Contenido de enero del 2001
 
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Visita de la ciudad de Huaihua

UN amigo mío me contó que en su viaje en tren de Huaihua a Beijing iba sentado junto a un matrimonio de jubilados que jugaban a las cartas, comían bocadillos y daban una cabezada cuando se sentían cansados, ocupando así el tiempo de su largo viaje.

Esta pareja, que venía de Huaihua, le explicó a mi amigo que los habitantes de esa ciudad, además de ser muy sencillos y honrados, no escatiman su dinero a la hora de atender a quienes les visitan. Inmediatamente surgió en mí el deseo de visitar esa ciudad, y mi amigo me invitó a viajar con él.

En la ciudad de Huaihua, situada en el suroeste de la provincia de Hunan, conviven los han,  los dong, los miao, los yao, los  tujia y otras etnias. Se dice que la presencia del ser humano en esa zona se remonta a hace 300.000 años. Hoy día éste es un lugar económica y culturalmente desarrollado, así como un importante centro político y militar del sur de China. 

El edificio Furon

El edificio Furon (Flor de loto) se encuentra en Qincheng, pueblo donde confluyen los ríos Wan y Wu. Tras pasar por un puente desvencijado se llega a la calle de piedra del pueblo. A uno y otro lado se levantan casas de madera en cuyas puertas hay puestos en los que se venden bocadillos preparados con arroz glutinoso, paocai (legumbres maceradas en salmuera) y productos caseros. Hay también una peluquería en la que siguen usándose utensilios anticuados, pero los precios son baratos: dos yuanes por cortar, lavar y secar. En las paredes de muchos hogares aún puede verse colgado el retrato de Mao Zendong junto a las fotos de familiares. La sencilla vida de Qincheng explica la longevidad de muchos de sus habitantes.

El edificio Furon es "la primera reliquia histórica de Hunan", ya que era allí donde el poeta Wang Changling (698-756), muy conocido en tiempos de la dinastía Tang, recibía y despedía a sus amigos. Se dice que después de Wang muchos intelectuales compusieron versos y pintaron en este edificio. La construcción original fue destruida por las guerras y la actual, que data de la dinastía Qing, muestra una inclinación similar a la de la célebre torre de Pisa (Italia). En el jardín hay un pino de 1.300 años que tiene 30 metros de altura, 2,8 metros de diámetro y una copa de 25 metros cuadrados. El edificio Furon conserva lápidas con inscripciones de literatos y héroes de diversas épocas.

El mercado libre de Jingzhou

La ciudad de Jingzhou se fundó en el año 1103. Durante la dinastía Ming (1368-1644), su emplazamiento en la frontera de las provincias de Hunan, Guangxi y Guizhou propició la formación de un gran mercado al que acudían los mercaderes de las provincias y ciudades vecinas. Una noche mi amigo y yo salimos a pasear por la calle peatonal. Lo que más nos llamó la atención fueron las discotecas y los restaurantes, que, a  pesar de sus reducidas dimensiones, estaban llenos de gente. A través de la puerta entreabierta de una discoteca pudimos ver que había un televisor, sofás y equipos de luces. El camarero se afanaba en atender a la clientela. En un extremo de la calle, se levanta el pabellón Wangjiang (Mirador al río), iluminado con luces de colores y acompañado por un surtidor cuyas columnas de agua suben y bajan al ritmo de la música. En el pabellón pudimos admirar puentes de piedra, altas norias y casas de madera de la etnia miao.

Justo al día siguiente comenzó la feria de Jingzhou, acontecimiento en el que participan casi todos los habitantes de la ciudad. Una vez inaugurada la feria, la gente entró en tropel. La curiosidad nos empujó a mezclarnos con la apretada muchedumbre y a adentrarnos por entre los puestos de ropa, zapatos, fiambres y productos autóctonos, así como los puestos de plantas medicinales tibetanas atendidos por tibetanos. El más animado era el puesto en el que se vendían billetes de lotería, donde los altavoces anunciaban los números premiados y la gente rodeaba a los agraciados para felicitarlos.  ¿A quién no le gustaría hacerse rico de la noche a la mañana?

El puente del viento y la lluvia y la velada alrededor de la hoguera

Los miembros de la etnia tong, una de las 54 que hay en China, vive principalmente en la frontera entre las provincias de Hunan, Guizhou y Guangxi.

Por los caminos se extienden semillas de té y arroz puestas a secar al sol y se ven campesinos trillando el arroz con instrumentos primitivos.

Las "casas cercadas" de los tong son viviendas de madera construidas sobre estacas para proteger a sus moradores de los ataques de los animales salvajes. En el primer piso se crían animales y se guardan los aperos de labranza; en el segundo vive la familia y se prepara la comida; y en el tercero se almacena el grano. Generalmente las casas son independientes, aunque también las hay que se comunican por medio de galerías.

En todas las aldeas tong hay una puerta de madera montada a machihembrado. Antes de entrar en la aldea, los visitantes deben beber el vino ofrecido por una muchacha de la aldea o responder cantando a sus preguntas, y ofrecer un regalo a la muchacha como recuerdo.

El puente Puxiu, el puente del viento y la lluvia, cruza el río que pasa por la aldea. Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo un joven de una orilla y una muchacha de la otra orilla se enamoraron. Cada vez que querían verse tenían que cruzar el río en barca. Cierto día de junio, las olas volcaron la barca de la muchacha y el dragón negro se la llevó. Al oír la triste noticia, el joven emprendió su búsqueda sin descansar ni de día ni de noche. Conmovido por el amor demostrado por el joven, el dragón blanco peleó contra el dragón negro durante tres días, al término de los cuales consiguió rescatar a la muchacha a costa de graves heridas que le provocaron la muerte. En memoria del dragón blanco, los aldeanos construyeron un puente sobre el río con una galería cubierta y pabellones que protegen del viento y la lluvia. Los pabellones del puente Puxiu, construido en la dinastía Qing, están decorados con figuras de dragón.

La torre del tambor, de base cuadrangular, es el símbolo de las aldeas tong. En su primer piso se coloca un enorme tambor con el que se da la alarma en caso de peligro. La torre también es el lugar donde se reúnen los aldeanos para divertirse, discutir, dirimir disputas y decidir sobre lo correcto y  lo incorrecto. La torre del tambor de la aldea Touzhai, construida en la dinastía Ming (1368-1644), se halla en buen estado de conservación.

Tuvimos la suerte de poder asistir a una comida festiva que sólo se celebra en la Fiesta de la Primavera y en días de júbilo. Según se ha transmitido oralmente, cuando hace mucho tiempo el héroe Wu Mian y sus tropas de rebeldes pasaron  por esta aldea tong, sus habitantes lo invitaron a alojarse en ella. Todas las muchachas querían invitarlo a comer a su casa, poniendo a Wu en una situación muy embarazosa. Una ingeniosa joven sugirió que cada familia preparara un plato y lo llevara a la plaza de la aldea. Esta costumbre ha pasado de generación en generación hasta llegar a nuestros días. Nos sentamos entre las muchachas, frente a un apuesto joven integrante de la compañía artística del distrito ataviado con el traje tradicional. Antes de comer, todos bailaron y cantaron cogidos de los brazos. Las jóvenes nos saludaron alzando su tazón de vino al tiempo que cantaban: "Los muchachos compraron buen arroz glutinoso y las muchachas trajeron agua del manantial para preparar un buen vino. En lugar de venderlos los ofrecemos a nuestros visitantes". Rechazar tal invitación habría sido una descortesía, y bebimos hasta saciarnos. Mi amigo bebió siete tazones de vino y casi acaba borracho. Mientras brindaba con vino, una muchacha pintó con polvo de carbón el rostro del joven y de los invitados, a quienes decía amar y respetar. Los platos fueron los típicos del lugar: verduras encurtidas, carne ahumada y pescado salado.

Terminada la comida, las muchachas entonaron una melodiosa canción de despedida. Una muchacha nos llevó a su casa para que mi amigo se limpiara su rostro pintado de negro. Al caer la noche, se encendió una hoguera en la misma plaza y la compañía artística del distrito interpretó magníficos bailes y canciones. Pasamos tres días inolvidables.                                  

Por CHEN XIAOTIAN es escritor.             

                                           

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