JUNIO
2005


 

¿Vale la pena leer a los clásicos?

Por nuestra reportera Zhang Hong

Una estudiante repasa una frase del filósofo Confucio

Zhang Hong

Cada sábado, un aula del Centro de Orientación de Obras Clásicas para Niños Sihai de Beijing, se llena de pequeños que vienen a leer obras clásicas chinas. Este regreso de la más joven generación a una ancestral disciplina ha sido iniciado por el profesor Wang Caigui, de la Universidad Normal de Taizhong, en Taiwan. Wang descubrió que al leer dichas obras y recitar poemas, sus cuatro hijos lograron una mejor asimilación de los sutiles matices de la lengua china, a la vez que obtienen una mejor apreciación de la literatura local. De acuerdo con este entusiasta promotor, a los trece años, la mente de un niño está en su etapa de mejor capacidad para absorber conocimientos, por lo que resulta altamente recomendable que lea, recite y memorice obras clásicas. De hacerlo así, en la adultez estará mejor preparado para interiorizar los contenidos de los clásicos y de aplicar en la vida diaria los principios aprendidos.

En la VIII Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, celebrada en 1995, nueve respetados expertos chinos propusieron el establecimiento de una escuela de obras clásicas, con el fin de difundir los conocimientos sobre literatura y cultura tradicional chinas. El propósito recibió el visto bueno de quienes desean para sus hijos un mayor cúmulo de conocimientos morales y éticos fundamentales. Muchos consideran que los pensamientos de los antiguos sabios chinos, como Confucio y Mencio, todavía tienen importancia en la vida contemporánea.

“Por algún tiempo, algunos pensaban en Confucio como en un Dios, y por otro lado, estaban quienes lo veían como a un monstruo”, según el profesor Guo Qijia, del Instituto de Educación de la Universidad Normal de Beijing. “En el presente, intentamos recuperar su pensamiento, después de todo él no era más que un ser humano, como el resto de nosotros”. Según se populariza la lectura de obras clásicas, aumenta su presencia en los libros de texto de las escuelas primarias. En julio de 2004, el Centro de Orientación de la Lectura de Obras Clásicas Sihai, en Beijing, celebró una Semana de Confucio y Shakespeare. En 2007, año del 443 aniversario del nacimiento de Shakespeare, el centro organizará un recital de poesía del bardo británico, a cargo de mil niños chinos.

El gobierno presta cada vez más atención a la enseñanza de las tradiciones y cultura chinas en la escuela primaria. A modo experimental, en los últimos años se han editado nuevos libros de texto sobre idioma chino para ese nivel académico con 160 textos clásicos, cantidad que representa un 40 por ciento del total de escritos de este tipo, en comparación con los libros de texto del pasado, que contenían sólo 40 poemas clásicos.

Argumentos en pro y en contra

Los estudiantes de primaria y secundaria de China, que suelen verse atiborrados de clases extras de matemáticas e inglés, e incluso piano, en sus fines de semana, no tienen tiempo para estudiar las obras clásicas. Algunos padres se preguntan si es útil o no que sus hijos aprendan los Cuatro Libros (La Gran Ciencia, la Doctrina del Justo Medio, las Analectas de Confucio y Mencio) y los cinco libros clásicos (Libro de Cantos, Libro de Historia, Libro de Cambios, Libro de Ritos y Anales de Primavera y de Otoño).  

Las escuelas privadas del viejo estilo, que exigían a los niños recitar todos los clásicos chinos, fueron suprimidas hace ya casi  un siglo. Todavía hoy, sin embargo, hay una sencilla casa campesina en la provincia de Hunan, donde los estudiantes se sientan alrededor de una mesa hecha con viejas puertas de madera, para escuchar las clases de un maestro de pelo blanco, que les enseña poemas, textos clásicos y caligrafía china. “Los estudios contemporáneos ayudan a los niños a encontrar un buen trabajo en el futuro, pero el estudio de los antiguos textos enseñan a los estudiantes cómo comportarse de forma correcta. Para los campesinos, esto último es más importante”, insiste el anciano educador. 

Pero la interrogante que se impone es hasta qué punto hay consenso en este sentido. En julio de 2004, Xue Yong, un periodista chino que estudió historia en la Universidad Yale, escribió un artículo para un periódico, expresando su preocupación por el estudio de textos clásicos entre los niños. Su argumento provocó una discusión a escala nacional, tanto en la prensa como en Internet. Lo que se debate es si la nueva edición de la Serie de Lecturas Clásicas Culturales Chinas, compuesta por 12 libros de 150.000 caracteres y basada en 19 obras clásicas del confucianismo, es apropiada o no para los estudiantes de  primaria y secundaria. Xue Yong duda de los beneficios que obtienen los niños recitando los antiguos textos, pues ya tienen una pesada carga de estudios. Los que abogan por el estudio de las obras clásicas chinas sostienen que China ha abrazado los conceptos educativos del Occidente, hasta el punto de descuidar la enseñanza de sus obras clásicas — base de la cultura y la literatura tradicionales chinas—. La riqueza cultural del país ha garantizado su supervivencia en épocas difíciles, comentan los expertos, y si no se enfatiza lo suficiente la importancia de las obras clásicas en la enseñanza, el patrimonio cultural chino desaparecerá.

Los jóvenes chinos pueden beneficiarse estudiando a Shakespeare, gozar con los cuentos del danés Hans Christian Andersen y emocionarse por las películas de Harry Potter, sin embargo, deben también cultivar el aprecio por la poesía de la dinastía Tang, pues ella es respetada en los círculos literarios del mundo y ha sido traducida a diversos idiomas. Los eruditos chinos suelen estar familiarizados con las obras de Aristóteles y de Kant, el sistema democrático griego y la constitución británica, pero necesitan entender con la misma fruición la teoría de Confucio y el Libro de Cambios.

En la medida en que prospera la economía china, comienzan a surgir problemas sociales. En medio de esta avalancha de cambios, algunos valores y conceptos tradicionales chinos, como la bondad y el espíritu de armonía por los que abogaba Confucio, todavía son practicados y promovidos en la sociedad contemporánea. Los niños necesitan todo tipo de enseñanzas para crecer en lo físico y lo mental. El problema es cómo combinarlos.

Los Cuatro Libros y los cinco libros clásicos

Los Cuatro Libros se refieren a la Gran Ciencia, la Doctrina del Justo Medio, las Analectas de Confucio y Mencio, y los cinco libros clásicos al Libro de Cantos, Libro de Historia, Libro de Cambios, Libro de Ritos y Anales de Primavera de Otoño. Estos volúmenes enseñaban a los antiguos chinos los valores sociales, morales y la buena conducta, y han sido considerados por largo tiempo libros clásicos en la educación primaria, pues incluyen teorías básicas para el cultivo de la personalidad y la administración del país.

A lo largo del siglo XX hubo dos grandes campañas lanzadas contra la enseñanza de los libros clásicos chinos. La primera fue Movimiento del 4 de Mayo de 1919, que rechazó el Confucianismo como un obstáculo al progreso social. En la “Revolución Cultural” (1966-1976) este sentimiento fue desplegado al extremo, porque los Cuatro Libros y los cinco libros clásicos fueron vistos como materiales didácticos venenosos que debían ser estigmatizados completamente. 

 

 

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