
Bonga Wihhy, con sus familiares.
¿Para que ir a Shanghai a visitar la Expo? Probablemente, cada uno tenga su propia respuesta.
Por ejemplo, para Marie, una chica alemana que lleva cinco años trabajando en un banco de la ciudad del delta del Yangtsé, “la Expo nos da la oportunidad de apreciar la multitud de ideas innovadoras y culturas diversas que conviven en nuestro planeta: podemos aprender unos de otros. La verdad es que me encantan todas las creaciones que he visto, me han enseñado mucho. Me alegro de haber venido”.
Un tema que nos preocupa a todos
Para Martine, que viene de Francia y que ha visitado la Expo en compañía de su hija, Florielle, quien lleva seis meses trabajando en Shanghai, la Expo ha dado en el clavo con la elección del tema: “Creo que el motivo central de la Expo 2010 es muy bueno. Me interesan profundamente los problemas ecológicos, es muy importante que nuestros hijos y las generaciones venideras puedan disfrutar de un medio ambiente bien preservado”.
Marie, la chica alemana, concuerda: “Me parece una elección muy significativa; implica que estamos tratando de mejorar nuestras vidas y de proteger la naturaleza. La Expo 2010 -continúa- es un evento a gran escala, con un contenido variado e interesante. Y la verdad es que, a pesar del gran número de visitantes, después de lo visto, uno se queda con una muy grata impresión. Merece la pena visitarla”, sostiene.
Bruce Traversy es un empresario canadiense que viene a la Expo con su mujer y sus dos pequeñas hijas y a quién también seduce el lema, “Mejor ciudad, mejor vida”. Se muestra especialmente interesado en acercarse al Área de Mejores Prácticas Urbanas, donde se ubican los pabellones de ciudades cuyas experiencias pueden servir de modelo para el desarrollo urbano futuro.
Un lema que, para Huang Xiaoshi, el editor de la revista taiwanesa CONDE, propone un desafío a la altura de China: “Los países occidentales completaron hace muchos años sus procesos de urbanización; sin embargo, en China hay aún un gran porcentaje de población agrícola, por lo que el potencial de crecimiento urbano por la emigración de parte de ésta a las ciudades es aún muy grande -explica-. La urbanización es un proceso que, concluido en Occidente, aún está en marcha en China”. Por ello, Huang piensa que el intercambio de experiencias de urbanización con los países occidentales es uno de los elementos más importantes de esta Expo. “Aprovechando esta oportunidad para conocer los problemas a los que se enfrentó Occidente durante el proceso de urbanización, podemos prepararnos mejor”, señala.
Con este tema como inspiración, la mayoría de países expone visiones, ideas y posibles modelos para nuestra vida futura. Huang Xiaoshi ve como “un hilo conductor, una gran melodía central une a todos los pabellones: el ahorro energético, la reducción de emisiones, las nociones de lo ‘verde’ y de la protección ambiental. Así, por ejemplo, los materiales empleados para su construcción son reciclables, sin que se haya hecho uso de barras metálicas o cemento, sino tejidos o materiales ecológicos en muchos de ellos, en lo que se afirma como una clara tendencia para nuestra vida futura”.
Los pabellones preferidos
Jan Jiefke es un fotógrafo alemán que lleva ya 11 años trabajando en Shanghai. En 2008, comenzó a tomar fotos para los pabellones de Alemania y Suiza. “Ahora vengo para ver qué tal funcionan ambos -dice-. En cuanto a mis pabellones favoritos, los que más me gustan son los de China y Reino Unido: simples y sin demasiados alardes técnicos. El de Alemania también me agrada, aunque pienso que utilizan demasiado la tecnología. Por otro lado, me parecen muy interesantes los pabellones ‘Planeta urbano’, ‘City Being’ y ‘Urbanian’, ya que no sólo exponen algunos de los problemas medioambientales más importantes a los que nos enfrentamos, como los relacionados con el agua, la calidad del aire o la ecología, entre otros, sino que proponen soluciones creativas, al contrario de otros pabellones, donde se le da un tratamiento más superficial a los mismos temas, lo cual no nos permite aprender mucho”, explica.
El pabellón de China también figura en la lista de los preferidos de Martine y de su hija Florielle: “Es enorme y el color rojo resulta muy atractivo -justifican-. También nos gusta mucho el pabellón de Inglaterra. Pero la verdad es que, en el fondo, como es la primera vez que visitamos una Exposición Universal, todos los pabellones nos parecen interesantes. Creo que la Expo es una muy buena plataforma para poder contemplar en un solo sitio la variedad y riqueza cultural, creativa y tecnológica de multitud de países”.
A Annie, que viene de Estados Unidos, le fascina el pabellón de Japón y su decoración: “Japón ha trabajado mucho los temas del agua y la protección del entorno. Pero es una lástima que todas las actividades las lleven a cabo en chino, ¡no entiendo ni una palabra! ”, comenta.
Vania Piomboni, una italiana que trabaja en la agencia de turismo Larich, ha venido ya varias veces a la Expo, visitando una decena de pabellones. Cuenta que le impresionan “el teleférico del pabellón de Suiza y el pabellón de mi país: es realmente hermoso, representa perfectamente la cultura italiana”.
Al arquitecto cantonés Deng Jianwei le resultan más atractivos los 46 pabellones individuales construidos por los propios participantes porque “justamente por eso, reflejan muy bien las peculiaridades de cada país”. Cita el caso del pabellón de Arabia Saudí, que le parece como la proa de un barco, con forma de tazón, y que alberga una pantalla de cine en 4D con una estructura similar: “El diseño es coherente con su función”, observa.
También le parece destacable el diseño del pabellón de Indonesia: “El bambú crece en abundancia en un país tropical como éste y el equipo que creó su pabellón muestra una infinidad de posibilidades de uso de esta materia prima –argumenta-. Por ejemplo, las tablas del suelo se han elaborado utilizando la sección transversal del bambú; el techo, con su sección longitudinal; las lámparas, con los extremos y las macetas, con el bambú abierto. En suma, se aprovechan al máximo las posibilidades del bambú y, con un material común, sin hacer uso de tecnologías complejas, se logra representar la idea de una vida sencilla y de bajo carbono”, opina.
El pintor taiwanés Xie Lun, residente en Shanghai, ha visitado ya la Expo en numerosas ocasiones y ha llegado a ver hasta ahora nada menos que 87 pabellones. Destaca en conjunto la gran cantidad de innovaciones que se presentan en el evento, y le llamó particularmente la atención el pabellón de Chile, donde descubrió que, si se excavaba desde allí un túnel atravesando la Tierra en línea recta, llegaría a Santiago, la capital del país andino. Para él, esto es una constatación del dicho chino “De orilla a orilla del mundo, todos los hombres somos hermanos”. “Es totalmente cierto. Realmente estamos más cerca los unos de los otros de lo que a veces pensamos”, reflexiona.
Tras su detenida y extensa observación de los distintos pabellones, Xie Lun ha podido sacar una conclusión: en la Expo, todos los países han seguido unas prácticas similares, ya que no sólo han tratado de presentar sus culturas en China, sino que también han intentado utilizar en ellos ciertos elementos de la cultura local para acercarse a los chinos.
China y Shanghai a través de la Expo
Para Xie Lun, una de las “hazañas” de esta Expo ha sido “el poder recuperar la zona de la antigua Fábrica Militar de Jiangnan, que ahora forma parte de la ciudad moderna”. Xie opina que la recuperación del barrio de Xintiandi, en Shanghai, fue el primer ejemplo que se dio en China de una transformación similar culminada con éxito. Sin embargo, cree que, al ser una labor realizada básicamente por la iniciativa de empresas privadas, tenía sus limitaciones. “Esta vez, ha sido el Estado el encargado de la toma de decisiones, trasladando grandes astilleros, fábricas de acero y edificios antiguos para la creación de áreas residenciales, un esfuerzo que ha obtenido unos resultados inmejorables”, remacha.
Xie Lun, finalmente, piensa, como muchos compatriotas suyos, que la principal función de la Expo es la de educar a la población local: “Tanto una Expo como unas Olimpiadas constituyen oportunidades únicas en la historia de cualquier país. Cuando se llevan a cabo, los residentes aprenden mucho sobre el resto del mundo, cambia su percepción del exterior y se vuelven más abiertos. Uno no puede ser arrogante en un mundo tan grande”, concluye.
Mark es un californiano de paso por Shanghai, adonde llega desde Hong Kong en viaje de negocios, pero no ha querido dejar pasar la ocasión de visitar la Expo: “Está muy bien construida, parece una ciudad dentro de otra -observa-. Las infraestructuras son excelentes y los pabellones, muy bellos. A mi parecer, las grandes urbes serán en el futuro los símbolos de nuestro mundo, como el nuevo Shanghai o las metrópolis más tradicionales, como Nueva York, Londres o Ciudad de México. Mi abuela vivió en Shanghai durante 40 años y me contó muchas cosas sobre la ciudad, pero lo que veo es completamente distinto. No me esperaba tal cantidad de rascacielos”, afirma.
Bonga Wihhy, un francés que lleva diez meses trabajando en Shanghai, visita la Expo por segunda vez, en esta ocasión, acompañando a sus familiares, quienes han viajado desde Francia para verla.
“De la Expo, me han impresionado sus largas colas, lo grande que son los pabellones, la buena organización y la amabilidad de la gente -dice-. Me recuerda una vez más lo falsa que era la impresión que yo tenía sobre China. Este país se ha desarrollado mucho y bien y es un muy buen sitio para vivir. Cuando llegué por primera vez, lo hice pensando que me iba a encontrar con un país muy pobre, con medios de transporte extremadamente subdesarrollados. Pero Shanghai me dejó boquiabierto. Ahora, cada vez que viene un amigo de Francia, se queda maravillado con la actual China, tan distinta de como la imaginaba. Salvo las dificultades que tengo para aprender el idioma, la verdad es que llevo una buena vida en Shanghai, cómoda y sin complicaciones, y que aún me resulta más agradable por la cordialidad de la gente. En París, no me atrevo a dejar a los niños salir a jugar solos a la calle; ni yo mismo salgo solo por la noche. Sin embargo, Shanghai es muy segura a cualquier hora. Me gusta mucho la vida de aquí”.
Lo que más le impresiona a Jan Jiefke son las multitudes: “Sería impensable tal cantidad de gente haciendo cola en Europa. Seis horas aguardando para visitar un sólo pabellón… ¡Es increíble! -comenta-. Sí, me ha sorprendido la paciencia de los visitantes”.
Bruce Traversy se queda con el orgullo que ha notado sienten los chinos por acoger y organizar este evento. Pero, además, ha aprovechado el viaje con su familia para hacer turismo por Shanghai: “Estamos disfrutando mucho de la experiencia -dice-. ¡Cuántos rascacielos! ¡Hasta hemos subido a la azotea de la Perla Oriental! También hemos visitado una de las galerías de arte: Parque Creativo M50, cerca de la estación de tren, donde pasamos muy buenos momentos”. Rascacielos, galerías, excelentes centros comerciales… Traversy piensa que en Shanghai hay de todo. Por eso, concluye: “Shanghai es una ciudad preciosa. ¡Vale la pena venir!”.