AL
pie de una montaña situada 25 kilómetros al suroeste
de la ciudad de Taiyuan (provincia de Shanxi) fluye por entre el
bosque un arroyo llamado Jinshui. En este lugar se conserva un antiguo
conjunto arquitectónico compuesto por aproximadamente cien
pabellones, quioscos, puentes y otras construcciones. Estos testigos
de la historia y el bello escenario natural en el que se hallan
se realzan mutuamente formando el famoso lugar turístico
de Jinci.
El
templo de Jinci debe su nombre al arroyo Jinshui. Antiguamente se
llamaba templo de Tang Shuyu, puesto que había servido para
rendir homenaje a este emperador de la dinastía Zhou. La
fecha de su construcción no se conoce con exactitud; sin
embargo, según los datos registrados por el célebre
arqueólogo Li Daoyuan de la dinastía Wei, quien describió
la ágil técnica arquitectónica empleada en
la construcción del templo, éste debió levantarse
hace más de 1.500 años.
A pesar de la multitud de vicisitudes por las
que ha atravesado, este antiguo templo nos ha legado abundantes
y valiosas reliquias históricas. El elemento principal del
templo es el Pabellón de la Diosa; orientado de este a oeste,
este edificio forma un eje central que enlaza una terraza, un canal,
un puente, un pabellón y un quiosco.
La terraza, ubicada en el extremo oriental de
dicho eje, se usaba como escenario. Al oeste de la terraza está
el canal de Zhibo, el noble de la corte del emperador Jin de la
dinastía Zhou que ordenó su construcción y
que lo aprovechó para atacar a Zhao Xiangzi, otro noble de
la corte imperial. Por encima del canal se extiende una plataforma
cuadrada en cuyas cuatros esquinas se yerguen sendas estatuas de
60 centímetros de altura pertenecientes a la dinastía
Song, una de las cuales es del año 1097. Pasados más
de 800 años, todavía se mantienen brillantes y libres
de herrumbre, lo que muestra el alto nivel alcanzado por la fundición
en aquella época y da una idea de la dificultad que debió
entrañar la creación de tales obras de arte.
Más
allá se alza el Pabellón de Xiandian, lugar donde
se custodiaban los objetos sacrificiales. Gracias a la sabia disposición
de sus cabrios y sus vigas, se consiguió no sólo ahorrar
materiales, sino garantizar la solidez de la construcción.
El pabellón tiene dos puertas, una delante y otra detrás,
así como un grueso muro en el que se abrieron ventanas para
que en verano resultara más fresco. Aprovechando los huecos
y salientes de las piezas de madera talladas a mano, los carpinteros
ensamblaron las vigas y las columnas sin utilizar clavo ni tornillo
alguno, razón por la cual el Pabellón de Xiandian
es considerado uno de los tesoros de la arquitectura china antigua.
Hacia el oeste, un puente sostenido por 34 columnas
octogonales que descansan sobre el fondo del estanque, y cuya forma
evocadora de un pájaro en pleno vuelo le ha valido el nombre
de Puente del Pájaro Volando, une el Pabellón de Xiandian
y el Pabellón de la Diosa, de modo que uno y otro se complementan
formando un conjunto unitario.
El
magnífico y grandioso Pabellón de la Diosa, construcción
representativa de la arquitectura de la dinastía Song, ha
llegado hasta nuestros días en buen estado. El pabellón
se apoya contra la montaña de Xuanweng y está circundado
por dos arroyos: el de la eternidad, que corre por su izquierda;
y el del beneficio, que fluye por su derecha. Su interior es muy
espacioso, sobre todo porque el pesado techo no descansa sobre columnas,
sino sobre los muros y las vigas. Los constructores adoptaron este
tipo de medidas para que el interior fuera lo más amplio
posible, ya que con ello no sólo se facilitaba la colocación
de las estatuas, sino que se confería al pabellón
un aire de grandiosidad y de misterio. Por esta y otras razones,
este edificio constituye un testimonio excepcional para el estudio
de la arquitectura de la dinastía Song. El estilo de las
43 estatuas presentes en su interior se aleja de los canones de
la estética religiosa y se acerca a la realidad de la vida
cotidiana. Las 33 estatuas de sirvientes, sean jóvenes o
adultas, delgadas o gruesas, alegres o melancólicas, presentan
rasgos propios, cuyo carácter realista se intensifica por
el hecho de ser de tamaño natural. Sus gestos, vestidos y
posturas reflejan aspectos diversos de la vida en la corte de la
dinastía Song. Se trata de obras artísticas realmente
preciosas de la antigua China.
Al
sur del Pabellón de la Diosa, un quiosco octogonal se levanta
sobre un arroyo que brota de la montaña y mana sin cesar
día tras día, año tras año, tal como
se dice en la recopilación de poemas antiguos titulada Libro
de los cantos: Por pequeños que sean, los arroyos no
se secan y fluyen eternamente. De ahí que se conozca
como Arroyo de la Eternidad. Al lado oeste del quiosco queda el
llamado Palacio de Cristal: en el piso de abajo se abren tres cuevas,
en una de las cuales hay una estatua de un hada del mar; en el de
arriba hay un nicho en el que está colocada otra estatua
de un hada del mar flanqueada por ocho servidoras talladas en forma
de sirena, que son otras tantas valiosas obras artísticas.
A
lo largo de un milenio, la dilatada historia y el pintoresco paisaje
del templo de Jinci han atraído no sólo a innumerables
artistas y literatos, sino también a emperadores y aristócratas.
Unos y otros dejaron en este lugar más de 300 estelas, la
mayor de las cuales contiene una inscripción en prosa de
1.203 caracteres, obra de gran mérito literario y caligráfico
debida a Li Shimin, emperador de la dinastía Tang.
Los viejos árboles crecen apiñados
y los arroyos fluyen serpenteando. El visitante no puede evitar
sentirse transportado por el aire que se respira en este milenario
templo, feliz combinación de la grandiosidad del norte de
China y la delicadeza del sur.
Por
SUN CUIPING
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