Mi
opinión sobre el tema de Taiwan
Por
el Dr. Helios Farrell Murgas
En los
medios informativos de México se presentan periódicamente
acontecimientos relacionados con Taiwan, una provincia
isleña de China. El tema se ha tornado últimamente algo
candente en la prensa local por motivo de la adoptación
de la Ley Antisecesión por el parlamento chino.
Desde
los años 70 comencé mis contactos con los chinos en función
de mi calidad de Presidente de la Uinión Latinoamericana
de Tenis de Mesa y, más tarde, Vicepresidente de la federación
internacional de la misma disciplina deportiva, lo que
me ha permitido acceder a informaciones más directas sobre
el asunto.
Recuerdo
que tanto en las reuniones internacionales como en las
conversaciones en privado, el tema sobre Taiwan consistía
en el derecho a la representatividad de China, o sea,
la China Popular o Taiwan . Eso quiere decir, lo que disputaban
el gobieno chino y las autoridades de Taiwan era el derecho
representativo legítimo de la nación, que integran la
parte continental y la isla, ubicada al este de la costa
china.
Más
tarde, supimos que el tema de Taiwan es una cuestión heredada
de la guarra civil entre las fuerzas revolucionarias dirigidas
por Mao y las tropas del Kuomintan, que luego de su derrota
se trasladó a la isla a finales de los años 40 y allí
estableció su régimen bajo la protección de los Estados
Unidos.
De hecho,
desde hace centenares de años, tanto el continente como
la isla forman parte de la misma China.
En 1971,
la representación por demás artificial que usufructaba
Taiwan en las Naciones Unidas llegó a su fin al otorgar
legítimamente esta representatividad a la República Popular
China, con el apoyo y respaldo de la mayoría de los países
miembros, entre los que figuraba orgullosamente México.
Y luego,
en febrero de 1972, en el comunicado conjunto emitido
por China y Estados Unidos, al término de la visita del
entonces Presidente norteamericano Richard Nixon al país
oriental, se manifestó expresamente que los chinos de
ambos lados del Estrecho de Taiwan reconocen que existe
una sola China.
China
con la tenacidad y paciencia característica de su pueblo
ha estado trabajando para la reunificación de su país.
A principios de marzo pasado, el Presidente Hu Jintao
declaró que su gobierno seguirá haciendo todos los esfuerzos
con la máxima sinceridad para lograr una perspectiva de
reunificación pacífica de Taiwan con la parte continental,
y advirtió al mismo tiempo que no tolerará jamás la independencia
de la isla.
Tengo
entendido que en cualquier país soberano, tal como el
caso de México y China, las pretenciones y actividades
encaminadas a la sececión del territorio nacional constituyen
actos delictivos hasta el grado de alta traición.
La Ley
Antisecesión aprobada por el congreso chino, como ha declarado
el Primer Ministro chino Wen Jiabao, no va dirigida contra
los taiwaneses, sino demuestra la voluntad común y la
firme determinación de todo el pueblo chino, incluidos
los 23 millones de taiwaneses, en la salvaguardia de la
soberanía e integridad de China, y de no tolerar a las
fuerzas secesionistas que persiguen la “independencia
de Taiwan”.
Si bien es que la ley busca contener
y luchar contra las actividades secesionistas, estableciendo
un marco legal para prevenir que la isla se separe de
China, no es menos cierto que no se trata de una ley de
guerra, como han propagado las mala lengua, sino una ley
para la reunificación pacífica, una ley conducente a la
paz y estabilidad en el Estrecho.
Luego
de leer con serenidad el texto de la ley, uno llega fácilmente
a la conclusión de que la misma en sí define de manera
clara el objetivo de mantener la paz y la estabilidad
en la región del Estrecho de Taiwan, pues uno de sus 10
artículos determina detalladamente las medidas para promover
las relaciones entre ambos lados del Estrecho, dirigidas
a alentar y facilitar los intercambios personales y la
cooperación en los campos de la economía, educación, ciencia,
tecnología, cultura, salud y deportes.
Por
cierto, la mencionada ley establece que el Estado empleará
medios no pacíficos y otras medidas necesarias para proteger
la soberanía y la integridad territorial de China, pero
la misma estipula que lo hará sólo en caso de que las
posibilidades para una reunificación pacífica hayan sido
completamente agotadas.
A mi
modo de ver, con la ley antisecesionista o sin ella, China,
como cualquier país soberano, tiene la obligación moral
y el derecho propio a defender la integridad territorial
de su nación.
El Premier Wen Jiabao explicó que “China
no quiere ver que se produzca tal circunstancia, y siempre
que exista un mínimo de esperanza para la reunificación
pacífica, haremos los mayores esfurezos para lograrla”.
Así como podemos ver que China no está
dispuesta a ceder soberanía en ninguna parte de sus terrritorios,
y Taiwan es parte inalienable del mismo. Se puede notar
que tanto el pueblo como los dirigentes chinos expresan
el sentimiento de una nación amante de la comunicación,
de la armonía, y los deseos de resolver sus propios conflictos
entre hermanos consanguíneos.