JUNIO 2003


¡Qué linda es Cuba!

Por CHEN XI


El autor en las afueras de La Habana

"Qué linda es La Habana,
Donde vive mi familia,
Las viviendas dan al sol,
Y florecillas rojas se abren frente a la casa"

Estos versos forman parte de una canción china titulada La Habana linda. Es probable que muchos cubanos no conozcan esta canción compuesta en elogio a Cuba, país amigo de China. Yo, en cambio, la he escuchado desde mi niñez, puesto que en los años sesenta y setenta fue muy popular en mi país. Su sencilla letra y su agradable melodía me llevaban con frecuencia a soñar que algún día podría ver con mis propios ojos la hermosa Cuba, el país más dulce del mundo.

Finalmente llegó la oportunidad. Tras cumplir una misión de dos años en Ecuador, en el verano de 1998 regresé a China. En mi viaje de vuelta tuve que hacer una escala técnica en La Habana, circunstancia que aproveché para visitar a mis padres, que a la sazón estaban trabajando en Cuba.

Al salir del aeropuerto de La Habana, se me presentó una escena pintoresca compuesta por nubes blancas flotando en el cielo azul, palmeras meciéndose con el viento y bonitas mulatas paseando por las calles. Era muy agradable respirar aquel aire fresco mezclado con una pizca del típico sabor azucarado de la isla.

Paseo en bicicleta

En La Habana circulan numerosas bicicletas, muchas de ellas chinas, ya que un buen número de sus habitantes utilizan este vehículo para ir al trabajo. Con el fin de ver más detenidamente esta hermosa ciudad, me convertí en uno más de ellos. Pasear en bicicleta por esta exótica tierra tropical era un refrescante placer.

La gente que me saludaba por la calle me transmitía un calor humano extraordinario. Los cubanos, generalmente altos, de piernas largas y excelente constitución física, pasaban raudos con sus bicicletas. Aunque estoy acostumbrado a montar en bicicleta, no podía seguirlos. Durante mi estancia de dos semanas visité varios lugares, entre ellos el casco antiguo, la catedral, el castillo del Moro y el barrio chino.

A este último, situado en los alrededores de la calle Zanja, se entra por un pórtico de estilo chino. En su interior, hay muchas tiendas chinas y muchos chinos descendientes de emigrantes de Guangdong que aún hablan cantonés, el dialecto de esta provincia. Se dice que aquí llegaron a establecerse 10.000 chinos, lo que en las primeras décadas del siglo XX convirtió a este barrio chino en uno de los mayores de América. La mayoría de ellos se mezclaron con los cubanos y pasadas varias generaciones terminaron por perder sus rasgos chinos.

En la calle Línea, una de las avenidas más importantes de La Habana, se levanta un grandioso monumento en conmemoración de los chinos que lucharon por la independencia de Cuba. En lo más alto de su pedestal figura la siguiente inscripción: "No hubo un chino cubano desertor, no hubo un chino cubano traidor". Estas sencillas palabras elogian las grandes contribuciones de los chinos cubanos y confirman la tradicional solidaridad entre el pueblo cubano y los emigrantes chinos. En este primer monumento erigido a los héroes de la independencia de Cuba están inscritos los nombres más ilustres de los chinos que lucharon y murieron gloriosamente por la libertad de Cuba.


Centro de La Habana

En junio, la temperatura llegaba a los 32 grados. El fuerte sol y la elevada humedad me hacían sudar de lo lindo. En el centro de la ciudad, una heladería llamada Coppelia atrajo mi atención. Al ver a un chino venido de lejos, su dueño me sonrío con franqueza y me dirigió a un asiento especial. Los helados eran tan variados como sabrosos. En cada porción, que costaba sólo tres pesos (poco más de dos yuanes), se servían siete bolitas de helado. Salí de aquella heladería refrescado. Cuando reparé en la cola que había ante su puerta, me sentí conmovido por el trato de favor que se me había dispensado.

En La Habana hay pequeños mercados de artesanía administrados por departamentos gubernamentales. Fue allí donde compré algunos artículos de recuerdo hechos de coral y carey, que, una vez en Beijing, regalé a mis amigos.

La playa de Varadero

En los últimos años el Gobierno cubano ha fomentado activamente el desarrollo del turismo. En Varadero, por ejemplo, se han construido muchos hoteles de estrellas. Por 50 dólares diarios, quienes se alojan en ellos gozan de una serie de servicios relacionados con la comida, el alojamiento y el ocio. En un mismo hotel pueden encontrarse restaurantes especializados en cocina francesa, italiana y española. Con la pulsera que les dan los camareros, los clientes pueden entrar en ellos tranquilamente.

Los hoteles suelen construirse en las inmediaciones de la playa para facilitar a los turistas el disfrute de la misma. Para éstos, la utilización de salvavidas, tablas de *windsurf*, bicicletas acuáticas y balsas es totalmente gratuita.

Hay quienes afirman que la playa de Varadero es un lugar de visita obligada para los turistas. No visitarla equivale a viajar a Beijing y marcharse sin haber visto la Gran Muralla. Al llegar a este lindo lugar, empecé a saber el porqué de aquella afirmación.

La playa de Varadero, única en el mundo, es una amplia extensión de arena blanca y fina que reluce bajo el intenso sol del Caribe. Con sus suaves pendientes, tranquilas aguas y excelente insolación, esta playa es considerada un lugar ideal para los bañistas.

En la distancia, el mar y el cielo se fundían formando un telón azul coronado de nubes blancas. La superficie del mar estaba salpicada de vistosas velas y los turistas que se bañaban parecían pequeños pétalos flotantes. Al llegar lentamente a la orilla, las olas rompían y se deshacían en blanca espuma.

Atraído por el encanto del mar, me apresuré a entrar en el agua para disfrutar de este placer que me ofrecía la naturaleza. Flotando en sus aguas, me sentí más a gusto y relajado. Y al respirar la brisa marina y notar como el agua salobre salpicaba mis labios, me parecía que formaba parte del océano. Subí a sentarme sobre la arena para disfrutar del sol caribeño. Para mí era un placer ver a los niños cubanos corriendo y jugando en la playa, donde hice una siesta que disipó el cansancio acumulado de muchos días.

Un pueblo amistoso

El pueblo cubano me pareció maravilloso. Es un pueblo alegre, encantador, amable, confiado en sí mismo y siempre con una sonrisa en los labios.

En Cuba, la gente, al ver a los chinos, los saluda cordialmente agitando la mano y a veces gritando "chino, chino". En esta efusiva tierra, uno nunca se siente un forastero venido de lejos. A mi parecer, el pueblo cubano es el más hospitalario del mundo. Una vez pregunté cómo se iba a un sitio y algunos cubanos me ayudaron, e incluso un joven me acompañó adonde iba sin aceptar ningún agradecimiento. Por la calle me encontraba a gente que mostraba sumo interés por China y que amablemente me hacía preguntas sobre las costumbres y otras muchas cosas de mi país. En cierta ocasión, mientras paseaba por una callejuela, un anciano me invitó a entrar a su casa para tomar café. A través de los contactos que tuve con algunos cubanos, tuve la impresión de que este pueblo abriga sentimientos amistosos hacia China; y al mencionar los nombres de los dirigentes chinos, como Mao Zedong, Deng Xiaoping y Jiang Zemin, todos mostraban una profunda admiración.

A los cubanos, activos y abiertos, les gusta cantar y bailar. Después del trabajo, al oír música, los hombres, las mujeres, los niños y hasta los ancianos comienzan a mover la cintura. Al atardecer, paseando por el Malecón, a veces tenía la fortuna de compartir el encantador pasatiempo de algunos ancianos que, con linda voz y expresivos gestos, cantaban viejas canciones cubanas acompañándose de guitarras y maracas. Aún hoy, me conmuevo al recordar las subidas y bajadas de tono de aquellas melodías.

Dos semanas es muy poco tiempo para conocer un país cuyo brillante colorido tanto lo diferencia de los demás y a un pueblo cuyas peculiaridades le confieren tantos atractivos. Sin embargo, esa breve estancia en Cuba enriqueció mis sentimientos y dejó en mi memoria una huella indeleble. Por todo ello, siempre que pienso en Cuba, acuden a mi mente estas sencillas palabras: maravillosa y linda.

n