Contenido de abril del 2001
 

La modernización de la economía y la sociedad de China y las consecuencias de su entrada en la OMC

Invitado por la Academia China de Ciencias Sociales ACCS, la Universidad de Beijing, la Escuela de Negocios de la Universidad de Shanghai y la Universidad de Chendong (Sichuan), el ilustre economista español Ramón Tamames*, que desde 1997 es Profesor Visitante de la Universidad de Macao, realizó un gira por estas ciudades en el curso de la cual impartió diversas conferencias y participó en varios encuentros académicos.

Dado su evidente interés, a continuación ofrecemos una amplia transcripción de la conferencia dictada por el profesor Ramón Tamames el día 10 de diciembre del 2000 en la Universidad de Beijing.

LA frecuencia con la que las noticias relativas al ingreso de China en la OMC (Organización Mundial del Comercio) aparecen en los medios de comunicación chinos da una idea de la importancia que el “país del centro” concede a este tema. Tras 14 años de negociaciones con el GATT (siglas en inglés correspondientes al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio) y la OMC, su sucesora, se prevé que China ingrese en esta organización en el primer semestre de este año.

La larga duración de estas negociaciones obedece a dos razones. La primera de ellas es el hecho de que China se halla en plena transición de un sistema de sociedad comunista a un sistema de sociedad mixta caracterizado por la parecida importancia del Estado y del sector privado. En efecto, según las últimas estimaciones, la generación del PIB (renta nacional) de China se distribuye como sigue: un 37% corresponde al sector público; un 39%, al sector privado; y un 24%, al sector cooperativo, fundamentalmente la agricultura. La segunda razón es el cambio introducido en el antiguo GATT, que de ser una organización dedicada solamente a la discusión del libre comercio de mercancías físicas se ha convertido en una organización, la OMC, que comprende toda clase de transacciones económicas.

La OMC como expresión de la globalización de la economía mundial

El sistema de la OMC es hoy la expresión de la globalización de la economía mundial, puesto que incluye tanto las mercancías como los derechos de propiedad. Esto último obliga a sus países miembros, en primer lugar, a respetar esos derechos, no pudiendo haber una industria que fabrique sin pagar las correspondientes regalías; y, en segundo lugar, a permitir la libre circulación de los capitales, de las tecnologías de la información y de los servicios financieros.

Para tener una idea de lo que el ingreso de China en la OMC representa en términos de mercancías, baste decir que el nivel de protección proporcionado por sus aranceles de aduanas, con derechos sobre la importación de mercancías del extranjero, deberá ser muy inferior. Más concretamente, el actual promedio del 25% de protección, en tanto por ciento sobre las mercancías, deberá descencer hasta situarse por debajo del 10%. Se trata, pues, de una reducción importante que va a impulsar la competencia en el mercado, lo cual, a su vez, creará una mejor situación de compra para los consumidores y forzará a las empresas a ganar en productividad.

Por otra parte, el ingreso en la OMC conlleva el cumplimiento del tratado TRIPS, tratado relativo a la propiedad intelectual y, por ende, a la propiedad industrial. De acuerdo con el mismo, las empresas chinas deberán pagar derechos por el hardaware (las máquinas informáticas), el software (los programas informáticos), los libros, las ediciones musicales y otras condiciones y sistemas de producción basados en tecnologías foráneas. Como contrapartida, China, que se halla en pleno proceso de avance de sus innovaciones, tendrá también derecho a cobrar en el exterior por la propiedad intelectual que venda a las empresas extranjeras.

Libre circulación de capitales, de tecnologías de la información y de servicios financieros

En cuanto a los movimientos de capital,hay que recordar que en estos momentos China es el mayor país del mundo en importación neta de capitales, con unos 60.000 millones de dólares de entrada de capitales. Ello implica que en el futuro ya no podrá haber condicionamientos para que las empresas tengan una mayoría de capital chino y, por lo tanto, irá cambiando la estructura de la propiedad en grandes empresas dentro del territorio chino, las cuales podrán ser también en gran medida empresas foráneas. Del mismo modo, China podrá establecer sus propias empresas en el extranjero sin restricciones de ninguna clase.

Por lo que se refiere a los sistemas  tecnológicos modernos, el tratado ITA implica una progresiva liberalización de las telecomunicaciones, de la informática y de la Internet.

En lo tocante a los servicios financieros, la última parte del proceso de liberalización económica, es decir, de los compromisos que adquiere China ante los demás socios de la OMC, deberá concederse progresivamente mayor libertad para el establecimiento de bancos y para la entrada de operadores extranjeros en el mercado financiero chino de deuda y de bonos de empresas; asimismo, deberá procederse a una homologación de los mercados bursátiles chinos y de los mercados de derivados (opciones y futuros), mercados estos últimos que actualmente tienen mucha importancia, así como de los mercados cambiarios. En otras palabras, China se tendrá que incorporar a la arquitectura financiera internacional que regulan, en cierto modo, el FMI (Fondo Monetario Internacional) y el Banco de Pagos Internacionales de Basilea (el banco central de los bancos centrales de todo el mundo).

En todos estos casos, la liberalización no se llevará a cabo de la noche a la mañana, sino que pasará por períodos transitorios. En el caso de las mercancías, se concederá un período transitorio de 5 años para facilitar la reducción de los aranceles del actual 25% al 10%; en los demas casos, a saber, la libre circulación de los capitales, de las tecnologías de la información y de los servicios financieros, se establecerán calendarios de liberalización del mercado chino, con el fin de aminorar los costes sociales del impacto de la llegada de competidores extranjeros.

De todo lo dicho hasta este punto se desprende que los medios de comunicación chinos están en lo cierto cuando afirman que el ingreso de China en la OMC no plantea amenazas y no es un proceso de imposiciones de nadie contra nadie. En efecto, se trata de un acuerdo entre un país soberano, China, y una organización, la OMC, a la ya pertenecen 130 países. Es, además, un acuerdo que supone la incorporación de China a la comunidad económica internacional con carácter pleno, para que las empresas chinas ganen en productividad y eficiencia, funcionen sin necesidad de subsidios y se atengan a unas reglas cada vez más acordes con las del mercado, y para que, por otra parte, los consumidores de este país tengan acceso a productos de mayor calidad en condiciones adecuadas de precios.

Repercusiones nacionales del ingreso de China en la OMC

Los efectos que en otros países ha tenido la entrada en la OMC, es decir esta apertura a los intercambios económicos con el exterior pueden constituir una experiencia ilustradora de las repercusiones que va a tener en China su ingreso en dicha organización. En este sentido, cabe tomar como referencia la experiencia española, en concreto las negociaciones de 1963 con el GATT y las negociaciones para entrar en la Comunidad Europea, negociaciones todas ellas en las que participó Ramón Tamames.

Si bien la escala de China es mucho mayor (no olvidemos que su población es de 1.300 millones de  habitantes), sin embargo, la experiencia va a ser cualitativamente muy parecida. Cuando en 1963 se incorporó al GATT, España se vio obligada a abandonar una política secular de proteccionismo y a incorporarse a la competencia internacional. A partir de entonces, el progreso económico de entonces se aceleró; y cuando España entró en la Unión Europea, ese progreso económico adquirió una velocidad aun mayor como consecuencia de la franquicia absoluta, es decir, de la libertad total de comercio con otros 14 países europeos.

Para poder apreciar lo que representa ese abandono del proteccionismo, cabe señalar que en 1963, año en que el GATT y España inciaron sus negociaciones, los aranceles de este país protegían con el 35%; en la actualidad, los aranceles de China están en el 25%, y en cinco años van a tener que descender hasta el 10%. Ahora que España forma parte de la Unión Europea, su protección frente al resto del mundo es sólo del 2%, dejando aparte la agricultura, a la que se aplica un régimen distinto. Ello es un indicio de que vivimos en una era de globalización y que, en consecuencia, la protección hay que buscarla no a través de sistemas de impuestos discriminatorios a favor de la producción nacional, sistemas que favorecen la formación de monopolios y la fijación de precios altos, sino a través de la productividad y de la eficiencia, las mejores defensas de las empresas y de los sistemas productivos nacionales.

En China, por lo tanto, la política económica dejará de ser proteccionista: en lugar de ser el Estado quien proteja las empresas, serán las empresas las que deberán defenderse con sus  propias capacidades. Por otra parte, a China se le ofrecerá la posibilidad de estrechar todavía más sus relaciones con otros países de Asia. La propuesta presentada a China por la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) para crear una zona de libre comercio es un proyecto de gran trascendencia, comparable al de la UE (Unión Europea) en el otro lado del Viejo Continente.

Si nos permite está reflexión, el ingreso de China en la OMC va a ser la cuarta revolución de China en el siglo XX. La primera fue la de Sun Yat-Sen al establecer la República; la segunda, la de Mao Tse Tung después de la II Guerra Mundial al fundar la República Popular China; la tercera, la de Deng Xiaoping, con las cuatro modernizaciones y el comienzo de una nueva estructura económica; y, finalmente, esta cuarta revolución, la plena entrada en la comunidad económica internacional de la mano de Jiang Zemin y Zhu Rongji. El esfuerzo que China se apresta a realizar reviste suma importancia y no va a ser fácil. Pero será un esfuerzo con premio, porque todo el que quiere conseguir algo tiene que esforzarse por conseguirlo.

 

Prosiguiendo la exposición de las repercusiones nacionales del ingreso de China en la OMC, el profesor Tamames analizó las posibilidades que brindan la globalización, la nueva economía y la sociedad de la información, factores que, por otra parte, plantean algunos problemas graves, como el de las distintas velocidades de desarrollo y el del deterioro del medio ambiente. El prestigioso economista español concluyó su conferencia reiterando la trascendencia nacional e internacional del próximo ingreso de China en la OMC.

La globalización, la nueva economía y la sociedad de la información

Las repercusiones nacionales del ingreso en la OMC dependerán también de cómo China aproveche las posibilidades que ofrecen tres factores de primer orden.

El primero es la globalización, es decir, la posibilidad de tener relaciones mucho más estrechas con todo el mundo. Es necesario mirar no sólo al mercado norteamericano o al mercado asiático, sino también al amplio y poderoso mercado europeo, al mercado latinoamericano y al de los países africanos. Volviendo a tomar a España como referencia, en los últimos años este país ha entablado vínculos muy estrechos no solamente con los países de la UE, sino también con los países de habla española, esto es, los países iberoamericanos. El intenso comercio desarrollado en esa zona ha propiciado el surgimiento de las nuevas multinacionales españolas. Pero España está cayendo en la cuenta de que no basta con Europa e Iberoamérica, sino que también Asia y, especialmente, China, tiene que ser objeto de atención por parte de las empresas españolas. La reciente visita a China del Príncipe Felipe, el heredero de la corona española, es una muestra de ese interés creciente por los mercados asiáticos.
El segunda factor es la nueva economía. La cuestión de si existe o no una nueva economía está siendo objeto de un intenso y largo debate. Pero en términos de lo que ahora nos interesa, lo relevante cara al futuro es lograr una estabilidad macroeconómica que permita crear el marco adecuado para el progreso económico y social. Ello significa reducir el déficit público, controlar la inflación, bajar los tipos de interés para facilitar las inversiones, así como reducir la deuda pública a fin de que los esfuerzos de la presente generación no pesen y tengan que pagarlos las generaciones venideras.

El tercer factor es la sociedad de la información. En este ámbito, lo principal son las nuevas tecnologías relacionadas con la Internet, la informática y las telecomunicaciones. La Internet se ha convertido en una especie de cerebro mundial, de biblioteca mundial y de registro de cifras y datos de la sociedad del conocimiento, que se encuentran al alcance de todos aquellos capaces de manejarla rápidamente y con inteligencia.

Estos tres factores, la globalización, la nueva economía y la sociedad de la información, constituyen el método para aprovechar mejor las posibilidades de lo que es un salto adelante en la historia.

El dualismo, la pobreza y el medio ambiente

No obstante, la globalización no es un camino de rosas. Cabe decir que lo que ahora se está atribuyendo a este fenómeno, a saber, el dualismo, la pobreza y el deterioro del medio ambiente, son problemas antiguos, pero cuya evidencia está aumentando con la globalización.

China también se enfrenta con el problema del dualismo. En efecto, según algunos cálculos, 900 millones de chinos están todavía en una sociedad muy poco desarrollada, mientras que los 400 millones de chinos que viven en la costa y en las grandes ciudades se encuentran en una situación mucho más avanzada. La tarea de reducir esa brecha, ese gap de desarrollo, en un tiempo histórico relativamente corto constituye, precisamente, uno de los retos con los que se enfrenta la sociedad china. Pero en esa tarea, la globalización y la plena entrada de China en el comercio mundial pueden ser de gran ayuda.

En cuanto a la pobreza, tanto en las manifestaciones en contra de la OMC que tuvieron lugar en Seattle en diciembre de 1999, como en las que se celebraron hace algunos meses en Praga contra otra asamblea del G7 de la OMC, los grupos que se oponen a la globalización culparon a ésta de la pobreza en la que vive una gran parte de la población mundial. Esos grupos, que están en su legítimo derecho de manifestarse, incluso han formado una especie de asociación llamada "Atag", que recuerda por el nombre lo que puede ser también un ataque, pero que significa algo mucho más sencillo: es la asociación de los partidarios del establecimiento de un impuesto sobre los movimientos de capitales según las tesis del profesor James Tobin, premio Nobel de economía. En realidad, tales ataques se fundamentan sólo en una verdad a medias: primero, porque pobreza siempre ha habido; segundo, porque también es verdad que la globalización tiene que asumir en el nuevo orden económico mundial la erradicación progresiva de la pobreza.

Y en cuanto a la forma de resolver ese problema, y, sobre todo, de mejorar la situación de los 2.400 millones de seres humanos que viven con menos de 2 dólares diarios, cabe decir que se trata de la asignatura pendiente de la globalización y que constituiría el mejor negocio que ésta podría hacer. Es un caso de filantropía, de generosidad, pero al mismo tiempo de egoísmo, de ganarse una parte del mercado mundial de nuevos clientes que podrán ser en el futuro consumidores importantes.

El segundo gran peligro de la globalización es el medio ambiente. Tampoco se debe a la globalización, pero es otra asignatura que ésta tiene que resolver. En este ámbito es posible establecer una comparación con la primera ley de Malthus, la ley sobre la población, según la cual no va a haber recursos alimentarios suficientes para atender a una población creciente. Pues bien, el hombre tecnológico ha derrotado a la primera ley de Malthus y hay suficientes alimentos para todos, salvo en zonas muy concretas afectadas por guerras y situaciones especialmente extremadas; pero si hubiera una buena redistribución, la primera ley de Malthus no funcionaría en ninguna parte del mundo. Lo que podría llamarse "la segunda ley de Malthus" es la posibilidad de que un planeta con población todavía creciente y con poderosas tecnologías no tenga capacidad en su biosfera para regenerarse de las presiones deteriorantes del medio que ocasiona esa población humana con su tecnología productivista.

Eso significa que la globalización debe hacerse cargo de este problema mundial y evitar que pueda eludirse el cumplimiento de los compromisos de Kyoto sobre el calentamiento global. Las naciones industriales deben asumir dichos compromisos para mantener las condiciones del planeta para las generaciones venideras en lo que podrá ser mañana un gobierno común de la biosfera.

En relación con todo lo dicho hasta ahora, las citas de dos grandes filósofos, economistas al mismo tiempo, resultan especialmente ilustradoras. La primera es de

E.Kant, el filósofo alemán que en 1795 escribió el Ensayo sobre la paz perpetua. Refiriéndose a Europa, dijo que las guerras en este continente acabarían cuando los vínculos comerciales entre los países europeos fueran tan estrechos que romperlos significase una catástrofe. Y así se ha cumplido: la UE es el cumplimiento del viejo sueño de Kant de la paz perpetua en Europa.

En este sentido, la OMC es la elevación a categoría universal del viejo sueño de Kant, y es la idea de extender prácticamente a todo el mundo un método iniciado con el Tratado de Roma en Europa. En este sentido también, el ingreso de China en la OMC va a suponer un fuerte respaldo para esta institución, después del mucho sufrimiento que padece tras los episodios de Seattle de diciembre de 1999 y el ataque de los grupos antiglobalización. Será una incorporación muy importante y va a servir de modelo para que en dos o tres años, haga lo propio Rusia, país que tiene problemas de organización y de instrumentación de su entrada en la OMC incluso más difíciles y serios que los de la propia China.

La segunda cita es de Adam Smith, que fue filósofo primero con su Teoría de los sentimientos y economista después con La riqueza de las naciones, libro publicado en 1776. Este fue un libro revolucionario contra el orden mercantilista y contra el orden proteccionista. En el se defiende la división del trabajo y se plantea que para obtener los mayores frutos del trabajo humano es necesario el libre comercio, la posibilidad de la libre navegación por los mares y la introducción de los métodos de más productividad en todo el mundo, para llegar precisamente al mismo propósito de Kant de la paz perpetua.

Ramón Tamames finalizó su conferencia con estas palabras: "En resumen, queridos amigos, el próximo ingreso de China en la OMC va a ser un episodio de primera magnitud, y no sólo para la historia moderna del país más poblado del mundo y una de las más antiguas civilizaciones, sino también para el planeta en que vivimos, este navío espacial Tierra que va a poder proseguir su casi infinito viaje en condiciones mucho mejores. Así sea".

*Ramón Tamames (Madrid 1933) es catedrático de Estructura Económica desde 1968, primero de la Facultad de Málaga, y desde 1975 de la Universidad Autónoma de Madrid. En marzo de 1992 fue designado Catedrático Jean Monnet por la Comunidad Europea. Tamames es también autor de libros de economía, ecología, historia y política, entre los que cabe destacar Estructura económica de España, Estructura económica internacional, ampliamente difundido en los países hispanohablantes de América, y Diccionario de economía y finanzas (coautor, Santiago Gallego). Algunas de sus obras han sido traducidas al inglés, francés, portugués, italiano, catalán, japonés y chino.

Ramón Tamames fue diputado a las Cortes Constituyentes de 1977 y es firmante de la Constitución Española de 1978. Ha sido consultor económico del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (UNDP) y del Instituto para la Integración de América Latina (INTAL) del Banco Iberoamericano de Desarrollo (BID). Desde 1992 es miembro del Club de Roma. Ha desempeñado la Cátedra de Economía Española en la Sorbona de París y ha dictado conferencias en Harvard, Bruselas, el London School of Economics, Berlín, Caracas, Argel, Manila, Papeete, México, Buenos Aires, etc. Desde 1997 es Profesor Visitante de la Universidad de Macao.

En julio de 1997 recibió el Premio Rey Jaime I de Economía, otorgado por un jurado en el que participaron tres premios Nobel de economía (L. Klein, J.A. Mierdess y R. Sehen).

 

 

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