Contenido de Julio del 2001
 

El Templo de Jinci

AL pie de una montaña situada 25 kilómetros al suroeste de la ciudad de Taiyuan (provincia de Shanxi) fluye por entre el bosque un arroyo llamado Jinshui. En este lugar se conserva un antiguo conjunto arquitectónico compuesto por aproximadamente cien pabellones, quioscos, puentes y otras construcciones. Estos testigos de la historia y el bello escenario natural en el que se hallan se realzan mutuamente formando el famoso lugar turístico de Jinci.

El templo de Jinci debe su nombre al arroyo Jinshui. Antiguamente se llamaba templo de Tang Shuyu, puesto que había servido para rendir homenaje a este emperador de la dinastía Zhou. La fecha de su construcción no se conoce con exactitud; sin embargo, según los datos registrados por el célebre arqueólogo Li Daoyuan de la dinastía Wei, quien describió la ágil técnica arquitectónica empleada en la construcción del templo, éste debió levantarse hace más de 1.500 años.

A pesar de la multitud de vicisitudes por las que ha atravesado, este antiguo templo nos ha legado abundantes y valiosas reliquias históricas. El elemento principal del templo es el Pabellón de la Diosa; orientado de este a oeste, este edificio forma un eje central que enlaza una terraza, un canal, un puente, un pabellón y un quiosco.

La terraza, ubicada en el extremo oriental de dicho eje, se usaba como escenario. Al oeste de la terraza está el canal de Zhibo, el noble de la corte del emperador Jin de la dinastía Zhou que ordenó su construcción y que lo aprovechó para atacar a Zhao Xiangzi, otro noble de la corte imperial. Por encima del canal se extiende una plataforma cuadrada en cuyas cuatros esquinas se yerguen sendas estatuas de 60 centímetros de altura pertenecientes a la dinastía Song, una de las cuales es del año 1097. Pasados más de 800 años, todavía se mantienen brillantes y libres de herrumbre, lo que muestra el alto nivel alcanzado por la fundición en aquella época y da una idea de la dificultad que debió entrañar la creación de tales obras de arte.

Más allá se alza el Pabellón de Xiandian, lugar donde se custodiaban los objetos sacrificiales. Gracias a la sabia disposición de sus cabrios y sus vigas, se consiguió no sólo ahorrar materiales, sino garantizar la solidez de la construcción. El pabellón tiene dos puertas, una delante y otra detrás, así como un grueso muro en el que se abrieron ventanas para que en verano resultara más fresco. Aprovechando los huecos y salientes de las piezas de madera talladas a mano, los carpinteros ensamblaron las vigas y las columnas sin utilizar clavo ni tornillo alguno, razón por la cual el Pabellón de Xiandian es considerado uno de los tesoros de la arquitectura china antigua.

Hacia el oeste, un puente sostenido por 34 columnas octogonales que descansan sobre el fondo del estanque, y cuya forma evocadora de un pájaro en pleno vuelo le ha valido el nombre de Puente del Pájaro Volando, une el Pabellón de Xiandian y el Pabellón de la Diosa, de modo que uno y otro se complementan formando un conjunto unitario.

El magnífico y grandioso Pabellón de la Diosa, construcción representativa de la arquitectura de la dinastía Song, ha llegado hasta nuestros días en buen estado. El pabellón se apoya contra la montaña de Xuanweng y está circundado por dos arroyos: el de la eternidad, que corre por su izquierda; y el del beneficio, que fluye por su derecha. Su interior es muy espacioso, sobre todo porque el pesado techo no descansa sobre columnas, sino sobre los muros y las vigas. Los constructores adoptaron este tipo de medidas para que el interior fuera lo más amplio posible, ya que con ello no sólo se facilitaba la colocación de las estatuas, sino que se confería al pabellón un aire de grandiosidad y de misterio. Por esta y otras razones, este edificio constituye un testimonio excepcional para el estudio de la arquitectura de la dinastía Song. El estilo de las 43 estatuas presentes en su interior se aleja de los canones de la estética religiosa y se acerca a la realidad de la vida cotidiana. Las 33 estatuas de sirvientes, sean jóvenes o adultas, delgadas o gruesas, alegres o melancólicas, presentan rasgos propios, cuyo carácter realista se intensifica por el hecho de ser de tamaño natural. Sus gestos, vestidos y posturas reflejan aspectos diversos de la vida en la corte de la dinastía Song. Se trata de obras artísticas realmente preciosas de la antigua China.

Al sur del Pabellón de la Diosa, un quiosco octogonal se levanta sobre un arroyo que brota de la montaña y mana sin cesar día tras día, año tras año, tal como se dice en la recopilación de poemas antiguos titulada Libro de los cantos: “Por pequeños que sean, los arroyos no se secan y fluyen eternamente”. De ahí que se conozca como Arroyo de la Eternidad. Al lado oeste del quiosco queda el llamado Palacio de Cristal: en el piso de abajo se abren tres cuevas, en una de las cuales hay una estatua de un hada del mar; en el de arriba hay un nicho en el que está colocada otra estatua de un hada del mar flanqueada por ocho servidoras talladas en forma de sirena, que son otras tantas valiosas obras artísticas.

A lo largo de un milenio, la dilatada historia y el pintoresco paisaje del templo de Jinci han atraído no sólo a innumerables artistas y literatos, sino también a emperadores y aristócratas. Unos y otros dejaron en este lugar más de 300 estelas, la mayor de las cuales contiene una inscripción en prosa de 1.203 caracteres, obra de gran mérito literario y caligráfico debida a Li Shimin, emperador de la dinastía Tang.

Los viejos árboles crecen apiñados y los arroyos fluyen serpenteando. El visitante no puede evitar sentirse transportado por el aire que se respira en este milenario templo, feliz combinación de la grandiosidad del norte de China y la delicadeza del sur.

Por SUN CUIPING

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