Cien
años de diálogo entre lo viejo y lo nuevo, entre
China y Occidente
Por
nuestra reportera LI XIA
UN
país con una civilización de cinco mil años
de antigüedad sin duda alguna lleva sobresí una carga
histórica que incluye tanto loesencial como lo accesorio,
aspectos ambos que de vez en cuando se transforman el uno en el
otro bajo el empuje del paso del tiempo y los concomitantes cambios
sociales, económicos y políticos. La historia sigue
su curso acompañada de sus alternancias. El mundo humano
está compuesto por diferentes países y nacionalidades
con culturas e ideologías distintas que unas veces chocan
y otras armonizan. El cambio de siglo que estamos viviendo es
un buen momento para echar una mirada retrospectiva a la historia.
No cabe duda de que la aceptación de lo más granado
de las tradiciones legadas por los antepasados y la asimilación
de lo esencial de todo tipo de civilizaciones es una actitud que
favorece el desarrollo y el progreso de la sociedad humana.
La cultura
En
el último año del siglo XX surgió entre los
chinos un hondo sentimiento de veneración por lo antiguo,
sentimiento que pude percibir con mucha facilidad en Panjiayuan,
el mayor mercado de artículos de segunda mano de Beijing.
Al ver que los jóvenes de tan sólo veinte o treinta
años vestían chaquetas chinas con botones hacia
el centro del pecho
y regateaban con los vendedores por aquellos objetos artísticos
antiguos, cajitas de rapé, biombos, ventanas y puertas
talladas, no pude controlar el torbellino de sentimientos que
se agolparon en mi mente. En el siglo XX China fue escenario de
dos grandes movimientos revolucionarios, el Movimiento del 4 de
Mayo y la Revolución Cultural, cuyos protagonistas fueron
precisamente jóvenes de esas edades que se lanzaron a la
destrucción de la cultura tradicional.
En 1919 estalló el Movimiento del 4 de Mayo. Decididos
a derrocar el régimen autocrático de los caudillos
militares, los estudiantes llevaron a cabo al mismo tiempo una
campaña patriótica y un movimiento en contra de
la civilización feudal. A su juicio, la milenaria influencia
de la filosofía moral y política de Confucio se
había convertido en un yugo que lastraba el progreso de
China. La única esperanza de la nación residía
en la ruptura total con la tradición. Aquellos jóvenes
revolucionarios defendían el uso del chino contemporáneo
en los escritos y se oponían a la utilización del
chino clásico, preconizaban el amor libre y abogaban por
la igualdad entre ambos sexos. Debido a su peculiar trasfondo
histórico, ese movimiento promulgó el rechazo en
bloque de lo tradicional, sin distinguir entre lo bueno y lo malo,
actitud que afectó en cierta medida la transmisión
de la cultura tradicional china.
A
finales de la década de los 60, la Revolución Cultural
se propagó de forma arrolladora por toda la nación.
El radicalismo alcanzó tal cota que durante casi diez años
en un país con una población de más de mil
millones de habitantes las únicas distracciones fueron
ocho obras teatrales modélicas y dos novelas. La nación
en masa, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, vestía
todos los días de azul o de gris. Las fiestas tradicionales,
incluida la Fiesta de la Primavera, fueron sustituidas por actividades
laborales colectivas. Las antigüedades que hoy alcanzan precios
exorbitantes en el mercado de Panjiayuan eran perseguidas como
"cuatro viejos" para destruirlas o quemarlas, mientras
que sus dueños fueron objeto de crueles humillaciones.
Estas
dos revoluciones influyeron por igual en la actitud de los chinos
hacia la cultura occidental. La mayoría de quienes participaron
en el Movimiento del 4 de Mayo se declararon favorables a la "occidentalización";
es decir, la sustitución de la cultura tradicional china
por la occidental, la cual, en su opinión, representaba
la civilización, mientras que la primera encarnaba la ignorancia
y el atraso. En aquella época se introdujeron en China
muchos libros extranjeros sobre economía, política
y filosofía, obras que proporcionaron a los chinos los
primeros conocimientos acerca de la cultura occidental.
Durante
la Revolución Cultural (1966-1976), todas las teorías,
tanto las tradicionales como las occidentales, salvo las de Marx
y Engels, fueron arrinconadas, exaltando al mismo tiempo la ideología
del líder soviético Lenin hasta erigirla en guía
del Partido Comunista de China. Los trajes y la comida occidentales
no podían encontrarse en ningún lugar de China,
y los jóvenes, convencidos de que Occidente no era nada
más que una sociedad decadente, creyeron que su misión
consistía en derribarla para salvar al pueblo de aquella
parte del mundo.
Pero a partir de los años 80 comenzaron a producirse cambios
drásticos. En efecto, la política de reforma y apertura
iniciada en dicha década ha ido cambiado la mentalidad
y el estilo de vida del pueblo chino; más concretamente,
las corrientes de pensamiento procedentes de Estados Unidos han
influido en toda una generación de chinos. Hoy día
se ven por todas partes grandes anuncios de McDonald´s y
de Coca Cola; el Gobierno chino importa todos los años
diez películas de Hollywood, y las estrellas de cine estadounidenses
se han convertido en ídolos de la juventud; el rock'n'roll
y las funciones de teatro moderno están en boga; y las
revistas europeas de moda se han convertido en la biblia de los
jóvenes de las ciudades. De repente, las puertas de China,
herméticamente cerradas a Occidente desde la fundación
de la Nueva China y el período de la Guerra Fría,
se han abierto.
En
este diálogo centenario entre lo viejo y lo nuevo, entre
China y Occidente, hay que mencionar el cine chino. El llamado
séptimo arte, nacido en Francia, ha sido siempre un instrumento
de propaganda del Gobierno, y, como es lógico, las funciones
que ha desempeñado en las diferentes épocas históricas
han sido distintas. Al iniciarse la apertura de China, el cine,
siendo un lenguaje común a todos los seres humanos, asumió
la responsabilidad de tender una puente de comunicación
con Occidente; esto es, de dar a conocer China al mundo occidental.
El intento más exitoso en este sentido parece haber sido
el del director Zhang Yimo, quien logró sacar el máximo
partido de la China antigua, misteriosa y enfermiza que los occidentales
se habían forjado en su imaginación. Con esta imagen
deformada de China producto de una aberración especular,
Zhang logró introducirse en los festivales cinematográficos
internacionales y ganar no pocos premios. La obra de otro cineasta
chino, Chen Kaige, director de Adiós a las concubinas,
también ha sido bien acogida gracias a su contemporización
con la estética occidental.
Muchos chinos creen que los directores como Zhang Yimo y Chen
Kaige se han aprovechado de los aspectos menos halagadores de
nuestra cultura para ganarse el favor y la aceptación del
público extranjero. Tal vez tengan razón. Pero considerada
esta cuestión desde otro ángulo, tal proceder resulta
inevitable. En efecto, en el diálogo entre dos culturas
distintas el no tomar en consideración las preferencias
del interlocutor equivale a adoptar una actitud irresponsable.
Es algo parecido a lo que sucede con el queso que los franceses
producen para el mercado chino, en cuya elaboración se
ha modificado la receta original para ajustar su sabor a un paladar
no acostumbrado a degustar este producto.
Hoy en día, los intelectuales chinos son conscientes de
que la civilización occidental no tiene la panacea para
resolver los problemas de la oriental, del mismo modo que las
soluciones de la civilización oriental no siempre pueden
resolver los problemas de la sociedad occidental. Lo más
importante no es que una civilización predomine sobre la
otra, sino que la humanidad aproveche sus recursos para estimular
su desarrollo.Las relaciones interpersonales
A
lo largo del siglo XX, en China las relaciones entre vecinos,
familiares y colegas no han experimentado grandes cambios. Aunque
en los años 80 la aplicación de la política
de reforma y apertura, así como la penetración de
la cultura occidental, introdujeron algunos cambios en tales relaciones,
éstas siguen conservando en lo esencial sus rasgos tradicionales.
En los años 70 corría la siguiente anécdota:
Una pareja de recién casados fue a vivir a un grupo de
viviendas con patio común. Cierto día, eran ya las
once del mediodía y las ventanas, las puertas y las cortinas
de su casa seguían cerradas. La anciana vecina de al lado,
muy preocupada por lo que pudiese haber sucedido, llamó
a los demás vecinos, quienes acudieron enseguida y llamaron
a la puerta, poniendo al joven matrimonio en una situación
muy embarazosa. Esta anécdota se considera una prueba suficiente
para afirmar que en China no existe la privacidad.
No obstante, a medida que los altos edificios han ido sustituyendo
los grupos de viviendas, las relaciones vecinales han ido cambiando
tanto que cada vez se ajustan más a las descritas en un
antiguo proverbio chino: "Aunque desde una casa se oyen el
canto del gallo y los ladridos del perro de la otra, quienes viven
en ellas no se visitan hasta morir". La gente ya asumido
el derecho a la privacidad. La historia de Yu Yongjun, una joven
de la ciudad de Chengdu (provincia de Sichuan), ilustra bien este
cambio, aunque en otro sentido. La joven Yu Yongjun vivía
con su hijo de siete en un bloque de viviendas. Los ancianos de
su bloque tenían la costumbre de reunirse todas las noches
después de la cena en el piso de encima del de Yu para
jugar al majiang. Las fichas de este juego, hechas de plástico
duro, producen un ruido muy fuerte, al que se añadían
los gritos de alegría y de enfado que acompañaban
a las partidas. Este alboroto nocturno cotidiano alteraba la vida
de Yu. Una noche la joven fue a hablar con los jugadores, quienes
le replicaron que debía respetar su derecho a divertirse.
Yu no tuvo más remedio que dirigirse a la comunidad de
vecinos del edificio, que adoptó una medida muy democrática:
decidir por votación de todos los vecinos si debían
prohibirse las partidas nocturnas. De los 68 vecinos sólo
Yu votó a favor de la prohibición. Lo interesante
de este caso es que muchos de quienes votaron en contra se habían
quejado en secreto, pero no habían votado a favor de la
prohibición para no disgustar a sus vecinos. Posteriormente,
la historia de Yu salió en televisión para pedir
la opinión del público. La mayoría opinó
que debía respetarse el derecho de Yu al descanso, pero
cuando Yu planteó la posibilidad de llevar el caso a los
tribunales, tanto el presentador del programa como un abogado
allí presente trataron de disuadirla y le aconsejaron optar
por una acción menos contundente. La idea de que "un
vecino cercano es mejor que un pariente lejano" hace que
los chinos teman ofender a sus vecinos. Esta historia, aunque
insignificante, es un reflejo de que, si bien China se está
abriendo al exterior y los chinos están comenzando a hacer
suya la concepción occidental de respeto a los derechos
del individuo, en la vida real la ley correspondiente todavía
no se ha formulado a la perfección y las tradiciones invisibles
siguen controlando en cierta medida la conducta de la gente. Saben
lo que tienen que hacer, pero la fuerza de la costumbre les impide
hacerlo.
A principios del siglo XX, la familia china ideal estaba formada
por cuatro generaciones que vivían bajo un mismo techo
y cuya cabeza solía ser un hombre maduro. Sin embargo,
la familia ideal de las actuales ciudades es la que consta de
tres miembros. Ello se debe a que los jóvenes desean disponer
de su propio espacio y vivir independientes de sus padres; pero,
sobre todo, a que las relaciones entre suegra y nuera nunca han
sido muy buenas y siguen sin serlo.
Nuestros antepasados decían que mientras los padres estén
vivos los hijos no deben hacer largos viajes. En algunos cuentos
didácticos antiguos la piedad filial de los padres es tanta
que entierran vivos a sus propios hijos para la seguridad de los
abuelos. Obviamente, los jóvenes de hoy no aceptan estas
ideas tradicionales, sino que persiguen la libertad y su sueño
es viajar por todo el mundo. Lo paradójico es que al tiempo
que la sociedad ensalza la libertad, los medios de comunicación
aprovechan cualquier oportunidad para dirigir la atención
de los jóvenes a las relaciones familiares y al apoyo espiritual
de sus padres. La canción titulada "Vuelve a casa
a menudo", que en poco tiempo alcanzó gran popularidad
en todo el país, es un fiel reflejo de esta manera de pensar.
Los chinos creen que, en Occidente, las exigencias planteadas
por el desarrollo económico enfrían las relaciones
familiares y temen que en China se produzca el mismo fenómeno.
En realidad, la concepción que los chinos, en especial
los hombres, tienen de la familia está profundamente arraigada
en su psicología. Es por ello que les cuesta mucho renunciar
a la responsabilidad de prolongar el linaje y de alcanzar la gloria
y distinciones que honren a los antepasados.
Al ser un país cuyo desarrollado se ha basado en la pequeña
economía agraria, las relaciones familiares han sido siempre
el espejo en el que se han mirado las demás relaciones
sociales, hecho que puede rastrearse en algunas expresiones chinas.
Las relaciones estrechas entre amigos y compañeros, por
ejemplo, se describen siempre con las expresiones "chengxiong
daodi" (llamarse mutuamente hermanos) y "qin ru xiongdi"
(tan íntimos como hermanos). En China, las "relaciones"
son un componente imprescindible del trato social. Si a un policía
de tráfico que va a ponerte una multa le convences de que
os une algún lazo familiar o de amistad, diciéndole,
por ejemplo, que uno de tus parientes también es polícia
o que los dos vivís en el mismo callejón, lo más
probable es que no te multe. En cierta ocasión un empresario
francés se quejó a su mujer, de nacionalidad china,
diciéndole: "La única manera de hacer negocios
con vosotros los chinos es sentándose a la mesa para comer".
La
vida
La dieta de los chinos varía de acuerdo con el cambio de
estación. A los chinos les gusta que en su hogar reine
una atmósfera de armonía con la naturaleza, razón
por la cual necesitan no sólo tener plantas y paisajes
artificiales en sus patios sino también sentir que están
unidos a la tierra. Es por ello que la mayoría de los ancianos
se muestran reacios a vivir en bloques de pisos. Para ellos, vivir
en un edificio de cemento a decenas de metros del suelo supone
una violación de los principios en que se basa el cuidado
de la salud. Sin embargo, en los años 60 y 70, época
en que la explosión demográfica coincidió
con el atraso económico, los chinos no podían permitirse
el lujo de seguir esta teoría tradicional, sino que debían
esforzarse por conseguir un mínimo de espacio en el que
pudieran vivir dignamente y por desembarazarse de las incomodidades
que conllevaban el hacinamiento de tres generaciones en una casa
de unos diez metros cuadrados, el uso de un cuarto de baño
casi al aire libre o el tener que compartir un grifo con varias
familias. Así se explica la aparición de bloques
de viviendas de construcción sencilla, pero que satisfacían
las necesidades básicas de la gente de aquella época.
En la actualidad, algunos chinos con suficientes medios económicos
pueden hacer realidad el viejo sueño de armonizar su hogar
con la naturaleza. Las viviendas con jardines, césped y
lago se han convertido en las nuevas estrellas del mercado inmobiliario.
En la época de atraso económico se destruyeron numerosos
grupos de viviendas con patios comunitarios, las típicas
casas de Beijing, para levantar bloques de pisos, destrucción
que se consideró un símbolo de modernización.
Pero en los últimos años, un número creciente
de chinos han viajado por Europa y han podido comprobar que muchas
ciudades históricas, como París, conservan muy bien
su arquitectura y sus viviendas antiguas, lo que ha propiciado
el inicio de un autoexamen. Algunos promotores inmobiliarios han
aprovechado esta tendencia para promocionar la venta de viviendas
con patio común construidas siguiendo el modelo tradicional
y han obtenido con ello resultados excelentes.
El dicho "De lo que se come se cría" sintetiza
la dietética tradicional china. A pesar de que China es
un país que posee una rica gastronomía, algunas
costumbres alimentarias de los chinos dejan bastante que desear.
El comer animales que escasean, por ejemplo, siempre se ha considerado
símbolo de riqueza y de elevada posición social.
Tanto es así que incluso hoy muchos ricos siguen intentando
practicar esta costumbre. La afición de los chinos por
la gastronomía se pone de manifiesto no sólo en
la variedad de los alimentos, sino en su afán de ostentación
y espectacularidad. Cuando se invita a alguien a comer, hay que
preparar un gran número de platos diferentes para asegurarse
de que haya de sobras, con lo que el anfitrión demuestra
su generosidad y su sinceridad. Así nace el vicio del despilfarro.
Además, en los restaurantes donde comen los chinos siempre
se oyen voces, carcajadas e incluso gritos. Los chinos creen que
comer es una actividad animada que debe ir acompañada de
sonidos. A los chinos no se les ocurrió que también
se puede comer en un ambiento tranquilo hasta que en los años
80 McDonald´s estableció su cadena de establecimientos
en China y en algunos hoteles de capital mixto se abrieron restaurantes
de cocina occidental. Un periódico publicó un artículo
en el que se afirmaba que McDonald´s había introducido
en China no sólo el sabor de la comida norteamericana sino
una cultura de la comida diferente.
Los chinos de hoy en día prefieren alimentos verdes y comidas
naturales. Recientemente, en la Universidad de Beijing se ha fundado
la Asociación de Vegetarianos. En opinión de sus
miembros, los animales son amigos de la humanidad, por lo que
comérselos es una salvajada. La cultura china de la comida
también está "internacionalizándose".
Los intelectuales chinos creen que lo esencial de las culturas
china y occidental forma parte del patrimonio de la humanidad.
El pueblo chino es perfectamente capaz de distinguir lo accesorio
de lo fundamental y de elegir racionalmente de acuerdo con sus
necesidades y circunstancias.