La
apertura de la Gran Muralla
Por
ANDRÉS HUMBERTO CHONG GENG*

Uno
de los numerosos centros comerciales modernos de la
China actual |
China es un país que viene adquiriendo
cada vez mayor importancia en el ámbito económico, comercial
y político a nivel mundial, y que se muestra imparable en
su avance por alcanzar metas ambiciosas año tras año, superando
con éxito los impactos de las crisis económicas y financieras
internacionales.
Este éxito radica en su potencialidad
como mercado de productos de exportación, situación que
depende del avance de los cambios en su estructura económica
para hacerla más flexible e integrarla a la economía mundial
en el marco del libre mercado.
En tal sentido, la política china de comercio
exterior ha venido evolucionando siguiendo un modelo resultante
del debate político interno. Desde 1949 hasta 1978, los
líderes chinos estuvieron divididos en dos grandes grupos:
el que creía necesaria una corrección ideológica y el que
abogaba por una línea moderada .
La denominada línea radical se caracterizaba
por defender una estricta política de dependencia del comercio
exterior, según la cual las importaciones eran necesarias
para satisfacer las necesidades básicas del país, mientras
que la exportación de los excedentes de la producción nacional
servía para el pago de aquéllas. En contraste, entre los
líderes más moderados predominaba la consigna de “dejar
que los productos extranjeros sirvan a China”, utilizada
para justificar la moderada expansión del comercio exterior.
Durante décadas prevaleció una política
zigzagueante con avances y retrocesos. En los años 50, período
en el que China vivió aislada de Occidente y la Unión Soviética
era su principal socio comercial, el modelo imperante de
desarrollo de la economía nacional fue el soviético.
Sin embargo, esta relación terminó abruptamente
entre los años 1959-60, cuando los soviéticos abandonaron
China, obligándola así a cambiar su estrategia de desarrollo.
Este episodio reforzó aun más el temor de los chinos a la
dependencia de lo extranjero, por lo que durante la década
de los 60 se adoptaron medidas al respecto. Ese fue un periodo
dominado por la toma de confianza, pero el volumen del comercio
exterior se estancó en los 3.000 millones de dólares anuales.
En los inicios de los años 70, se apreció de nuevo un cambio
de dirección en la política del comercio exterior.
Los acontecimientos de la “revolución
cultural”, que convulsionaron China entre 1966 y 1968, dejaron
a la economía muy debilitada y al país aislado internacionalmente.
Surgieron figuras pragmáticas como Zhou Enlai, Deng Xiaoping
y Chen Yun, que predominaron no sin una fuerte oposición.
Una vez más, el énfasis se puso en la expansión de la industria,
para lo cual se desató una repentina oleada de importaciones.
Entre 1971 a 1973, se firmaron contratos por valor de más
de 1.800 millones para la compra de maquinaria de trabajo,
transporte, minería, tecnología y equipos de perforación.
Énfasis en el comerio exterior

Consumidores
chinos ante sus anhelados automóviles |
Por el año 1975, el PCCh (Partido Comunista
de China) empezó a vincular el crecimiento de la economía
nacional con el crecimiento del comercio exterior. El ministro
de Comercio Exterior, Li Qiang, reportó ante el IV Congreso
Nacional del PCCh que estaba probado que el comercio exterior
era necesario para impulsar el desarrollo de la economía
nacional. Dicho reporte despertó muchas expectativas, tanto
dentro como fuera de China. Sorpresivamente, China fue abriendo
sus fronteras al comercio con el exterior. Las delegaciones
comerciales se multiplicaron por todo el mundo y las personas
de negocios extranjeras se precipitaron hacia China en busca
de un lugar en su mercado.
Asimismo, numerosas delegaciones chinas
viajaron al extranjero, pero sólo como un canal de compra.
Sin embargo, a pesar de la bienvenida a las empresas extranjeras,
éstas solo encontraron la puerta de China entreabierta.
Las políticas estatales requerían de ajustes, dado que se
decía una cosa pero en la práctica se hacía otra. La aplicación
y materialización de las políticas exigió algo más de tiempo.
En 1976, año del fallecimiento del Presidente
Mao, China, de la mano de Deng Xiaoping, empezó a derivar
por otros derroteros y conforme pasaba el tiempo se notaba
el cambio de rumbo. El detonante de este proceso fue la
noticia dada a conocer el 20 de octubre de 1978, fecha en
la que el Comité Central del PCCh emitió un comunicado en
el que se daba cuenta del último intento de Deng Xiaoping
por lograr que China se convirtiera en una potencia económica
antes de fin de siglo.
El pleno del Comité Central aprobó ese
documento de 40 páginas. El entonces Secretario General
del PCCh, Hu Yaobang, lo calificó como el “tercer gran paso”
en la historia de China, después de los dados en 1911 (instauración
del primer Gobierno Revolucionario) y en 1949 (fundación
de la República Popular China).
Dicho documento sintetizaba el proyecto
global de transformación de la economía del país en los
siguientes cinco años. El proyecto en cuestión incluía la
descentralización administrativa, la aplicación de una política
de libertad de precios, la concesión de una mayor autonomía
a las empresas y una reestructuración salarial basada en
el principio de “recompensar a los trabajadores más activos
y sancionar a los holgazanes”.
A finales de 1980, se apreció un acomodamiento
positivo y realista entre las expectativas y las actuaciones.
Los objetivos y prioridades del comercio y las inversiones
se formularon claramente. La política de promoción y fomento
de la reestructuración del comercio exterior chino es conocida
como política de “puertas abiertas”.

Vista
de la Central Eléctrica de Xiaguan, notable por sus
esfuerzos encaminados a proteger el medio ambiente |
La política de “puertas abiertas”
A lo largo de más de 125 años, los extranjeros
habían tratado de abrir las puertas del mercado chino, puertas
que los chinos se empeñaban en mantener cerradas. En los
años 80, las máximas autoridades chinas viajaron alrededor
del mundo intentando convencer a los todavía desconfiados
extranjeros de que la política de “puertas abiertas” iba
en serio.
El cambio fue doblemente dramático: por
una parte, en el ámbito de las inversiones extranjeras China
sustituyó la pasividad por el dinamismo; por otra parte,
los dirigentes comenzaron a pedir al pueblo que cambiase
su marco ideológico, renunciase a la xenofobia, liberase
su mentalidad y se esforzase por “¡hacerse rico!”.
Para convencer tanto al pueblo chino como
a los extranjeros, las máximas autoridades promocionaron
activamente una nueva política personal. Durante la visita
efectuada a los Estados Unidos en enero de 1984, el Premier
Zhao Ziyang declaró ante los medios de comunicación: “China
ha abierto sus puertas y nunca volverá a cerrarlas”.
En octubre de 1984, Deng Xioaping se comprometió
a que la política china de “puertas abiertas” no sería sólo
para el resto del siglo XX, sino para los siguientes 50
años; y añadió: “Esto puede cambiar drásticamente en la
segunda mitad del siglo XXI”. Sin embargo, tal cambio se
consideraba prácticamente imposible, porque la economía
y el comercio chino estaban ligados con el desarrollo de
otros países, lo que los acercaba más a China.
Además, Deng Xiaoping visitó Shenzhen
y Xiamen, ciudades de avanzada que jugaron un rol crucial
en la política de “puertas abiertas”. Tras su rehabilitación
en febrero de 1984, Deng participó en el Congreso del PCCh,
reunión en la que se discutió la puesta en práctica de una
política económica flexible. El resultado de esta reunión,
a la que asistieron los máximos líderes, fue la apertura
de otras 14 ciudades costeras, elegidas para aplicar en
ellas políticas flexibles relacionadas con las inversiones
extranjeras.
A finales de 1985 y principios de 1986,
el gobierno dio marcha atrás al descalificar muy tempranamente
el llamado “experimento de las ZEE” (Zonas Económicas Especiales)
y porque las 14 ciudades abiertas no se desarrollaban al
mismo ritmo. La política fundamental consistente en tratar
de empujar la puerta para abrirla un poco más todavía se
mostraba vacilante, tal como lo evidenció el gobierno chino
en marzo de 1986 durante la Asamblea Popular Nacional. En
esta reunión, se reafirmó la necesidad de aprovechar las
oportunidades de dar a conocer y ratificar la política de
“puertas abiertas”.
La confirmación se hizo pública y fue
acompañada de una serie de medidas concretas que debían
ajustarse a la nueva estructura del comercio. A modo de
ejemplo, podemos citar las siguientes:
- Se promulgaron leyes para proteger
los derechos de los inversionistas. A partir de 1979, China
aprobó cientos de leyes sobre inversiones, empresas mixtas
de riesgo compartido y empresas de capital exclusivamente
foráneo.
- Las empresas nacionales que negociaban
proyectos con inversionistas extranjeros se encontraban
bajo el control directo del Estado.
- Las decisiones tomadas respecto
a la descentralización se incrementaron, principalmente
en los casos de capitales destinados a la ejecución de proyectos.
Por ejemplo, Shanghai y Tianjin, podían ejecutar proyectos
cuyo valor no rebasara los 30 millones de dólares sin necesidad
de consultar con las autoridades del Gobierno Central.
- A muchas empresas tanto grandes
como pequeñas se les concedía el derecho a realizar operaciones
de comercio exterior. El monopolio ejercido por las corporaciones
estatales de comercio terminó en favor de los ministerios,
provincias, gobiernos locales, así como las corporaciones
comerciales privadas.
- A las empresas extranjeras se les
ofreció un trato especial, puesto que se les fijó una tasa
impositiva máxima de 15%, se les permitió vender parte de
su producción en el mercado nacional y se simplificaron
la conversión y la repatriación de divisas.
China utiliza el comercio exterior y las
inversiones para alcanzar las metas de su ambicioso programa
de desarrollo. Los negocios con el extranjero son cada vez
más libres y el control del Gobierno Central disminuye
sin cesar. Con todo, el comercio exterior sigue bajo la
atenta vigilancia del Gobierno, cuyo control sobre el mismo
se concreta en la formulación de ciertas pautas, así como
en la imposición de cuotas y restricciones administrativas
encaminadas a garantizar el fiel cumplimiento del plan económico
trazado.
China seguirá concediendo ventajas a las
compañías extranjeras que transfieran tecnologías avanzadas
y “útiles”. Por otra parte, aquellas empresas extranjeras
vinculadas con la comercialización capaces de ayudar a China
a perfeccionar su manejo de las exportaciones, es decir,
capaces de incrementar la entrada de divisas, gozarán también
de un trato preferencial.
*ANDRÉS HUMBERTO CHONG GENG,
economista peruano y consultor económico y comercial
de una empresa en China
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