ABRIL 2003

 

 

 

 

 

 

 

 


Breve historia de las relaciones sino-peruanas

Por ANDRÉS HUMBERTO CHONG GENG

Anuncio de la primera empresa establecida en Perú

Durante el siglo XIX se pudo apreciar un enorme movimiento migratorio chino para ir a poblar otras partes del mundo. Cientos de miles se repartieron por el sureste, suroeste y sur del Pacífico; muchos miles hacia Hawai y al continente americano; otros fueron llevados por millares a Panamá, Cuba y el Perú.

La escasez de mano de obra que padeció el Perú tras lograr la independencia en 1824 tenía causas muy profundas. Los fértiles valles costeños producían azúcar y algodón, y con el correr del tiempo la demanda de esos productos se incrementó haciéndose más notoria la falta de mano de obra en el campo.

Según el censo de 1862, la población era de 2.487.916 habitantes. En 1876, otro censo arrojó la cifra de 2.699.945, población exigua para un país de más de un millón de kilómetros cuadrados. Para promover las mejoras en gran escala de los regadíos, las comunicaciones, el telégrafo, los puertos y los ferrocarriles se precisaba una mano de obra cada vez más numerosa y existía la esperanza de que la superabundancia de población en Europa iba a desbordarse sobre nuestras tierras. Esa esperanza fue vana, porque esa emigración no se produjo.

En 1847, se presentó al Congreso un proyecto de ley para favorecer la inmigración por el que se autorizaba al ejecutivo para firmar contratos por 10 años con los capitalistas y terratenientes deseosos de atraer extranjeros. Los que así llegaban podían gozar de una serie de privilegios. El proyecto fue rechazado, pero despertó gran interés por el tema y se efectuó una encuesta entre las autoridades, los prefectos de varios departamentos y la Sociedad de Agricultura de Lima.

La falta de mano de obra era apremiante y, presionado e influido por destacados capitalistas y terratenientes, el 17 de noviembre de 1849 el Congreso promulgó la Ley General de Inmigración, la cual no tardó en encontrar acérrimos opositores. Esta ley, cuyo objeto era favorecer la entrada de chinos, de ahí que se conociese popularmente como “Ley China”, fue la que tras la introducción de algunas modificaciones dio origen al gran movimiento migratorio de chinos al Perú.

Fuente monumental obsequio de la colonia de la República Popular de Perú

Es necesario señalar que, a pesar de la inexistencia de relaciones diplomáticas entre China y el Perú, en 1849 varios terratenientes autorizados por el gobierno peruano trajeron alrededor de 75 colonos chinos un mes antes de la promulgación de la “Ley China”. Los monopolistas no tardaron en traer a estos trabajadores en grandes cantidades. Según estadísticas y registros incompletos, se estima que entre 1849 y 1874 entraron en el Perú alrededor de 100.000 colonos chinos.

La ley de inmigración de 1849 adolecía de muchos defectos. Los importadores de colonos eran principalmente negociantes interesados únicamente en ganar dinero, a quienes no les importaban ni las costumbres de los colonos chinos ni su aptitud física para el trabajo a desempeñar. Tampoco le dieron importancia a las condiciones del viaje, cometiéndose con ellos una serie de arbitrariedades y abusos.

En tal sentido, desde mediados de 1870 se hizo evidente para el gobierno peruano la necesidad de enviar una delegación a China. En una interpelación presentada ante el Congreso el 17 de noviembre de 1876, el Ministro de Relaciones Exteriores hizo al respecto algunas declaraciones dilucidadoras. Las leyes chinas imposibilitaban la emigración directa de trabajadores.

El 6 de noviembre de 1872, el nuevo gobierno decidió nombrar a un prestigioso profesional Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario ante el Gobierno de China. La importante misión que se le confió fue la de “apartar definitiva y convenientemente” los dos grandes obstáculos que impedían la inmigración de chinos al Perú, a saber: la falta de tratados entre el Perú y China que permitieran la libre emigración de chinos desde puertos chinos hacia el Perú; y la falta de medios rápidos y seguros de comunicación entre ambos países que pudiera ser subsanada por una línea de vapores.

El 7 de octubre de 1873, la misión peruana llega a China y, tras arduas y largas negociaciones, el 26 de junio de 1874 se firma un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, así como un Convenio sobre Migración, que puede ser resumido como sigue.

Los artículos I - IV tratan de la mutua protección a los ciudadanos y súbditos de ambas partes contratantes y del nombramiento de agentes consulares y diplomáticos con sus correspondientes privilegios e inmunidades. Dada su importancia, el Artículo VI, referido al tráfico de culies, merece ser citado en su totalidad:

La Republica del Perú y el Imperio Chino reconocen con toda franqueza el derecho inalienable e inherente de toda persona a cambiar de país. Sus respectivos ciudadanos y súbditos pueden en consecuencia desplazarse libremente de un país a otro por motivos de viaje, negocios, trabajo y para establecerse en él. Las Altas Partes Contratantes convienen, por lo tanto, en que los ciudadanos y súbditos de ambos Estados emigrarán únicamente de su libre y voluntario consentimiento; y de común acuerdo, reprueban toda otra emigración por los mencionados motivos que no sea enteramente voluntaria, así como todo acto de violencia o engaño que para reclutar súbditos chinos pudiera practicarse en Macao y en los puertos chinos. Asimismo, las Altas Partes Contratantes se comprometen a castigar severamente, con arreglo a sus leyes, a los respectivos ciudadanos y súbditos que infringieren las presentes estipulaciones y, además, a proceder judicialmente contra los respectivos buques que se dedicaren a esas operaciones ilegales, pudiendo imponerles las multas que para tales casos se hallan establecidas en sus leyes.   (* )

El Artículo VII estipula el nombramiento por el Perú de intérpretes oficiales en los departamentos y centros de emigración china.

Contrato de trabajadores chinos en Perú

De acuerdo con el artículo VIII, los buques de ambos países pueden atracar y comerciar en los puertos abiertos del otro, gozando de los privilegios de nación más favorecida.

El Artículo IX trata de los derechos de aduana, “que serán los vigentes para el comercio extranjero”.

Según el artículo X, los buques de guerra de ambos países podrán fondear en los puertos del otro donde se permita el atraque de buques de guerra de otras naciones. Asimismo, recibirán facilidades y servicios, no estando sujetos al pago de derecho alguno.

El Artículo XI estipula que los buques de ambos países que busquen refugio, encallen o naufraguen en las costas del otro serán tratados como los de las demás naciones.

Los artículos XII, XIII y XIV establecen la jurisdicción de los cónsules peruanos en China sobre sus ciudadanos, en los diversos casos civiles o criminales que pudieren ocurrir, y señalan las circunstancias en las que las autoridades chinas podrían tomar parte en los procedimientos.

Por el Artículo XV, los súbditos chinos en el Perú quedan sujetos a los tribunales de justicia peruanos, gozando a este respecto de los mismos derechos que los ciudadanos del país.

El Artículo XVI contiene la cláusula de nación más favorecida en su forma más amplia aplicable al Perú en China y a China en el Perú.

El Artículo XVII constata que el tratado ha sido redactado en español, chino e inglés, que de él existen nueve ejemplares y que las diferencias de interpretación se decidirán por el texto inglés.  

De acuerdo con el Artículo XVIII, el tratado podrá modificarse cada 10 años previa notificación de una de las partes.

El Artículo XIX estipula que el tratado sea ratificado por el Emperador de China y por el Presidente del Perú, previa la aprobación del congreso, y que las ratificaciones se canjearán en Shanghai o Tianjin lo antes posible.

Las provisiones más importantes del Convenio sobre Migración eran las dos siguientes. En primer lugar, China enviaría una comisión al Perú para tratar el tema de los culies. El Perú se comprometía a proporcionar toda la ayuda posible para el cumplimiento de los encargos encomendados a los miembros de dicha comisión, quienes si descubrían irregularidades estaban autorizados a comunicar los detalles respectivos a las autoridades locales o provinciales y, en caso de negarse los patrones a reconocer los agravios, a someter las quejas en cuestión a los Tribunales de Justicia para su examen y fallo.

La segunda provisión estaba relacionada con la repatriación de los chinos que lo deseasen: el gobierno peruano obligaría a los empleadores de trabajadores chinos a sufragar los gastos de viaje al vencer el contrato, siempre y cuando así estuviera estipulado en el mismo. En caso contrario, cuando el trabajador careciera de recursos para pagar su propio pasaje, el gobierno peruano lo repatriaría gratuitamente en los buques que zarpasen del Perú con destino a China.

Realizado el canje de ratificaciones en 1875 en Tianjin, el Perú nombró el primer Embajador Residente en China, quien asumió su cargo el 20 de mayo de 1878; en cambio, la llegada del Ministro chino al Perú se hizo esperar largamente, ya que no se produjo hasta 1883, año del restablecimiento de la paz en este país sudamericano.

Mientras tanto, la colonia china en Lima había aumentado tanto que había varios teatros chinos que permanecían abiertos toda la noche. La participación de los chinos en la vida nacional era tan evidente que los “hijos del Celeste Imperio” se hicieron presentes en las ceremonias del 28 de julio, día patrio, y el 2 de agosto mandaron una delegación para felicitar al Presidente de la República con ocasión del segundo aniversario de su nombramiento.

Pero fue en el terreno comercial donde los emigrantes chinos lucieron sus mejores dotes y fueron muchos los ricos comerciantes chinos de Lima que alcanzaron notoriedad en este campo. Al comienzo, sus clientes eran mayoritariamente sus compatriotas, pero andando el tiempo el público en general acudió a sus restaurantes ubicados en el barrio chino.

Contrato de trabajadores chinos en Perú

A lo largo de las calles aledañas a los mercados se encuentran bodegas de chinos, panaderos, carniceros y todo tipo de comerciantes, al punto que caminando por ellas, mirando a la gente, sus tiendas y sus avisos, uno se imagina de pronto estar en una ciudad china.

Un testigo contemporáneo e imparcial, emitió un significativo juicio sobre los asiáticos: “En todo, parecen asimilarse a las costumbres y hábitos del país”, opinión respaldada por los hechos. “El Este es el Este y el Oeste es Oeste”, pero ambos se habían encontrado en el Perú. En general, no puede decirse que ese encuentro fuese totalmente provechoso para ninguno. No cabe duda de que los chinos contribuyeron a la bonanza del Perú, pero en el decurso, fueron relativamente pocos los chinos que se hicieron ricos.

Los que sobrevivieron se incorporaron tranquila y diligentemente a la sociedad peruana como jornaleros en la agricultura y la industria o en cualquier otra ocupación. Si bien no fue culpa suya, aumentaron los problemas del Perú. Sin embargo, estos problemas daban muestras de ir desapareciendo allá por 1879, al menos por el lado de los chinos. En efecto, en aquel entonces más de la mitad de los chinos habían cumplido sus compromisos y estaban libres. Aun antes de esa fecha, la integración social había comenzado y muy pocos chinos optaron por regresar a su país.

A finales del siglo XIX y principios del XX, había dos tipos de emigrantes chinos que sostenían, en pequeña o gran escala, sectores exitosos de la economía y la sociedad peruanas. Los chinos de la primera migración (1849-1874) trabajaron principalmente de jornaleros y arrendatarios en la agricultura. Esta migración concluyó en 1874 como resultado de los acuerdos firmados entre China y el Perú. Posteriormente se produjo una segunda y reducida migración (1833-1930), que, de acuerdo con el sistema de cuotas de entrada de extranjeros en el Perú, ingresó directamente en la economía peruana, monopolizando el abastecimiento de mercancías para los negociantes chinos, quienes, cumplidos ya sus contratos, habían pasado al sector comercial.

Historiadores, investigadores y observadores imparciales aducen que el Perú se benefició culturalmente con la llegada de los chinos y afirman que “como fue un mestizaje de clases pobres, su influencia en la cultura general no trascendió durante lustros". Pasado un tiempo, sin embargo, el 'injerto' empezó a tener personería social y cultural. Hoy la tiene indudable en nuestras universidades y en la vida profesional... El mestizo chino sobresale por su aplicación al estudio, su aceptación sonriente de las cosas y su propensión al silencio, que lo confunde con el indígena. Resalta además por un fino sentido del análisis”. Sus descendientes están ahora integrados con los peruanos, sean estos blancos, negros, indios o mestizos.

(* )De la versión oficial en inglés del  Tratado y Convención entre el Perú y China , pág.5., folleto publicado en Shanghai en 1875. La versión oficial en castellano está en el mismo folleto.

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