Una nación en silencio
Centenares de millones de chinos mantuvieron
ayer tres minutos de silencio bajo el sonido
de las sirenas, en el inicio de los tres días
de duelo oficial decretados por el gobierno
chino. Es la primera vez en la historia de la
Republica Popular China, que la nación
observa un duelo, no por el fallecimiento de
sus dirigentes y caudillos, sino por la masiva
muerte de ciudadanos corrientes: más
de 71.000 muertos, entre víctimas contabilizadas
y desaparecidas, según la cifra ofrecida
ayer por el gobernador de la provincia de Sichuan,
escenario del peor terremoto de la historia
reciente del país.
En ningún lugar de este inmenso país
esos tres minutos fueron tan impresionantes
como en Mianyang, una ciudad de Sichuan, a cien
kilómetros de su capital, Chengdú,
donde se encuentra el principal centro de acogida
de victimas y refugiados del terremoto, la mayoría
de ellos de la ciudad de Beichuan, completamente
devastada hasta el punto de que va a ser reconstruida
en otro emplazamiento.
El lugar fue el gimnasio de la ciudad, una
especie de Palau Sant Jordi de Barcelona, pero
en más grande, donde están concentrados
entre 10.000 y 12.000 refugiados, es decir gente
que lo ha perdido todo en este terremoto. El
que menos la casa y todo su patrimonio, el que
más, todo eso y toda su familia.
Fueron tres minutos duros, con todo el mundo
en pie. La postura era de firmes y, a la vez,
cabizbaja. Ahí donde alcanzaba la vista
de éste cronista, mucha gente lloró.
Sobre todo después de que un niño
de unos tres años rompiera el silencio
con un llanto inconsolable que no cesó
cuando una anciana lo tomó tiernamente
en sus brazos.
Y sin embargo, el gimnasio de Mianyang, que
contiene tantas tragedias, no es un espacio
lúgubre. Es un hervidero de vida y voluntad.
La del joven Li Baoguo, por ejemplo. Le abordo
en una de las colas que hay en el recinto ajardinado
que rodea del gimnasio, frente a una tienda
de campaña, con un grupo de jóvenes
que maneja listas de nombres. Li explica que
la cola es para encontrar trabajo. ¿Dónde?,
¿de qué?. "De lo que sea",
dice. "Para mi lo importante es irme lejos
de Sichuan". Luego añade que perdió
a su joven esposa y a su único hijo (aquí
los hijos suelen ser únicos) en los escombros
de Beichuan. Así que cuanto más
lejos de Sichuan, mejor. Pensando en iniciar
una nueva vida, seis días después
de la muerte de la anterior. Los chinos tienen
el mismo corazón que cualquier otro ser
humano. También tienen un gran sentido
práctico de la vida. La combinación
de ambas cosas, les hace ser lo que son, y lo
que fueron durante más siglos que nadie
en este planeta nuestro: la civilización
más longeva.
Algo de eso se desprende de lo que se observa
en este lugar: mucha de la gente que acude aquí,
son campesinos pobres, o habitantes de ciudades
pequeñas con rentas ridículas,
pero la organización es de "primer
mundo"; esta gente precaria deja sus datos
en terminales de ordenador, busca a sus familiares
y seres queridos con ayuda de la tele y la radio,
recibe comida caliente, dispone de asistencia
médica y sicológica, equipos de
limpieza desinfectan el lugar, hay una escuela
montada en dos grandes tiendas de campaña
de 400 metros cuadrados cada una, en la que
diariamente reciben clases 2485 niños,
separados en dos grupos de edad. La prensa entra
y sale de aquí con entera libertad, entrevistando
a todo el mundo. Pocas catástrofes han
sido más transparentes que ésta.
Aquí los periodistas hemos conversado
con gente que estaba, aun viva, atrapada entre
los escombros. Es lo que le ocurrió el
miércoles a Diego Herrera, un cámara
español, que tuvo que dejar de ser espectador
para convertirse en miembro de un equipo de
rescate en Beichuan. Otros hemos cargado paquetes
de leche en una lancha del ejército
La libertad de información ha sido total.
Todo eso viene de la mano con la generosidad,
de la que ya hemos hablado. "Chiangyi Hairdress",
se llama la peluquería de esta ciudad,
que ha trasladado al estadio a sus ocho empleados
para cortarle el pelo a la gente de acá.
Cuando los taxistas ven mi acreditación,
se niegan a cobrar. Hoy, un vendedor de pepinos
instalado en la cuneta de la carretera, tampoco
quería aceptar dinero. Es inaudito que
en este contexto tan claro, tantos titulares
se centren, muchas veces, en aspectos anecdóticos
como la tontería de que las escuelas
se cayeron a causa de la corrupción (hubo
8 grados en la escala de Richter), o de que
China tardaba demasiado en aceptar la ayuda
de equipos extranjeros. Ni siquiera 70.000 cadáveres,
han paliado nuestra impotencia informativa,
inservible para distinguir lo importante de
lo anecdótico, o de aminorar vergonzosos
estereotipos y prejuicios contra este país
en su hora más admirable.
Anoche, mientras se escribía esta crónica,
la radio de Chengdú (11 millones de habitantes)
informó de que se espera una réplica
del grado seis o siete en la escala de Richter
con carácter inminente. A las doce de
la noche, toda la ciudad está en la calle.
Nadie se queda en casa. Las noches de esta ciudad
meridional tienen fama de ser animadas. El ajetreo
de ésta, promete ser algo bastante especial.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------(Fuente
de La Vanguardia de España)
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