La
vistosa indumentaria tibetana
HACE años, una amiga mía fue al
Tíbet, el "techo del mundo". Su primera
reacción a la elevada altitud la hizo sentirse deprimida,
estado de ánimo que se disipó al ver como los hombres
y las mujeres del lugar trabajaban y bailaban respirando el aire
más enrarecido del mundo. Mi amiga quedó profundamente
impresionada por el esplendor de sus bellas ropas y por el buen
humor y la confianza que irradiaban los lugareños. Y pensó
que el optimismo de aquella gente y su vistosa indumentaria simbolizaban
el encanto y la dignidad de su vida en ese solitario puesto de avanzada.
En
esta altiplanicie cubierta de nieve la ropa tiene ciertamente connotaciones
inusuales, puesto que son reflejo de la historia, la cultura, las
creencias, el carácter y la riqueza de la población
local.
La idea general sobre la indumentaria tibetana
es la de amplios mantos con largas mangas llevados al sesgo y de
delantales de mujer ribeteados con vistosas bandas. No obstante,
debido a la influencia de las diversas corrientes existentes dentro
de su religión, se observan evidentes diferencias locales
en la manera de vestir. El aislamiento de esta región
ha propiciado que la ropa tibetana se diversificara en numerosos
estilos peculiares fácilmente distinguibles.
Las principales prendas de vestir tibetanas son
el manto y la camisa. El manto tibetano es holgado y la parte izquierda
parece más larga que la derecha debido a que suele abrocharse
bajo la axila derecha. Los mantos también se sujetan con dos cinturones
de tela rojos, azules o verdes.
En
el Tíbet septentrional, territorio en cuyas montañas
los pastores llevan una vida nómada, hace un frío
glacial. Puesto que la diferencia entre las temperaturas diurnas
y las nocturnas es muy acentuada, a lo largo de todo el año
los pastores de esta región llevan un manto forrado de piel
que por la noche usan como colcha. De día sólo utilizan
la manga izquierda o no utilizan ninguna, anudando ambas a modo
de cinturón. Hoy en día, la costumbre de usar solamente
la manga izquierda y de dejar el hombro derecho al descubierto se
reconoce inmediatamente como un estilo de vestir tibetano.
El manto tibetano forrado de piel es tan ancho
que, según se dice, tiene capacidad suficiente para
cobijar en invierno a un niño de cinco o seis años.
Aunque no tiene bolsillos, al ir anudado alrededor de la cintura
forma una especie de bolsa en la que hay espacio de sobras para
llevar lo más necesario para la vida cotidiana.
Las
prendas de vestir que llevan los pastores en las praderas se distinguen
por sus cinturones de adorno. La parte delantera, las orillas inferiores
y las bocamangas de estas prendas también están adornadas
con ribetes de velvetón, pana y lana; las mujeres visten
delantales con bandas de tela de vistosos colores. Ningún
paisaje pictórico puede emular en belleza la visión
de los pastores errando junto con su ganado, bajo el cielo azul
y las nubes blancas, por la verde hierba y las montañas nevadas.
Los campesinos tibetanos que viven en el cálido
y húmedo sur confeccionan sus ropas con un tipo de lana tejida
a mano. Tanto los hombres como las mujeres se abrochan por la derecha.
La parte delantera, los bordes inferiores, así como el cuello
y las bocamangas de las prendas masculinas están ribeteadas
con telas o seda de colores llamativos. Excepto durante el crudo
invierno, las prendas femeninas exteriores no tienen mangas. En
general, los mantos tibetanos son largos en comparación con
la altura de quien los lleva, pero eso se soluciona levantando
la parte de la cintura y atándola con un cinturón.
En
Lhasa y en la prefectura de Shannan el clima es aun más cálido
y húmedo. Los hombres suelen llevar mantos dobles, mientras
que las mujeres visten mantos ajustados con mangas largas y delantales
atados a la cintura con adornos de gran colorido.
El delantal es una de las prendas favoritas de
las mujeres tibetanas. De acuerdo con las costumbres tibetanas,
llevar delantal es un privilegio reservado a las mujeres casadas,
por lo que las solteras no suelen usarlo. Gonggar, distrito situado
en Jiedexiu, zona de la prefectura de Shannan, es sinónimo
de delantal, puesto que en él se confecciona esta prenda desde hace
500 o 600 años.
Las
fiestas son la mejor ocasión para contemplar y apreciar la
indumentaria tibetana. Todos los años, en Nagqu, ciudad del
norte del Tíbet, se celebra una carrera de caballos. Los
tibetanos acuden a esta feria con sus mejores galas. Generalmente
los jinetes llevan botas, mantos de color azul celeste, azul oscuro
o verde pálido, y bombachos rojos o pantalones de deporte
azules o negros. Los espectadores llevan largos mantos negros,
azules o amarillos forrados de piel, de cuya cintura cuelgan dagas
tibetanas finamente trabajadas, pedernales, cajitas de rapé y monedas
de plata; las espectadoras se adornan con sombreros ribeteados con
colores que hacen juego con los ribetes de todas las prendas tibetanas,
incluidas las botas; además, llevan adornos de oro, plata
y cobre en sus largas trenzas, grandes pendientes y collares, así
como sartas de monedas de metal que embellecen su cintura y que
mecidas por la brisa tintinean musicalmente.
A
los tibetanos les gusta ponerse abundantes joyas y consideran el
vestido y los adornos símbolos de riqueza y hermosura. Por
muy pobre que sea una familia, compra joyas para reforzar su confianza
ante los demás. Los ornamentos personales que hoy en día
lleva un tibetano adinerado pueden alcanzar un valor que oscila
entre varias decenas de miles de yuanes y más de un millón.
Los tibetanos son budistas devotos. En el siglo
VII, Song-stan-gam-po, el héroe nacional del Tíbet, se casó
con la princesa Wencheng de la dinastía Tang y con una princesa
nepalí que trajo dos estatuas de Sakyamuni, una del este
y otra del oeste. A partir de entonces, el budismo se difundió
por todo el Tíbet transformándose gradualmente en
el incomparable budismo tibetano, que viene practicándose
desde hace siglos.
El
budismo tibetano influye no sólo en las ideas y el comportamiento
de la gente, sino también en sus preferencias con respecto a la
ropa y a los complementos. En la cultura budista el blanco simboliza
la santidad y en su vida cotidiana los tibetanos adoran ese color,
puesto que lo consideran emblema de la pureza y los buenos augurios.
En consecuencia, les gusta llevar camisas blancas o ribetear sus
faldas con tejidos de ese color. En cuanto a los complementos, los
tibetanos usan con profusión los colores rojo, amarillo,
naranja, azul y verde oscuro, gama cromática que también
revela la influencia budista, no en vano Sakyamuni llevaba una kassaya
amarilla, el gurú Rin-po-che un sombrero rojo y el maestro
Tsong-kha-pa un sombrero amarillo. Las cuentas y el ga'u
(amuleto) que hombres y mujeres llevan sobre el pecho también guardan
relación con el budismo. Se cree que el ga'u trae
seguridad y riqueza a quien lo lleva.
El
mejoramiento de las vías de comunicación entre el
Tíbet y las zonas del interior ha propiciado el florecimiento
del intercambio de artículos, incluidas las prendas de vestir.
Hoy en día la ropa tibetana tradicional va desapareciendo,
siendo sustituida por modernos trajes de corte occidental, pantalones
tejanos y otras prendas de la moda contemporánea. Las mujeres
de mediana edad, aunque menos atrevidas que la gente más
joven, pueden llevar un traje de chaqueta sobre su vestido tibetano
y un sombrero tradicional adornado con satén dorado y plateado.
Esta forma de vestir, muy popular en el Tíbet, es una muestra
de la tolerancia de la cultura exterior por parte de los tibetanos.
A su vez, los adornos preferidos por las muchachas
de las zonas del interior, como los brazaletes de plata con engastes
de turquesa y los collares de plata con incrustaciones de ágata
y de otras piedras preciosas locales, son un reflejo de la influencia
tibetana.
Muchos
diseñadores de moda encuentran en la ropa tibetana tradicional
una fuente de inspiración. Patrocinada por la Comisión
Estatal de Asuntos Étnicos, en junio del 2000 se celebró
en Kunming la I Exposición China de Vestidos y Complementos
Nacionales. Los prendas tibetanas tradicionales merecieron el elogio
y la admiración unánimes del público. Todos
los modelos Wu Haiyan, diseñadora china de moda femenina,
estaban inspirados en el estilo tibetano.
El más valioso de los conjuntos expuestos
fue el formado por cuatro vestidos tibetanos de más de 300
años de antigüedad seleccionados por la prefectura autónoma
tibetana de Deqen (provincia de Yunnan). Los mantos tibetanos estaban
profusamente embellecidos con perlas y adornos de oro, plata y ágata.
A partir de estas prendas de vestir finamente confeccionadas y exquisitamente
adornadas parece posible trazar la historia de la indumentaria tibetana.
Siendo como es portadora de un tipo de cultura,
la indumentaria tibetana ha despertado en todo el mundo no sólo
curiosidad sino un sincero respeto.
Por
nuestro reportero ZHANG HUA
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