Artista universal
( Por ZHANG HONG 2010-10-14 )

El Pabellón de España, pintura al óleo.

Para Chen Jinfang, pintor estadounidense de origen chino, la creación artística exige dedicación absoluta. Tiene el objetivo de obsequiar a la Expo de Shanghai con 100 de sus obras, y, fiel a sus ideas, no descansa ni siquiera cuando duerme: “Cuando me viene la inspiración, me levanto de la cama enseguida”, dice. A sus 75 años y con 70 entradas para visitar la Expo compradas anticipadamente, Chen visita el Parque a menudo, pasando allí la tarde o incluso el día entero.

Empapándose de las esencias de la Expo

Chen Jinfang fue también el primero en traducir El Principito al chino, en 1968, y él mismo es la viva imagen de un “principito”, con su gorra y sus mofletes sonrosados como los de un chiquillo; igual que el pequeño príncipe cuando muestra su rosa, él también exhibe con orgullo sus pinturas: “Mira, es el pabellón de Gran Bretaña –dice-, la ‘Catedral de las semillas’, como le llaman también, en el que más de 60.000 delgadísimos tubos transparentes forman una estructura parecida a la bandera del país. La luz del sol los ilumina y brillan con los colores del arco iris a través de un prisma triangular, representando la vida de las plantas”.

Desde la galería de arte de Chen, en Shanghai, se puede divisar el pabellón de China, a lo lejos; a la entrada de la misma, cuelga su obra Río Huangpu, el sueño de la Expo: tras “La Corona de Oriente” (el pabellón de China), se ve correr al río, en el que se reflejan las luces y los modernos edificios de Lujiazui. El lienzo es una viva representación del cambio radical que ha experimentado la ciudad en las últimas décadas.

Hacía tiempo que Chen Jinfang tenía en mente realizar diversas creaciones entorno a la Expo. En 2009, viajó dos veces a Shanghai, en mayo y en septiembre, para documentarse sobre el terreno; finalmente, en abril de este año, encontró un apartamento en un barrio cercano al Parque de la Expo, al que se mudó. El alquiler mensual es de 10.000 yuanes, lo cual supone para el artista un más que considerable desembolso, pero Chen cree que, residiendo aquí, puede realmente vivir y sentir la Expo y encontrar así la inspiración adecuada.

La imagen del pabellón de China aparece en 10 de las 46 obras que ha concluido hasta ahora; es evidente que “La Corona de Oriente” se ha convertido en uno de los emblemas de la Expo para este veterano artista. Pero Chen no obtiene el material para sus creaciones únicamente de lo que él mismo observa y experimenta en la Expo: todos los días ve los programas de televisión que hablan de los acontecimientos que tienen lugar en los diferentes pabellones y, por la noche, sigue documentándose consultando referencias, como Innovación Tecnológica en las Exposiciones Universales o Arte en las Exposiciones Universales; además, minucioso, siempre añade explicaciones detalladas a sus obras tanto en inglés como en chino.

A pesar de que sólo una pared separa su apartamento del Parque, Chen, al igual que el resto de los visitantes, debe pasar los estrictos controles de seguridad cuando accede al recinto; no le está permitido entrar con sus pinturas, por lo que siempre trae su cámara y un cuaderno, donde anota aquellos detalles que le parecen más destacables.

Chen pone mucho afán y dedicación en su tarea: tardó tres días en pintar el pabellón de EE.UU. y otros diez el de Japón. En una ocasión, llegó a tomar más de mil fotos como referencia, pero, por desgracia, las perdió todas y tuvo que empezar de nuevo.

Antes de su serie sobre la Expo, Chen había realizado 66 obras sobre los Juegos Olímpicos, 100 entorno a la Estatua de la Libertad y 100 más en el estilo de Vincent van Gogh, esfuerzo este último que hizo que el Dr. Jan Hulsker, comisario del Museo Van Gogh de Amsterdam y ex ministro de Cultura de los Países Bajos le dedicase el apelativo de “sucesor de Van Gogh”.

Chen ve la Expo como la mejor plataforma para el renacimiento artístico global: “Me ha proporcionado tanto tema como contenidos -comenta-. El pabellón de Estonia se parece a un enorme mosaico de pinturas abstractas, que desafía a la gravedad y provoca una sensación muy fuerte. El pabellón británico es interesante también; se limita a un único tema, focaliza nuestra atención sobre un único asunto, con un gran espacio interior para poder tomar un descanso”, observa.

El artista alaba también el vanguardismo arquitectónico de los pabellones: “Han roto con las normas arquitectónicas al uso, rellenando espacios vacíos, utilizando líneas rectas donde habitualmente serían oblicuas, poniendo en la parte superior lo que siempre ha estado en la inferior y viceversa… Es posible que estas sean las tendencias arquitectónicas del futuro”.

Pero, ¿por qué esta obsesión por pintar la Expo? Chen respira hondo y se endereza en su asiento antes de contestar: “La Expo Universal fusiona multitud de culturas. Sin un evento como éste, es difícil imaginar que una ciudad pueda reunir lo mejor de más de 200 países y organizaciones.

Arte para la humanidad

Chen Jinfang se considera un ciudadano del mundo: comenzó a viajar a los 26 años y ha publicado ya 28 libros. Sus raíces familiares se hallan en Luoyang, en la provincia de Henan, de donde sus padres emigraron a Taiwan en el pasado. Chen, además de en Taiwan, ha vivido en Europa y Estados Unidos, regresando finalmente a China. “He cerrado el círculo”, sonríe.

El artista se define a sí mismo como un “hombre del pasado”: suele vestir con una sencilla camisa blanca y no utiliza nunca ni teléfonos celulares ni computadoras. Inspirado por Van Gogh, a los 14 años ya decidió que quería ser pintor. A su paso por la academia de arte, practicó duramente, dibujando estatuas de yeso de Venus durante tres años. Posteriormente, estudió en Francia, donde obtuvo un doctorado en historia del arte moderno.

Durante sus años de estudiante, el arte abstracto dominaba la escena mundial y cada artista trataba de ser diferente. Chen entiende que el arte abstracto es “arte por el arte”, pero a lo que él aspira es al “arte para la humanidad.” En su opinión, “el abstraccionismo es un género que fragmenta, con cada individuo creando su propia escuela”; dedicó dos años a reflexionar sobre el tema, concluyendo que, a una era de fragmentación e individualismo en el arte, debía seguirle otra de integración.

La evolución social parece darle la razón: Internet ha transformado el mundo, creando una “aldea global” en la que todos estamos interconectados y cada día parece más evidente que las culturas oriental y occidental dialogan y se mezclan sin cesar.

Chen Jinfang, en su arte, tiende a reunir todo tipo de imágenes. Los críticos occidentales han denominado su estilo como “Neo-Iconografía”, y consideran su técnica como muy adecuada para la representación de grandes acontecimientos y celebraciones.

“La Expo es un gran evento en el que se exhiben los últimos logros científicos y tecnológicos de la humanidad y la diversidad de sus culturas. Se puede entender como una gran reunión de las civilizaciones del mundo”, piensa Chen.

Chen Jinfang vino a China en 2008 como embajador cultural de las Naciones Unidas para pintar obras que representasen las Olimpiadas. Llegó a realizar 66 cuadros entorno a este tema y, sobre ellos, el presidente del Comité Olímpico, Jacques Rogge, dijo que no había otro artista que hubiese combinado el arte con los Juegos como él.

En 2010, el Grupo Cité, de Taiwan, publicó la biografía de Chen, titulada El mundo onírico de un joven taiwanés, en la que se cuenta la aventura de ese niño al que le gustaba dibujar por todas partes y que, al hacerse mayor, consigue la fama, llegando a ser el embajador cultural de la ONU. Una celebridad que conlleva constantes entrevistas con los medios y compromisos públicos que, sin embargo, rechazó de plano desde marzo, cuando viene con su esposa a Shanghai, visita el Parque de la Expo y no tiene otra cosa en la cabeza que pintar, pintar y pintar.

Arte y Expo

En las ventanas del apartamento de Chen, en Shanghai, se refleja la luz del Valle del Sol del Parque de la Expo, que proporciona energía solar a todo el recinto. Se trata de uno de los lugares favoritos de Chen, al que ha dedicado dos obras, una representando una escena diurna, en la que el artista utiliza los colores del arco iris para mostrar la energía del sol, y otra, una escena nocturna, en la que combina la imagen de la obra Noche estrellada de Van Gogh y las luces LED del Valle del Sol por la noche. Chen cree que “gracias a la Expo, el Valle del Sol se convertirá en un nuevo icono de nuestra civilización. Yo lo veo como un canto a la llegada de la época de la energía solar”.

El artista también se siente atraído por otros elementos más modestos presentes en la Expo, como por ejemplo, las bicicletas del pabellón de Dinamarca, que le impresionaron tan profundamente que les dedicó su primera obra de esta serie. “El ritmo de vida moderno es tan rápido que, a veces, nuestro cuerpo no da abasto. Para mantenernos en forma y llevar una vida más saludable, es muy recomendable montar en bicicleta”, dice.

El Ángelus de Jean-Francois Millet, que se ha exhibido en el pabellón francés, también sirvió de inspiración a Chen. En su creación, se ve a los agricultores trabajando y rezando al atardecer, pero en el escenario de Shanghai y con la célebre torre de la Perla Oriental, en Pudong, como trasfondo, es decir, traslada la idea de Millet a un contexto chino, fusionando así arte occidental y oriental.

La serie de la Expo Universal de Chen incluye también muchas otras imágenes, como Haibao, la mascota de la Expo, los pandas, el Monte Fuji y las grullas japonesas, la Estatua de la Libertad y el arquitecto Ieoh Ming Pei, de los EE.UU., un torero y Picasso, representando a España, y los pueblos indígenas y la lámpara Kongming, por Taiwan, entre otros. En una de las obras, pintó a un sonriente Haibao rodeado por turistas procedentes de todo el mundo, al lado del antiguo Templo del Dios Protector de Shanghai.

“La Expo ha hecho que en estos 3,28 km2 del Pudong se reúnan los símbolos más representativos de la cultura de cada país, desde la moda italiana, pasando por la pintura clásica francesa, hasta los robots japoneses”, sostiene Chen. En su opinión, “la Expo Universal y los Juegos Olímpicos comparten los objetivos de las Naciones Unidas: paz para el mundo y una humanidad feliz”.

La relación simbiótica entre arte y exposiciones universales tiene una larga tradición: ya en la primera Expo, en 1851, se exhibían cientos de esculturas, y, en Paris, en el año 1900, Rodin expuso más de 100 esculturas. “Esa retrospectiva de Rodin tuvo una enorme repercusión a nivel mundial. En Shanghai, Francia ha querido recordar en su pabellón ese acontecimiento exponiendo su celebre obra El Pensador, subrayando al mismo tiempo la relevancia que tuvo en la historia de las exposiciones universales”, añade al respecto Chen.

Como artista chino, Chen no podía dejar escapar la oportunidad de participar en este evento único con sus propias obras, y, realmente, se ha dedicado a ello en cuerpo y alma. “Me hubiese lamentado el resto de mi vida si me la hubiese perdido”, concluye. Tras echar el cierre a la Expo, sus obras seguirán expuestas de forma permanente en Shanghai.

Si el lema de la Expo es “Mejor ciudad, mejor vida”, admirando las creaciones de Chen Jinfang, no podemos evitar pensar que, el arte, también contribuye a hacer que nuestras vidas sean mejores.

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