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Sociedad
Cinta Roja impulsa el humanismo
Por ZHOU CHANG

El 18 de noviembre de 2007, la Cruz Roja visitó la ciudad de Shenyang para divulgar información sobre la prevención y tratamiento del SIDA.

“¿Al tener contacto sexual, qué hago si el condón está roto?”. Esta es una de tantas de las preguntas que Wang Kerong ha recibido en su móvil, en el que guarda 1.200 números telefónicos, la mayor parte de ellos de enfermos de SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida), por lo que ella puede atender llamadas incluso a altas horas de la noche.

Casa de la Cinta Roja

Wang Kerong es una de las enfermeras del Hospital Ditan de Beijing y directora de la Oficina de la Casa de la Cinta Roja. En su primer contacto con los enfermos de SIDA, en 1997, vio que muchos pacientes se sentían totalmente desesperados, padecían la falta de solidaridad y pasaban todo el día en cama, sin recibir visitas ni hablar con nadie. De esta forma se percató de que los pacientes contagiados con el virus no sólo necesitaban que se les garantizasen los medicamentos indicados, sino también la atención y el amor de la sociedad.

Aunque las llamadas de los enfermos son interminables, tanto por el día como por la noche, ella responde a todas con mucha paciencia y emplea un lenguaje de consuelo cuidadoso. “Para mí recibir llamadas es un trabajo sencillo, pero para los pacientes significa que toda la sociedad está preocupándose por ellos”.

La Casa de la Cinta Roja, adscrita al Hospital Ditan, se fundó en 1999. En un principio sólo se usaba como consultorio interno del propio centro de salud para los enfermos de SIDA, pero en enero de 2005 fue oficialmente acreditada como una organización no gubernamental con el propósito de dar atención a las personas que habían sido contagiadas con el virus.

“Desde entonces, la Casa ya no sólo pertenece al Hospital Ditan, sino a toda la ciudad de Beijing”, dijo Mao Yu, director de la institución hospitalaria y vicepresidente de la Casa de la Cinta Roja. Como algunos pacientes vienen especialmente de otras ciudades y provincias y son trabajadores inmigrantes, en realidad esta organización es de todo el país.

“A decir verdad, la mayor dificultad que enfrentamos no es el SIDA, sino la discriminación social. Pero acudimos a aquí, donde nos sentimos como si estuviéramos en nuestra propia casa”, comentó a China Hoy Xu, ex gerente de proyectos de una compañía turística, quien destacó el hecho de que todas las personas que están en la Casa, médicos, enfermeras, voluntarios y enfermos mantienen una relación de perfecta armonía. “Aquí nadie te va a dirigir una mirada discriminatoria o evitar el contacto con tu cuerpo, como si fueras alguien con mal olor”.

Cada semana, los trabajadores de la Casa les pueden ofrecer a los pacientes diversos alimentos nutritivos, incluso aquellas comidas tradicionales que se preparan en el país los días de fiesta. Además, de vez en cuando organizan intercambios de información entre los enfermos, conferencias de especialistas en la prevención y tratamiento de la enfermedad y muchas otras actividades, como la excursión de la primavera y otoño, meriendas campestres y montañismo, que les proporcionan a los pacientes una oportunidad de alivio y desahogo.

Xu tiene el virus desde hace más de diez años, período en el que ha sufrido mucho como consecuencia de los efectos secundarios de los medicamentos, las infecciones ocasionales o la discriminación social. “Cuando a finales de 2000 me diagnosticaron positivo del VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana), imaginé que mi vida terminaría pronto y en varias ocasiones pensé en suicidarme, llegando a elegir incluso el sitio, momento y forma de hacerlo. No obstante, me rehusé a dejar el mundo y me sumergí en una vida totalmente desordenada y una situación contradictoria”.

Pero afortunadamente conoció a un grupo de personas excelentes, los médicos, enfermeras y voluntarios de la Casa. “Los cuidados que me han dado ellos alivian mucho mi presión espiritual y elevan mi confianza para seguir viviendo. Les debo dar mi sincero agradecimiento. Son mis salvadores.

Terror infundado

Cuando en 1985 se reportó el primer caso de SIDA en China, los médicos mostraron miedo. En aquel entonces, al entrar en el cuarto de un paciente, debían usar ropas que los mantuvieran aislados, mascarillas de gasa, gafas y botas altas de caucho. “Como nos vestíamos de aquella manera, desde nuestro punto de vista, los enfermos eran igual que el virus”, recordó un galeno en conversación con China Hoy sobre aquellos primeros contactos.

En aquel momento, al recibir la noticia de que un familiar había resultado contagiado con el SIDA, la mayor parte de los parientes lo rechazaban. Según el punto de vista de estas personas, el VIH era nada más una enfermedad propia de gente muy sucia y que se debía esquivar en seguida. Luego se podían ver uno o dos familiares de pie a la entrada del cuarto del paciente, protegidos con una mascarilla de gasa de dos capas y mirando al enfermo a través del cristal de la puerta. El SIDA llevó a algunos a colocarse incluso gafas de cristales oscuros para mirar a los enfermos e infundió terror a todo el mundo.

Debido a los pobres conocimientos sobre la enfermedad, ésta había sido puesta en el ámbito administrativo de los padecimientos contagiosos de primera categoría de China, junto a la peste y el cólera. Una vez se detectaba un caso, se debían ejecutar obligatoriamente las disposiciones de la administración sobre el informe del límite de tiempo de la epidemia, la forma de aislamiento y tratamiento de los pacientes y los portadores y el control de las zonas epidémicas.

Gracias a que el sector de la salud tenía cada vez más profundos y completos conocimientos sobre el SIDA, en abril de 2004 la clasificación de la enfermedad pasó de la primera categoría, administración obligatoria, a la segunda, severa, un cambio que propició un entendimiento objetivo de toda la sociedad sobre la pandemia.

No obstante, desde el punto de vista de los enfermos y las personas contagiadas, en la sociedad aún existen prejuicios. Según una investigación, entre los infectados entrevistados, el 40% aseguró haber sufrido tratos discriminatorios y más de dos tercios reconoció que miembros de su familia padecieron también la discriminación por convivir con personas infectadas.

“Después de saber que yo había contraído el SIDA, un amigo mío no pudo dormir en toda la noche y posteriormente cortó toda relación conmigo, incluyendo las llamadas telefónicas”, comentó Xu.

De acuerdo con un reciente informe hecho por el Ministerio de Salud de China, el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (UNAIDS, siglas en inglés) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la enfermedad en China, hasta finales de 2009, el número de infectados por el virus ascendían a aproximadamente 740.000, de los cuales 105.000 son enfermos.

Aunque la cruda realidad demostrará en mayor medida que el SIDA es un desafío para toda la sociedad, en el ámbito mundial se confirmará que el cuidado y amor desempeña un papel muy importante en la prevención y cura de la enfermedad.

El eslabón clave

Al igual que en muchos campos, en la prevención y cura del SIDA y el cuidado de los enfermos, el Gobierno chino ha sido siempre la fuerza principal. El presidente chino, Hu Jintao, y el primer ministro, Wen Jiabao, visitaron a los pacientes en el Día Mundial del Sida, el 1 de diciembre pasado, y estrecharon sus manos para acabar de una vez por todas con el prejuicio de la discriminación social por el temor que algunas personas todavía sienten frente a los enfermos y expresarles la preocupación del Estado.

El fondo especial asignado por la hacienda central para la prevención y el tratamiento del SIDA se elevó de los 390 millones de yuanes en 2003 a los 1.008 millones en 2009, mientras el subsidio especial alcanzó los 989 millones de yuanes en 2009. Además, es considerable el monto de la inversión en proyectos de investigación científica sobre el SIDA y la atención psicóloga de los enfermos.

A partir de 2003, China empezó a ofrecer gratuitamente los medicamentos a los portadores y enfermos de SIDA, así como el examen voluntario del VIH, además del tratamiento gratuito del bloque materno infantil, la atención psicológica, la educación obligatoria y la asistencia a los huérfanos de padres fallecidos a consecuencia de la enfermedad, a quienes concede subsidios y estimula a trabajar en la medida de su capacidad.

Además, China ha desarrollado con dinamismo la cooperación con las organizaciones internacionales relacionadas. En noviembre de 2009, el Ministerio de Salud, junto con la UNAIDS, la Organización de los Enfermos de Sida y otros socios cooperativos, lanzó una campaña propagandística y preconizadora de la actividad, “La eliminación de la discriminación relacionada con la enfermedad y de la humillación sobre el nombre de la enfermedad”.

Durante la actividad, el viceministro de Salud de China, Huang Jiefu, expresó que el fin de la discriminación social y el entendimiento y cuidado sobre los portadores y enfermos es el eslabón clave de la prevención y el control, y también es el desafío al que todos los países del mundo se enfrentan en general.

Entre el pueblo se auspiciaron automáticamente diversas actividades relacionadas con el SIDA, incluyendo organizaciones de bienestar público, organismos de servicios médicos, líneas telefónicas de consultas y otras como la Casa de la Cinta Roja.

Personalidades famosas se han sumado al ejército de prevención del SIDA, como el artista chino Pu Cunxin, embajador de la campaña, quien desde el año 2000 ha rodado muchos anuncios sobre la prevención y cura de la enfermedad, mostrando su imagen sana, responsable y de buena voluntad. Asimismo, muchas estrellas chinas de influencia internacional, como el actor Jackie Chan y el basquetbolista Yao Ming, también se han involucrado como embajadores en las actividades de la lucha contra el SIDA, exhortando a todo el mundo a preocuparse por los demás al protegerse a sí mismos.

 

 

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