JUNIO 2003


La apertura de la Gran Muralla

Por ANDRÉS HUMBERTO CHONG GENG*


Uno de los numerosos centros comerciales modernos de la China actual

China es un país que viene adquiriendo cada vez mayor importancia en el ámbito económico, comercial y político a nivel mundial, y que se muestra imparable en su avance por alcanzar metas ambiciosas año tras año, superando con éxito los impactos de las crisis económicas y financieras internacionales.

Este éxito radica en su potencialidad como mercado de productos de exportación, situación que depende del avance de los cambios en su estructura económica para hacerla más flexible e integrarla a la economía mundial en el marco del libre mercado.

En tal sentido, la política china de comercio exterior ha venido evolucionando siguiendo un modelo resultante del debate político interno. Desde 1949 hasta 1978, los líderes chinos estuvieron divididos en dos grandes grupos: el que creía necesaria una corrección ideológica y el que abogaba por una línea moderada .

La denominada línea radical se caracterizaba por defender una estricta política de dependencia del comercio exterior, según la cual las importaciones eran necesarias para satisfacer las necesidades básicas del país, mientras que la exportación de los excedentes de la producción nacional servía para el pago de aquéllas. En contraste, entre los líderes más moderados predominaba la consigna de “dejar que los productos extranjeros sirvan a China”, utilizada para justificar la moderada expansión del comercio exterior.

Durante décadas prevaleció una política zigzagueante con avances y retrocesos. En los años 50, período en el que China vivió aislada de Occidente y la Unión Soviética era su principal socio comercial, el modelo imperante de desarrollo de la economía nacional fue el soviético.

Sin embargo, esta relación terminó abruptamente entre los años 1959-60, cuando los soviéticos abandonaron China, obligándola así a cambiar su estrategia de desarrollo. Este episodio reforzó aun más el temor de los chinos a la dependencia de lo extranjero, por lo que durante la década de los 60 se adoptaron medidas al respecto. Ese fue un periodo dominado por la toma de confianza, pero el volumen del comercio exterior se estancó en los 3.000 millones de dólares anuales. En los inicios de los años 70, se apreció de nuevo un cambio de dirección en la política del comercio exterior.

Los acontecimientos de la “revolución cultural”, que convulsionaron China entre 1966 y 1968, dejaron a la economía muy debilitada y al país aislado internacionalmente. Surgieron figuras pragmáticas como Zhou Enlai, Deng Xiaoping y Chen Yun, que  predominaron no sin una fuerte oposición. Una vez más, el énfasis se puso en la expansión de la industria, para lo cual se desató una repentina oleada de importaciones. Entre 1971 a 1973, se firmaron contratos por valor de más de 1.800 millones para la compra de maquinaria de trabajo, transporte, minería, tecnología y equipos de perforación.

Énfasis en el comerio exterior                                                                                      


Consumidores chinos ante sus anhelados automóviles

Por el año 1975, el PCCh (Partido Comunista de China) empezó a vincular el crecimiento de la economía nacional con el crecimiento del comercio exterior. El ministro de Comercio Exterior, Li Qiang, reportó ante el IV Congreso Nacional del PCCh que estaba probado que el comercio exterior era necesario para impulsar el desarrollo de la economía nacional. Dicho reporte despertó muchas expectativas, tanto dentro como fuera de China. Sorpresivamente, China fue abriendo sus fronteras al comercio con el exterior. Las delegaciones comerciales se multiplicaron por todo el mundo y las personas de negocios extranjeras se precipitaron hacia China en busca de un lugar en su mercado.

Asimismo, numerosas delegaciones chinas viajaron al extranjero, pero sólo como un canal de compra. Sin embargo, a pesar de la bienvenida a las empresas extranjeras, éstas solo encontraron la puerta de China entreabierta. Las políticas estatales requerían de ajustes, dado que se decía una cosa pero en la práctica se hacía otra. La aplicación y materialización de las políticas exigió algo más de tiempo.

En 1976, año del fallecimiento del Presidente Mao, China, de la mano de Deng Xiaoping, empezó a derivar por otros derroteros y conforme pasaba el tiempo se notaba el cambio de rumbo. El detonante de este proceso fue la noticia dada a conocer el 20 de octubre de 1978, fecha en la que el Comité Central del PCCh emitió un comunicado en el que se daba cuenta del último intento de Deng Xiaoping por lograr que China se convirtiera en una potencia económica antes de fin de siglo.

El pleno del Comité Central aprobó ese documento de 40 páginas. El entonces Secretario General del PCCh, Hu Yaobang, lo calificó como el “tercer gran paso” en la historia de China, después de los dados en 1911 (instauración del primer Gobierno Revolucionario) y en 1949 (fundación de la República Popular China).

Dicho documento sintetizaba el proyecto global de transformación de la economía del país en los siguientes cinco años. El proyecto en cuestión incluía la descentralización administrativa, la aplicación de una política de libertad de precios, la concesión de una mayor autonomía a las empresas y una reestructuración salarial basada en el principio de “recompensar a los trabajadores más activos y sancionar a los holgazanes”.

A finales de 1980, se apreció un acomodamiento positivo y realista entre las expectativas y las actuaciones. Los objetivos y prioridades del comercio y las inversiones se formularon claramente. La política de promoción y fomento de la reestructuración del comercio exterior chino es conocida como política de “puertas abiertas”.


Vista de la Central Eléctrica de Xiaguan, notable por sus esfuerzos encaminados a proteger el medio ambiente

La política de “puertas abiertas”

A lo largo de más de 125 años, los extranjeros habían tratado de abrir las puertas del mercado chino, puertas que los chinos se empeñaban en mantener cerradas. En los años  80, las máximas autoridades chinas viajaron alrededor del mundo intentando convencer a  los todavía desconfiados extranjeros de que la política de “puertas abiertas” iba en serio.

El cambio fue doblemente dramático: por una parte, en el ámbito de las inversiones extranjeras China sustituyó la pasividad por el dinamismo; por otra parte, los dirigentes comenzaron a pedir al pueblo que cambiase su marco ideológico, renunciase a la xenofobia, liberase su mentalidad y se esforzase por “¡hacerse rico!”.

Para convencer tanto al pueblo chino como a los extranjeros, las máximas autoridades promocionaron activamente una nueva política personal. Durante la visita efectuada a los Estados Unidos en enero de 1984, el Premier Zhao Ziyang declaró ante los medios de comunicación: “China ha abierto sus puertas y nunca volverá a cerrarlas”.

En octubre de 1984, Deng Xioaping se comprometió a que la política china de “puertas abiertas” no sería sólo para el resto del siglo XX, sino para los siguientes 50 años; y añadió: “Esto puede cambiar drásticamente en la segunda mitad del siglo XXI”. Sin embargo, tal cambio se consideraba prácticamente imposible, porque la economía y el comercio chino estaban ligados con el desarrollo de otros países, lo que los acercaba más a China.

Además, Deng Xiaoping visitó Shenzhen y Xiamen, ciudades de avanzada que jugaron un rol crucial en la política de “puertas abiertas”. Tras su rehabilitación en febrero de 1984, Deng participó en el Congreso del PCCh, reunión en la que se discutió la puesta en práctica de una política económica flexible. El resultado de esta reunión, a la que asistieron los máximos líderes, fue la apertura de otras 14 ciudades costeras, elegidas para aplicar en ellas políticas flexibles relacionadas con las inversiones extranjeras.

A finales de 1985 y principios de 1986, el gobierno dio marcha atrás al descalificar muy tempranamente el llamado “experimento de las ZEE” (Zonas Económicas Especiales) y porque las 14 ciudades abiertas no se desarrollaban al mismo ritmo. La política fundamental consistente en tratar de empujar la puerta para abrirla un poco más todavía se mostraba vacilante, tal como lo evidenció el gobierno chino en marzo de 1986 durante la Asamblea Popular Nacional. En esta reunión, se reafirmó la necesidad de aprovechar las oportunidades de dar a conocer y ratificar la política de “puertas abiertas”.

La confirmación se hizo pública y fue acompañada de una serie de medidas concretas que debían ajustarse a la nueva estructura del comercio. A modo de ejemplo, podemos citar las siguientes:

-     Se promulgaron leyes para proteger los derechos de los inversionistas. A partir de 1979, China aprobó cientos de leyes sobre inversiones, empresas mixtas de riesgo compartido y empresas de capital exclusivamente foráneo.

-     Las empresas nacionales que negociaban proyectos con inversionistas extranjeros se encontraban bajo el control directo del Estado.

-     Las decisiones tomadas respecto a la descentralización se incrementaron,   principalmente en los casos de capitales destinados a la ejecución de proyectos. Por ejemplo, Shanghai y Tianjin, podían ejecutar proyectos cuyo valor no rebasara los 30 millones de dólares sin necesidad de consultar con las autoridades del Gobierno Central.

-     A muchas empresas tanto grandes como pequeñas se les concedía el derecho a realizar operaciones de comercio exterior. El monopolio ejercido por las corporaciones estatales de comercio terminó en favor de los ministerios, provincias, gobiernos locales, así como las corporaciones comerciales privadas.

-     A las empresas extranjeras se les ofreció un trato especial, puesto que se les fijó una tasa impositiva máxima de 15%, se les permitió vender parte de su producción en el mercado nacional y se simplificaron la conversión y la repatriación de divisas.

China utiliza el comercio exterior y las inversiones para alcanzar las metas de su ambicioso programa de desarrollo. Los negocios con el extranjero son cada vez más  libres y el control del Gobierno Central disminuye sin cesar. Con todo, el comercio exterior sigue bajo la atenta vigilancia del Gobierno, cuyo control sobre el mismo se concreta en la formulación de ciertas pautas, así como en la imposición de cuotas y restricciones administrativas encaminadas a garantizar el fiel cumplimiento del plan económico trazado.

China seguirá concediendo ventajas a las compañías extranjeras que transfieran tecnologías avanzadas y “útiles”. Por otra parte, aquellas empresas extranjeras vinculadas con la comercialización capaces de ayudar a China a perfeccionar su manejo de las exportaciones, es decir, capaces de incrementar la entrada de divisas, gozarán también de un trato preferencial.

*ANDRÉS HUMBERTO CHONG GENG, economista peruano y consultor económico y comercial de una empresa en China 

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