Viejo patio, nueva
vivienda
--reconstrucción
de Nanchizi
Por
nuestra reportera Zhan Ni
|
Nanchizi está rodeado
de un medio ambiente muy bueno |
El apego y el arrepentimiento sobrecogieron por
igual a Zhang Fenghe, en el minuto que traspasó de nuevo
el umbral del ahora recién remozado patio antiguo de la
calle Nanchizi, al este de la puerta de Tian’anmen.
Por
espacio de 47 años Zhang fue inquilino de este patio cuadrangular
con habitaciones de ladrillo y teja gris. Un año antes,
con el fin de proteger el paisaje del viejo sector capitalino,
la municipalidad de Beijing decidió reconstruir la calle
Nanchizi, donde se
acumulan varios cientos de años de historia beijinesa.
Un tanto regañadientes y molesto con las políticas del
ayuntamiento respecto a la mudanza, Zhang se trasladó
de Nanchizi, para instalarse en una nueva casa en Di’anmen,
un lugar apartado detrás de Tian’anmen.
Pero
no por ello dejó de añorar las escenas de la vida cotidiana
en la vieja casa de vecindad de Nanchizi, rodeada de un
singular ambiente cultural con reminiscencias de ciudad
imperial.
Nanchizi
es un lugar especial de Beijing. Ubicada en el sureste
del Palacio Imperial, esta arteria urbana formó parte
de la ciudad imperial en las dinastías Ming y Qing. Las
construcciones de este lugar solían ser entidades encargadas
del manejo de la vida de
la realeza y los asuntos ordinarios del emperador.
A partir de la dinastía Qing, Nanchizi se fue convirtiendo
en dependencia del Ministerio del Interior en las afueras
del palacio, donde se guardaban los objetos y recursos
de la corte real. En la actualidad, los sitios conocidos
como Depósito de Porcelana y Callejuela del Farol quedan
como vestigios de aquel entonces. En aquellos tiempos,
Nanchizi era un lugar de acceso prohibido. En la época
de la República de China (1912-1949), esta zona llegó
a ser un barrio residencial, pero no cualquiera podía
vivir en los patios cuadrangulares. Sus inquilinos eran
en su mayoría descendientes de linaje imperial, celebridades de los diversos círculos
sociales y funcionarios importantes del gobierno. “En
la época contemporánea vivieron allí el mariscal Luo Ruiqing
y el general Zhang Yunyi”, dice con orgullo Zhang Fenghe.
Al igual que otros habitantes del área con amplio conocimiento
del devenir histórico, Zhang Fenghe está orgulloso de
haber vivido en la misma cuadra que alguna vez habitaron
personas tan importantes.
|
La puerta en forma de
luna refleja el estilo tradicional |
A lo largo de casi cien años, el alto y grueso
muro levantado en la convergencia de la parte sureña de
la calle Nanchizi y la calle Chang’an no sólo ha formado
una barrera protectora contra el tráfico ruidoso, sino
que también ha servido para conservar el panorama, la
disposición y el ambiente del barrio tradicional de Beijing.
Las hileras de patios cuadrangulares con habitaciones
ordenadamente combinadas realzan silenciosa y armoniosamente
la elegancia y esplendidez de la Ciudad Prohibida.
Zhang
Fenghe afirma que en su niñez vivía en un gran patio independiente,
tan cuadrado como una caja. Su familia consiguió domiciliarse
en la suntuosa zona gracias a su acomodada posición económica.
Su madre procedía de una familia distinguida del nordeste,
que tenía una antigua amistad con Zhang Xueliang, el famoso
personaje de la historia moderna. Su padre trabajaba de
mayordomo en la librería del mercado Dong’an, situado
en la calle Wang Fujing, llamada “la primera calle comercial
de China.” “Mi casa – rememora Zhang – tenía tres habitaciones
en el sector norte, dos habitaciones separadas a la derecha
e izquierda, tres habitaciones divididas entre el este
y el oeste, mientras que el resto de las habitaciones
servía de cocina, comedor y cuarto de baño. Es todo un
mundo en miniatura. La portada y el muro que ejerce de
biombo, con vigas talladas y paredes pintadas, eran muy
ostentosos”. Zhang habla con fruición, como contando las
piezas del tesoro que ha sido su casa. Sus dos tíos e
hijos vivían con ellos. Cada fin de semana, su padre iba
sin falta al jardín imperial (el actual parque Zhongshan)
para hacer ejercicios, seguido de los niños de la familia,
que saltaban y corrían a su lado. Las mañanas las dedicaban
a la lectura de libros en el jardín, y cerca del foso
de muralla. Zhang Fenghe remueve los rincones de sus recuerdos
y ve aparecer ante él, majestuosa y pletórica de espíritu
imperial, a la Ciudad Prohibida, con su bella torre, el
río Changpu y el templo Pudu, que daban la cara a su casa.
|
Los viejos vecinos se
reúnen en el patio cuadrangular |
Un
buen día, el silencio que poblaba el patio de la familia
de Zhang abandonó aquellos fueros. Sus tíos partieron
al serles asignadas viviendas en otras zonas. Debido a
la explosión demográfica que el país registró entre las
décadas de los 40 y 50, --sumado al lento ritmo que caracterizó
entonces a la construcción de casas de familia--, el gobierno
expropió muchas viviendas para repartirlas entre quienes
carecían de un
techo propio, por lo que la familia Zhang quedó sólo con
dos habitaciones formales. Al trasladarse de una vez decenas
de familias al patio, el espacio disponible se hizo extremadamente
reducido. En los años 70 del siglo pasado, un fuerte terremoto
sacudió a Tangshan, 200 kilómetros al norte de
Beijing, afectando también a la capital del país. Ante
la emergencia, se edificaron a título privado algunas casas de madera en el patio de la familia Zhang.
Súmese
a ello que el para entonces viejo patio había sido reconstruido
tras un fuego ocurrido en 1917. De ahí que se viera cada
día más desvencijado, desordenado y carente de funcionalidad.
Decenas de familias debían compartir un cuarto de baño
y un grifo, y como todavía se preparaba la comida con
carbón, los riesgos de todo tipo iban en aumento. Se imponía
mejorar la calidad de vida de los residentes.
Desde
que se reconstruyó la calle Nanchizi, en agosto de 2001,
Zhang Fenghe, movido por su amor a lo que una vez fue
suyo, no deja
pasar una semana sin que se llegue en bicicleta desde
Di’anmen a su antigua casa. Una vez allí, se pone a contemplar
las obras que van transformando su viejo patio y, como
buen aficionado a la construcción, se detiene en cada
detalle de la labor de los obreros: cómo pulen los ladrillos
gris hasta dejarlos lisos y refinados como antes, cómo
reproducen la antigua configuración y fisonomía del viejo
patio y, sobre todo, cómo trabajan en la puerta, que en
su opinión es lo más importante. La puerta del patio, explica, simboliza la condición, posición, intereses,
juicios estéticos y aspiraciones de los residentes del
lugar, a los cuales deben
responder la estructura, altura, medida, realce,
proporción y peldaños de la entrada. Este tema la ha dado
mucho que pensar, sin llegar a una respuesta satisfactoria.
Por otra parte, sí parece sentirse a gusto con la labor
de reconstrucción de la puerta del patio número 10 en
el callejón detrás del templo Pudu. “Su diseño es adecuado, pues conserva en gran medida el estilo
del viejo patio cuadrangular: la puerta roja de hoja de
hierro, los anillos de bronce, los peldaños, la portalada
suntuosamente ornamentada, imbuida del encanto propio
de las viviendas del viejo Beijing”. Lo único que lamenta
es la ausencia del bloque de piedra delante de la puerta
donde él se divertía, jugando y contando historias junto
a sus amigos de infancia. Zhang se regocija con esta vista,
mientras alimenta la cuita de verse alejado de su patio
por lo que considera un error de apreciación de quienes
así lo decidieron.
|
La decoración de
las habitaciones y el estilo de construcción
se realzan mutuamente |
De
acuerdo a la distribución tradicional, este tipo de patio
cuenta con un emparrado de glicinia, dos arriates, tres
mesas de piedra y doce taburetes del mismo material como
adorno; las puertas de las habitaciones y los marcos de
las ventanas son de color rojo y verde, con un brillo
que destaca sobre las paredes, las tejas y los ladrillos
grises. Todo exuda una apariencia primitiva, sencilla
y elegante.
Cheng
Qingde (conocido de forma cariñosa como Dezi), fue vecino
y amigo de Zhang Fenghe. La familia de Dezi se trasladó
al patio cuando el mismo se convirtió en un conjunto residencial
multifamiliar. Dezi volvió al patio después de su reconstrucción.
“Cuando vuelvo aquí siento un cariño similar al
que me espera en mi propia casa. Hasta el aire es diferente
aquí”. Dice sin poder ocultar su contentura al contemplar
la conversión de un estrecho y viejo conjunto residencial
en un amplio, claro, tranquilo y elegante patio cuadrangular.
Dezi tiene especiales recuerdos de la antigua Nanchizi.
En aquel tiempo, cuatro generaciones de su familia se hacinaban
en una casa menos de 40 metros cuadrados. Cada verano,
en cuanto llovía, tenía que correr a casa. Al llegar,
cubría el tejado con fieltro y después desaguaba el patio.
Si no se aplicaba con energía a la tarea, la vieja casa
era como “un barco que hacía aguas en medio de un inmenso
océano”. Las decenas de años que vivió en Nanchizi le
sirvieron para perfeccionar la habilidad de remendar la
casa, bromea Dezi.
A su juicio,
reconstruir la calle Nanchizi no sólo significa retomar
la tradición, sino también dar un toque humano a las residencias.
Su nueva casa dispone de suministro de agua, electricidad,
alcantarillado, calefacción, gas natural, cocina y cuarto
de baño; incluso la necesaria banda ancha de Internet
de la era de la informática. Dezi, preocupado por no contar
con estacionamiento para su auto en el callejón, descubrió
un garaje común con capacidad para 160 coches. A pesar
de todo, el diseño de la casa no le satisface. Por ejemplo,
la cocina y el cuarto de baño resultan en extremo pequeños;
la disposición de la mesa y las sillas en el salón apenas
deja espacio para dos o tres personas. “Así las cosas,
tendré que recibir a los visitantes en el patio”, afirma
desesperanzado.
Pero con
todo, se congratula por no haber tenido que mudarse como
sí le ocurrió a Zhang Fenghe. “Apenas supe la noticia
de la reconstrucción de Nanchizi, consulté con mis familiares
para decidir si saldríamos o no de aquí, y mudarnos a
los edificios. Además, las altas tarifas que se cobran
por el patio cuadrangular reconstruido quedan fuera del
alcance de la gente común como nosotros. Mi padre no estaba dispuesto
a separarse del puesto de desayuno que visita de vez en
cuando, de sus paseos diarios entre las flores y hierbas
del Palacio de la Cultura, mucho menos de los vecinos
y compañeros con los que ha convivido por decenas de años”,
prosigue Dezi, para añadir: “El abismo entre los deseos
de mi padre y la dura realidad me dejaban en perenne dilema.
Menos mal que el gobierno aplica la política de préstamo
con condiciones favorables a los residentes afectados;
el interés del préstamo es más bajo que el del préstamo
comercial para viviendas. De lo contrario, no nos atreveríamos
a pensar en volver aquí”.
Al saber
lo ocurrido a Dezi, Zhang Fenghe, incapaz de desprenderse
del encanto del viejo Beijing, ha vuelto a soñar con la
posibilidad de un regreso a los días de su infancia.