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Así Nos Ven
La moda no incomoda
Por ANTONIO FERNÁNDEZ ARCE

Cómo la moda occidental entró y ocupó el mercado chino

Hace un cuarto de siglo, parecía que, sin proponérselo, los chinos estaban dando vigencia a un milenario aforismo feudal que subestimaba el valor de la mujer en la sociedad. Paradójicamente, no porque fueran antifeministas, sino por todo lo contrario. La revaloración de la mujer había llegado a límites hacía poco inimaginables en esta insólita China de 1.300 millones de habitantes, en la que se cimentaba el axioma que gustaba emplear Mao Zedong: La mujer sostiene la mitad del cielo.

¿Cómo se calificaba el nacimiento de una niña en la vieja sociedad feudal? (aún ahora, tantos años después, se hace en remotas zonas rurales): pues, nada menos que como “mercancía que hace perder dinero”; dicho en términos chinos: “pei qian huo”; en cambio, el nacimiento de un varón significaba adquirir “una libreta de ahorros”. En los dos casos, la referencia era a la mano de obra.

Nuevos modelos

A finales de los años 70, cuando empezaron en China la reforma y la apertura al exterior, las muchachas comenzaron a abandonar tímidamente las ampulosas faldas y las trenzas campesinas. Cinco años después, eran frecuentes los desfiles de moda y los salones de belleza.

Decenas de miles de hogares tuvieron que hacer efectivo el gasto en esa “mercancía que hace perder dinero”; sobre todo cuando las chicas eran estudiantes casaderas. Porque la moda, los salones de belleza, los cosméticos y las diversiones a lo occidental rápidamente cambiaban el modo de vida de la juventud china. Y eso tenía su costo.

Atraídos por la novedad y por la propaganda, fuimos a la hermosa Galería de Arte de Beijing, donde en la primavera de 1985 el famoso Ives Saint Laurent presentaba su colección de moda, una retrospectiva de sus 25 años como diseñador.

Centenares de chicas elegantemente ataviadas se aderezaban en el vestíbulo, se retocaban con carmín y cosméticos, se contoneaban ante grandes espejos y se alisaban el cabello antes de ingresar en la pasarela.

Li Wensheng, modelo ella, nos dijo que era la quinta vez que veía “esta hermosa colección que nos fascina”. La vimos precisamente cuando se daba los últimos toques de lápiz labial en su bello rostro. Momentos después, embelesada, admiraba los vestidos de alta costura en lana, algodón, seda, o poliester, diseñados para reuniones sociales, cócteles, teatros, cine, o simplemente para seducir admiradores en las calles.

Fueron en total 150 juegos de ropa de alto diseño los exhibidos por Saint Laurent. Luego vendría otra exhibición, la de Pierre Cardin, convertido en buen socio de China, como que ya tenía aquí dos restaurantes de los más lujosos (Maxim y Minim) y una empresa de confecciones para la exportación y para el mercado interno.

Cuando se le preguntó a Saint Laurent por qué escogió la parte continental de China para su primera exhibición en Asia, si había opulentos centros capitalistas de gran atractivo como Tokio, Hong Kong y Singapur, respondió simplemente: “China siempre me ha fascinado. Su arte, sus costumbres, sus leyendas, su historia y su folclore han sido permanentes fuentes de inspiración para mí”. No aludió a la apetitosa clientela potencial de más de mil millones, que hacían esperar algo más de la desconcertante apertura china hacia modos y gustos occidentales.

En cambio, confirmó su aseveración y mostró, como lo hizo en la Galería de Arte, modelos de inspiración china, sobre todo basados en el afamado Qipao, traje chino generalmente de brocado de seda, entallado y con insinuante apertura hasta los muslos, a ambos costados. Originalmente fue una bata manchú y desde hace 450 años es el traje tradicional de la mujer china e indumentaria representativa de Oriente.

Audaz liberalidad

Li Zhao, presidenta de la Asociación China de la Moda, calificó como excelente la exhibición de Ives Saint Laurent. “La moda simboliza el cambio de una época”, sentenció con entusiasmo.

Ella también estuvo días antes en un desfile conjuntamente presentado por modelos chinas y extranjeras en el céntrico Hotel Beijing. Eran modelos del diseñador japonés Junko Koshino. Los maniquíes desfilaron en la pasarela “con música galáctica”, y lucieron vestidos de “línea cósmica”, con tocados “punk”. Una audacia no muy bien vista entonces por los chinos. Li Zhao, después del controvertido desfile “punk”, dijo que este había sido “un completo éxito”.

La obsesión de las muchachas chinas por “el último grito de la moda” vino aparejada entonces con el incentivo “desde arriba” ya que las autoridades permitían cada vez más centros de venta de cosméticos, salones de belleza, peluquerías, salas de manicura, gimnasios -incluida la gimnasia aeróbica para preservar la línea anatómica ideal-, talleres de calzado y ropa, joyerías, etc. Y autorizaban la confección y el comercio privados de lencería, ropas de moda y bisutería de toda laya.

La natural inclinación y la femenina presunción por la belleza del vestuario se apoderaban de las esbeltas chicas chinas cuya mejor gimnasia cotidiana estaba en el ejercicio de la bicicleta, que inundaba las ciudades de este enorme país. Aquella sentencia de Madame du Chatelet de que las mujeres inútiles se apegan a la moda, las pretenciosas la exageran y las de buen gusto saben lucirla, rezaba muy bien en esa sociedad china, en la cual la apertura parecía haber cogido tan de sorpresa a las muchachas, que tan pronto lucían una moda de ancho plisado al estilo de los años 30, como un diseño “trapecio” de la década del 50; o, junto a un estilo “Op” de inimaginables colores, se podía admirar una minifalda de esas por las cuales su creadora, Mary Quant, fue tan vapuleada hace varias décadas hasta en el propio Parlamento británico.

Pero una cosa sí parecía cautivar a las chicas chinas: los blue jeans, que les entallan más el cuerpo y, según opinión generalizada, son más cómodos para poder desplazarse sobre las bicicletas, principal medio de locomoción en la China de entonces.

Hace treinta años asistimos en este hoy tan bullicioso y colorido Beijing a la fiebre de compra de cremas y productos lácteos de tocador, que contenían polvo de perlas. Se las sigue fabricando y gran parte de ellas son para la exportación, porque ahora la fiebre es otra: las cremas a base de hierbas y materias medicinales, que no sólo embellecen y dan tersura al cutis, sino que curan algunas enfermedades, en particular de la piel; son hechas a base del famoso “Gingseng” o “Raíz de la vida”, de hongos plateados, de jalea real y de una hierba medicinal propia de China denominada “glossy ganoderma”.

Sólo en Beijing, según las estadísticas, en las tres últimas décadas, la venta de cosméticos se ha más que decuplicado.

Moda masculina

Pero los hombres jóvenes tampoco se quedan atrás. Los desfiles de moda, que proliferan en todas las grandes ciudades, incluyen modernos diseños de ropa masculina. A esos desfiles comenzaron a llegar en masa en los años 80 enriquecidos campesinos que tenían libre acceso a la venta y fijación de precios de sus productos en los mercados. Pero, como siempre, las mujeres llevan la delantera en cuanto a moda se refiere.

Hoy, el traje occidental y la corbata se han impuesto a la tradicional chaqueta a lo Sun Yat-sen o a lo Mao Zedong.

En los 80, cuando irrumpió con fuerza la moda occidental, se dio el caso insólito de empresas estatales que comenzaron a obligar a sus empleados a usar diariamente traje y corbata.

En algunos lugares, los jóvenes que empezaron a vestirse así eran criticados como “burgueses”. Esas críticas eran menospreciadas como rezago de la Revolución Cultural. En otros, las gerencias de las empresas sancionaban con multas y descuentos a quienes no usaban la indumentaria occidental.

Las páginas de los periódicos comenzaron a plagarse de cartas de protesta y de crítica en uno u otro caso. Un episodio risible fue el que reveló la protesta masiva de empleados de algunas tiendas de harina, en Beijing. El “Diario de la Tarde” publicó aquí una carta que denunció que, obligados a usar traje y corbata, los empleados sufrían económicamente porque al terminar la jornada tenían que trabajar el doble, pues debían limpiar su traje que, con el polvo de la harina quedaba “nevado”. ¡Cosas de la moda!

Tiempos modernos

Así comenzó a modernizarse la vida social en China. La moda occidental copó rápidamente los gustos del sector social más proclive a los cambios: la juventud.

Con la moda de la indumentaria y el acicalado femeninos, entraron hábitos y mentalidad, aspiraciones y realidades ajenos a una sociedad que había vivido encerrada en idearios y tradiciones a veces incompatibles con los nuevos tiempos sobre el planeta.

Todo fue producto de la desconcertante apertura china de finales de los años 70 hacia formas y modos de vida, hacia costumbres y gustos antes inconcebibles.

Por otro lado, mientras aquí la comunidad china era agitada por la occidentalización, allá, en Occidente, la apertura parecía ser hacia China. ¿Acaso los parisinos, especialmente las parisinas, no quedaron fascinados con las sedas y brocados chinos de la Feria Internacional de la Seda celebrada en la capital francesa como preludio a la exhibición de moda de Saint Laurent en Beijing?

Confecciones en seda de la provincia de Sichuan, vestidos y blusas bordados a mano en seda de las provincias de Jiangsu, Zhejiang y Shandong, por ejemplo, fueron adquiridos totalmente en los primeros días de la feria en París. El hasta entonces desconocido exotismo y el lujo de la indumentaria china comenzaron a cautivar a los europeos.

Los diarios franceses revelaron esa realidad. Y aquí, los diarios chinos revelaban la otra cara: la preferencia de la juventud femenina china por las confecciones en telas sintéticas, pero con diseño occidental.

Los turistas extranjeros que llegaron en agosto de 2008 a Beijing para los Juegos Olímpicos, se asombraron al encontrar una enorme urbe totalmente moderna y con servicios e instalaciones que ocupaban el primer lugar en el mundo: el aeropuerto más grande, el metro más extenso, las avenidas más ampulosas y las mayores congestiones de tránsito provocadas por más de cuatro millones de automóviles de último modelo, entre otras cosas en las que iban a la cabeza.

Por supuesto, no podían imaginar que hace tres decenios, cuando todavía Beijing era “una aldea grande”, como la llamábamos quienes habíamos residido tantos años aquí, fue la moda del vestido el heraldo de las grandes transformaciones que hoy asombran a todos en este vasto país-continente.

China. Org. cn Agencia Noticiera Xinhua Diario del Pueblo Radio Internacional de China CCTV
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