nieto, para facilitar la estancia de los huéspedes que acudiesen a visitar la Expo con niños.

La verdad es que para dos ancianos chinos que apenas saben alguna palabra en inglés, la cuestión del idioma a la hora de acoger a los huéspedes se convirtió en uno de sus principales motivos de inquietud: “Cuando supe que habíamos sido seleccionados para llevar a cabo los ensayos de los alojamientos familiares de la Expo, me invadió una gran ansiedad por mi ignorancia del inglés”, cuenta Wu. Hace unos días, aprovechando el regreso del extranjero de su nieto, estudió con él algo de inglés en todos sus ratos libres; además, Wu no ha dejado de asistir a las clases de idioma de la “aldea”, esforzándose por aprenderlo mejor.

Tras la llegada, hace un año, para los ensayos del primer grupo de huéspedes –once visitantes procedentes de España, Costa de Marfil, Sudán y Japón- Wu pudo descubrir que la cuestión del idioma es secundaria cuando la acogida es amable y calurosa. En su casa se alojó un chico japonés y, a pesar de que ninguno de ellos comprendía el idioma del otro, consiguieron comunicarse sin apenas problemas. Ella dejó de preocuparse del todo la noche en que su inquilino les invitó feliz a beber en su hogar junto a dos compañeros extranjeros que también residían en alojamientos familiares de la Expo. 

El matrimonio Cheng Shuchu.

Importancia de crear una buena atmósfera familiar

En la tarjeta de visita del profesor de matemáticas Cheng Shuchu, se pueden ver claramente la imagen de la mascota de la Expo y la del pabellón chino, así como su presentación: “Cheng Shuchu, líder de la ‘aldea de la Expo’, calle Wenxi n.º 555”. Cheng, alabado por todos por su compromiso y su trabajo en la “aldea”, fue quien elaboró las Normas de la aldea así como los Consejos para la recepción de huéspedes extranjeros.

Cheng confiesa que la organización de éstas y otras actividades “no es una exigencia del comité de vecinos, sino algo que hacemos voluntariamente”, ya que desde un buen principio, por iniciativa propia, los mismos vecinos dispusieron diversas acciones para mejorar en aquellos puntos en que se consideraban menos preparados: por ejemplo, se organizaron dos cursillos de inglés y están a punto de iniciar un tercero, con profesores que vienen a la misma “aldea” y les enseñan las palabras y frases de uso cotidiano.

“Pero no nos detenemos en el idioma. También pensamos que debíamos ser capaces de mostrar algunos rasgos únicos de nuestra cultura y, por ejemplo, hemos pedido a algunos cocineros profesionales que nos enseñen a preparar determinados platos, sopas y postres; además, estamos aprendiendo sobre temas relativos a las actividades de alojamiento, como cómo tratar las cuestiones de seguridad. Han sido todas acciones con una gran acogida entre los vecinos y de las que hemos podido aprender mucho”, considera.

Otra de las ideas de Cheng fue la publicación mensual del Boletín de la aldea, para recoger las novedades y acontecimientos que se vayan produciendo en su área durante la Expo y del cual van ya por el número tres; lleno de detalladas noticias e imágenes, cuenta para su edición con la ayuda de su hija, quien redacta el contenido en su computadora.

Cheng no ceja en su empeño de facilitar la estancia en la “aldea” a los visitantes y, hace poco, se le ocurrió que cada familia coloque en su casa una pequeña placa que indique aquello por lo que destacan y juntar también las del resto de familias en una sala de reuniones, para que los huéspedes puedan conocer mejor a la familia con la que se alojan. Así, por ejemplo, “los aficionados a la fotografía pueden venir a mi casa para intercambiar experiencias conmigo”, dice Cheng, ya que, desde que se jubiló, su principal afición es la fotografía; todas las instantáneas que se pueden ver en su casa son obra suya y cree que, exponiendo sus fotos, puede ayudar a los visitantes extranjeros a conocer mejor el país.

Otra de las aficiones de Cheng es recortar las noticias de los periódicos, y ha venido coleccionando artículos sobre la Expo desde que comenzaron las preparaciones, con el deseo de que puedan ayudarle a comunicarse con sus huéspedes. Pero no acaban ahí las habilidades y pasiones del polifacético Cheng: juega al tenis de mesa, practica las artes marciales, y hasta canta y toca el típico violín chino de dos cuerdas. Pero cree que “lo más importante no es alardear o mostrar todas las habilidades de uno, sino ser capaz de crear una atmósfera en la casa que haga que los huéspedes se sientan perfectamente cómodos”.

Es lo que tenían en mente cuando decidió, junto a su mujer, despejar el dormitorio principal que habitualmente utilizan y trasladarse a un cuarto más pequeño. Incluso, tras despedirse de los primeros huéspedes, blanquearon la habitación e instalaron en ella nuevos muebles. La casa de Cheng, en la planta baja, se muestra ciertamente acogedora: descorriendo las cortinas del dormitorio principal, se ve el patio en el que la pareja cultiva flores y plantas. “Cuando hace buen tiempo, los huéspedes extranjeros pueden sentarse ahí y tomar un té relajadamente”, concluye animado Cheng.

 

Gu Shiren, su esposa y su nieto Alexander.

Conviviendo con una típica familia china

En la casa de Gu Shiren, se respira el típico ambiente de una familia china: el matrimonio, simpático y alegre, y su precioso nieto, Alexander, mestizo, que aparece, tímido él, sólo después de que su abuela, la mujer de Gu Shiren, lo haya llamado varias veces; mientras tanto, en la cocina, la niñera de Alexander, continúa trabajando.

Tal y como lo describe Gu: “Somos una familia de lo más normal”. Y, precisamente, esa atmósfera familiar tan típicamente china, es lo que los hace tan especiales.

Antes de jubilarse, Gu, de 70 años, trabajó como ingeniero de alto nivel, analizando productos para el Grupo Baosteel (Baosteel Group Corporation); su mujer, Wang, fue directiva de una compañía textil durante más de diez años. Wang, tras graduarse en la universidad, fue destinada a Nanjing, por lo que Gu solicitó el traslado para poder estar junto a ella; allí estuvieron hasta su jubilación, cuando pudieron volver de nuevo a Shanghai.

Su casa no es muy grande, pero es limpia, ordenada, simple y elegante. La librería, rebosante de ejemplares, y las pinturas tradicionales chinas, le dan a su modesto hogar un toque refinado e intelectual.

Gu es un gran aficionado a la caligrafía y a la pintura china. En las paredes de su casa, se puede ver una reproducción de la obra El tibio viento de la primavera, que él mismo realizó, y en su escritorio, en un rincón de la sala de estar, se encuentran ordenadamente los cuatros tesoros de la escritura (el pincel, la tinta, la piedra y el papel). Para Gu, tanto el estudio en solitario de la caligrafía y la pintura como el intercambio de experiencias y opiniones con los compañeros de la universidad para la tercera edad, son apasionantes.

Otra fuente de orgullo y disfrute para la pareja es el pequeño Alexander, que llegó a China a los tres años: cada día, su abuelo lo lleva a la escuela y lo recoge para traerlo de vuelta a casa; el pequeño ha conseguido hablar ya el chino con fluidez. Para Gu, el motivo más importante que le llevó a inscribirse en el programa de alojamientos familiares de la Expo es su deseo de que aumente el interés entre los extranjeros por conocer China.

Gu dice que él y su esposa disfrutan acogiendo a visitantes del extranjero y, a diferencia de otros, piensa que no es necesario realizar un gran esfuerzo para prepararse ya que “si queremos que conozcan la vida real y cotidiana de los chinos, lo que tenemos que hacer es acogerlos y tratarlos como acogeríamos y trataríamos a cualquiera de nuestros amigos de aquí; mantendremos la casa limpia y cocinaremos platos locales, si a ellos les gustan”, opina.

La anciana Liu quiere regalar a los visitantes extranjeros los zapatos que ella misma confecciona.

Los zapatos ecológicos de la anciana Liu

La anciana Liu Keying, de 82 años, es toda una estrella en la comunidad: no sólo representa la vida sana, participando en la exhibición de taichi de los últimos días, sino que cuenta con una habilidad muy especial: confecciona artesanalmente un tipo tradicional de zapatos infantiles cuya parte delantera tiene la forma de la cabeza de un tigre. Se trata de un tipo de calzado que, debido a su textura blanda y a su capacidad para conservar el calor, se solía hacer para los niños menores de un año; además, se consideraba un símbolo de buena fortuna para el niño que lo usaba, quien tendría una vida sana y sin dificultades.

Estos pequeños zapatos traen dulces recuerdos a la anciana Liu: los de sus tiempos en la aldea ribereña al sur del Yangtsé donde vivió hasta cumplir los 18 años; allí observaba a su madre y a su hermana mayor confeccionarlos y, poco a poco, a fuerza de estudiarlas atentamente, aprendió a hacerlos ella misma.

Desde entonces, en su tiempo libre, se ha dedicado a confeccionar estos zapatos, que ha ido regalando a sus familiares, amigos y vecinos: muchas generaciones de conocidos y parientes han lucido ya el calzado de la anciana Liu.

Con la edad, sin embargo, cada vez le cuesta más confeccionar a mano estos zapatos, lo que sólo puede hacer ya lentamente, tomándose su tiempo cuando hace buen día, y con continuas pausas. Pero Liu no ceja en su esfuerzo y, a pesar del tiempo que le lleva, ya ha hecho más de 30 pares de diversos colores que piensa regalar a los huéspedes extranjeros de los alojamientos familiares.

Lo que es, además, muy interesante, es cómo Liu se adapta perfectamente a los tiempos que corren y, aplicando los conceptos de desarrollo sostenible y ecología que preconiza la Expo, ha comenzado a utilizar materiales reciclables para confeccionar los zapatos: las sedas interiores de las cajitas de embalaje tan habituales en China, telas de revestimientos de cobertores, etc. No sólo no afectan al aspecto externo de los zapatos, sino que añaden al calzado un toque de color y un espíritu de lo más moderno.

Liu vive actualmente con su hija y su yerno. El dormitorio que ofrecen a los huéspedes es el de su nieto, que estudia en Alemania, un cuarto en el que, como en el de muchos adolescentes, se pueden encontrar montones de libros y ropa deportiva (el chico es un gran admirador del futbolista inglés Michael Owen), así que, si quien se aloja en esta habitación es un joven al que le gusta la lectura y el deporte, seguro que va a sentirse como en casa.

Cuando los hijos de la anciana supieron de la intención de su madre por participar en el programa de los alojamientos familiares de la Expo, la apoyaron al cien por cien. Incluso sus dos hijas, que trabajan en compañías extranjeras, se ofrecieron para hacerle de intérprete, además de la ayuda extra que pueda recibir de los voluntarios que se encargarán de esta labor en su comunidad.

 

 

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