La idealización
occidental del Tíbet
Por
DU YONGBIN

El Buda Maitreya del Palacio
de Potala (Lhasa) |
Shangri-La,
reino mítico sinónimo de Utopía, se la inventó el estadounidense
James Hilton para su novela Horizontes perdidos,
obra que en 1933 se convirtió en un gran éxito de ventas.
La inspiración de Hilton no provino de ninguna experiencia
personal en el Tíbet, sino de los artículos del botánico
estadounidense Joseph Rock, quien entre 1922 y 1949 vivió
en la región de Khams (la zona que flanquea lo que hoy es
la frontera entre el Tíbet y la provincia de Sichuan).
En
tibetano "Shangri-La" significa "lugar que
rodea a la fuente de la felicidad". Un sutra budista
dice: “Al sur del Himalaya se extiende la misteriosa Shambhala,
ciudad donde se custodia la rueda budista del tiempo Kalacakra
Tantra”.
Se trata de un lugar idílico lleno de vistosos palacios
habitados por gente sana, cuyas almas se hallaban bajo la
protección de monjes inmortales.
Basándose en la novela de Hilton, en 1937 Frank Capra dirigió
la película Horizontes perdidos para la Columbia
Pictures. Shangri-La, tema principal de su banda
sonora, se popularizó en todo el mundo. Desde entonces,
este místico nombre viene usándose en el mismo contexto
que el Jardín del Edén y Utopía. En la película Treinta
segundos sobre Tokyo, crónica del ataque del Doolittle
sobre la capital nipona durante la Segunda Guerra Mundial,
al preguntársele de dónde deben despegar los aviones, el
Presidente Franklin Delano Roosevelt responde: "De
Shangri-La". El nombre original de Camp David era Shangri-La,
y desde que Robert Kuok Hock-Nien compró el derecho de llamar
"Shangri-La" a su cadena hotelera, este nombre
suele asociarse con centros turísticos y hoteleros.
La remota situación geográfica
del Tíbet y su diferente cultura son responsables de que
los occidentales que han leído Horizontes perdidos
se hayan forjado ideas erróneas sobre la cultura tibetana
y el Budismo tibetano. Por consiguiente, esta región ha
permanecido envuelta en el misterio hasta el siglo XXI.
¿Un cuento
de hadas?

Cara de mono en terracota de
las postrimerías del neolítico |
Durante siglos, el Tíbet
ha sido considerado un paraíso por los exploradores y viajeros
occidentales. George Orwell dijo que para los viajeros no
hay mejor lugar que Asia Central y el Tíbet. Una topografía
imponente (el Himalaya, el monte Qomolangma o Everest, las
montañas Gangdise y el río Yarlung Zangbo) contribuyen al
atractivo de esta región, que se ve realzado por su inconfundible
cultura.
A lo largo de siglos, el Bonismo y el Budismo tibetano
fueron las influencias culturales que dirigieron esta región.
El panteísmo y el vudú del Bon, y el Budismo tibetano, que
comprende el tantrismo, el concepto del alma reencarnada
del Buda viviente, los rituales religiosos de danza, los
paseos en rondelas y la prosternación completa en tierra,
diferenciaron claramente la religión de los tibetanos de
todas las demás.
Desde la segunda mitad del siglo XX, Occidente ha ido elevándose
hacia una fase posmoderna de alto desarrollo de la civilización
material. No obstante, la civilización occidental es incapaz
de resolver oscuros y complejos problemas sociales, y de
satisfacer las necesidades espirituales y religiosas de
los seres humanos. Muchos de ellos se han vuelto hacia los
sistemas de creencias orientales y el Budismo tibetano ha
sido una generosa fuente de consuelo. La llegada de la mundializacion
despertó aún más el interés de los occidentales por la cultura
tibetana, sobre todo en vista de las actividades llevadas
a cabo por los separatistas tibetanos y las fuerzas occidentales
antichinas durante la segunda mitad del siglo XX. De ahí
la internacionalización del problema tibetano, que comprende
aspectos tales como la soberanía, la nacionalidad, la religión
y los derechos humanos. Por lo tanto, el problema del Tíbet
se sumó a otros dos (el de Taiwan y el del comercio) y se
convirtió en foco de la atención mundial, así como en la
cuestión central de la batalla librada por nuestro país
contra las fuerzas antichinas. Complicada por factores internos
y externos, la esencia de la cultura tibetana fue haciéndose
cada vez más difícil de comprender.
Una Shangri-La
terrenal
La civilización tibetana
se ha desarrollado siguiendo dos líneas principales: la
religiosa y la secular. Durante mucho tiempo, el Tíbet fue
una sociedad esencialmente homogénea y aislada, poco influida
por las culturas foráneas. Por lo tanto, su cultura tradicional,
basada en la oposición entre lo religioso y lo popular,
y entre los aristocrático y lo popular, permaneció intacta.
Dado que el Budismo tibetano regía la sociedad y la mente
humanas, y que la corriente predominante era la cultura
religiosa de "élite", en la sociedad tibetana
tradicional la cultura secular desempeñaba tan sólo un papel
suplementario. Sin embargo, mostraba una gran vitalidad
e influía en la gente común.
La cultura secular tradicional
del Tíbet presenta aspectos aristocráticos y folclóricos.
La nobleza tibetana refleja una combinación de facetas culturales
tibetanas, indias y occidentales; pero debido a que constituye
solamente un pequeño porcentaje de la población tibetana,
su influencia cultural es muy limitada. La cultura folclórica
comprende una élite de practicantes de medicina tibetana,
cálculos astronómicos y artes, así como una cultura de masas.
De ésta forman parte baladas y epopeyas, como la del Rey
Gesar, canciones y danzas tradicionales, como el xuanzi
y el guozhuang, y tradiciones populares en fiestas,
bodas y funerales, además de los tabúes y otras convenciones
de la vida y la sociedad tibetanas. Estos aspectos seculares
de la cultura se han entretejido con elementos mitológicos
para dar lugar al mito del Tíbet.
El aislamiento del Tíbet
terminó en el siglo XX con la invasión colonialista británica,
que trajo consigo la moderna intrusión cultural. La religión
autóctona sufrió un duro golpe y, por lo tanto, la cultura
secular siguió desarrollándose. La liberación pacífica del
Tíbet y las reformas democráticas dieron como resultado
la disolución de la antigua teocracia gobernante y la transformación
de la cultura secular en la tendencia principal. Las fiestas
actuales, como la del pico Qomolangma (Xigaze) y las culturales
de Khamspa (Qamdo) y Yarlung (Shannan), complementan a las
más tradicionales.

Pintura tibetana moderna |
En la década de 1990, la
fiebre del Tíbet arrasó China y el resto del mundo. Dicha
fiebre se caracterizó por la expansión de Budismo tibetano
y un interés creciente por los elementos tántricos del Budismo
tibetano. El Tíbet y la etnia tibetana son ahora el tema
de muchas obras literarias y artísticas, así como de películas
y documentales televisivos. Hay innumerables tibetólogos
y el aumento de la publicación de obras tibetológicas durante
las últimas dos décadas ha contribuido en gran medida a
mejorar la comprensión general de la cultura tibetana.
El notable desarrollo social y económico ha propiciado
grandes cambios en el Tíbet. Actualmente, las principales
poblaciones de esta región disponen de comunicaciones adecuadas,
sucursales de mercados de valores y cibercafés. Los ordenadores
personales y los teléfonos móviles también son muy comunes.
Las comunicaciones modernas han reducido la brecha entre
el Tíbet y el mundo exterior, y el número creciente de quienes
visitan esta región revelarán su verdadera situación.
DU
YONGBIN es investigador del Centro de Investigación Tibetológica
de China.
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