Contenido de Noviembre del 2001
 

El rey Mu y la reina Madre del Oeste

EL rey Mu, el quinto de su línea en la dinastía Zhou del Oeste (siglo XI a 771 a.C.), es conocido en la historia como un gobernante relativamente responsable, bajo cuyo reinado la gente vivió de manera estable y próspera. Conquistó Quanrong en el norte y Xu en el este (actualmente, la zona aledaña a Sihui, provincia de Anhui), extendiendo el dominio de Zhou hasta las orillas del río Yangtsé.
A Mu le encantaba viajar, al igual que a su padre, el rey Zhao. En efecto, Zhao, que era un amante de los placeres, pues solamente pensaba en organizar partidas de caza en las que se destruían los campos, se ahogó al cruzar un río, posiblemente debido a que su barco se volcó durante una expedición a la zona fronteriza de las provincias actuales de Hunan y Hubei.
Los Cuentos del rey Mu, escritos en la época de los Reinos Combatientes (475-221 a.C.), registran que, en el lejano oeste, Mu encontró un enorme lago, llamado de las Perlas por los nativos de la región, en el cual había toda clase de perlas y jades. El agua era cristalina y, como abundaban los peces, Mu se dedicó a la pesca y a gozar de la belleza del paisaje. También se dice que vio montañas llenas de flores y numerosos animales y pájaros raros.
Una de las historias más populares sobre Mu es la de su encuentro con Xi Wang Mu, la Reina Madre del Oeste, en su palacio de las montañas Kunlun de Xinjiang. Esta figura sobrenatural aparece con mucha frecuencia en el folklore antiguo. En la leyenda de Chang´e y su marido Houyi, el arquero que derribó los soles, este último consigue el elixir de la inmortalidad con la reina Xi Wang Mu. En el Libro de las montañas y los mares la descripción que se hace de ella corresponde a la de una diosa cruel con cola de leopardo y colmillos de tigre; pero en las leyendas relacionadas con el rey Mu, es presentada como una criatura encantadora y elegante que cautiva a su huésped y a quien le gusta el canto.
La reina agasajó al rey Mu en un banquete celebrado a orillas del lago Yaochi, ofreciéndole frutas y platos exquisitos. Entre éstos había lotos que florecían en el invierno, cada una de cuyas cápsulas contenía cien semillas, dátiles negros de dos pies de largo, obtenidos de árboles que producían el fruto cada cien años, y duraznos helados que únicamente maduraban cada 10.000 años. Mu se deleitó comiendo y bebiendo hasta la saciedad, y obsequió a la reina con jades de la mejor calidad y 300 piezas de bordado. En el banquete, ambos sostuvieron el siguiente diálogo:
--Las nubes blancas del cielo se vislumbran sobre las montañas. Tú, huésped de honor, has venido de tierras lejanas, atravesando ríos y montañas. Te deseo una larga vida y que muy pronto regreses a nuestro lado-dijo la reina.
El rey respondió:
--Regresaré del este sólo cuando mi país sea fuerte y el pueblo haya encontrado la prosperidad. Espérame tres años. Nos encontraremos de nuevo.
El rey Mu vivió cien años, pero no hay ningún registro de su segundo viaje para ver a la reina. Cuando regresó a la capital de Zhou, sus ministros se quejaron de que el viaje había sido demasiado largo y extravagante. Las arcas del Estado estaban prácticamente vacías. Enfrentado a la pobreza que soportaba su pueblo, Mu se arrepintió y decidió no volver a viajar. Esta historia fue inmortalizada en un poema escrito 1.800 años después por Li Shangyin (813-858), un poeta de dinastía Tang.
Al estudiar los registros más antiguos en los que es mencionada la Reina Madre del Oeste, los investigadores actuales concluyen que Xi Wang Mu pudo haber sido el cabecilla de una tribu occidental-cuyo nombre, al ser trasladado fonéticamente al chino, sugería una reina madre.
Con el pasar de los años su figura se confundió con la de una reina-diosa del este, en torno a la cual surgieron muchas historias. En algunas de ellas aparece casándose con Dong Wang Gong, con quien se encuentra una vez al año. Según los Cuentos de Xi Wang Mu, hubo otro monarca, Wu, de la dinastía Han del Oeste, que visitó a la reina y recibió de ella duraznos mágicos. En las novelas y las óperas de los años posteriores aparece con el nombre de Madre Dorada de Yaochi, quien celebraba su cumpleaños cada 3.000 años, cuando maduraba una especie de durazno. El durazno, símbolo de la inmortalidad, se sirve incluso hoy en día en muchos cumpleaños para denotar larga vida.

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