El rey Mu y la
reina Madre del Oeste
EL rey Mu, el quinto de su línea
en la dinastía Zhou del Oeste (siglo XI a 771 a.C.), es conocido
en la historia como un gobernante relativamente responsable, bajo
cuyo reinado la gente vivió de manera estable y próspera.
Conquistó Quanrong en el norte y Xu en el este (actualmente,
la zona aledaña a Sihui, provincia de Anhui), extendiendo
el dominio de Zhou hasta las orillas del río Yangtsé.
A Mu le encantaba viajar, al igual que a su padre, el rey Zhao.
En efecto, Zhao, que era un amante de los placeres, pues solamente
pensaba en organizar partidas de caza en las que se destruían
los campos, se ahogó al cruzar un río, posiblemente
debido a que su barco se volcó durante una expedición
a la zona fronteriza de las provincias actuales de Hunan y Hubei.
Los
Cuentos del rey Mu, escritos en la época de los Reinos
Combatientes (475-221 a.C.), registran que, en el lejano oeste,
Mu encontró un enorme lago, llamado de las Perlas por los
nativos de la región, en el cual había toda clase
de perlas y jades. El agua era cristalina y, como abundaban los
peces, Mu se dedicó a la pesca y a gozar de la belleza del
paisaje. También se dice que vio montañas llenas de
flores y numerosos animales y pájaros raros.
Una de las historias más populares sobre Mu es la de su encuentro
con Xi Wang Mu, la Reina Madre del Oeste, en su palacio de las montañas
Kunlun de Xinjiang. Esta figura sobrenatural aparece con mucha frecuencia
en el folklore antiguo. En la leyenda de Chang´e y su marido
Houyi, el arquero que derribó los soles, este último
consigue el elixir de la inmortalidad con la reina Xi Wang Mu. En
el Libro de las montañas y los mares la descripción
que se hace de ella corresponde a la de una diosa cruel con cola
de leopardo y colmillos de tigre; pero en las leyendas relacionadas
con el rey Mu, es presentada como una criatura encantadora y elegante
que cautiva a su huésped y a quien le gusta el canto.
La reina agasajó al rey Mu en un banquete celebrado a orillas
del lago Yaochi, ofreciéndole frutas y platos exquisitos.
Entre éstos había lotos que florecían en el
invierno, cada una de cuyas cápsulas contenía cien
semillas, dátiles negros de dos pies de largo, obtenidos
de árboles que producían el fruto cada cien años,
y duraznos helados que únicamente maduraban cada 10.000 años.
Mu se deleitó comiendo y bebiendo hasta la saciedad, y obsequió
a la reina con jades de la mejor calidad y 300 piezas de bordado.
En el banquete, ambos sostuvieron el siguiente diálogo:
--Las nubes blancas del cielo se vislumbran sobre las montañas.
Tú, huésped de honor, has venido de tierras lejanas,
atravesando ríos y montañas. Te deseo una larga vida
y que muy pronto regreses a nuestro lado-dijo la reina.
El rey respondió:
--Regresaré del este sólo cuando mi país sea
fuerte y el pueblo haya encontrado la prosperidad. Espérame
tres años. Nos encontraremos de nuevo.
El rey Mu vivió cien años, pero no hay ningún
registro de su segundo viaje para ver a la reina. Cuando regresó
a la capital de Zhou, sus ministros se quejaron de que el viaje
había sido demasiado largo y extravagante. Las arcas del
Estado estaban prácticamente vacías. Enfrentado a
la pobreza que soportaba su pueblo, Mu se arrepintió y decidió
no volver a viajar. Esta historia fue inmortalizada en un poema
escrito 1.800 años después por Li Shangyin (813-858),
un poeta de dinastía Tang.
Al estudiar los registros más antiguos en los que es mencionada
la Reina Madre del Oeste, los investigadores actuales concluyen
que Xi Wang Mu pudo haber sido el cabecilla de una tribu occidental-cuyo
nombre, al ser trasladado fonéticamente al chino, sugería
una reina madre.
Con el pasar de los años su figura se confundió con
la de una reina-diosa del este, en torno a la cual surgieron muchas
historias. En algunas de ellas aparece casándose con Dong
Wang Gong, con quien se encuentra una vez al año. Según
los Cuentos de Xi Wang Mu, hubo otro monarca, Wu, de la dinastía
Han del Oeste, que visitó a la reina y recibió de
ella duraznos mágicos. En las novelas y las óperas
de los años posteriores aparece con el nombre de Madre Dorada
de Yaochi, quien celebraba su cumpleaños cada 3.000 años,
cuando maduraba una especie de durazno. El durazno, símbolo
de la inmortalidad, se sirve incluso hoy en día en muchos
cumpleaños para denotar larga vida.
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