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Así Nos Ven
Shanghai es una fiesta
Por JORGE MINAYA VIZCARRA

Luego de una inmersión de 15 días en esta mega-ciudad de estructuras complejas, de urbanismo pan-asiático y vertebralmente europea, son muchas las impresiones y las ideas-concepto que los visitantes tenemos que procesar para comprender este fenómeno arquitectónico, cultural y económico del siglo XXI; asentada en el delta del río Yangtsé y generosamente bañada por el Mar de China Oriental, Shanghai ha devenido la mayor ciudad del país y una de las más pobladas del mundo (aprox. 20 millones de habitantes); y claro está, se ha convertido en la niña de los ojos del Estado, cuya cúpula ha decidido convertirla en la ciudad estrella de esta centuria; razones tienen de sobra: moderna, excitante y cosmopolita, Shanghai es la Roma contemporánea, es la nueva síntesis universal, todas las sangres y gentes de todos los colores se apiñan en sus fronteras; dueña de formas y matices múltiples, a caballo entre su pasado milenario y la posmodernidad, Shanghai quintaesencia lo que China ha sido y quiere ser, el corazón del planeta.

Colonizada por ingleses y franceses en el s. XIX, su posición estratégica como ciudad portuaria y su apertura al comercio internacional, convirtieron a Shanghai en el puente comercial y financiero entre China y las potenciales occidentales; entrados los años veinte del s. XX, y como consecuencia de su fortaleza económica, esta perla de Oriente consolidaría su posición, siendo conocida entonces como la Nueva York de Asia; sin embargo, es su desarrollo contemporáneo el que merece especial atención, más aun si consideramos que se trata del experimento capitalista chino más exitoso de la era moderna, y es que Shanghai es la ciudad más dinámica de China, sede del puerto con mayor intercambio comercial del mundo (representando el 30% de las exportaciones de este enorme país); así mismo, concentra el 25% de la Inversión Extranjera Directa y produce el 20% de las manufacturas; y como si estas proezas económicas fueran pocas, las cifras nos recuerdan también que, en los últimos tres años, el producto interior bruto de la región (que involucra a la mega ciudad y sus satélites), ha superado los 450.000 millones de dólares, es decir, el equivalente a la mitad de la economía india, y que además su tasa de expansión económica anual ha alcanzado el 12%, es decir, bastante más que el impresionante promedio chino.

Shanghai bajo la neblina de la mañana.

 

En esta misma lógica de crecimiento sin límites, es necesario tener en cuenta la evolución de su renta per cápita; en efecto, esta pasó de 125 dólares por año en la década de 1950 a 1.000 dólares en 1997 y 6.000 dólares en 2005, hasta superar los 10.000 dólares en 2009 (esta progresión, sencillamente, no tiene precedentes); y es que en este coloso demográfico y urbanístico, todo tiene formas y contenidos espectaculares: basta recordar que tiene más rascacielos que Nueva York, que su sistema de transporte es el más moderno y veloz del mundo (el Maglev, su tren emblemático, literalmente levita sobre un colchón energético y va a más de 420 km/h); nota aparte merece su posición privilegiada como centro de gravedad de las inversiones y finanzas en oriente y en el mundo (desde Audi, pasando por General Motors, Mercedes Benz y los bancos más importantes del planeta, están instalados en sus modernas zonas comerciales; siendo realmente paradigmático su centro financiero, ubicado en el modernísimo distrito de Pudong).

Y en el plano social, es necesario indicar que la materialización del nuevo Shanghai ha supuesto, entre otras cosas, la ejecución de grandes desplazamientos humanos; en efecto, una miríada de ciudadanos chinos fueron reubicados en los apartamentos construidos en los suburbios de la ciudad para propiciar las megaconstrucciones en el corazón de Shanghai; las estadísticas hablan de más de un millón de familias trasladadas a la periferia, proeza sólo posible en un país como China; Yasheng Huang, científico social y padre del “capitalismo con características chinas”, ha dicho, no sin acierto, que el milagro de Shanghai ha sido producto no sólo del capitalismo chino, sino también de la fortaleza y efectividad del Estado.

Y claro está, Shanghai tiene mucho que decirle al visitante que, azorado, camina por sus calles y urbes influenciadas por su arquitectura Art Déco, equilibrio entre la tradición y la influencia occidental (el espíritu europeo domina y define las zonas modernas de la gran ciudad); Nanjing Lu, su vía peatonal mayor, está jalonada por formas y estética inglesas; sin embargo, hay dos colosos que definen la personalidad del Shanghai moderno: la “Oriental Pearl Tower” y la imponente “Jin Mao Tower”; impresionantes monstruos de cemento, que han sido construidas para recordarnos a los mortales que la riqueza y el poder están en Shanghai; caminarlas, ascenderlas y sentirlas, es tutearse con la posteridad. Merece especial atención la “Oriental Pearl Tower”, ubicada en el distrito de Pudong, que es conjuntamente con el “Taiwan 101” el edificio más alto de Asia, siendo también la tercera torre de televisión más alta del mundo; con 468 metros de altura, tiene formas más bien geométricas, y estructurada sobre la base de cinco esferas, acoge en sus diversos compartimentos tres miradores, siendo el más alto el que está a 350 metros de altura, denominado el “Módulo Espacial”; este mirador tiene un pequeño detalle, y es que sus pisos son trasparentes, de modo que, quien se encuentra ahí, puede ver bajo sus pies el enorme abismo que lo separa del suelo: ¡jamás en mi vida he sentido vértigo mayor!

Así mismo, la “Oriental Pearl Tower” contiene en sus estructuras una de las proezas más notables de la ingeniería moderna: un restaurante giratorio a 267 metros de altura; desde ahí, en constante movimiento y degustando la sofisticadísima gastronomía china, puede Ud. observar la enormidad deslumbrante de Shanghai (claro está, si puede gastar 800 yuanes, puede Ud. invitar a su novia); y para terminar el periplo, es una gran opción visitar el “Museo de Historia de la Ciudad”; ubicado en la base de la Torre, ha sido trabajado diligentemente y es una fotografía del proceso histórico de esta gran urbe. Y para los más rigurosos intérpretes del pasado, resulta fundamental caminar y adentrarse en el gran “Museo de Shanghai”, que es indiscutidamente el mejor y más implementado de China y, sin ninguna duda, de Oriente; su colección de más de 120.000 piezas, cuyas raíces alcanzan el Neolítico, es sencillamente avasallante, la constatación visual de esta impresionante civilización milenaria.

Finalmente, y para quedar bien notificados de que la modernidad, la tecnología y el futuro están en Shanghai, hay que ir al “Bund” y tomar el paseo marítimo por el enorme río Huangpu, que parte la ciudad en dos; navegar sus aguas en esos yates modernos de tres y cuatro pisos y bordear el distrito de Pudong (que es, sin ninguna duda, el más rico y desarrollado del planeta), es la constatación material de que el poder del dinero ha sentado sus preces en Shanghai; cuanta multinacional importante y cuanto rascacielo imponente pueda uno imaginar, todos están en el distrito de Pudong. No hay que ser muy agudos para percibir que la historia de la economía posmoderna se escribirá desde esta gran Metrópoli.

Pero Shanghai es bastante más que la exultante realidad de los números y las grandilocuencias económicas; Shanghai es magia, es noche, es arte, es gastronomía variopinta, es aventura de formas; Shanghai es fiesta de colores, olores y razas. Concentra en sí y para sí el teatro, la literatura y el arte en todas sus expresiones; es hija privilegiada de la música, sede inevitable de pasiones sicalípticas; Shanghai es perfecta para la imaginación; caminarla y sentirla es sentir y recordar que Londres, París y Nueva York ayer fueron centro y hoy son periferia y, que Shanghai, “La Perla de Oriente”, es una fiesta.

China. Org. cn Agencia Noticiera Xinhua Diario del Pueblo Radio Internacional de China CCTV
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