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Sociedad
40 años en la historia de mi familia
Por LI WUZHOU

Li Wuzhou (tercero de dcha. a izq. al fondo), junto a sus padres, hermanos, sus parejas y la generación más joven de la familia.

 

 

 

Nací a finales de 1969, en un pequeño pueblo litoral al norte del río Yangtsé en la provincia de Jiangsu, donde sólo habitaban varias decenas de familias. De entonces a la fecha, he tenido que mudarme varias veces de casa, trasladándome del campo apartado a las afueras de la ciudad, luego de un pequeño cantón a una ciudad, y finalmente me establecí en Beijing.

De la prole numerosa al hijo único

La magnitud de la familia formada por mis padres, de cinco hijos, era muy corriente en el pasado e igual sucedió en las familias de las esposas de mis cuatro hermanos y yo. La mujer de mi hermano mayor tenía cinco hermanos, la de mi segundo hermano, seis, la del tercero, cuatro, la del cuarto, ocho, y mi esposa, sólo dos, menos que las otras.

Después de la fundación de la Nueva China, en 1949, mejoraron en general las condiciones de asistencia médica y aumentó la tasa de supervivencia de los recién nacidos, lo que unido a un largo periodo de paz, llevó a muchos matrimonios a tener cinco, seis e incluso siete u ocho hijos. De manera que en algunas familias se podían juntar más de cien miembros de cinco generaciones diferentes en una fecha determinada.

Si era posible, mis cuatro hermanos y yo nos esforzábamos para celebrar la Fiesta de la Primavera junto a nuestros padres, esposas e hijos, en consecuencia con el sentimiento arraigado en el corazón de la mayor parte de los chinos, para quienes la casa real es la de los padres y la suya es solo una pequeña parte de ella.

Si tuviéramos en cuenta la magnitud de las familias de épocas pasadas, en casa de mis padres nos reuniríamos en esa ocasión unas 34 personas, pero en realidad apenas llegamos a 17, pues las familias de mis hermanos y la mía están compuestas por tres miembros, el matrimonio y un hijo. La razón es simple: a finales de la década del 70 del siglo pasado, China puso en práctica la Política de Planificación Familiar, aplicada con más rigor en las ciudades, conocida como la política del Hijo Único. De ahí que una vez que yo me convierta en abuelo, el número de integrantes de mi familia llegará a cinco.

Debido al aumento del desarrollo económico y del costo de la maternidad, muchas personas han querido tener menos hijos, e incluso en algunos hogares rurales se empiezan a encontrar hijos únicos, cuando generalmente los matrimonios del campo tenían al menos dos descendientes. A eso se suma el hecho de que en las ciudades, además de los hogares con un solo hijo, han aparecido las casas DINK (doble ingreso no hijos, siglas en inglés).

Mi hijo y los de los matrimonios contemporáneos al mío de otras ciudades son normalmente hijos únicos. Ellos por lo general no conocen la dicha de compartir, y la actitud excesiva de considerarse a sí mismos el centro que muestran de vez en cuando, nos causa una gran preocupación a todos los padres. Así, con el objetivo principal de crear más ocasiones de comunicación para los hijos y fortalecer la preparación sobre su espíritu cooperativo, modesto y cortés, mis compañeros de estudio y amigos que han tenido un solo hijo y yo celebramos frecuentemente fiestas familiares los fines de semana, para que nuestros hijos puedan tener más compañeros de su edad y adquirir más conciencia de la vida en colectividad. Además, gracias a Internet podemos encontrar mucha información sobre casas de un solo heredero al que le faltan amigos, y a través de la red reunimos a estas familias y organizamos actividades para chicos de edades y caracteres similares.

1970

Barracas de unos 20 a 30 metros cuadrados

donde vivía la mayor parte de los campesinos.

 

De las barracas a los edificios modernos

La casa donde nací era una barraca con un área de unos 20 a 30 metros cuadrados. Las paredes habían sido construidas con barro mezclado con tallos secos y cortados, el piso era de tierra apisonada y el techo de tallos de trigo. Tal tipo de barracas no fueron sustituidas por las casas de ladrillo hasta la década del 80 del siglo pasado.

En 1971 mi familia se mudó a una aldea a las afueras de la ciudad de Lianyungang, llamado Sili, que en aquel momento era una de las pocas aldeas ricas de China y donde gracias a la financiación colectiva, la mayor parte de las familias había construido casas de ladrillo.

La casa de nuestra familia, por ejemplo, fue construida por un grupo que contratamos en la época de poco trabajo agrícola, pues sus miembros eran los campesinos de los pueblos cercanos. Nuestra vivienda de ladrillo tenía una superficie y un estilo que respondían estrictamente a las normas establecidas por el poblado, y el suelo de la sala central también era de ladrillos. Era una estructura típica rural de tres habitaciones y de un piso: la central se usaba como comedor y sala de estar, la habitación principal, al este, era el dormitorio de mis padres, y la habitación lateral, al oeste, y el depósito exterior de la casa eran los dormitorios de mis cuatro hermanos y yo. Además, las puertas de estas dos habitaciones al este y oeste estaban a ambos lados de la sala central. Cada una de las tres habitaciones tenía un área de 15 a 16 metros cuadrados. En aquella época, las personas que disponían de estas condiciones se sentían felices.

En 1979, toda la familia siguió a mi padre para mudarnos al cantón de Jinping, a unos 10 km de la aldea de Sili y cambiamos nuestro certificado de residente rural por el de residente urbano. Más tarde, en 2005, cuando la mitad de las familias del lugar habían edificado casas de varios pisos, la persona que compró nuestra casa de tres cuartos, la demolió y construyó una residencia de tres pisos.

Al establecernos en el cantón de Jinping, mi padre trabajaba en una institución gubernamental. Así, de acuerdo con el número de miembros de nuestra familia, el gobierno local nos entregó una vivienda de tres habitaciones y un cuarto lateral, donde permanecimos los siguientes seis años, hasta que nos trasladamos a un edificio de apartamentos situado en el casco urbano de la ciudad de Lianyungang.

Cuando yo era estudiante de secundaria, sentí cierta excitación al entrar en un inmueble de aquellos, donde hasta entonces muy poca gente había tenido la oportunidad de radicarse. Al contraer matrimonio, mis dos hermanos mayores se mudaron a las viviendas que les entregaron las empresas para las que trabajaban; y al comenzar a trabajar, mis otros dos hermanos se establecieron en los dormitorios para empleados solteros. Como entonces en la casa éramos sólo tres personas, el gobierno nos ubicó a mis padres y a mí en un piso de 34 m2 con dos habitaciones.

En 1989, antes de jubilarse, mi padre disponía de una residencia de dos pisos y una superficie de 100 m2 que le habían entregado las autoridades del distrito en el que trabajaba. Varios años después, gracias a la aplicación de la reforma de viviendas, el Estado le vendió la casa a mis padres por el simbólico precio de 25.000 yuanes (unos 3.660 dólares al cambio actual), en compensación por sus 40 años de trabajo.

Hoy en día, mis cuatro hermanos han comprado sus propias viviendas y yo dispongo de un apartamento de la entidad para la que trabajo en Beijing. Para mí es muy difícil adquirir un lugar como este, en el tercer anillo de la capital, porque los precios de los pisos en esta zona son altísimos, pero yo puedo comprarlo por un precio mucho más bajo que el del mercado, aunque tenga solo dos cuartos y una superficie de 57 m2.

Li Wuzhou (tercero de dcha. a izq. al fondo), junto a sus padres, hermanos, sus parejas y la generación más joven de la familia.

 

 

Mejorar las condiciones de vida

Del campo a la ciudad, nos hemos trasladado muchas veces de casa y han cambiado también las instalaciones de la casa. Cuando vivíamos en el campo, frente a la casa había un corral levantado con pedazos de piedra, y bajo el alero, un gallinero. En chino, el carácter “ ” (familia) es un ideograma compuesto de dos elementos, el superior parece una casa y el inferior un cerdo. De aquí podemos deducir que la costumbre de criar cerdos en el propio patio de la casa se remonta en China a miles de años atrás. En aquellos años, casi todas las familias rurales criaban uno o dos cerdos. Como estos animales se alimentan de las sobras de comida y lo que encuentran en la maleza, eran muy delgados y crecían muy lentamente. Así y todo, la carne de cerdo que se vendía en las ciudades venía principalmente de estos hogares.

Las gallinas, en cambio, no se crían sólo para comer, sino para garantizar también los huevos. En aquella época, los habitantes del campo ganaban muy poco y sólo podían comer carne durante la celebración de algunas fiestas importantes del año, como la de la Primavera, y tenían que subsistir con las verduras cultivadas por ellos mismos. El hecho de que pudieran ofrecer a los invitados comidas como huevos o requesón de soja era un gesto hospitalario de alta categoría. El pollo sólo se servía en la celebración por la llegada del nuevo año lunar o cuando se recibiera a algún huésped distinguido.

En 2008, cuando volví a mi tierra natal, me enteré de que las familias que criaban cerdos o gallinas eran pocas por dos motivos principales, el primero, el elevado coste, y el segundo, que a los residentes locales no les agrada el olor desagradable de los excrementos de los animales en los patios de sus propias casas. Los criaderos dispersos de cerdos y gallinas han sido sustituidos por las granjas grandes y medianas.

Por otra parte, existía una gran diferencia entre la cocina y el baño de las viviendas del campo y la ciudad, como al principio, cuando vivíamos en casas rurales de un piso. La cocina y los dormitorios siempre estuvieron separados y cuando llovía o nevaba debíamos usar el paraguas al pasar las comidas de la cocina al comedor. En aquel entonces, como cocinábamos con un fogón de barro y usábamos leña, la distancia entre la cocina y el dormitorio no sólo evitaba los incendios, sino también que el humo y el polvo producidos por la leña quemada entrasen en los dormitorios y la sala de estar. Además, como después de mudarnos al cantón empezamos a cocinar con carbón, la briqueta ovalada de carbón se convirtió en un artículo de uso diario para todas las familias.

Con el propósito de ahorrarse los cincuenta céntimos de yuan que costaba el transporte, siempre íbamos hasta la fábrica de briquetas de carbón en un triciclo con una plataforma que nos prestaban, para comprar el carbón que consumiríamos en el mes. Por fin nos establecimos en un apartamento de la ciudad, donde el comedor se une a la cocina, y empezamos a cocinar con gas.

Al principio, como pocas familias empleaban este combustible y no había suministro central de gas, cada usuario tenía una bombona de gas licuado que, una vez agotada, debía cargar en una bicicleta o en el medio de que dispusiera, para llevarla a recargar. Este sistema se mantuvo hasta finales de la pasada década del 90, cuando se instaló en todo el ámbito urbano la red de tuberías de gas. Actualmente, incluso las familias rurales empiezan a utilizar el botellón de gas líquido y el gas metano y abandonan el uso de la leña.

Cuando yo vivía en el campo, cada familia rural construía una letrina sencilla y atrasada detrás de su casa por dos motivos importantes: como en las zonas rurales no hay sistema de alcantarilla, no se puede asear el excusado con agua y si se construye en el ámbito del dormitorio, huele mucho; luego, el hoyo del excusado rural se usa como almacén dónde se guarda todo el estiércol para facilitar el traslado del abono de la casa al campo.

Después de mudarnos de casa al cantón, aún no teníamos un baño mejor en la vivienda, sino uno público donde debíamos colocarnos en cuclillas, utilizado por aproximadamente cien familias, con muy mal olor. Además, al usarlo por la noche durante el invierno hay que sufrir el viento fuerte y hasta la nieve copiosa, mientras en las mañanas, el horario en que más personas acuden a él, normalmente hay que hacer cola.

Cuando comencé a vivir en un apartamento urbano, en 1985, empecé a usar el baño interior de la casa. Actualmente, incluso en algunos campos, hay muy pocos excusados al aire libre, pues los habitantes expulsan los excrementos en un pozo de cemento, para generar el gas metano que se usa como combustible doméstico.

Sobre el servicio de abasto de agua, recuerdo que, cuando vivía en el campo, tenía que acarrear agua desde el río al lado de la aldea, lo que evidenciaba la importancia de que un matrimonio campesino tuviera al menos un hijo. Como mis padres tuvieron cinco hijos, en mi casa contábamos con manos suficientes para esta tarea. En aquel entonces cada familia disponía de un gran cántaro, donde podían caber cuatro o cinco cubos del preciado líquido. Cuando el agua del río estaba turbia, lo único que podíamos hacer era echar un poco de alumbre en el cántaro para que se sedimentara y luego hervir el agua limpia para poderla beber.

En el cantón usé por primera vez el agua del grifo. No obstante, aunque éramos más de treinta familias en cinco edificios, sólo teníamos un grifo público en común al lado de la calle, a una altura cercana a un metro, y pagábamos por una cuota de agua por persona. Cuando llegaba el invierno, el grifo se congelaba, de manera que teníamos que protegerlo con yerbas secas que luego quemábamos o lo descongelábamos con agua caliente.

En la ciudad, cada casa posee sus propios grifos y tenemos el agua a nuestra disposición con un pequeño giro de la llave. Aunque la calidad del agua potable está asegurada, en la búsqueda de la alta calidad de vida cada vez son menos quienes beben el agua directamente del grifo, tal como hicimos mi padre y yo. Él compró un purificador de agua valorado en más de 4.000 yuanes, y yo recibo el servicio de agua envasada en botellones, proveniente de los manantiales de agua pura.

El autor (primero a la dcha.), en una foto de familia más reciente, tomada en 2007.

 

 

Cambio de la decoración interior

En los últimos 40 años han cambiado varias veces los adornos murales de mi casa. En la vivienda rural, teníamos pegado en la pared central un gran retrato del presidente Mao Zedong, y más tarde, de Hua Guofeng, así como diplomas escolares ganados por mis hermanos y yo e imágenes revolucionarias. En aquel entonces, debido a la falta de elementos decorativos, algunsas familias que iban a celebrar una boda adornaban la pared de la casa nueva con periódicos.

Después de la reforma y apertura, el papel recortado y las estampas de año nuevo de tema tradicional chino, cosas que se destruyeron en los diez años de la Gran Revolución Cultural (1966-1976), reaparecieron en las paredes y puertas. De esta forma en la decoración de las casas cambiamos los retratos de los líderes que habían ocupado la pared central de la sala principal por las imágenes del dios de la longevidad, mientras las familias relativamente ricas empezaron a colgar relojes de péndulo. Por aquellos años, a los nuevos matrimonios les gustaba pintar de blanco las paredes grises con cal y pegar en la cabecera de la cama cuadros relativos a la fertilidad, para tener hijos lo más temprano posible, como fotos de niños impresas o estampas de año nuevo en las que se apreciaba un niño cargando a una carpa.

Hoy en día, la situación monótona e imperante de las estampas tradicionales de año nuevo se ha roto y el ámbito de los adornos no se limita a las obras chinas de arte. En las paredes de las familias rurales se han colgado diversas impresiones, como óleos occidentales y caligrafías chinas, y en las de las familias urbanas se pueden apreciar algunas obras caligráficas y pinturas hechas a mano, además de cráneos de buey, dibujos de teñidos y estampados, bordados, máscaras y obras artísticas de tela, entre otras artesanías.

En las paredes de mi casa, por ejemplo, están colgadas tres caligrafías y pinturas chinas que nos han regalado amigos calígrafos y pintores, dos óleos comprados en México y una máscara metálica de España. Además, no es popular pintar las paredes con cal, porque esta despinta y ensucia la ropa fácilmente, y todo el mundo emplea pinturas especialmente concebidas para los interiores. Luego, considerando el factor de la protección ambiental, la pintura de las paredes de mi casa es de una famosa marca alemana.

Por otro lado, bajo la influencia cada día mayor del estudio del Fengshui dentro y fuera del país, actualmente, al construir el patio, las familias rurales frecuentemente levantan otra pared cuadrada detrás de la puerta principal, considerada como el muro-biombo, para evitar que cuando la puerta esté totalmente abierta, el dueño sienta el frío que producen las fuertes corrientes de viento y para que los malos ojos no tengan la oportunidad de ver directamente las circunstancias del patio. Las familias urbanas que se establecen en los apartamentos instalan un biombo o un obstáculo hecho de madera, jade, metal o vidrio detrás de la puerta principal. Aparte de la función original, estas mamparas contribuyen al colorido de la casa. Es por ello que mi padre colocó un biombo de pintura tradicional china detrás de la puerta principal.

Durante las cuatro décadas pasadas se ha producido un gran cambio en el estilo de las puertas y las ventanas. Antes, en las zonas rurales, todo el mundo usaba la puerta de ejes de espín, formada con dos tablas gruesas y pesadas de madera que se abren a ambos lados, con una tranca detrás hecha de una barra de madera dura. En aquel entonces, las tablas de las puertas que se usaban en mi casa eran las reliquias históricas dejadas por mi abuelo. Desde el punto de vista del Fengshui, normalmente las casas rurales sólo tenían ventanas al sur con el propósito de protegerse del frío viento del noroeste y evitar las miradas furtivas de los desconocidos, y nunca se instalaban ventanas en el lado norte de la casa.

Actualmente, debido al precio cada día más caro de la madera y a que todo el mundo va prestando más atención a la protección ambiental, la producción de puertas de madera pura va disminuyendo. En las zonas rurales, las puertas principales del patio normalmente han sido de hierro y soldadas con barras de acero y láminas de hierro, y las de las habitaciones, en vez de madera, han sido de materiales compuestos o de aleación de aluminio.

Debido al mayor conocimiento sanitario de la población y las medidas de calefacción, al construir casas nuevas en el campo, los campesinos instalan también las ventanas al norte, para mejorar la ventilación e iluminación natural. A medida que se enriquecen los ciudadanos, su conciencia sobre la seguridad se ha avivado más. En la década de los 90 del siglo pasado, en las ciudades comenzó a popularizarse el hecho de añadir una puerta de hierro contra robos, por fuera de la puerta principal. A causa de la estética y las facilidades, hoy en día los ciudadanos han integrado las dos puertas en una metálica contra robos, que posee una mirilla para saber quién llama a la puerta antes de abrir.

 

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