JUNIO 2003


La idealización occidental del Tíbet

Por DU YONGBIN


El Buda Maitreya del Palacio de Potala (Lhasa)

Shangri-La, reino mítico sinónimo de Utopía, se la inventó el estadounidense James Hilton para su novela Horizontes perdidos, obra que en 1933 se convirtió en un gran éxito de ventas. La inspiración de Hilton no provino de ninguna experiencia personal en el Tíbet, sino de los artículos del botánico estadounidense Joseph Rock, quien entre 1922 y 1949 vivió en la región de Khams (la zona que flanquea lo que hoy es la frontera entre el Tíbet y la provincia de Sichuan).

En tibetano "Shangri-La" significa "lugar que rodea a la fuente de la felicidad". Un sutra budista dice: “Al sur del Himalaya se extiende la misteriosa Shambhala, ciudad donde se custodia la rueda budista del tiempo Kalacakra Tantra. Se trata de un lugar idílico lleno de vistosos palacios habitados por gente sana, cuyas almas se hallaban bajo la protección de monjes inmortales.

Basándose en la novela de Hilton, en 1937 Frank Capra dirigió la película Horizontes perdidos para la Columbia Pictures. Shangri-La, tema principal de su banda sonora, se popularizó en todo el mundo. Desde entonces, este místico nombre viene usándose en el mismo contexto que el Jardín del Edén y Utopía. En la película Treinta segundos sobre Tokyo, crónica del ataque del Doolittle sobre la capital nipona durante la Segunda Guerra Mundial, al preguntársele de dónde deben despegar los aviones, el Presidente Franklin Delano Roosevelt responde: "De Shangri-La". El nombre original de Camp David era Shangri-La, y desde que Robert Kuok Hock-Nien compró el derecho de llamar "Shangri-La" a su cadena hotelera, este nombre suele asociarse con centros turísticos y hoteleros.  

La remota situación geográfica del Tíbet y su diferente cultura son responsables de que los occidentales que han leído Horizontes perdidos se hayan forjado ideas erróneas sobre la cultura tibetana y el Budismo tibetano. Por consiguiente, esta región ha permanecido envuelta en el misterio hasta el siglo XXI.

¿Un cuento de hadas?


Cara de mono en terracota de las postrimerías del neolítico

Durante siglos, el Tíbet ha sido considerado un paraíso por los exploradores y viajeros occidentales. George Orwell dijo que para los viajeros no hay mejor lugar que Asia Central y el Tíbet. Una topografía imponente (el Himalaya, el monte Qomolangma o Everest, las montañas Gangdise y el río Yarlung Zangbo) contribuyen al atractivo de esta región, que se ve realzado por su inconfundible cultura.

A lo largo de siglos, el Bonismo y el Budismo tibetano fueron las influencias culturales que dirigieron esta región. El panteísmo y el vudú del Bon, y el Budismo tibetano, que comprende el tantrismo, el concepto del alma reencarnada del Buda viviente, los rituales religiosos de danza, los paseos en rondelas y la prosternación completa en tierra, diferenciaron claramente la religión de los tibetanos de todas las demás.

Desde la segunda mitad del siglo XX, Occidente ha ido elevándose hacia una fase posmoderna de alto desarrollo de la civilización material. No obstante, la civilización occidental es incapaz de resolver oscuros y complejos problemas sociales, y de satisfacer las necesidades espirituales y religiosas de los seres humanos. Muchos de ellos se han vuelto hacia los sistemas de creencias orientales y el Budismo tibetano ha sido una generosa fuente de consuelo. La llegada de la mundializacion despertó aún más el interés de los occidentales por la cultura tibetana, sobre todo en vista de las actividades llevadas a cabo por los separatistas tibetanos y las  fuerzas occidentales antichinas durante la segunda mitad del siglo XX. De ahí la internacionalización del problema tibetano, que comprende aspectos tales como la soberanía, la nacionalidad, la religión y los derechos humanos. Por lo tanto, el problema del Tíbet se sumó a otros dos (el de Taiwan y el del comercio) y se convirtió en foco de la atención mundial, así como en la cuestión central de la batalla librada por nuestro país contra las fuerzas antichinas. Complicada por factores internos y externos, la esencia de la cultura tibetana fue haciéndose cada vez más difícil de comprender.

Una Shangri-La terrenal

La civilización tibetana se ha desarrollado siguiendo dos líneas principales: la religiosa y la secular. Durante mucho tiempo, el Tíbet fue una sociedad esencialmente homogénea y aislada, poco influida por las culturas foráneas. Por lo tanto, su cultura tradicional, basada en la oposición entre lo religioso y lo popular, y entre los aristocrático y lo popular, permaneció intacta. Dado que el Budismo tibetano regía la sociedad y la mente humanas, y que la corriente predominante era la cultura religiosa de "élite", en la sociedad tibetana tradicional la cultura secular desempeñaba tan sólo un papel suplementario. Sin embargo, mostraba una gran vitalidad e influía en la gente común.

La cultura secular tradicional del Tíbet presenta aspectos aristocráticos y folclóricos. La nobleza tibetana refleja una combinación de facetas culturales tibetanas, indias y occidentales; pero debido a que constituye solamente un pequeño porcentaje de la población tibetana, su influencia cultural es muy limitada. La cultura folclórica comprende una élite de practicantes de medicina tibetana, cálculos astronómicos y artes, así como una cultura de masas. De ésta forman parte baladas y epopeyas, como la del Rey Gesar, canciones y danzas tradicionales, como el xuanzi y el guozhuang, y tradiciones populares en fiestas, bodas y funerales, además de los tabúes y otras convenciones de la vida y la sociedad tibetanas. Estos aspectos seculares de la cultura se han entretejido con elementos mitológicos para dar lugar al mito del Tíbet.

El aislamiento del Tíbet terminó en el siglo XX con la invasión colonialista británica, que trajo consigo la moderna intrusión cultural. La religión autóctona sufrió un duro golpe y, por lo tanto, la cultura secular siguió desarrollándose. La liberación pacífica del Tíbet y las reformas democráticas dieron como resultado la disolución de la antigua teocracia gobernante y la transformación de la cultura secular en la tendencia principal. Las fiestas actuales, como la del pico Qomolangma (Xigaze) y las culturales de Khamspa (Qamdo) y Yarlung (Shannan), complementan a las más tradicionales.


Pintura tibetana moderna

En la década de 1990, la fiebre del Tíbet arrasó China y el resto del mundo. Dicha fiebre se caracterizó por la expansión de Budismo tibetano y un interés creciente por los elementos tántricos del Budismo tibetano. El Tíbet y la etnia tibetana son ahora el tema de muchas obras literarias y artísticas, así como de películas y documentales televisivos. Hay innumerables tibetólogos y el aumento de la publicación de obras tibetológicas durante las últimas dos décadas ha contribuido en gran medida a mejorar la comprensión general de la cultura tibetana.

El notable desarrollo social y económico ha propiciado grandes cambios en el Tíbet. Actualmente, las principales poblaciones de esta región disponen de comunicaciones adecuadas, sucursales de mercados de valores y cibercafés. Los ordenadores personales y los teléfonos móviles también son muy comunes. Las comunicaciones modernas han reducido la brecha entre el Tíbet y el mundo exterior, y el número creciente de quienes visitan esta región revelarán su verdadera situación. 

DU YONGBIN es investigador del Centro de Investigación Tibetológica de China.

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