José Martí y la tradición
antiimperialista en América Latina
Por LIU CHENGJUN
Estamos
a finales del segundo año del siglo XXI, pero una frase escrita
en los años 30 del siglo pasado por el pensador mexicano José
Vasconcelos me viene obstinadamente a la mente:
En la época actual, la gente no se da cuenta de lo
irónico del hecho de que se deje al imperialismo temporalmente
aventajado arreglar el asunto relacionado con el destino de
la humanidad.
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Especialistas
chinos en temas hispanoamericanos durante el acto conmemorativo |
Es
en este momento histórico cuando nos llega el 150 aniversario
del natalicio de José Martí, y debemos recordar especialmente
su posición y pensamiento antiimperialistas. En la tradición
anticolonialista y antiimperialista de América Latina, Martí
ha sido un gran personaje de enlace.
El
imperialismo, este cáncer incontrolable como el deseo de las
ganancias, ha pasado por un largo proceso de evolución desde
su primera manifestación del colonialismo. No obstante, siempre
coexisten como su antítesis la conciencia y la lucha de los
pueblos, que lejos de lograr el triunfo, pero aún más lejos
de ser extinguidas, llevan en su seno gérmenes más vitales a
la larga.
Tomemos
el ejemplo de la historia de América Latina.
En
el siglo XV, durante la colonización española, tuvo lugar en
Valladolid (España) una gran discusión sobre si tenía razón
la guerra colonialista. Era la primera confrontación formal
en torno a la teoría imperialista. Por una parte estaba el dominico
Bartolomé de Las Casas; por la otra, Juan Ginés de Sepúlveda,
cronista de la corte española. Estaba de lado de Las Casas también
la Escuela de Salamanca. Hoy día, nadie se atreve a defender
abiertamente la teoría de la esclavitud, mientras que las ideas
de Las Casas y de la Escuela de Salamanca despiertan cada día
mayor interés.
Durante
la independencia, el Libertador Simón Bolívar fue el previsor
que vio en los Estados Unidos el nuevo colonialismo y advirtió
lo siguiente: “Parece que Estados Unidos han de sembrar la desgracia
en América en nombre de la libertad”. Releyendo Carta de Jamaica hoy día, comprendemos
mejor el lejano origen de la diferenciación entre las “dos Américas”;
la “otra América” ya empezó a dilatar su concepto de ser exclusivamente
ella la elegida de Dios.
A
mediados del siglo XIX, dicho concepto se expresó en el “Destino
Manifiesto” y la “Teoría de la Frontera”, acompañados de la
expansión territorial de gran envergadura.
Martí
vivía en esta época, y proclamó decisivamente: “Ha llegado para
la América española la hora de declarar su segunda independencia”.
Para alertar al pueblo, Martí escribió mucho. En sus escritos,
mencionó no pocas veces la importancia de estudiar y pensar,
y dijo: “Pensar es servir”.
Estudiar
parar descubrir la verdad sobre Estados Unidos. Martí investigó
el origen de su ambición imperialista estudiando la historia
desde la fundación de este país, y señaló que su libertad era
“una libertad que bambolea, egoísta e injusta, sobre los hombros
de una raza esclava”, “no fue nunca la de Norteamérica, ni aun
en los descuidos generosos de la juventud, aquella libertad
humana y comunicativa”, y que éste era “un pueblo rapaz de raíz”.
Un
país imperialista no puede tener de ninguna manera una sociedad
justa y equitativa en su interior. En sus numerosos ensayos,
Martí analizó las contradicciones internas de Estados Unidos,
e indicó que en este país, “en vez de resolver los problemas
de la humanidad, se reproducen”.
En
cuanto al análisis de la propia política imperialista exterior,
el poeta y el filósofo Martí se demostró como un calificado
economista y especialista en relaciones internacionales desnudando
al imperialismo en las batallas económicas en varios de sus
ensayos, entre ellos El
Congreso Internacional de Washingto , La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América y El Tratado de Comercio entre Estados Unidos
y México .
No
sólo ayudó al pueblo a descubrir “la otra América”, sino también
a “nuestra América”, enseñando al pueblo el arma ideológica
para resistir al imperialismo.
Otro
legado que nos dejó José Martí es su generoso corazón como de
un humanismo de los oprimidos. El antiimperialismo, además de
ser una posición política, representa el humanismo más profundo.
Martí no tenía prejuicio hacia el pueblo norteamericano, afirmando
objetivamente su laboriosidad y su abnegación. Mientras advertía
al pueblo del atropello de los países ricos hacia los pobres,
educaba al pueblo de los últimos a superar su propio prejuicio
racial. Dijo al pueblo que no debe existir el odio racial, porque
no existen razas, “dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos”.
Gracias a este generoso humanismo, Martí iba mucho más allá
de ser un patriota, un nacionalista. En su carta de 1895 a un
amigo, escribió las siguientes palabras: “Las Antillas libres
salvarán la independencia de nuestra América, y el honor ya
dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso acelerarán
y fijarán el equilibrio del mundo”.
Una
generación más tarde, lucharon en el mismo sentido dos intelectuales
latinoamericanos: José Enrique Rodó, de Uruguay, y José Vasconcelos,
de México, quienes dejaron respectivamente Ariel
y Raza Cósmica como obras clásicas
para generaciones venideras. Ya era una época en que Estados
Unidos no sólo actuaban como un imperio económico y militar,
sino que amenazaban a toda América Latina como imperialismo
cultural. La generación de Rodó y Vasconcelos luchó en el campo
de batalla cultural contra el pragmatismo con que apoyaban al
imperialismo alegando su “éxito”.
Un
importante aporte de Vasconcelos es su planto de una filosofía
de los “temporalmente fracasados”. Dijo en la circunstancia
del ascenso del imperialismo:
“Quien
pueda resistir el temporal éxito, podrá conseguir el progreso
humano más grandioso”.
En
Raza Cósmica Vasconcelos criticó
el racismo de los blancos como la base teórica del imperialismo,
y formuló la raza cósmica como el propio hijo y la antítesis
del colonialismo.
En
la época actual, el filósofo mexicano Leopoldo Zea viene analizando
de manera profunda la continuidad y la raíz cultural de la política
expansionista del grupo dominante de Estados Unidos, señalando
que la ideología exclusivista del “destino manifiesto” basada
en la cultura protestante de los blancos es la base teórica
del imperialismo que representan Estados Unidos. Después del
11 de septiembre, Zea expuso sus constantes ideas bajo un nuevo
contexto, y expresó con términos explícitos el exclusivismo
de la equivalente naturaleza como base del sionismo israelí.
Así
pasó la historia. La nuestra es una época en que el imperialismo
anda desnudo a su antojo, sin necesidad de pretextos, sin necesidad
de aliados. No es que no haya voces en contra. Ellas vienen
o de un pequeño país en bloqueo, o de un poeta en el caos de
la guerra, o de los gritos de las calles, o de una página web
en el mar de informaciones; pero no tienen el poder, no tienen
aquellos medios masivos monopolizados.
En
estas circunstancias, la gente recordará a los grandes hombres
fallecidos de los grandes países, y también a los grandes hombres
nacidos en los pequeños, como en nuestro ejemplo de América
Latina, a Franz Fanon de Martinica, autor de Los Condenados de la Tierra , a José
Martí, a quien estamos conmemorando.