Los
hijos únicos ya son mayores
Por
nuestra reportera ZHANG HUA

Padre e hija |
Hace
24 años, Wu Huimin, respondiendo al llamamiento nacional
de “una familia, un hijo”, dio a luz a Zhou Wenchao, su
única hija, sin tener idea alguna de lo que la vida le depararía.
Como
todas las madres de hijos únicos, Wu Huimin cuidaba al miembro
más pequeño de la familia con esmerada atención. Dispuesta
a despertar la inteligencia de la niñita, la mamá, Wu Huimin,
a la que a pesar de su módico sueldo no le dolían prendas,
le compraba todo tipo de materiales pedagógicos, como casetes
para aprender inglés, tarjetas para familiarizarse con los
caracteres chinos y una antología con 300 poesías de la
dinastía Tang. Sin embargo, Wu se sentía muy decepcionada
al ver que su hija escrutaba los movimientos de sus amiguitos
y no permitía que ninguno de ellos tocara sus juguetes.
¿Por qué su hija, a cuya educación estaba dedicando tantas
energías, se mostraba tan egoísta y despótica?
La
pequeña Zhou, por su parte, se daba cuenta nebulosamente
de que, a diferencia de sus padres, ella no tenía hermanos.
Pero al mismo tiempo se sentía satisfecha, puesto que tal
circunstancia le permitía obtener fácilmente todo lo que
quería. Como es natural, ignoraba que el hecho de pertenecer
a la primera generación de unigénitos de China despertaba
una curiosidad especial en todos aquellos que la rodeaban.
La personalidad a menudo caprichosa, despótica,
egoísta e insolidaria de estos niños traía de cabeza a miles
de padres y preocupaba a los sociólogos, los educadores,
psicólogos y los medios de comunicación. ¿Qué influencia
de largo alcance iban a ejercer en el futuro de China y
del resto del mundo cuando llegaran a adultos?
En
1986, un reportaje titulado “Los 'pequeños emperadores'
chinos” sembró la alarma en toda la sociedad: “Entre los
problemas surgidos a comienzos de los años 80 destaca el
conocido como 'síndrome 421' (cuatros abuelos, dos padres
y un hijo), que se manifiesta en aquellos hijos únicos demasiados
mimados por sus padres y sus abuelos. Su autoridad se eleva
por encima de la de sus padres y llega a convertirlos a
ellos mismos en 'emperadores' de la familia”.
Las
virtudes

La fruta que cultiva y cosecha uno mismo tiene
un sabor especial. Algunos padres envían a sus hijos
únicos a la Granja de Xingxinghe para fomentar su independencia
|
En
lo que pareció un abrir y cerrar de ojos transcurrieron
24 años y Zhou comenzó a trabajar de redactora en un periódico.
Despierta y moderna, la joven no tardó en granjearse la
confianza y el reconocimiento de sus colegas, sobre todo
por su habilidad en el manejo del ordenador y su amplia
gama de conocimientos, todo lo cual constituía una gran
aportación a su trabajo. Después de años de preocupaciones,
su madre pudo por fin dar un suspiro de alivio.
Tras
largos años de estudios e investigaciones, Feng Xiaotian,
doctor de la Facultad de Sociología de la Universidad de
Nanjing, llegó a la siguiente conclusión: en contraste con
lo que afirmaban los prejuicios de hace 20 años, los hijos
únicos no son inferiores a los que tienen hermanos en lo
tocante a las relaciones humanas. De hecho, su capacidad
para el contacto social es mayor, puesto que saben cómo
trabar amistad con los recién conocidos y tienen más amigos
a su alrededor. Según el doctor Feng: “En la China actual,
el fenómeno de 'un pequeño emperador en cada familia' no
existe; y no creo que vaya a existir en el futuro”.
Durante
muchos años Sun Yunxiao, estudioso del Instituto Chino para la
Investigación de la Juventud, ha realizado el seguimiento
de un grupo de unigénitos junto con especialistas del Instituto
de Investigación Psicológica de la Universidad Normal Superior
de Beijing. Su opinión coincide con la del doctor Feng:
“Tienen defectos, como todo el mundo, pero pertenecen a
una generación muy sobresaliente”.
Mediante
el análisis de numerosas entrevistas y la realización de
múltiples comparaciones longitudinales, Sun y sus colegas
llegaron a las siguientes conclusiones. La distensión del
ambiente social ha contribuido a que los jóvenes chinos
de hoy en día sobresalgan en comparación con los de misma
franja de edad de otras épocas. Ello se pone de manifiesto
en la amplitud de sus conocimientos, la atención que prestan
al desarrollo personal, su disposición para correr riesgos,
su entusiasmo, su aptitud para defender sus derechos, su
concienciación sobre la importancia de la protección del
medio ambiente y, sobre todo, la extraordinaria facilidad
con la que, en una época dominada por la informática y la
Internet, asimilan nuevas ideas y técnicas.
Al
tener solamente un hijo, los padres, además de poder garantizarle
el bienestar material, pueden facilitarle la adquisición
de muchas y variadas habilidades. Se comprende así la inclinación
de los unigénitos a tener muchas aficiones y no menos talentos.
Con
todo, no hay que olvidar un factor que ha influido de manera
decisiva en el crecimiento de los hijos únicos. Nos referimos
a los cambios cruciales protagonizados por China durante
estos veintitantos años de reforma y apertura. En efecto,
la prosperidad económica, la libertad ideológica y el progreso
social han permitido a los jóvenes de esta generación vivir
en un entorno mucho más favorable que el que existía cuando
eran unos recién nacidos.
Los
defectos

En la escuela se enseña a los alumnos a colaborar
unos con otros |
Sin
embargo, algunos defectos graves de los hijos únicos, como
la dependencia y la falta de responsabilidad, siguen preocupando
a la sociedad.
En
una escuela primaria del distrito de Haidian (Beijing),
el maestro mandó a un alumno barrer el suelo. Éste tomó
la escoba, pero no supo qué hacer con ella. Cuando uno de
sus compañeros se burló de él, respondió muy ofendido que
sus padres nunca se lo habían enseñado.
No
cabe duda de que se trata de una generación excesivamente
mimada. Pero eso no es culpa suya, ya que nadie puede elegir
cómo quiere que le eduquen. El
estudioso Sun Yunxiao ejemplifica la actitud educativa
de los padres chinos con una frase muy expresiva: “'Si no
sacas buenas notas, no te dejaremos hacer nada', dicen a
sus retoños la mayoría de los padres chinos, lo que en cierto
modo resulta asombroso, ya que nunca han celebrado una reunión”.
¿Por
qué los padres chinos dan tanta importancia a los estudios
de sus hijos? La respuesta hay que buscarla en la escasez
de recursos que padecen los centros de enseñanza superior
para admitir a graan número de aspirantes. En los países
occidentales desarrollados, el porcentaje de la población
que cursa estudios universitarios suele ser del 50 por ciento,
llegando en ocasiones hasta el 70 y el 80 por ciento. Pero
dado el número de centros de enseñanza superior existentes
en China, nuestro país dista mucho de tales porcentajes.
Temerosos de que su único hijo pierda la oportunidad de
ir a la universidad, partiendo así de la línea de salida
con desventaja, los padres chinos se incorporan a la competición
junto con él. Esta actitud ha dado lugar a un fenómeno social
muy extendido: la priorización de la formación intelectual
en detrimento de la moral.
Según
un estudio sobre los niños y adolescentes chinos realizado
en 1999, lo que más preocupa a los padres son la calificación,
la salud y el comportamiento. No cabe duda de que este orden
refleja un rasgo esencial de la educación en la China de
hoy día.
Por
otra parte, los sociólogos llaman la atención sobre el hecho
de que la mayoría de los padres de esta generación perdió
diez años de su juventud a causa de la “revolución cultural”,
período considerado una calamidad sin precedentes en la
historia de China. Cuando su sed de saber era más intensa,
se les obligó a abandonar la escuela, lo que les provocó
un dolor y una frustración que permanecerán grabados para
siempre en sus corazones. De ahí también que atribuyan tal
importancia a los conocimientos librescos y que, guiados
inconscientemente por una mentalidad compensatoria, proyecten
sus deseos y frustraciones en sus hijos.
Sea
como fuere, la gente está empezando a plantearse la cuestión
de cuál es la esencia de la educación: transmitirles conocimientos
o enseñarles a vivir en sociedad. Muchos especialistas,
estudiosos y padres creen que lo más importante es sembrar
en los niños las semillas de una personalidad sana.
Las
soluciones

A los jóvenes les gusta mandarse entre sí mensajes
por el teléfono celular |
Al
tiempo que se preocupan de los defectos compartidos por
los unigénitos, la familia, la sociedad y el Gobierno se
esfuerzan por encontrar soluciones a esta problemática.
En
1995 los padres de tres familias de Beijing crearon la Casa
Alegre de Xingxinghe. Convencidos de que la valentía, la
independencia, la solidaridad y la disciplina son valores
que sólo pueden adquirirse mediante el contacto con los
demás, estos padres se unieron y fundaron una gran familia
con el fin de favorecer el sano crecimiento de sus hijas
únicas. Organizaron visitas a museos y parques, y excursiones
al campo para que aprendieran a labrar la tierra. Estas
actividades sociales y el contacto con la naturaleza ampliaron
los horizontes de las niñas y desarrollaron su imaginación
y su creatividad. El número de familias que participan en
la experiencia de la Casa Alegre de Xingxinghe aumenta sin
cesar.
Esta
experiencia despertó también el interés del Instituto Chino
para la Investigación de la Juventud, que después de estudiarla
llegó a la conclusión de que el entorno creado en la Casa
Alegre de Xingxinghe beneficia a los niños y les ayuda a
vivir su crecimiento con alegría. Después de elaborar un
cuidadoso proyecto, dicho instituto ayudó a Xingxinghe a
poner en marcha dos modelos de convivencia, la Granja y
el Campamento Vacacional. En diciembre del 2002, el Comité
Nacional de Trabajo del Cuerpo de Jóvenes Pioneros publicó
varios documentos para divulgar el modelo de Xingxinghe.
En
1999, los programas de enseñanza centrados en los exámenes
fueron sustituidos por programas orientados a las cualidades.
Con este cambio radical, parecía que el sector educacional
chino encauzaba por fin sus esfuerzos hacia la racionalización
y la madurez. Ese mismo año, el Gobierno chino promulgó
el decreto “Profundización de la reforma educativa y divulgación
generalizada de la enseñanza de las cualidades”. Según lo
estipulado en el mismo, los centros de enseñanza no deben
limitarse a impartir formación intelectual, sino que deben
también atender a la formación moral, física, estética y
social de los alumnos, así como fomentar su desarrollo integral
y su sano crecimiento. La promulgación del mencionado decreto
liberó a millones de estudiantes de la pesada carga de exámenes
que les oprimía hasta dejarlos casi sin aliento. De la noche
a la mañana, en varios lugares del país surgieron diversas
organizaciones dedicadas a la preparación de actividades
extraescolares, como “Escuadras para las Vacaciones”, “Guardianes
de la Protección del Medio Ambiente”, “Voluntarios Jóvenes”
y “Palomas Alegres”.
Sacar
provecho

El ordenador se ha convertido en el juguete favorito
de los hijos únicos |
En
estos últimos 20 años ha crecido la primera generación china
de hijos únicos y, paralelamente, ha ido madurando la reflexión
de los pedagogos sobre los métodos de enseñanza tradicionales.
En
opinión de muchos psicólogos infantiles, durante la etapa
preescolar debería hacerse mayor hincapié en la independencia
de los niños. Chen Huichang, catedrático del Instituto de
Investigación Psicológica de la Universidad Normal Superior
de Beijing, nos explicó que por independencia se entiende
la autodisciplina, la capacidad de actuar por sí mismo y
de reflexionar de manera autónoma cuando surgen dificultades,
así como la fijación de ambiciosas metas a temprana edad.
Este
profesor, que ha estudiado y vivido en Australia y los Países
Bajos, no se identifica con el método educativo de raíz
patriarcal predominante en China hasta no hace mucho.
De
acuerdo con la creencia tradicional, los padres chinos consideran
que sus hijos son sangre de su sangre y forman parte de
su cuerpo. Por lo tanto, no escatiman medios a la hora de
satisfacer las necesidades básicas de sus hijos, cayendo
a menudo en una preocupación excesiva por ellos. A consecuencia
de este desequilibro emocional, los niños se ven privados
de su derecho a decidir y a elegir, así como de oportunidades
de formarse un carácter independiente. Gracias a la influencia
de la Ilustración, en los países democráticos desarrollados
de Europa y América, el igualitarismo suele impregnar la
vida familiar. “Todos los miembros de la familia tienen
su propio cuarto. Los padres se acostumbran a dirigirse
a los hijos en un tono tentativo (diciendo cosas como '¿qué
te parece si ...?'), aunque éstos todavía no sepan hablar
ni entiendan muy bien. En realidad, el período preescolar
es el más importante para el cultivo de la personalidad
autónoma. Este es justamente el punto que la mayor parte
de los padres chinos pasan por alto, mientras que por otra
parte sobrevaloran la inteligencia. Por ello, desde muy
pequeños, a los niños chinos se les obliga a participar
en actividades extraescolares para que aprendan inglés,
piano, poesías antiguas, etcétera”. El doctor Chen no pudo
evitar un gesto de desaprobación y añadió: “Los padres occidentales
no dan tan importancia a las calificaciones escolares; los
psicólogos les sugieren que ofrezcan a los niños el máximo
de oportunidades de acceder a todo tipo de cosas y que se
concentren en el desarrollo equilibrado de todas las facetas
de su personalidad. Les explican, por ejemplo, que cada
zona del cerebro regula los movimientos de unos músculos
determinados controlan y administran diferentes funciones
musculares: andar, correr, gatear, vestirse, atarse los
cordones de los zapatos, dibujar, hablar, realizar trabajos
manuales e interactuar con los demás son todas actividades
en las que intervienen diversas partes del cerebro, contribuyendo
así a su buen desarrollo. Por lo tanto, desde el punto de
vista psicológico, tales actividades y otras parecidas desarrollan
la inteligencia infantil”.
El
instituto donde trabaja Chen organizó varios cursos para
los padres en algunas ciudades chinas, pero el número de
interesados fue muy reducido. Los padres chinos apenas son
conscientes de que uno de los objetivos básicos de la educación
es socializar a los niños.
“Entre
los hijos únicos y los niños que tienen hermanos no hay
diferencias de inteligencia, pero sí las hay en aspectos
relacionados con la socialización, como son el trabajar
en equipo, el ayudar a alguien, el compartir y el consultar
a los demás, y con la personalidad, como son la autonomía
y el control de sí mismo. En estos y otros aspectos, la
capacidad de los unigénitos es inferior a la de los niños
que tienen hermanos. En realidad, la socialización de la
persona desempeña un papel más importante que la inteligencia
y contribuye más que ésta a la consecución del éxito.” El
doctor Chen recomienda a los padres que modifiquen su escala
de valores y concedan mayor importancia a la socialización
de sus hijos.
En
el 2000, año en que comenzó a estudiar la socialización
de los niños, el doctor Chen llevó a cabo una serie de actividades
innovadoras encaminadas a favorecer su integración en la
sociedad. Tales actividades de adiestramiento se diseñaron
aprovechando experiencias de Occidente y adaptándolas a
la situación actual de China. Las destrezas que adquieren
los niños que participan en ellas incluyen jugar con otros,
tomar la iniciativa, despertar interés, saber protegerse,
etcétera. Por ejemplo, a los niños se les enseña que si
quieren incorporarse a un juego ya iniciado, lo que deben
hacer es acercarse discretamente y al cabo de un ratito
preguntar amablemente si se le deja jugar.
Según
el doctor Chen, si los niños chinos aprenden a afrontar
los problemas, cuando crezcan serán personas muy amables.
A
medida que la primera generación china de hijos únicos se
integra en la sociedad, los padres empiezan a hacer un ejercicio
de introspección para descubrir sus propios defectos. Si
queremos educar mejor a nuestros hijos desde el principio,
tal vez será necesario que haya más padres interesados en
aprender a cumplir su difícil tarea. No cabe duda de que
los hijos únicos chinos están influyendo de manera extraordinaria
tanto en la maduración de sus padres como en el avance de
la educación en nuestro país.
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