FEBRERO 2003

 

 

 

 

 

 

 

 


                                      El atractivo de Lijiang

Por ZHANG JUAN

Arroyo a su paso por la ciudad

A diferencia de otras ciudades antiguas, Lijiang (provincia de Yunnan) no tiene puertas ni murallas. Hay quienes achacan esa carencia al talante supersticioso de un antiguo  tusi  (gobernador local de las minorías étnicas). Las tres vías de entrada a la ciudad son las calles Dongda, Xinhua y Xinyi. Todas las calles y callejuelas se dirigen al exterior.

Al llegar a la ciudad, nos salió al paso un vendedor de planos que por seis yuanes nos ofrecía un plano de Lijiang trazado a mano. Además de proporcionarnos información muy útil sobre los platos típicos, los bares más conocidos y las tiendas  nasi  con mejores precios, el vendedor  nos dijo que si queríamos conocer Lijiang debíamos mirar y escuchar, y que probablemente cada uno de nosotros se llevaría una impresión diferente.

Escapando de Lijiang

Antes de llegar a Lijiang conocí a Zhao Wenling, que estaba tomando café con Jane, una encantadora amiga holandesa que llevaba el cabello recogido en una bonita bufanda.

Zhao me contó que era miembro de la etnia  nasi  y que había pasado su infancia en Lijiang. Después viajó a muchos lugares del mundo y comenzó a vivir de la pintura. Habiendo estado en tantos lugares, es lógico que su valoración de los cambios registrados en su pueblo natal sea un tanto peculiar. No sin cierta melancolía, Zhao dijo: “Diez años atrás Lijiang me gustaba, pero ahora ya no”. Lijiang ha cambiado demasiado: cada día viene más gente; las viejas casas han sido alquiladas a forasteros que ponen tiendas de souvenirs; el meandro que rodea la ciudad está tan animado como la orilla del río Qinhui a su paso por Nanjing; y al caer la noche, la luna ya no brilla con la claridad de antes. “Lijiang es tan bulliciosa que ha perdido su calor de hogar. Cada vez que regreso, no me quedo más de dos días. Ahora paso más tiempo en  Dali (otra ciudad antigua de la provincia Yunnan), que se parece mucho a lo que era mi tierra natal”, añadió Zhao.

Ancianos de Lijiang

“Siempre que vuelvo descubro cosas nuevas, hecho que tal vez es positivo para los lijianeses y mis familiares, puesto que la llegada de más turistas crea puestos de trabajo y nuevas oportunidades de ganar dinero. Pero lo cierto es que la ciudad está sufriendo cierto deterioro. Hoy hacen obras aquí, mañana allá y pasado mañana acullá. Aunque el objetivo de las obras de restauración es recobrar la fisonomía original, la verdad es que los revestimientos no se parecen a los de antes. Por ejemplo, en algunos tramos de calle las antiguas losas han sido sustituidas por nuevas. Andar por esos tramos ya no es algo poético y fantástico, como lo era en mi niñez, cuando pisaba las brillantes losas pulidas por años de lluvia y viento.” Zhao prosiguió diciendo: “Tal vez esa sensación especial se debe a que soy artista. Sea como fuere, la elegancia y la tranquilidad de la Lijiang de entonces me impresionaron tan profundamente que allí siempre habrá un hogar para una parte de mis recuerdos”.

Establecerse en Lijiang

Jin Ming´ai, una chica coreana, vino de lejos para establecerse en Lijiang. “Ahora estoy embarazada y mi esposo se encarga de la tienda”. Jin habla un chino fluido con acento de Yunnan.

Jin dijo que la decisión de ir a China fue muy sencilla, ya que siempre le había gustado la pronunciación del chino y quería aprender esta lengua. Jin llegó a nuestro país en diciembre de 1996 con el propósito de estudiar chino durante tres meses. Dos meses después ya chapurreaba el chino y se animó a viajar por Yunnan con una amiga. En Dali conoció a un joven de Enshi (provincia de Hubei) con el que viajó tres días. Hoy ese joven es su marido. Jin dijo: “Él me preguntó si era japonesa y yo, siguiendo el consejo que me había dado mi amiga para que no me robaran, le contesté que era de Beijing. Pero finalmente el que hoy es mi marido 'me robó'”. Al hablar de su amor y su matrimonio, Jin siente una mezcla de alegría y tristeza: “Lo bueno es que he encontrado un buen marido; lo malo es que, excepto su madre, los demás familiares todavía no me han aceptado”.

Al hablar de Lijiang, volvió a ponerse de buen humor. La primera vez que viajó a esta ciudad con su marido lo que más le atrajo fue la belleza del paisaje. En junio de 1997 empezó a estudiar chino en el Instituo de Educación de Lijiang y después alquiló una casa para llevar una cafetería junto con su marido. Mientras recordaba sus difíciles comienzos, me mostró la cicatriz que le dejó el intenso trabajo de preparar comidas. Durante cierto tiempo, las dificultades y las presiones familiares la llevaron a pensar seriamente en irse de China. Finalmente no abandonó ni a su amor ni la bellísima ciudad de Lijiang, más linda y elegante que otra ajena.

Los dos bares y la hostería dirigidos por la pareja marchan bien. Jin dijo: “Ya me he acostumbrado al lento ritmo de vida de Lijiang y me siento muy relajada. Cuando regresé a Corea para cumplimentar los trámites del matrimonio, mi sobrina me dijo que parecía más china que coreana”.

Desde que la historia de Jin fue dada a conocer por una cadena de televisión coreana, los turistas coreanos que visitan Lijiang suelen llegarse hasta su cafetería. Ahora a Jin se la ve de buen humor, tal vez porque tiene la compañía de su madre, quien también está muy contenta al ver que su hija, que antes ni siquiera la ayudaba a preparar la comida, es ahora una muchacha ágil y trabajadora.

Sobre sus planes para el futuro, Jin dijo que le gustaría quedarse en Lijiang para siempre y tener un hijo.

Ojalá que la cultura  nasi  se conozca mejor

Concierto de música  nasi

Atraída por un letrero que decía “Club de los alpinistas”, entré en la tienda de He Benhua, un joven de 28 años que vive cerca del edificio Wangu. He me dijo que este edificio, desde lo alto del cual puede contemplarse una vista panorámica de la ciudad, es un punto de encuentro de los ancianos que crían pájaros.

He abrió su tienda en 1994. Generalmente, los hombres  nasi  dedican su tiempo libre a escuchar música, jugar al ajedréz, leer libros, pintar, fumar y tomar té y bebidas alcohólicas. He es un  nasi  típico, puesto que desde su niñez le ha gustado pintar, se ha sentido atraído por la cultura de su nacionalidad y ha cultivado su afición a tallar máscaras. Sus obras describen la vida de los  nasi  y expresan sus sentimientos. Señalando una pintura con caracteres  dongba  (caracteres pictográficos de los  nasi ), me explicó que la suya era una antigua etnia procedente de la meseta.

He, que está estudiando el primer curso de  dongba , dijo que en Lijiang hay varias tiendas donde se venden platos tallados; pero añadió que carecen de valor artístico, ya que se producen con máquinas en grandes cantidades para venderlos como souvenirs. Él no está de acuerdo con este método de producción e insiste en trabajar con sus propias manos. Cuando no da abasto, pide a un maestro de confianza que le ayude a terminar el trabajo.

He, satisfecho con su vida actual, dijo: “No estoy impaciente por ganar mucho dinero, porque la ambición no tiene límites. Creo que no debería pensarse sólo en el dinero”. La actitud apacible ante la vida mostrada por los jóvenes de Lijiang es realmente admirable. He nos comunicó sus deseos de aprender y de hacer otras cosas. Además de encargarse de una galería de pintura y de una agencia de viajes para la línea Yunnan-Tíbet, lleva un bar con Internet frecuentado por turistas extranjeros. He aseguró que no lo hacía para ganar más dinero, sino para perfeccionar su inglés hablado.

En el transcurso de nuestra conversación, He se refirió a los grandes cambios que han tenido lugar en Lijiang. La ciudad se dio a conocer al resto del mundo a raíz del terremoto de 1996 y de la subsiguiente visita de diversas personalidades internacionales participantes en un programa de ayuda a la reconstrucción. A partir de ese momento, el número de turistas no hizo sino aumentar: “Para nosotros estos cambios son positivos; pero la verdad es que la antigua ciudad ha perdido algo de su encanto y el ambiente es ahora más comercial”.

La montaña nevada de Yulong (dragón de jade), en Lijiang

En opinión de He, el atractivo de Lijiang reside tanto en su belleza externa como en su trasfondo cultural. Antes, la mayoría de los turistas tenían un alto nivel cultural, mientras que ahora muchos vienen simplemente por curiosidad. Antes, los turistas que entraban en su tienda mostraban interés por todo lo relacionado con los  nasi ; ahora, en cambio, muchos de ellos se limitan a preguntar los precios y pocos más. Este cambio de actitud apena un poco a He, puesto que lo que a él le gustaría es que la cultura  nasi  fuese más y mejor conocida.

 

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