AGOSTO 2003


¿Seguir viudo o volver a casarse?

Por ZHANG XUEYING

 

El estrecho camino hacia el matrimonio

Los ancianos necesitan mayor atención psicológica

Tras morir su marido, que había pasado sus últimos 16 años postrado en cama a causa de una parálisis, Xu Yunying pudoreanudar una vida normal. Volvió a llenar su casa de las plantas y flores que tanto le gustan y todos los días, cuando amanece, sale al patio para hacer ejercicio junto con otras personas de su edad; por la noche, se entretiene mirando la telenovela favorita. Sin embargo, a los pocos años de esta vida de viuda comenzó a sentirse sola. La grata memoria de la ternura y la alegría vividas junto con su marido fue reemplazando al doloroso recuerdo de su larga enfermedad. A pesar de todo, no tiene intención de volver a casarse.

La actitud de Xu Yunying no es infrecuente entre las personas mayores, sobre todo entre las mujeres con recursos económicos modestos. Aunque sabe que los conceptos tradicionales sobre el matrimonio están cambiando, Xu sigue considerándolos válidos y no está dispuesta a buscar a un hombre más joven que ella. Tampoco quiere casarse con un hombre mayor por temor a posibles problemas de salud: “Ni mi corazón ni mi cuerpo podrían soportar cambios repentinos; además, mi situación económica no me permite contratar a una empleada de hogar. No quiero pasar lo que me quede de vida cuidando a otro hombre”. Dando muestras de gran firmeza, esta mujer de 65 años rechazó todas las propuestas de matrimonio y afirmó claramente a todos los de su entorno que no deseaba contraer segundas nupcias.

El Gobierno chino siempre ha alentado la libertad y la felicidad matrimoniales. Desde finales de la década de 1990, momento en que la población china comenzó a envejecer, el matrimonio entre personas de la tercera edad ha ido atrayendo una atención creciente. Empezando por Tianjin, las 22 provincias y municipalidades de China fueron incluyendo en sus leyes estipulaciones encaminadas a proteger los derechos de quienes vuelven a casarse a avanzada edad. La nueva Ley del Matrimonio promulgada en el 2001 incluye un artículo que ampara la libertad de tales personas. Algunas comunidades y barrios de viviendas han contribuido a enriquecer la vida de los ancianos mediante la fundación de universidades, la organización de cursos de canto y baile, y la construcción de gimnasios especiales. Al mismo tiempo, aquí y allá han ido surgiendo agencias matrimoniales. Los jóvenes, por su parte, empiezan a considerar el matrimonio de sus progenitores viudos con mayor sensibilidad y una actitud más razonable, puesto que han tomado conciencia de que éstos, a pesar de su avanzada edad, tienen también derecho a buscar la felicidad conyugal. Asimismo, los medios de comunicación promueven las relaciones sentimentales y los matrimonios entre los miembros de esta franja de la población. La respuesta favorable de la sociedad se ha traducido en un aumento de la tasa de matrimonios en segundas nupcias contraídos por personas de edad. Según una investigación realizada por el profesor Hao Maishou, sociólogo especializado en la problemática de los ancianos de Tianjin, en los dos últimos años dicha tasa, que a mediados de la década de 1990 era del 7 por ciento, se ha situado en el 10 por ciento.

No obstante, el porcentaje de quienes vuelven a casarse no puede compararse con el de quienes optan por permanecer viudos. En el año 2000, el 30,3 por ciento de la población anciana de Tianjin, formada por 1.300.000 personas, eran viudos, pero solamente una décima parte volvió a casarse. Tras analizar los datos disponibles, Du Peng, subdirector de la Oficina de Demografía de la Universidad del Pueblo Chino, ha llegado a la conclusión de que las viudas son más reacias a casarse de nuevo que los viudos. Lo aducido por Xu Yunying (la preocupación por la salud del posible nuevo marido) es una de las principales causas de tal renuencia. Pero el motivo de mayor peso es el concepto tradicional de que la mujer debe permanecer fiel a su marido hasta más allá de la muerte, concepto todavía profundamente arraigado.

La mujer no es la única perjudicada por esta mentalidad tradicional. En efecto, las estadísticas más recientes efectuadas en Beijing demuestran que el 50 por ciento de los ancianos viudos cree que los mayores impedimentos al matrimonio en segundas nupcias derivan de las ataduras de la tradición; lo mismo opina el 48 por ciento de los jóvenes encuestados. Otros obstáculos cada vez más importantes son la oposición de los hijos y las disputas ocasionadas por los bienes y las propiedades.

Frustración

Volver a casarse no es fácil; y menos aun lo es llevar una vida conyugal feliz. Según el profesor Hao: “De cada diez matrimonios en segundas nupcias, ocho o nueve terminan en divorcio. Aunque en los dos últimos años el índice de divorcios ha descendido, todavía sigue siendo del 79 por ciento en ciudades como Beijing y Tianjin, donde la población anciana ocupa una elevada proporción”.

La nueva Ley del Matrimonio se publicó el 28 de abril del 2001. Al enterarse de la noticia, Wang Minxin dijo emocionado a su flamante esposa: “¡Ahora que tenemos una ley que nos protege, ya podemos regresar a casa!”. Cuando volvió a casarse, Wang, de 72 años y originario de Wuhan, fue expulsado de casa por su hijo, un muchacho que aun no había completado el primer ciclo de la enseñanza secundaria. Wang, al que no le quedó más remedio que mudarse con su mujer a una pequeña vivienda alquilada, llevó rápidamente a su hijo a los tribunales, a quien el juez declaró culpable de interferir en la libertad matrimonial. Sin embargo, la historia no tuvo un final feliz. Tras dos años de armoniosa convivencia, la nostalgia de Wang por su único hijo y su nieto pudo más que el rencor. A través de un intermediario, su hijo le comunicó que podrían volver a vivir juntos a condición de que se divorciase. De pronto Wang se vio en un dilema: “Mi salud ya no es la que era y mi situación económica no es tan desahogada como antes. Si caigo enfermo o me sucede alguna desgracia, no tendré más remedio que recurrir a mi hijo”. Wang admitió que la decisión de volver a vivir con su hijo tal vez no era muy inteligente, pero temía que la felicidad de la que disfrutaba se convirtiera algún día en una pesada carga tanto para él como para su nueva mujer.

Algo muy diferente le ocurrió a Li, un anciano de Sichuan que denunció a Zeng, su nueva mujer. La verdad es que él no quería llevar el asunto a los tribunales, pero no pudo resistir el acoso del resto de la familia. La disputa se desarrolló como sigue. Antes de casarse, Li y Zeng vivían cada uno en su departamento. Después de la boda, Li se mudó al apartamento de Zeng. La nieta de ésta necesitaba dinero urgentemente para ir a estudiar a Japón. Pero dado que justo en ese momento Li estaba en Cantón por motivos de trabajo, la anciana decidió vender el apartamento de su cónyuge sin consultar con él. Tal proceder enfureció a los hijos de Li, que se enzarzaron en numerosas y violentas discusiones con Zeng, al tiempo que exigían enérgicamente a su padre, todavía en Cantón, que recuperase el apartamento. Muy dolido por el hecho de que Zeng no hubiese consultado con él una decisión tan importante, Li le pidió que le entregase el dinero. Pero Zeng, convencida de que Li actuaba de manera irrazonable e incapaz de perdonarle que se uniera al ataque de sus hijos, montó en cólera, se negó a entregarle el dinero y pidió el divorcio. Una inesperada disputa económica vino así a destruir la armonía familiar.

En Tianjin, una pareja de ancianos que se habían conocido por medio de una agencia matrimonial se casaron después de un mes de apasionado noviazgo. No obstante, tres meses más tarde se divorciaron. Según los empleados de la agencia, el principal motivo habría que buscarlo en las diferencias de personalidad. El antiguo marido de la anciana seguía todos los consejos que ella le daba; el nuevo marido, en cambio, era un poco machista y además de hacer siempre lo que le venía en gana, de vez en cuando se iba de viaje él solo. Tres meses de disputas bastaron para que la pasión amorosa se extinguiera y la felicidad conyugal se trocara en divorcio.

La distancia entre los deseos y la realidad

A juicio de Pei Xiaomei, investigadora del Centro de Estudios Geriátricos de la Universidad de Tsinghua, el problema no se limita a los obstáculos que pueden surgir antes y después de la boda, ni al número de personas dispuestas a casarse o divorciarse, sino que se relaciona más bien con la distancia que media entre los deseos y la realidad.

Según esta investigadora: “Es obvio que muchos ancianos interesados en casarse de nuevo no tienen en cuenta las condiciones que ellos mismos deben reunir. Por ejemplo, una mujer de 60 años busca a un hombre que no sólo goce de buena salud, sino que se encuentre en buena situación económica y sea propietario de una vivienda. Sin embargo, nunca se ha parado a pensar si ella cumple los requisitos que puede exigirle un posible marido. Por lo tanto, es como si buscara una aguja en un pajar”.

Un empleado de una agencia matrimonial dijo que los hombres saludables y propietarios de vivienda cuyos ingresos mensuales superan los 1.500 yuanes saben que están más solicitados, hecho que los hace cada vez más exigentes.

La mencionada investigación del profesor Hao ha revelado que en los últimos años el interés de las mujeres de más de 65 años por casarse en segundas nupcias ha decrecido notablemente.

A veces, la distancia entre lo deseado y la realidad no es sólo la habitual al elegir un cónyuge, sino que se ve incrementada por los sentimientos y las condiciones de vida tras contraer matrimonio, así como por las relaciones con los hijos de la nueva pareja.

El acelerado desarrollo económico y los grandes cambios sociales de estos últimos años producen en los ancianos sentimientos de depresión e inseguridad.

Según una encuesta del Centro Nacional de Geriatría, el 47,6 por ciento de los ancianos que viven en la ciudad se consideran una carga para la familia, proporción que en el campo se eleva hasta el 66 por ciento. Al 50,4 por ciento de aquéllos les preocupa no saber quién les cuidará cuando caigan enfermos, porcentaje que en el campo desciende hasta el 48,3 por ciento. Algunos analistas señalan que existen una serie de circunstancias que desconciertan a los ancianos obstaculizándoles una nueva vida matrimonial, como las deficiencias del sistema de seguros para la vejez, la escasez de recursos económicos, el bajo nivel de desarrollo de los seguros médicos, la insuficiencia de los servicios sociales y la pobreza de la vida espiritual.

Por otro lado, los conocimientos, las habilidades y la riqueza se han erigido en nuevos valores sociales, de manera que la edad y la experiencia han dejado de ser motivos de orgullo. La reducción de las unidades familiares propia de la sociedad actual contribuye también a debilitar el poder y la autoridad de los ancianos.

A los ancianos que ven su sueño convertido en realidad, el matrimonio les trae muchas ventajas prácticas; pero al mismo tiempo y de forma inevitable, éste se tiñe de utilitarismo y puede convertirse en fuente de inestabilidad.

En busca de soluciones

Boda tradicional durante un viaje turístico

La Agencia Matrimonial Maishou, establecida en Tianjin por el profesor Hao, es conocida por su “compromiso prematrimonial”. El profesor Hao, sociólogo que lleva ya más de 20 años dedicado a los ancianos, confía en encontrar medios para evitar los problemas matrimoniales. Tras examinar las leyes extranjeras, se dio cuenta de que la Ley del Matrimonio de nuestro país adolece de numerosos defectos. A principios de la década de 1990 se plantearon una serie de problemas relacionados con los derechos de propiedad y de sucesión, y con el período indefinido durante el cual hay que mantener a los ancianos. Ante dicha problemática, Hao propuso el “principio de los tres elementos invariables”, propuesta que ha tenido un amplio eco en nuestro país. Tal principio consiste en mantener intactos el derecho de propiedad, el derecho de sucesión y las relaciones entre padres e hijos.

Decidido a reforzar el vínculo conyugal, el profesor Hao elaboró el llamado “compromiso prematrimonial” (en adelante, “compromiso”). El “compromiso” contiene ocho cláusulas relacionadas con los bienes, el tratamiento médico, los hijos y otros aspectos. Cada una de ellas se divide en varias subcláusulas que especifican los detalles concretos, llegando a tratar casi todas las facetas de la vida conyugal. Según el profesor Hao, que hace unos años añadió varias cláusulas referentes a la certificación de antigüedades .

Sin embargo, al principio su labor no encontró reconocimiento social alguno. Había quienes consideraban que las cláusulas toman partido por los hombres y algunas ancianas las tildaban de “políticas de bestias”; otras opinaban que el “compromiso” carecía de fuerza legal.

De todas maneras, persistió en su acertado camino. Con el paso del tiempo la aplicación del “compromiso” ha surtido efectos notables. Hasta la fecha, sólo se han divorciado el 5 por ciento de las 300 parejas que lo han firmado.

El año 1999, este sociólogo fundó Maishou, su propia agencia matrimonial, en la que se registraron más de 100 personas deseosas de encontrar la verdadera felicidad conyugal. Ahora, su base de datos contiene información sobre más de 3.000 personas. A medida que su proyecto sale adelante, el profesor Hao recibe invitaciones para publicar columnas especiales e impartir clases y conferencias a los ancianos de otras provincias.

Como es natural, las dificultades que ha tenido que vencer han sido numerosas. Al principio, la mayoría de la gente no quería firmar el “compromiso” o preparaba otro cuyo contenido era parecido, pero que carecía de firmas y certificados. A juicio del profesor Hao, ello se debía a que los ancianos no estaban dispuestos a gastar la mitad de su salario para un simple papel. Según la opinión de un experto, los chinos mantienen su concepción tradicional del matrimonio: cuando un hombre y una mujer se casan pierden su individualidad y pasan a formar una nueva unidad que deberá compartir las penas y las alegrías. En cambio, este “compromiso” incorpora los elementos de la cultura occidental que contribuyen a prevenir y resolver los conflictos económicos. Lo que resulta difícil de comprender es que haya personas que firman el “compromiso”, pero no cumplen las cláusulas; que no pagan lo que deben pagar; o que se adueñan violentamente de los bienes del cónyuge. No es de extrañar que en tales casos se produzca el divorcio, siendo muy pocos los casos que llegan hasta los tribunales.

Atraído por este fenómeno, el profesor Hao dejó de lado el estudio de los factores económicos para concentrarse en el del concepto de matrimonio. Cuando llega un nuevo cliente, lo somete a una estricta investigación durante la cual revisa sus certificados, le plantea 80 preguntas relacionadas con su matrimonio anterior y con lo que espera de la otra parte, etc. Es lo que él llama “investigación de los recursos sentimentales”. A continuación, lleva a cabo una “investigación de los recursos matrimoniales”. Es decir, los empleados de la agencia registran los datos relevantes que surgen en el curso de la entrevista y toman nota sobre el aspecto físico y los bienes. El profesor Hao lo explica así: “Toda persona tiene sus buenas cualidades. Los ‘recursos matrimoniales’ representan su capital. A veces el matrimonio es un intercambio de recursos”. Según el profesor Hao, tales datos son muy útiles en la presentación posterior.

El sociólogo Hao y sus dos colaboradores desempeñan también el papel de psicólogos, puesto que median oportunamente en las disputas, rectifican las ideas erróneas sobre el matrimonio y ayudan a los ancianos a adaptarse a su nueva vida. Los ancianos que se casan a través de la Agencia Matrimonial Maishou gozan del un servicio gratuito e indefinido de intermediación, cuyo principal objetivo es resolver las desavenencias desde un buen principio. En la reunión mensual de amigos, el profesor Hao les presenta medidas y soluciones para resolver nuevos problemas matrimoniales, y les enseña, por ejemplo, a expresar el amor a la otra parte y a llevar una vida conyugal feliz.

La convivencia y el matrimonio intergeneracional

La palabra “convivencia” está cada vez más relacionada con los ancianos. La “convivencia” de éstos ha tenido que pasar por las mismas fases que pasó la de los jóvenes chinos en la década de 1980: rechazo frontal, oposición y aceptación tácita. El profesor Hao está totalmente de acuerdo con esta elección de los ancianos.

Por “convivencia” se entiende en este caso la vida en común de personas de más de 50 años, no con el fin de procrear, sino de cuidarse y de hacerse compañía. Entre los miembros de este tipo de parejas no existen derechos ni deberes relacionados con la mantenencia, puesto que de eso se encargan los hijos, quienes conservan el derecho a heredar sus bienes. Y cuando mueren, se entierran junto a sus anteriores cónyuges. Si hay testamento, el reparto de bienes se efectúa conforme a lo estipulado en sus cláusulas. Algunas personas consideran que la convivencia representa una aspiración al sentimiento, mientras que el matrimonio implica siempre cierto grado de interés. De hecho, la convivencia puede ser considerada como un tipo de relación prolongada entre personas de distinto sexo. Si tiene la desventaja de la inestabilidad, también tiene la ventaja de fomentar el respeto mutuo y una libertad relativa. Conforme al sistema de convivencia estipulado por la ley y al acuerdo al que han llegado ambas partes, cualquiera de ellas puede anularlo, los derechos y deberes de las mismas deben ser puestos en conocimiento del organismo de administración civil para su registro.

Pongamos como ejemplo un caso sucedido en la provincia de Shandong. Tras morir su marido, una mujer permaneció en una vivienda propiedad de la entidad en la que éste trabajaba. Cuando volvió a casarse, dicha entidad quería echarla. Pero el primogénito de su segundo marido ya estaba instalado en la vivienda de éste. Dadas las circunstancias, no tuvieron más remedio que divorciarse, comprar la vivienda del primer marido y volver a casarse. A juicio del profesor Hao, entre los mayores obstáculos para el normal desarrollo de la nueva vida matrimonial figuran precisamente estos defectos del sistema. Ello le ha impulsado a reivindicar varias veces la inclusión de la convivencia de los ancianos en la Ley del Matrimonio, pero hasta la fecha sus reclamaciones no han recibido ninguna contestación.

Cuando los ancianos vuelven a casarse, siempre topan con ciertas dificultades. En primer lugar, es muy difícil modificar los hábitos adquiridos y encontrar una media naranja que comparta costumbres e intereses similares. En segundo lugar, las condiciones objetivas, entre ellas la vivienda, la actitud de los hijos y los recursos económicos, suelen obstaculizar la unión. Debido a estos y otros problemas, no es infrecuente que dos ancianos que congenian tengan que separarse muy a su pesar. Por otra parte, los ancianos tienen hijos a quienes cuidar y que no quieren dejar de lado; a veces, los hijos se oponen a las segundas nupcias de los ancianos porque necesitan que sus padres cuiden de los nietos. Además, la mayoría de los ancianos viven junto con sus hijos, ya que éstos no tienen medios suficientes para comprar una vivienda. En tales casos, a los padres les resulta casi imposible decirles a sus hijos que se marchen porque quieren volver a casarse. En tercer lugar, a los hijos también les preocupan los posibles cambios en el derecho de propiedad de la vivienda. Decididos a superar este cúmulo de dificultades, muchos ancianos siguen el ejemplo de algunos jóvenes y optan por la llamada “convivencia itinerante”: en unos casos, un cónyuge pasa algunas noches en la casa del otro y durante el día cuida de sus hijos en su propia casa; en otros, ambos cónyuges están juntos durante el día, es decir, mientras sus hijos trabajan, para no alterar la vida cotidiana de éstos. El profesor Hao dijo que en las grandes ciudades, el 50 por ciento de las nuevas parejas de ancianos no se vuelven a casar, sino que conviven.

En los últimos años ha cobrado especial auge el llamado “matrimonio intergeneracional”, es decir, el matrimonio en segundas nupcias contraído por personas entre las que existe una gran diferencia de edad. Basándose en su larga experiencia, la profesora Liu, que lleva muchos años poniendo en contacto a ancianos con fines matrimoniales, antes los ancianos solían buscar a alguien que pudiese cuidarlos y hacerles compañía. Ahora, en cambio, la mayoría de ellos, y en especial los hombres, quieren encontrar una compañera joven, bonita, tierna y de buena figura. La máxima diferencia de edad es de 40 años, lo cual ya permite hablar de matrimonio entre generaciones. Pero si ambas partes están de acuerdo, la profesora Liu también les ofrece los servicios de presentación.

El sexólogo Shi Chenli ha puesto sobre la mesa el tema de las relaciones sexuales en este tipo de matrimonio. La vida sexual va dejando de ser un tema tabú y está convirtiéndose en uno de los criterios más importantes a la hora de determinar la calidad del matrimonio.

Conforme a la calobiótica de la medicina tradicional china, el estado de ánimo influye decisivamente en la salud humana. El equilibrio psicológico y espiritual refuerza el sistema inmunológico y favorece la longevidad. En consecuencia, para conservar su vigor, los ancianos deben llevar una vida sexual moderada.

Al mismo tiempo, la medicina contemporánea afirma que las experiencias sexuales gratificantes estimulan al organismo a segregar sustancias muy beneficiosas para el metabolismo humano. Los especialistas animan a los tímidos ancianos a hablar de la vida sexual y a aspirar a la felicidad en este ámbito. El 90,4 por ciento de los ancianos mayores de 60 años siente deseo sexual; de ellos, el 54,7 por ciento siente un deseo muy acusado.

Dadas las diferencias psicobiológicas existentes entre las mujeres y los hombres, muchos varones de más de 70 años siguen teniendo apetito sexual, llegando en algunos casos a ser muy intenso. Por el contrario, debido a la degeneración funcional del aparato reproductor femenino, las mujeres de tal edad apenas sienten ese deseo. Por lo tanto, el matrimonio intergeneracional puede en cierta medida compensar dicho desequilibrio.

Finalmente, el profesor Hao nos explicó que es normal que los ancianos esperen mucho de su matrimonio en segundas nupcias, tanto en el aspecto sexual como en el sentimental. Para que tales ilusiones no se vean defraudadas, los ancianos deben aprender a añadir ingredientes activos a sus relaciones amorosas, contribuyendo así a evitar el envejecimiento del amor.

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