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Cuentos de Ellas
Mujeres que beneficiaron a la sociedad
Por LIU QIONG
Jing Wei llenando el mar, fresco de Qin Zheng y otros famosos pintores chinos que se exhibe en la Estación Ferroviaria de Tianjin.

 

China tiene una larga historia y una no menos longeva tradición cultural, en cuya formación no puede pasar desapercibido el importante papel que jugó la mujer como creadora. En la antigüedad, la mujer no era solamente una buena esposa y madre, virtuosa y elegante, sino que descubrió, por ejemplo, cómo tejer la seda, o ideó el método de elaboración de deliciosos licores, aportando con su empeño beneficios para su gente y para las futuras generaciones. Con estos y otros hechos, se fue creando una rica tradición de leyendas y cuentos que todavía hoy circulan en abundancia, como el de Jing Wei, que quería llenar el mar, el de Lei Zu, la diosa de los gusanos de seda, o el de Yi Di, que descubrió cómo elaborar el licor.

Jing Wei, que llenaba el mar

Cuenta la leyenda que en el bosque del monte Fajiu, en el distrito de Zhangzi de la ciudad de Changzhi, en el sureste de Shanxi y al norte de las llanuras centrales, vivía un tipo de ave llamada jing wei, que solía volar hacia el este con rocas y ramas en el pico y las dejaba caer en el mar de China Oriental antes de regresar.

¿Por qué se comportaban estas aves de un modo tan extraño? Una trágica historia revela la causa: Jing Wei era el nombre de la hija menor de edad del emperador Yandi, dios del sol. Yandi andaba siempre muy ocupado, cada día por la mañana iba al Mar del Este a dirigir la salida del sol y no volvía a casa hasta su puesta. La pequeña siempre había querido ver el lugar por donde salía el sol, pero Yandi no podía cumplir su deseo, pues aquel lugar estaba en Guixu, a centenares de millones de kilómetros del mar de China Oriental, donde, además, hacía tanto calor que los niños se podían quemar.

Un día, tras esperar a que su padre se marchase, Jing Wei se lanzó al mar y comenzó a nadar hacia Guixu. Al principio todo parecía ir bien, y Jing Wei nadaba feliz, alejándose cada vez más y más; sin embargo, de repente una gran ola se abalanzó sobre ella y el mar se la tragó, llevándosela hasta el fondo para siempre.

Pero su alma no murió, y Jing Wei juró entonces que iba a llenar el mar: “Como a mí, que me has quitado la vida cuando aún era joven, puedes hacer sufrir a muchos otros inocentes. Así pues, voy a dedicarme a llenarte sin cesar, hasta que, tarde o temprano, te deje tan llano como la tierra”. Y así fue como su espíritu se convirtió en un pájaro que cargaba constantemente pedazos de roca y ramas desde las montañas del oeste y los lanzaba al Mar de China Oriental, sin importarle el viento ni las tempestades.

Jing Wei, en su afán por aumentar sus posibilidades, se casó con un petrel, para que su descendencia la ayudase continuando su labor. Pese a que las olas se la tragaban una y otra vez, nunca abandonaba, y nuevos pájaros jing wei se sumaban a la tarea.

Las piedras que iban lanzando al mar, eran empujadas a la orilla por las mareas y, así, se fueron formando marismas en la costa. Con el paso del tiempo, cuando éstas crecieron, la gente del lugar las cercó y transformó en tierra fértil. No queriendo que se olvidase que gracias a Jing Wei disfrutaban de nuevas tierras, enseñaron a sus descendientes a amar y proteger a las aves y a aprender del espíritu de la chica, perseverando y esforzándose para conseguir sus objetivos. Además, erigieron un monumento al juramento de Jing Wei en el lugar donde se dice que fue pronunciado, cerca del mar de China Oriental.

Tao Yuanming, poeta de la dinastía Jin, escribió: “Jing Wei llevaba pequeñas maderas en su pico y con ellas llenaría el mar”, como elogio al espíritu de la muchacha en su heroica y trágica lucha contra las aguas. Posteriormente, a menudo se ha escuchado decir “Jing Wei llenando el mar” para referirse a quienes se afanan y pugnan duramente por ideales y metas nobles que parecen imposibles de alcanzar.

Estatua de Huangdi y Lei Zu.

 

 

Lei Zu, diosa de los gusanos de seda

China es la cuna de la seda y, según cuenta la leyenda, fue la joven Lei Zu quien descubrió cómo confeccionarla.

En aquel entonces, la gente no sabía tejer telas: vestía hojas de árboles y pieles de bestias y se alimentaba de la pesca y la caza. Una vez, unos capullos cayeron de un árbol al caldo que estaba preparando Lei Zu, quien, cuando los intentó sacar de la olla con un palo, observó como los hilos se quedaban enrollados en él. Admirada por este fenómeno, la muchacha recogió muchos capullos y los metió en la olla, mezclándolos hasta que se convirtieron en un gran ovillo; tras sacarlo, se dio cuenta de que resultaba muy cómodo y cálido para dormir.

Lei Zu comenzó después a hacer hilos con las finas hebras de seda que utilizó a su vez para tejer redes de pesca. Funcionaban muy bien, mucho más rápido que la pesca manual. Para conseguir más hilo, empezó a criar gusanos de seda y, más tarde, comenzó a tejerse ropa que no sólo resultaba ligera y cálida, sino que, además, no molestaba en absoluto al trabajar.

El año siguiente, el emperador Huangdi, derrotó a su rival Chi You y ofreció un gran banquete delante de su campamento para recompensar a sus ejércitos. El pueblo le obsequió con numerosos tesoros, entre ellos la seda de Lei Zu, que atrajo enseguida la atención del soberano. Tanto fue así, que éste decidió tomar como esposa a la preciosa joven y, con ello, se popularizó en todo el país la sericicultura, el arte de la producción de la seda.

El pueblo natal de Lei Zu, la aldea de Xiyin, en el distrito de Xiaxian, provincia de Shanxi, se convirtió así en la cuna de la plantación de moreras y de la cría de gusanos de seda, además del origen de la Ruta de la seda. Para conmemorar este hito, Lei Zu es conocida desde entonces como “diosa de los gusanos de seda”.

En los jiaguwen (inscripciones sobre huesos y caparazones de tortuga) de la dinastía Shang (siglo XVII a.n.e.–siglo XI a.n.e.) se hallan ya registrados escritos sobre el “gusano de seda”, “morera” o “seda” entre otros, lo cual demuestra que la sericicultura estaba ya bastante extendida. Asimismo, en los objetos de bronce excavados en Yinxu, también pertenecientes a la dinastía Shang, se encuentran frecuentemente grabados diseños de seda y tejidos finos.

Durante la dinastía Zhou (1066 a.n.e.- 256 a.n.e.), la sericicultura doméstica era común en la cuenca del río Amarillo, utilizándose la seda para confeccionar las ropas del pueblo y comerciándose libremente con ella.

En tiempos de la dinastía Han, en el siglo I antes de nuestra era, y debido a la gran cantidad de seda y tejidos que se transportaban por Asia Central hacia el sur y el oeste del continente, así como hacia Europa y el norte de África, se fue constituyendo una ruta comercial, la posteriormente célebre “Ruta de la seda”.

En el periodo de las dinastías Song y Yuan (960-1368), la industria de producción y confección de la seda alcanzaría su cenit, con una capacidad anual de producción de hasta 3,4 millones de piezas en el primero de ambos dominios. Los gobernadores concedían la misma importancia a esta industria que a la agricultura, por lo que es frecuente encontrar en los documentos de la época la mención al “desarrollo simultáneo de la agricultura y la sericicultura”.

Ceremonia de apertura de la elaboración ante el retrato de Yi Di, en el Museo del Licor Amarillo de Zhejiang.

 

Yi Di, la que elaboró el licor

En China, los amantes de la En China, los amantes de la bebida son los hombres. Sin embargo, si nos remontamos en el tiempo, veremos que hay una relación aún más estrecha entre las mujeres y el alcohol, ya que el licor no es sino el invento de una femenina.

La leyenda cuenta que fue Yi Di la primera persona en elaborar licor. Yi era una sirvienta del rey Yu de la dinastía Xia, quien había ascendido al trono por haber sido capaz de controlar las inundaciones de los grandes ríos de China. Pero a Yu le embargaban las preocupaciones diarias de administrar su reino, por lo que su hija pidió ayuda a Yi Di, que era entonces la encargada de servir las comidas del monarca.

Un día, Yi Di fue a cazar al bosque, ya que pensaba cocinar un sabroso plato para el soberano. Por casualidad, vio como un mono bebía jugo fermentado. Tras tomárselo, el mono se emborrachó, pero al mismo tiempo su cara mostraba una gran satisfacción. Llena de curiosidad, Yi Di se acercó y descubrió que se trataba de jugo de melocotones y, al beberlo, notó como todo su cuerpo se calentaba y se sintió más relajada y contenta. Asombrada, pensó: este jugo no sólo puede quitar la tristeza, sino que también ayuda a dormir, ¡es pura y simplemente el néctar de las deidades!

La joven llevó el resto del jugo a su majestad, quien seducido profundamente por su dulce aroma y su sabor intenso, poco a poco, fue recuperando el apetito y las fuerzas que había perdido. Después de recibir la afirmación del rey, Yi Di decidió elaborar la bebida ella misma. Inspirada por el perfume ácido de las frutas silvestres podridas y a medio comer y tras numerosos ensayos, dio finalmente con la fórmula para producir un sinfín de variedades del delicioso líquido que conocemos como “licor”.

Hoy en día es difícil determinar con exactitud el sexo de Yi Di, ya que ni siquiera el clásico Anales de los Reinos Combatientes lo indica. Pero en otros registros históricos sí que se documenta claramente que “la hija del rey Yu ordenó a Yi Di que elaborase el licor”, es decir que, sea o no Yi Di una mujer, cuanto menos lo era quien le dio la orden, con lo que la producción de licor fue, al fin y al cabo, idea de una mujer.

Y no sólo fue el licor la invención de una mujer, sino que en un primer momento eran en su mayoría ellas quienes se encargaban de su elaboración, lo que tal vez esté relacionado con la división social del trabajo en la época. Es por ello que el licor que se utilizaba en las ofrendas más importantes se llamaba “licor femenino”.

El licor se integró en la cultura gastronómica en el pasado remoto, conformando una serie de ritos que todo el mundo debía respetar y que consistían en cuatro pasos: en primer lugar, el acto de rendir culto, como muestra de respeto; a continuación se vertía un poco de licor en el suelo como agradecimiento a la madre tierra; después, se probaba la bebida y se elogiaba al anfitrión para alegrarlo; y finalmente se vaciaba la copa de un trago.

En China los licores que se encuentran con más frecuencia son el amarillo, el blanco, el vino y el licor de arroz, entre otros. La importancia del licor a lo largo de los cinco milenios de historia de la civilización china se comprende cuando vemos cómo ha impregnado profundamente las más diversas manifestaciones culturales: desde la creación literaria y artística y el entretenimiento, hasta la gastronomía y las artes culinarias o el cuidado de la salud entre otros muchos, el licor ocupa una posición significativa en la vida cotidiana de los chinos.

 

 

 

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