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Cultura
Lao Zi y Confucio

Al encuentro del mundo actual

En el mundo actual, poca gente ignora los nombres de Lao Zi y Confucio, figuras consagradas de la cultura china y autores del Tao Te Ching y de las Analectas respectivamente. Pero, en general, se conoce muy poco de sus teorías y enseñanzas. Por ello, es un gran placer recibir dos nuevas traducciones, directamente del chino al español, de estas obras, editadas recientemente en versión bilingüe (chino y español). La traducción de la primera fue realizada por Tang Mingxin, ex embajador de China en Bolivia y Uruguay, en colaboración con el profesor Li Jianzhong, ex decano de la Facultad de Español de la Universidad de Estudios Internacionales de Beijing y la profesora Mao Pin, del mismo centro de enseñanza. La traducción del segundo texto corrió a cargo de Chang Shiru, catedrático de español de la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing. Este es el inicio de un ambicioso proyecto de traducción de las obras clásicas más destacadas de China a las principales lenguas del mundo. Se trata de un programa editor prioritario a nivel nacional que auspicia el Gobierno chino con el fin de promover la cultura china a escala mundial.

-La Redacción

Importancia de Lao Zi y Confucio en la cultura china

A lo largo de la historia de China, e incluso del mundo, pocos filósofos han influido tanto en la idiosincrasia de un pueblo como Lao Zi y Confucio, dos figuras de vital importancia para la evolución de la cultura milenaria de este país, aunque no dejan de ser un tanto legendarias por la lejanía de su época (hace 2.400 años) y la escasa información biográfica que nos ha llegado a través de los años. Además, es difícil encasillarlos estrictamente como filósofos, ya que sus enseñanzas han rebasado los límites de la metafísica para extenderse a la literatura, erudición, política, religión, pedagogía y ética. Fundadores y maestros de indiscutible liderazgo en todas estas áreas, han acuñado, junto con otras destacadas personalidades, la identidad cultural de la nación china.

Pero curiosamente, pese a su relevancia absoluta en la evolución del país, ni Lao Zi ni Confucio fueron escritores productivos, porque todo su valioso legado no pasa de ser en cada caso un “librito” de pocas páginas, en las que se recogen varios centenares de citas o analectas. La extraordinaria concisión estilística y sobriedad retórica que caracterizan sus obras no pueden ocultar, ni opacar un ápice la rigurosa lógica de su espléndida exposición ni la certeza de sus sabios criterios, como tampoco su deslumbrante sabiduría. Más bien es una invitación a ese conmovedor mundo repleto de enseñanzas, moralejas y reflexiones éticas.

Lao Zi y Confucio

Pocas veces coinciden cronológicamente dos grandes figuras históricas que han marcado el rumbo de la evolución de una nación, como es el caso de Lao Zi y Confucio, pensadores contemporáneos que vivieron hace más de 24 centurias. Por cierto, Lao Zi era unos 20 años mayor que Confucio. Según tradiciones escritas, ambos mantuvieron bastante contacto a lo largo de sus vidas, oportunidades que aprovecharon para aprender mutuamente y debatir sobre planteamientos teóricos respecto a la metafísica, la existencia humana, su relación con el mundo exterior y, concretamente, sobre los protocolos rituales y formas de gobernar.

Durante más de una docena de años, Lao Zi ocupó el cargo de director de la Biblioteca Imperial de la corte de la dinastía Zhou, tiempo que aprovechó para leer distintas materias y obtener un alto nivel de erudición. Sus enseñanzas ilustraron al joven Confucio, que viajó a Luo Yang para conocerlo, y le asentó una buena base para la plasmación de sus postulados humanistas. Más tarde, Confucio afianzó su propia teoría, convirtiéndose en el fundador de la corriente ideológica que ha influido tan decididamente sobre la idiosincrasia china, el confucianismo. A su vez, Lao Zi fundó y fundamentó el taoísmo, que no ha hecho menos en la acuñación ideológica de este pueblo. Se trataba pues de dos escuelas primordiales en el Periodo de Primavera y Otoño, en el que surgieron y compitieron muchas corrientes filosóficas.

En esa Era Axial, siglos V y IV antes de Cristo, según Karl Jaspers, florecieron a nivel mundial filosofías transcendentales, como las de Confucio, Lao Zi, Mo Zi, Zhuang Zi y Lie Zi, en China, al igual que el Upanishad y el budismo, en la India, el Zoroaster, en Irán, y Homero, Parmenides, Heráclito, Platón, Tucídides y Arquímedes, en Grecia. Ese período fue fundamental para la gestación y desarrollo de las carreras de humanidades y la ética de este país.

Obras de Lao Zi y Confucio

Las dos obras que hemos traducido de Lao Zi (Tao Te Ching) y Confucio (Analectas) representan la culminación del taoísmo y el confucianismo, dos corrientes predominantes en esa época que hemos mencionado anteriormente, que compartían algún denominador común: el abandono de la teocracia y la promoción del humanismo. Los estudiosos en la materia han señalado marcadas divergencias entre ellos respecto a muchos postulados y criterios: su diferente concepción del mundo y el compromiso frente a la política. Sin embargo, no cabe duda de que eran dos escuelas complementarias, como el Yin y el Yang, en una interacción dialéctica y universalista. Más adelante haremos una mayor aproximación documental a sus respectivos postulados. De momento, es necesario enmarcarlos en su contexto histórico.

Lao Zi.

 

Época de Lao Zi y Confucio

Cronológicamente, la época que les tocó vivir a los dos grandes maestros corresponde a las postrimerías de la dinastía Zhou, marcada por la corrupción y decadencia de la corte imperial, a raíz de la emergencia de los reinos y ducados. La decadencia de la teocracia imperial que antaño dominaba férreamente el espíritu de los vasallos dio rienda suelta a nuevas ideas y propuestas políticas, sociales y culturales. Durante el reinado de Zhou del Este, clasificado en dos períodos: “Primavera y Otoño” (770 al 476 a.C.) y “Reinos Combatientes” (475 al 221 a.C.), respectivamente, se produjo un inusitado florecimiento ideológico caracterizado por la “competencia de cien escuelas” y frecuentes guerras de anexión entre los diferentes reinos, a fin de definir el nuevo mapa imperial. En el año 221 a.n.e. se estableció la primera dinastía feudal de China, la Qin, cuyo primer emperador está enterrado en Xi’an, junto con su ejército de terracota, considerado por algunos como la octava maravilla del mundo.

Pero antes de la consolidación del sistema feudal representado por la dinastía Qin, China había conocido durante más de cinco siglos una situación caótica a raíz del desmoronamiento de la legendaria dinastía Zhou, con un territorio diezmado en numerosos reinos y una estructura social de varios estratos en forma de pirámide. En la punta de la pirámide se encontraba el monarca, autoproclamado Hijo del Cielo, cuya autoridad era concedida por la divinidad celestial, que le atribuía el poder supremo para gobernar. Su dominio se extendía por un amplio territorio que abarcaba prácticamente todo lo que hubiere bajo el cielo, luego los duques, y más abajo, sucesivamente, los señores, los caballeros y en la base, los vasallos. Dentro de esta pirámide hay un estrato que merece nuestra especial atención: los caballeros (Shi), que si bien pertenecían al grupo aristócratico, no poseían muchas propiedades pero solían ser cultos, letrados, expertos en protocolo y ritos, y servían a la alta aristocracia como preceptores y administradores, por lo que recibían una retribución.

Muchos de ellos se convirtieron en figuras de importancia clave para la plasmación de la cultura china. Nos referimos a Lao Zi, Confucio, Mencio, Zhuang Zi y Lie Zi, dentro de una extensa lista de eminentes intelectuales de la antigüedad china. Otro rasgo relevante de esa sociedad que explica perfectamente los postulados de la intelectualidad china consistía en la desigualdad, la injusticia, los abusos, la avaricia, la desmesura, la impunidad y la ambición desmedida de los gobernantes, en contraste con la absoluta pobreza y disconformidad del pueblo.

Confucio.

Postulados fundamentales de Lao Zi y Confucio

Desde el enfoque de la cosmovisión e identificación de la naturaleza humana, tanto el confucianismo como el taoísmo representaban una ruptura filosófica y un impulso al progreso social, ya que negaban a los antiguos postulados teocráticos y exaltaban los valores y la dignidad humanos. En China esa ruptura filosófica de la Era Axial fue representada en toda su plenitud por Lao Zi y Confucio, que abogaban por la dimensión metafísica y ética y, a la vez, eran profundamente humanos.

El taoísmo se basa en el Tao, un concepto metafísico que supone el origen y la ley absoluta que rige el mundo, contradiciendo la creencia teocrática predominante de la época que sostenía que el monarca era el “Hijo del Cielo” y tenía por ende poderes atribuidos por las divinidades. Aparentemente el taoísmo confería prioridad a la metafísica del Tao, pero en realidad se preocupaba, más que nada, por la esencia de la vida y la excelencia política, promoviendo la naturalidad, espontaneidad, tranquilidad, evasión, inactividad, sutileza y debilidad, cualidades consideradas como manifestaciones genuinas del Tao. Afirma que la mejor forma de gobernar es no “hacer nada” y el mejor gobernante es el que se abstenga de intervenir, para que las cosas se arreglen y se autorregulen siguiendo su curso natural. Con eso combate con energía las infamias universales de los que ostentaban el poder, en defensa de los derechos humanos en su curso propio de desarrollo.

A su vez, el confucianismo se basa en algo mucho más concreto: la benevolencia, que es un comportamiento ético multifacético: moderación y beneplácito de los gobernantes, respeto a la jerarquía, la superioridad y la vejez, piedad filial y amor al prójimo. Hay quienes sostienen que el confucianismo concede prioridad a los ritos, más que a la virtud ética, pero en el fondo, los ritos protocolares que intentaba restaurar Confucio son genuinas manifestaciones del respeto a la jerarquía y la superioridad, por lo que se trata de un mismo componente de la benevolencia.

Confucio tenía el ideal de llegar a establecer una Gran Comunidad Global, un mundo utópico en el que reinase el Tao con armonía. Para alcanzarlo, la mejor vía es ser benevolente a todos los niveles sociales: el soberano, los ministros, así como los plebeyos. “... el respeto al derecho ajeno es la paz”. (Benito Juárez)1.

En torno a estas propuestas esenciales, los maestros de la filosofía china desarrollaron sus sabias disertaciones, haciendo referencia a una serie de temas inherentes a la existencia humana, así como a su relación con el mundo exterior. La lectura de estas sabias exposiciones es tan gratificante como ilustradora, lo que hemos experimentado primero como lectores asiduos de estas obras clásicas inmortales, luego y en una forma muy profunda, como traductores de las mismas.

Actualidad del pensamiento de Lao Zi y Confucio

Las ideas de Lao Zi y Confucio no han caído en el olvido, al contrario, tienen en plena actualidad. Sus razonamientos, reflexiones, consejos, moralejas y enseñanzas sobre la esencia del universo, la existencia humana y la interacción entre ambos, así como las formas éticas y humanísticas de nuestro comportamiento personal, colectivo e institucional, no sólo siguen totalmente vigentes para guiarnos en la plasmación de nuestra concepción del mundo, sino también en nuestras relaciones con nuestro entorno y en nuestro papel social como individuos o como integrantes de una institución. Han sido, son y serán figuras inmortales. Seguro que dentro de unos cuantos siglos, en algún confín del mundo, se seguirán leyendo sus analectas con plena convicción y actualidad.

Es sumamente enriquecedora la lectura de sus obras, porque podemos encontrar allí una fuente inagotable de enseñanzas ilustrísimas, consejos, instrucciones, máximas, símiles, moralejas, advertencias, sugerencias, afirmaciones, etc., repletas de sabiduría y experiencia.

Lao Zi nos ha dado una solución muy eficiente para sobrellevar los problemas que nos acosan todos los días. Eso es adoptar un enfoque dialéctico para encarar los dilemas de la existencia humana, una actitud más filosófica frente a una serie de dicotomías: la gloria y la humillación, la pobreza y la riqueza, la superioridad y la inferioridad, la dureza y la flexibilidad, la prosperidad y la decadencia, la plenitud y la deficiencia, el dar y el recibir, la conquista y la concesión, la ambición y la conformidad, la fuerza y la debilidad, la generosidad y la avaricia, en fin, el Yin y el Yang.

De la misma manera, Confucio nos ha dado un patrón del buen comportamiento como individuos y como miembros de la sociedad: benevolencia, justicia, cortesía, inteligencia, honestidad, fidelidad, amor filial, cordialidad, bondad, urbanidad, austeridad y condescendencia

Nos pueden parecer profusas e inalcanzables tantas cualidades para aprender en un solo día, pero no nos cuesta nada empezar con algunas enseñanzas claves de los dos grandes humanistas chinos: ser respetuoso, discreto, moderado y trabajador.

Las ideas viajan a través de las fronteras de una forma cada vez más rápida y eficiente, sobre todo las emanadas de una sabiduría colectiva milenaria, son bien recibidas y encuentran un eco positivo. Este hecho se ve reforzado esporádicamente, pero de forma significativa, por la inclusión en la lista de regalos de las autoridades chinas en sus contactos con el exterior de libros como La Enciclopedia China, Analectas de Confucio, Tao Te Ching, etc.

Pero más frecuentemente y de forma más significativa, la proliferación a nivel mundial de los institutos Confucio, así como el boom del interés por China y la cultura de este país, ha generado una gran necesidad de libros traducidos a las principales lenguas del mundo, entre ellas, desde luego, al español. Así, es para nosotros un orgullo haber podido hacer algo desde la humildad y el rigor científico. Y por qué no, para mayor satisfacción de todos, repasar algunas citas de Lao Zi y Confucio.

 

*Chang Shiru, catedrático de español de la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing.Tang Mingxin, ex embajador de China en Bolivia y Uruguay.

 

1.Benito Juárez: Discurso pronunciado tras la entrada triunfante en la Ciudad de México, el 15 de julio de 1867. La frase entera es: “Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.

 

 

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