Montando en bicicleta
por Beijing
LLEGUÉ
a Beijing, desde el norte de España, en el otoño de
1995 para estudiar chino en la Universidad de Lenguas Extranjeras
de Beijing durante un año. Mi primera salida fuera de instituto
fue para visitar el Palacio Imperial y el mausoleo de la tumba de
Mao Zedong, en la Plaza de Tian´anmen. Bajo una refrescante
lluvia otoñal, en esa primer recorrido por las calles de
Beijing me impresionaron los nombres chinos escritos en bellos caracteres
y las bicicletas, cuya gran variedad nunca había visto en
mi vida. Me dio la impresión de que algo que todos los chinos
entienden y aman es tener un nombre melodioso al oído y una
bicicleta. Quizás el nombre hace referencia a su sentido
de la belleza y les da identidad personal, mientras que las bicicletas
reflejan su sentido práctico, y les dan libertad y comodidad.
A los pocos días, al hacer los trámites para el curso
básico de chino, mi profesor me dio mi nombre chino: Yang
Jie (Yang significa "oveja" y está sacado de mi
apellido; Jie significa "limpia, clara, pura", y está
tomado de mi nombre). He aprendido a identificarme con este nombre
y durante los cuatro años que llevo viviendo en China ha
figurado en todos mis documentos y firmas.Una canadiense que regresaba
a su tierra me vendió por 250 yuanes (un dólar equivale
a ocho yuanes)su bicicleta "Paloma voladora", que había
usado durante 5 años y que podía aún durar
otros 15. Es una máquina sólida y bien armada capaz
de soportar un encontronazo con un vehículo mayor y más
rápido. No tiene ningún implemento especial, como
cambio de marchas o farol delantero, pero si lo necesario: timbre,
palanca de freno posterior, guardabarros, portaequipajes y una canasta
en el frente.
Pasé los primeros meses aprendiendo a pronunciar mi nombre
y algunas palabras chinas en el tono correcto, pues en chino existen
cuatro tonos. Las clases me parecían clases de música,
más que de estudio de un idioma. Mi boca no obedece a mi
oído fácilmente, soy "dura de oído"
como se dice, así que necesitaba repetir incansablemente
una y otra vez los sonidos, pues muchos de ellos me parecían
idénticos.
Mi primera salida larga fue asombrosa. Durante meses había
estado pidiendo a un extranjero "experto" en China (hacia
3 años que vivía en Beijing) que usaba la bicicleta
todos los días para ir a su trabajo en el centro de la ciudad,
que un día fuéramos juntos, pues no me atrevía
a montar en bici por las grandes y desconocidas avenidas, sola y
perdida entre la multitud de bicicletas. Entonces, una mañana
de domingo, me invitó a ir juntos en bicicleta hasta a la
Embajada, aunque su intención real era terminar para siempre
con mi temor; y realmente lo logró. Salimos disparados de
los campos del instituto y el recorrido que normalmente hubiéramos
hecho en una hora (Beijing es una ciudad llana) lo hicimos en media
hora. Él iba delante, sorteando con habilidad y audacia todo
tipo de bicicletas, personas y autos que se atravesaban; y yo, detrás,
como una banderola desplegada al viento, sin saber que temía
más: perderle de vista o chocar con cualquiera de las infinitas
bicicletas, personas y automóviles que se cruzaban en mi
camino.
Andar en bicicleta por las grandes avenidas bejinesas es como balancearse
en un inmenso y bullicioso mar sorteando las olas. Uno es responsable
de evitar chocar con lo que está
delante, pero no es responsable de lo que quede atrás. Solamente
tienes que mantenerte gentilmente en movimiento sin detenerte jamás.
En mis recorridos diarias acostumbro a seguir el movimiento de las
bicicletas que me rodean; si culebrean entre los autos o se suben
a la acera sorteando a los peatones, yo las sigo haciendo lo mismo;
cuando cruzo una avenida, lo hago siempre junto con otros ciclistas;
somos como un ejército con una disciplina y un orden que
a primera vista no se perciben, y marchamos al unísono sin
necesidad de órdenes, ni palabras que perturben el silencio.
Bajo una aparente sensación de caos, impera el orden.
Beijing tiene 13 millones de habitantes, de los cuales un millón
de desplaza en auto, tres millones usan los autobuses y taxis, y
los siete millones restantes se trasladan en bicicleta. A pesar
de esta enorme cantidad de personas circulando, en general sin respetar
las reglas de tráfico, los pasos de peatones ni los semáforos,
entre los ciclistas el porcentaje de accidentes es muy bajo. Eso
solo se explica por lo que señalaba antes.
Me gusta mirar a los ciclistas y las bicicletas circulando a mi
alrededor cuando voy a trabajar. Estas son las horas de avalanchas
de trabajadores en bicicleta por las calles, lo mismo que las horas
que coinciden con los horarios de entrada y salida de los colegios.
Entonces las calles se llenan de bicicletas de mamás, abuelos
y padres trasladando a sus hijos en el asiento posterior de sus
bicis o en una especie de triciclo pequeño con armadura metálica
y un asiento que mira al lado opuesto del conductor. Este tipo de
pequeño triciclo familiar sirve también para trasladar
a un enfermo de la familia, ofrecer servicios de taxi en las horas
libres o llevar al parque a las personas ancianas que no pueden
caminar con facilidad.
Hay otros tipos de triciclos muy funcionales que sirven para la
venta ambulante de periódicos y revistas. El triciclo se
despliega con unos paneles de chapa metálica articulados
mediante bisagras, que cubren en forma de mesa su parte superior,
donde se exhiben las revistas y periódicos y rodean todo
el triciclo formando un amplio y cómodo mueble pintado de
verde y con caracteres chinos en grandes trazos que indican su autorización
pública para este trabajo. A veces, el vendedor añade
una mesa formada con dos taburetes y una tabla en la que se prestan
otros servicios como teléfono público, etc.
Hay otro típico tipo de triciclo funcional que recorre las
calles a toda horas y que es difícil de sortear entre el
vaivén de los ciclistas. Llevan una plataforma de madera
de 2 metros de largo por 1 metro de ancho recubierta con cañas
de bambú cortadas en tiras y colocadas con la cara brillante
hacia el exterior. Estos triciclos tienen dos manubrios superpuestos,
muy útiles para ayudar con el peso del cuerpo cuando la carga
es muy pesada, y grandes cuerdas para amarrar las mercancías,
que generalmente se cubre con un toldo o con redes y canastas. Estos
triciclos, con sus matrículas en orden y las plataformas
cubiertas con una manta, se alinean ocupando parte de la calzada
en lugares estratégicos, como grandes supermercados y estaciones,
esperando pasajeros con paquetes; a veces se ven sobre sus plataformas
cuatro compradores con grandes paquetes o pasajeros con sus maletas
serpenteando entre la masa de ciclistas. Después de las ocho,
hora a partir de la cual se permite la circulación y el estacionamiento
de camiones, estos triciclos recorren las calles en caravana transportando
mercancías a locales y grandes empresas, briquetas de carbón
y basura.
Sobre otros triciclos se montan muebles vitrina con estantes donde
se expone toda clase de alimentos crudos y cocidos que se pueden
"comprar al paso". Otros llevan grandes canastas planas
de 15 centímetros de hondo, cubiertas con una tela blanca
que las protege del polvo de la calle y de enfriarse rápidamente;
al servirte, retiran una punta de la tela para que puedas ver los
precios que están escritos en pizarras apuntaladas en el
triciclo. Cuando se termina el trabajo o se trasladan las mercaderías,
las canastas se montan una sobre otra en forma de caja. De la misma
manera, otros venden todo tipo de helados, bebidas y yogures al
natural o frescos en cajas de material aislante recubiertas con
trapos para mantener el frío, productos informáticos,
ropa, pajareras, mascotas y todo tipo de golosinas.
Hay otras bicicletas muy ingeniosas que llevan adosadas un bidón
de 200 litros apoyado en una rueda lateral que funciona como triciclo.
El bidón está preparado como parrilla de carbón
para cocinar boniatos, castañas y carne; generalmente están
ubicados en las paradas de los autobuses y en las entradas de los
edificios. Así que al mismo tiempo que recuperas fuerzas
para seguir pedaleando puedes comer un bocado y también te
puedes pesar, cortar el cabello, tomar la presión, hacerte
leer la fortuna; y para bajar la comida con un poco de diversión,
si eres varón, puesto que en esta actividad callejera beijinés
las mujeres solo hacen de mironas, por unos pocos yuanes puedes
probar tu suerte en un juego de ajedrez. Mientras reparas el neumático
pinchado, puedes hacer que te escriban una carta en chino por diez
yuanes, te reparen los zapatos o te hagan una copia de la llave,
servicios todos ellos que ofrecen las "bicicletas taller".
Estos talleres ambulantes tienen las herramientas básicas
para el oficio: bomba de hinchar, alicates, parches, pequeños
repuestos como timbres, asientos y frenos, tuercas y destornillador.
El otro día, la tuerca de la válvula del neumáticos
de mi bicicleta se había aflojado sin darme cuenta y cuando
fui a cogerla a las siete y media para ir al trabajo, me encontré
con que no había válvula y que la rueda posterior
estaba totalmente deshinchada. Comencé a caminar con la bicicleta
por las amplias y largas avenidas de la Universidad Qinghua, lugar
donde me alojo, esperando encontrar una "bicicleta taller"
en alguna esquina; pero después de caminar un largo trecho
sin encontrar ninguna y preocupada porque llegaba tarde al trabajo,
pregunté a un trabajador que salía de uno de los edificios.
Se detuvo amablemente como "quien conoce el oficio" y
diciendo que le esperara un momento se fue al interior del edificio
a buscar el repuesto que había perdido. Regresó con
la tuerca y una bomba de aire para hinchar las ruedas. Me colocó
el repuesto y yo puse hinché las ruedas, todo esto charlando
y bromeando amablemente. Nos despedimos como amigos intercambiando
nuestros nombres y confirmé una vez más que algo que
todos los chinos entienden y aman es tener un nombre melodioso al
oído y una bicicleta.
YANG
JIE
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