Cuando aún no han transcurrido dos meses del terrible terremoto que asoló Haití, otro país sudamericano ha sido golpeado por un seísmo aún más potente. A las 00:26 hora local (06:26 GMT), del 27 de febrero de 2010, un terremoto de 8,8 grados, el de mayor magnitud que ha sufrido este país en los últimos 50 años, sacudió a Chile.
Chile, un país sísmico
Los terremotos no son un fenómeno extraño en la vida de los chilenos. Ubicado en el suroeste de América del Sur, Chile está situado en el Cinturón de Fuego del Pacífico, una extensa área donde chocan la placa de Nazca y la placa Sudamericana generando una gran actividad sísmica: de los 9.000 terremotos registrados anualmente en el mundo, el 21% se producen en Chile. En 1960 un gran terremoto hizo estremecer a la ciudad de Valdivia dejando cerca de 2.000 muertos: con 9,5 grados en la escala de Richter, es el movimiento telúrico más fuerte registrado jamás. Desde 1973, se han producido en Chile 13 seísmos de más de 7,0 grados.

Un hombre busca sus pertenencias entre los escombros, el 9 de marzo de 2010.
Con el epicentro en esta ocasión cerca de Concepción, segunda ciudad más grande de Chile, al cierre de esta edición, dos días después del suceso, las cifras oficiales hablan de varios cientos de muertos, más de un millón y medio de casas destruidas y alrededor de dos millones de afectados.
Según la presidenta chilena, Michelle Bachelet, “lo más urgente en este momento es establecer hospitales de campo, construir puentes provisionales y llevar a las zonas afectadas equipos de purificación de agua y expertos en evaluación de desastres. Chile está dispuesta a aceptar apoyos de la comunidad internacional”.
Zhu Bingren, conocido artista chino, es el encargado de la elaboración de varios adornos decorativos de bronce para el pabellón de Chile en la Exposición Universal de Shanghai 2010, por un monto de 320.000 yuanes (unos 47.000 dólares) que había sufragado el Gobierno chileno. El mismo día 28, Zhu se puso en contacto con el Ministerio de Asuntos Exteriores de China y la Embajada de China en Chile, decidiendo de inmediato devolver el importe que le habían entregado para realizar su trabajo y, además, donar su obra en bronce Cariño, valorada en 300.000 yuanes (alrededor de 44.000 dólares), a Chile como contribución personal a la recuperación de ese país tras el terremoto.
Además de las donaciones privadas, el Gobierno chino ha decidido ofrecer a Chile ayuda humanitaria de emergencia por valor de un millón de dólares y ha puesto en marcha los mecanismos de urgencia de asistencia humanitaria al exterior, con especial atención a las operaciones de socorro, para las que se están haciendo los preparativos necesarios.
La ONU y la comunidad internacional también han indicado su voluntad de cooperar en las tareas de socorro y asistencia humanitaria de las zonas afectadas.
La recuperación por sus propios medios
Tal y como se ha observado históricamente en los casos de desastres naturales de grandes proporciones, todos los países precisan de la cooperación exterior en mayor o menor medida, pero los recursos y aptitudes propios juegan un papel crucial en las tareas de reparación.
El Gobierno chileno ha tenido la capacidad de organizar las labores de rescate y recuperación de forma coordinada y eficiente. Los diferentes organismos oficiales recopilaron los datos sobre la catástrofe e informaron a la comunidad internacional, los bomberos y la policía militar se ocuparon de las tareas de rescate y mantenimiento del orden activamente y, en estos momentos, el suministro de electricidad y agua potable está siendo restablecido.
La eficacia en las labores de rescate del Gobierno chileno, en contraste con las dificultades encontradas en Haití, ha sido muy elevada con lo que, sin duda, el nivel de desarrollo económico del país tiene mucho que ver. Las reformas orientadas al libre mercado, con menor control estatal sobre la economía y protección de los derechos de propiedad privada, que se impulsaron desde los años 70, llevaron al país a mantener un elevado ritmo de crecimiento en la década de los ochenta, un crecimiento que se ha mantenido constante durante la democracia, haciendo de Chile uno de los países más prósperos de América Latina.
Este desarrollo económico es el que ha hecho posible el despliegue creciente de los edificios antisísmicos, no sólo porque haya permitido adquirir las grandes cantidades de acero necesarias para su construcción, sino porque ha hecho posible que su sistema educativo pueda formar un excelente grupo de sismólogos e ingenieros, lo cual precisa de varias décadas. Todo ello requiere de un esfuerzo de inversión que sólo es viable bajo condiciones económicas favorables y estables.
En cuanto al relativamente bajo número de víctimas en comparación con el terremoto de Haití del 12 de enero, que segó alrededor de 200.000 vidas, los expertos aseguran que una de las claves se halla en el epicentro, que en el caso de Haití se situó a escasos 16 km de la capital, Puerto Príncipe, mientras que en Chile se ubicó lejos de las grandes ciudades, en Maule, a 100 km de Concepción y 320 km de la capital, Santiago de Chile.
Por otra parte, también es fundamental la estructura de las construcciones del país y el mencionado desarrollo de las edificaciones antisísmicas. La mayoría de los edificios están equipados con sistema de control de amortiguación y la estructura de acero tiene la capacidad de oscilar con las olas, con lo que, mientras se produce el terremoto, se dispone de un tiempo y espacio adicionales que resultan vitales para escapar. Esto se traduce en que, a pesar de ser alrededor de un millón y medio los edificios dañados en el terremoto de Chile, el número de víctimas es relativamente pequeño.

Al atardecer del 4 de marzo de 2010, las más de 90 toneladas de ayuda de emergencia donadas por el Gobierno chino fueron enviadas a Chile por vía aérea.
Un desastre económico
Chile es el país industrial más importante y el mayor exportador de materias primas en América Latina y es conocido como el “país del cobre”, ya que en él se hallan más del 40% de las reservas mundiales de este metal.
Los analistas de los mercados internacionales piensan que la incertidumbre por los efectos que el terremoto pueda tener en la producción de cobre puede conducir a una fuerte alza de precios. De hecho, el 1 de marzo, la cotización del cobre para entregas en mayo experimentó una subida del 6,2% respecto a la jornada anterior en el New York Mercantile Exchange (NYMEX), el incremento más elevado desde abril del pasado año, ubicándose en 3.4870 dólares por onza. A pesar del compromiso expresado por el Gobierno chileno en cuanto a que el terremoto no afectará a los contratos de exportación, no se ha logrado tranquilizar a los mercados.
El fuerte impacto del terremoto sobre la economía no se reduce únicamente a la producción de cobre, sino que va mucho más lejos, siendo, en palabras de la todavía presidenta Michelle Bachelet a los medios chilenos, una auténtica tragedia económica para Chile.
Según las estimaciones de EQECAT, compañía estadounidense especializada en la gestión de catástrofes, el total del daño económico causado por el terremoto se sitúa entre los 15 y los 30 mil millones de dólares, o sea, entre un 10% y un 15% del Producto Interno Bruto (PIB) del país, de las que la peor parte se la llevará la capital, Santiago, a la que le corresponden más del 50% de estas pérdidas.
Los daños causados por el seísmo en las principales carreteras y puentes “tendrán una profunda repercusión en la economía chilena y en los mercados financieros”, según Nick Chami, responsable de investigación de mercados emergentes del Royal Bank of Canada Capital Markets. “A corto plazo, es probable que se produzca una devaluación del peso chileno, por las consecuencias negativas que tendrá el terremoto en la industria y la agricultura y el consiguiente debilitamiento de la actividad económica”, continúa. Cree, finalmente, que para apoyar al Gobierno en la tarea de estabilizar la economía y los mercados financieros, el Banco Central de Chile se esforzará por mantener la liquidez y relajará el crédito.
En los últimos 500 años se han producido aproximadamente 50 grandes seísmos y 20 maremotos en Chile, según estimaciones estadísticas. Las pérdidas económicas que ocasionan son del orden de los 100 millones de dólares anuales, si bien las cifras de víctimas y heridos de gravedad que causan no alcanzan, afortunadamente, la trágica proporción de otras latitudes. |